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domingo, 16 de diciembre de 2012

Mindanao

Buscadores de oro


Caminar por cualquier ciudad filipina, aunque sea pequeña como Butuán, es un infierno. Muchas veces no hay aceras y cuando las hay están ocupadas por vendedores, por vehículos o parecen hechas para competiciones de salto ya que tienen rampas, escaleras y desniveles diversos. Las lluvias frecuentes además dejan charcos enormes en las cunetas que tienes que ir sorteando ya que vas caminando por la calle, no por la acera y además los vehículos que pasan también te pueden salpicar al pasar. Cruzar la calle es posible sólo gracias a que los vehículos circulan lentos y puedes pasar entre ellos. La mayoría son triciclos, en realidad motocicletas a las que le han añadido una carcasa casera para acomodar una cantidad increíble de gente. El precio dentro de la ciudad de un triciclo es de 8 pesos (0,15 €) y la gente aquí se monta en ellos alegremente aunque sea para que los lleven 100 m. Lo único que justifica tomar un triciclo es el calor inclemente que hace en las horas diurnas y que al tener que andar por la calle, no tienes sombra que te cobije. Las medidas de estos artefactos están hechas tomando a un filipino medio, tirando a pequeño. Para cualquiera que entre en ellos y que tenga una o más tallas que la de ese filipino estándar se golpeará la cabeza contra el borde superior al entrar, contra el techo una vez dentro y luego las rodillas con varias esquinas que hay. Por eso yo, a pesar del calor, de los charcos, de los vehículos que te pasan rozando, evito montarme en un triciclo como si fuera la peste.
Esperando que pase la lluvia

Cuando llegas a Filipinas te dan automáticamente y de forma gratuita un visado por 21 días. Si vas a estar más tiempo, lo puedes prorrogar por otros 38 días, esta vez ya pagando la cantidad de 65 euros. Para ello tuve que ir a la oficina de inmigración en Butuán, en un edificio sórdido, feo y maloliente no lejos del centro. La ventaja de estos lugares pequeños es que no te ponen muchas pegas ni te hacen preguntas así que rellené mi formulario y me dijeron que volviera en 1 hora con los 65 euros ya que el jefe todavía no había llegado a pesar de ser las 9,30 de la mañana. Regresé a las 11, dándole un poco más de tiempo al jefe que efectivamente ya estaba. Una funcionaria comprobó los papeles y me puso el visado en el pasaporte, mientras otro jugaba en el ordenador a un juego de marcianos online y el otro veía en la tele un partido de la NBA. Eso sí, cuando la funcionaria terminó, le dio mi pasaporte al otro funcionario (el de la NBA) que lo llevó a la mesa del jefe, ya que aquí cada uno tiene su cometido. Una vez todo listo y habiendo pagado, el jefe puso su firma en el pasaporte y hasta el 17 de enero me puedo quedar en el país. Luego, pagando otros 80 euros me lo alargarán por otros 2 meses.
Aunque estoy a sólo 100 km de donde ocurrieron la mayor parte de los muertos a causa del tifón Pablo en Mindanao, veo las noticias sobre ello en la tele al igual que seguramente todos vosotros, como si fuera muy lejos. Y es que donde estoy la sensación es que no ha pasado nada mientras al ver las imágenes parece que lo que se ve sea en otro país. Lo que me queda claro ahora que ya he estado en el campo, visitando partes del proyecto en el que colaboro, es que la deforestación y el desorden medioambiental (minería descontrolada, intervención en los ríos) aseguran que esto volverá a ocurrir. Leí las declaraciones del gobernador de la zona devastada que decía que la culpa no era de la deforestación ya que en esa zona ya no quedan árboles. Supongo que se refería a que la culpa no era suya porque cuando asumió el mandato ya estaba deforestado, lo cual no le quita parte de la culpa al no hacer nada para revertir la situación.
Un carabao o búfalo de agua trabajando

Mientras, un par de días más tarde, estando en la oficina sentimos un leve movimiento de las sillas, todos nos quedamos mirando y luego supimos que había sido un terremoto de 5,5. Todo el mundo siguió trabajando tranquilamente ya que parece que suele ser algo habitual y dicen que hay uno cada semana. Vamos a ver.
Todos los pueblos y ciudades medianamente grandes por donde paso están llenos de casas de empeño, bancos y farmacias, lo cual es típico de los sitios pobres. Es curioso ver como la automedicación, ya que poca gente se puede permitir ir al médico, es algo habitual de la gente sin recursos, que ven en las medicinas la solución a sus males. Los bancos y las casas de empeños, pero sobre todo los primeros, como ha quedado demostrado, también te ayudan a hacerte más pobre.
La gente con la que trabajo está muy interesada en saber más de otros países ya que la mayoría de ellos nunca ha salido de Filipinas y tampoco de Mindanao. Me da un poco de vergüenza contarles cosas que a veces me preguntan con mucho detalle sobre la forma de vida de los españoles ya que, como siempre, tengo el problema de pensar que yo no soy representativo de la forma de pensar de 47 millones de españoles y que además a lo tonto, ya llevo 7 años sin vivir allá, por lo que cada vez se menos de nuestra forma de vida.
Lo mejor de mi estancia aquí, es que me obliga a practicar inglés, a aprender nuevo vocabulario cada día, a pronunciar mejor (ya digo uaifai para el wifi) y a que estoy conociendo este país y este pueblo desde otro lado como hasta ahora.
Después de casi tres semanas de trabajo me voy de vacaciones ya que aquí todo el mundo se va también y me incorporaré de nuevo el 7 de enero. En este tiempo voy a seguir trabajando con calma, a ratos, en el informe que tengo que presentar y esto me da tiempo para pensar a fondo en algunas de las posibilidades que veo en el programa. Me pongo en camino hacia Zamboanga, adonde tardaré 3 días en llegar en bus. Lo podría hacer más rápido pero no tengo prisa y voy a hacer travesías de máximo 8 horas por díay si me gusta el lugar de la parada intermedia me quedaré un día o dos. De momento el camino a Cagayán de Oro ha sido muy bonito, costeando la mayor parte del tiempo, con muchos campos recién plantados de brotes de arroz, intensamente verdes
Otro carabao

Y para terminar por hoy, como nadie me ha preguntado por qué he pasado de Facebook, lo cuento. Por un lado me aburría leer muchas de las cosas que los demás ponían y pensaba a cuantos no les interesaría o les aburriría lo que yo ponía. Después pensaba que no me gustan las cosas que crean adicción y creo que Facebook lo es. Veo a mucha gente y sobre todo niños en este país totalmente enganchados, consultando a cada momento en sus móviles la última tontería puesta en Facebook. Estoy seguro que los de Facebook, cuando consideren que hay suficientemente gente enganchada empezarán a cobrar, aunque sea una cantidad mínima, así que por si acaso yo ya me he borrado antes. Cuando me di de baja me mandaron una carta igual que el documento que me enseñaron en el obispado cuando también me di de baja de esta organización, diciendo que en cualquier momento que decida cambiar de opinión, volveré a ser bienvenido.
Con agricultores

lunes, 10 de diciembre de 2012

Fotos Malasia / SriLanka




Barcos en Mersing, Borneo

Para ver más fotos de Malasia: https://picasaweb.google.com/alfonso.molera/Malasia
Para ver más fotosde Sri Lanka: https://picasaweb.google.com/alfonso.molera/SriLankaNov2012

viernes, 7 de diciembre de 2012

Filipinas

Zona rural


Llego de nuevo a Filipinas después de un agotador viaje desde Sri Lanka con una larga escala en Singapore. Y vuelve a llover a cántaros, aunque la época de lluvias debería ya haber pasado.
En muchos de los países del sudeste asiático es habitual que la gente se eche eructos en cualquier momento del día, sin que eso parezca importarle a nadie. A mi me parece que es una cultura china y que debe tener que ver con la salud intestinal. Como dice mi amigo Manolo de Arucas, es mejor perder un amigo que un intestino. A mí tampoco me molesta especialmente, sólo cuando me toca de cerca, como por ejemplo cuando te están dando un masaje y estás boca abajo y oyes el eructo y no sabes si te ha caído en la espalda o en una pierna. A veces vas en taxi y si por casualidad el taxista está haciendo la digestión te ameniza con un par o tres eructos, incluso en una carrera corta.
He venido a Cebú para practicar una semana más de inglés, aunque esta vez no me gustó ya que me pusieron a una chica norteamericana con nulas capacidades didácticas y digo yo, que para enseñar un idioma hace falta algo más que sólo hablarlo. Pero como era poco tiempo pasó volando, y de ahí me fui a Butuán, al norte de la isla de Mindanao, donde voy a colaborar como voluntario con una ONG española en los proyectos que tiene aquí, uno a punto de terminar y otro que está a mitad. En ambos voy a valorar el impacto y la sostenibilidad de algunas de las actuaciones realizadas y espero que de esta experiencia aprendamos todos. Yo seguro que voy a aprender y de hecho ya estoy aprendiendo un montón de este país y su gente desde otra perspectiva, y espero que yo les pueda aportar una visión diferente, sobre todo al equipo local de la ONG.

Para aguantar el horario extenso de una de las reuniones a las que asisto (me gustaría ver a algunos de los técnicos de Nicaragua aquí) que se sigue a rajatabla desde las 8 de la mañana hasta las 7 de la tarde con solamente 1 hora para comer, ponen un vídeo con un baile una vez por la mañana y otra por la tarde que todos se ponen a seguir alegremente desde los más jóvenes hasta los más mayores de una forma totalmente desenfadada, a lo que le llaman energizer, para desentumecer los huesos, los músculos y la mente. Es como si en Nicaragua, concretamente en Jinotega, se pusieran a bailar el caballito en medio de una reunión.  Al final, ya me lo temía, me ha tocado bailar una especie de cha-cha-cha con el resto del equipo  de la ONG con la que trabajo. Los técnicos tienen un montón de facilidad para las presentaciones y soltura a la hora de hablar. Ahora cuando me toque ir al campo ya veré si se corresponde con la realidad lo que cuentan.
Al ir al campo y comer donde come la gente de aquí, aprecio un poco más la comida de este país. Hoy he comido Humba, una carne de cerdo riquísima, aunque lástima del arroz tan soso que le ponen. Uno del equipo local ha insistido en que aprenda alguna palabra del idioma local, visaya, y me ha enseñado a decir “tariké”, que por las risas de los demás debe ser una guarrada aunque él me decía que significa “rezar”.
La calma poco antes del tifon
Nada más llegar al pueblo donde me voy a quedar una semana anunciaron la llegada del super tifón, Pablo, el que se preveía como el más fuerte y destructivo de los aproximadamente 20 que tocan a Filipinas cada año. La gente aquí parecía tomárselo a broma y no parecían estar muy preparados, primero porque nunca ha habido un tifón que llegue por este lado de Mindanao y la atraviese como está previsto. Antes de la llegada, hay una calma en el cielo lleno de nubes mientras la gente está sentada enfrente de sus casas viendo la vida pasar. Al final, este ha sido uno de los sitios más seguros ya que el centro del tifón ha pasado por aquí y eso resulta en que los vientos son menos fuertes que en la periferia. En otras zonas del país han sido menos afortunados y la última noticia que he oído es que había ya 400 muertos. Mientras los políticos filipinos en la ONU piden que se tomen medidas contra el cambio climático, no parecen mirar hacia dentro de su país donde la pobreza y el desorden medioambiental favorecen estos desastres.

Aunque siempre he tenido una gran sensación de seguridad en Filipinas, lo que veo en la calle me hace pensar que este no es un país tan seguro. Hay guardias armados vigilando las tiendas, los hoteles, restaurantes y centros comerciales. También vi como a la chica que trabaja limpiando las habitaciones en el hotel donde me quedo, cuando salía del mismo el guardia de seguridad le registraba el bolso para evitar que se lleve nada.
Algo que me ha sorprendido es que la gente aquí casi no se saluda cuando llega a un sitio ni se despide cuando se va y los hombres no se dan la mano cada 5 minutos como en Nicaragua. Yo que era conocido en Nicaragua porque no me gustaba dar la mano a cada rato aquí casi lo encuentro a faltar ya que nadie me la da. Y es que los extremos nunca son buenos.
En Filipinas todavía me quedan algunos sitios por ver (Banaue y sus campos de arroz) y algunas islas que visitar (Camotes) además de volver a la isla Pescador, lo que espero hacer en el tiempo que me quede por aquí.

jueves, 22 de noviembre de 2012

Sri Lanka (2)

Pescador en playa de Mirissa, al estilo tradicional
Sri Lanka no me acababa de gustar y con el paso de los días, poco a poco le voy cogiendo cariño. Al final me ha costado hasta irme. A pesar de ello para mí ha sido una avanzadilla para imaginarme como es la India y sé que ahora me va a costar todavía más decidirme a ir a ese país. No me gustan las congestiones de gente y aquí he visto varias, así que me imagino que en la India es peor.
En este país, por lo que he visto y he comentado con otros, parece que es un destino para mujeres blancas que buscan o una pareja estable o una aventura con un sri lankés bien parecido (los beach boys que les llaman aquí). Choca, después de ver a tantos blancos con asiáticas en Tailandia o Filipinas, que aquí sea el revés, pero porqué no, si los unos tienen derecho, las otras también. En todo caso se ve menos sórdido que cuando es al revés. Desde que estoy aquí me llama la atención la cantidad de mujeres no asiáticas que viajan por este país o solas o en grupito (o moños como diría Harmhel), quizás sea por lo anterior.
En Ella, mi siguiente estación tras Kandy, me encanta pasear por las vías del tren, al igual que hace la gente del lugar, caminando a pasitos cortos de traviesa en traviesa, donde en los bordes descubro enormes extensiones de cultivos de hortalizas, que parecen jardines de lo bien cuidados, con sistemas de riegos por canales como los que se han hecho en el proyecto en el que yo trabajaba en Nicaragua. Viendo la forma de cultivar que tienen me acabo de convencer de que alguien que le pone tanto cariño a su tierra, no puede ser mala gente.

Llueve la mayor parte de la tarde y de la noche. Miramos todos en internet y anuncian lluvias para los próximos 3 días así que decidimos (Lena, una alemana que conocí en Ella y Tibor y Eva, una pareja suiza-alemana) irnos hacia el sur, a ver un parque nacional donde se puede hacer un safari. Alquilamos un taxi entre los 4 y como era de esperar, hace un sol que raja las piedras. Llegamos cerca del parque y nos buscamos un hotelito más o menos. Por la tarde nos vamos caminando hacia el lago y nos encontramos con un elefante al borde de la carretera donde se para un montón de gente y le tira mazorcas de maíz, ñames, plátanos y mangos que el va comiendo con su trompa increíble mientras sigue su dieta de 200 kg de hierbas al día.

Con una población de 21 millones de habitantes y una superficie de 65.000 km2, Sri Lanka es una isla que no cuesta recorrer. Las distancias son relativamente cortas aunque los trenes y buses con sus bajas velocidades de crucero tardan bastante en llevarte de un lugar a otro. Los tuc-tuc también se atreven con distancias medias aunque yo no lo he querido probar ya que en la ley de la selva que es la conducción en este país tienen todas las de perder frente a buses y camiones. He leído que mi biblia, la Lonely Planet, ha elegido este país como uno de los 10 mejores destinos turísticos para 2013 y no me extraña. Tras el final de la guerra en 2009 el turismo no deja de crecer (800 mil turistas en 2011) atraídos como yo por el exotismo del país, sus playas, la posibilidad de hacer safaris y todo ello por precios muy por debajo de lo que cuestan actividades similares en otros países. Por 8 euros la noche se consiguen habitaciones aceptables con baño, por 1 euro se puede comer un buen plato de arroz con pollo al curry y por 2 euros puedes viajar 400 km en tren en 3ª clase, eso sí, tardando unas 7-8 horas y con el peligro de tener que ir de pie todo el rato. Si a cualquiera de estos conceptos se le añaden 1 o 2 euros, se pueden conseguir mejores habitaciones, viajar en segunda (tarda lo mismo pero hay algo menos de gente) y comer en sitios más finos.
En el tren hay unos asientos reservados para los clérigos. Obviamente son los más espaciosos así que me siento allí. Y es que al fin y al cabo, si alguien me pregunta le puedo decir que soy un apóstol de la apostasía, de los pantalones cortos y de las cholas. En los buses también hay asientos para discapacitados y para mujeres embarazadas. En este caso me senté en el de las embarazadas que con mi maleta a cuestas es como si lo estuviera.

Los tuc-tuc están por todas partes y son como los mosquitos, que cuando parece que los vas a atrapar con tus manos se acaban escurriendo entre medio de los dedos y así lo hacen éstos entre los buses y camiones que circulan por la carretera.
El safari que hice con mis colegas de viaje aunque fue corto me gustó y si volviera a este país intentaría ir al parque Yala, donde al parecer es uno de los mejores para ver leopardos en el mundo. El problema es que todavía no tienen a gente formada y los guías o conductores que te llevan a veces se acercan mucho a los animales, como nos pasó a nosotros que al acercarnos a un bebé elefante su madre y acompañantes no les gustó y se nos echaron encima. Otro ejemplo de ello lo tuve en Mirissa, donde se puede ir a ver a la ballena azul que pasa aquí varios meses del año pero que también es objeto de una persecución atroz por los barcos con turistas, al fin y al cabo, ex pescadores reconvertidos a guías turísticos, lo que en algún momento tendrán que regular.
Lo que no me gusta tanto es que prácticamente todos los precios son negociables (menos los del tren o bus) pero siempre tienes la sensación de que te están cobrando de más o que tú te estás aprovechando de su necesidad. A lo largo del viaje he conseguido descuentos del 100% y todo y así no sabes si estás pagando el precio justo, si es que existe. Casi no he ido en tuc-tuc ya que sus conductores te intentan cobrar siempre de más y aunque a veces la diferencia sea de 1 euro me da rabia ir con alguien que acaba de intentar estafarte, aunque sea por esa pequeña cantidad.
Me han impresionado los puertos con sus barcos de pesca multicolores y el esfuerzo de los pescadores que despliegan enormes redes en el mar para recogerlas desde tierra, coincidiendo siempre que los vi en que las cantidades eran ridículas para repartir entre todos los que habían tirado de las redes. Algo que me gustó es que le piden a los turistas que ayuden y a cambio les dejan hacer fotos, lo que me parece un trato justo.

Me pasé muchas horas viajando en tren, mirando por la ventana, viendo en la costa las casas destruidas por el tsunami de diciembre de 2004 (donde murieron 30.000 personas, algunas en los trenes, intentando escapar después de haber sobrevivido a la primera ola), y sustituidas por casitas de madera y plástico, viendo a las parejas que se acurrucan entre las piedras que en forma de terraplén aguantan por un lado las vías del tren y por el otro el mar, colocándose en los agujeros que quedan entre las piedras grandes y tapados por un paraguas de doble propósito, protegerlos del sol y de las miradas indiscretas.

Los últimos días los paso en la playa de Mirissa, un lugar tranquilo, de surferos locales (que al mismo tiempo son beach boys, o al revés) donde me quedé en un hotelito que tenía un jardín al borde del mar, donde me pasaba horas con mis ya amigos suizos, Tibor y Eva, charlando, mirando las olas, paseando por la playa y echando alguna partidita de ajedrez de vez en cuando, que para eso vine aquí, para hacer realidad mis sueños.
He contado como siempre mis gastos en este país, descontando mis primeros 4 días ya que mi amigo Norbert me invitó al hotel donde él se quedaba. Así que en este país si se puede viajar por debajo de la media del mileurista.

Media (€)
8,8
12,7
2,2
5,5
29,2
14 días
Comida
Dormir
Transporte
Actividades
Media total/día

Mi rincón en la playa de Mirissa


viernes, 16 de noviembre de 2012

Sri Lanka (1)

Playa de Unawatuna

Cuando me bajo del avión en Colombo el día está gris y además está lloviendo, lo cual me quita las pocas ganas con las que hoy venía. Cuesta arrancar de nuevo con un nuevo país, con nuevos nombres a cual más complicado, nuevos lugares y todo por aprender. Acostumbrado ya a la puntualidad, limpieza y desarrollo tecnológico de Singapore y Malasia, me choca la suciedad y destartalamiento de los transportes públicos aquí. Pero luego me digo que he ido en cacharros peores y todo vuelve a estar más o menos en orden. También me choca la poca amabilidad de la gente comparado con los malasios, todo atenciones. Después de coger un bus que me saca del aeropuerto, tomo el bus 187 que efectivamente me lleva al centro. Los buseros son iguales en todas partes, o por lo menos en este tipo de países. Cuando le toca salir, ya que tienen un horario y el siguiente bus de esa ruta ya lo está atosigando para que se vaya, solo sale unos metros de la estación y se queda 15 minutos esperando a más clientes fuera. Luego, como tienen un horario para llegar, justo para evitar esto que hacen y son multados si llegan más tarde a la estación final, el bus entra en un carrera desenfrenada tocando la bocina, sacando a los tuc-tuc’s (aquí les llaman three wheelers) motos y coches pequeños de la carretera, parando lo justo para que la gente se baje y arrancando luego a toda velocidad. Siempre me maravillo de que al final no hayamos tenido ningún accidente y hoy vuelve a ser un día de estos. 

De la estación de buses me voy a la estación central de tren (Fort Railway Station), que en un día soleado puede que luzca antigua y atrayente, pero hoy, con todo mojado es cualquier cosa menos bonita. No entiendo nada de lo que dicen en los altavoces y los trenes no llevan ninguna indicación de adonde van. Como con el tiempo he aprendido a preguntar lo hago un par de veces y averiguo que el que viene con media hora de retraso es mi tren. El suelo está mojado pero el tren, aunque lleno de gente está más o menos. Cada vez que para en una estación, después, al arrancar, da como unos estornudos, arrancando poco a poco y a saltitos, oyéndose como todos los goznes sufren y chirrían, pero ahí va, saliendo de una estación hasta llegar a la siguiente que en mi caso al cabo de media hora es la de Monte Lavinia. El viaje en total a lo largo de unos 45 km y en unas 3 horas me ha costado 115 Rupias, un poco más de medio euro. Es muy fácil convertir rupias en euros ya que 1 euro vale más o menos 166,386 rupias, lo mismo que el cambio de la peseta, así que mil rupias son 6 euros. En Monte Lavinia, donde normalmente no se me habría perdido nada está mi amigo Norbert, quien ha venido a reunirse con las empresas que le suministran productos de caucho ecológico para su empresa en Alemania. Me ha invitado estos días a su hotel donde me paso los siguientes tres días. El domingo nos vamos a pasear por la playa y al cabo de una hora ambos tenemos una pequeña insolación, yo en el pecho y Norbert en la espalda. En la playa había muchos peces muertos, algunos de tamaño considerable y que parecían que estaban todavía frescos para comer, pero habían sido traídos por la marea y los cuervos les estaban comiendo los ojos. Por lo que he leído en Sri Lanka también está muy extendida la costumbre de pescar con dinamita y esa podría ser la explicación de esos peces que la marea había traído a tierra después de muertos.

Cuando Norbert se regresa para Alemania yo me dirijo hacia el sur, a la playa de Unatawuna, donde paso un par de días sin que haya nada que me emocione, aunque visito la cercana ciudad de Galle, con un impresionante fuerte fortificado de la época de los holandeses y me entretengo viendo el esfuerzo de los pescadores tirando de la red desde la playa. Lo mejor de aquí es que tengo wi-fi en la habitación y entre otras cosas, pude hablar con la organización que trabaja en Filipinas y con la que hay la posibilidad de trabajar a partir de finales de noviembre. Aprovecho que no tengo nada que hacer y por 300 rupias (1 euro y medio) me corto el pelo en una barbería donde tienen incluso aire acondicionado. Si sacara cuentas de lo que me ahorro con estas cosas casi que me sale mucho más barato el viajar que el quedarme en casa. De Unawatuna me decido a seguir recorriendo un poco el país y me voy a Kandy, también en tren. 

Esta ciudad que está a unos 500 m de altura tiene un jardín botánico muy famoso, que al visitarlo me decepciona un poco. Aunque tiene una colección de céspedes interesantes, unas palmeras espectaculares y también un orquidiario, está todo tan cuidado que es un poco kitch. Hay árboles llenos de unos murciélagos gigantes que sobrevuelan el área para acabar colgándose de alguna de las ramas. Cuando intento buscar un lugar para sentarme a la sombra me doy cuenta de que todos están ocupados por jóvenes parejas por lo que me quedo sin sentarme. Algunas parejas se sientan a la sombra de algunos árboles y un guarda con un silbato se encarga de ahuyentarlos cuando parece que la temperatura sube demasiado. Por lo que ya no paso, es por ir a visitar un enorme templo que está enteramente consagrado a un diente de Buddha. Al parecer fue lo único que se salvó después de su incineración y ha sido custodiado desde entonces y trasladado varias veces de lugar, incluso realizándose una réplica para evitar el robo del original, con lo que ya no se sabe si lo que se custodia es el original o la réplica. Esta ciudad, que en las guías describen como fresca, verde y apacible, donde puedes verte sorprendido por un elefante volviendo a casa después del arduo trabajo, lo que habrá sido así hace unos años, aunque en la actualidad es ir y venir de gente, de buses que se te echan encima, que además salen de diferentes estaciones, ninguna calle está señalizada por lo que nunca sabes dónde estás, los tuc-tuc continuamente te chistan ofreciéndote sus servicios, en fin, que no veía la hora de irme de aquí, por lo que a los 2 días me voy temprano a la estación de tren de Kandy. Tomo un tuc-tuc que me cobra 250 rupias (1,5 €) por los 2 km que no me apetece hacer cargado con la maleta. El tren en 2ª clase que tarda 7 horas en recorrer los 130 km vale 240 rupias, o sea lo mismo que el tuc-tuc que ha tardado 10 minutos. Me tomo un café y una pan dulce en la cafetería antes de salir que me cuesta 90 rupias (0,5 €). Por el camino me alimento de las pastas que compré ayer, de unos 100 gr de cacahuetes salados y de leer el Lonely Planet. Llego a la estación de Ella donde un tuc-tuc me cobra 100 rupias (0,55 €) por llevarme a mi hotel, a unos 500 m de la estación. Por la habitación, muy sencilla, con baño en la habitación y agua caliente, me cobran 1000 rupias (5,5 €). La cena, deliciosa, con un montón de platitos de vegetales para añadir al arroz con jugo de piña y café incluidos, todo lo cual cuesta 5 euros. Así que un día como hoy, transportado, cenado y dormido me ha salido por menos de 15 euros. El día de mi llegada en Ella fue de lo más entretenido. Primero me he ido a Ella Rock, una montaña cercana caminando por la vía del tren. Te vas encontrando a gente, algunos niños que te quieren hacer de guía, algún otro extranjero de excursión, gente que va o viene a las plantaciones de hortalizas que hay a lo largo del rio. Después de preguntar un par de veces encuentro el camino que va hasta la cumbre. Mientras subo veo huellas de jabalíes que han revuelto el terreno y a una norteamericana y una rusa que van bajando, acompañadas por un guía. Ambas se extrañan que yo vaya solo, sin guía. A la vuelta, me encuentro a la rusa que no quiere volver en tuc-tuc a su hotel y me pregunta si puede caminar conmigo. Me cuenta que es periodista y que trabaja para un periódico independiente ruso. He quedado a la 1 del mediodía con Lena, una alemana que está en mi mismo hotel para ir a ver una plantación y fábrica de té. Como es domingo al parecer hoy no se puede visitar y decidimos, junto con una pareja suiza, irnos compartiendo taxi a ver una cascada de agua que está cerca de aquí. Y es que compartiendo gastos las cosas son más fáciles.

lunes, 29 de octubre de 2012

Malasia 2

Cabañas en Mabul

Pasé un par de días en Singapore esperando a Pink y una noche quedé con Sean, un malasio que conocí el año pasado buceando en Malapascua y que vive en Singapore. Desde entonces habíamos estado en contacto y me había prometido que si yo iba a Singapore me iba a invitar a comer tapas. Cuando llegamos al lugar, este estaba cerrado (menos mal, porque era un restaurante de comida mejicana) y nos fuimos a un lugar popular donde comen los singapurenses. Allí nos encontramos con sus amigos, algunos couchsurfers y otros filipinos y nos pasamos la noche entretenidos haciendo lo que a esta gente más le gusta que es comer.
Borneo
Quizás no supimos donde ir o las expectativas eran demasiado altas pero en resumidas cuentas Borneo no fue un lugar que nos encantara. A mí lo que más me gustó fue el río Kinabatangan donde volvimos a aplicar nuestra cura de rejuvenecimiento, que ya habíamos iniciado con Pink hace años en el río San Juan. También fue en el río donde sufrimos la mayor lluvia que yo nunca haya visto. Llevábamos una hora navegando sin ver ningún animal hasta que vimos un par de orangutanes. Veíamos que la lluvia se acercaba pero todos pensábamos que iban a ser cuatro gotas. Cuando empezó a caer dolía en las partes del cuerpo que llevabas descubiertas y no podías mantener los ojos abiertos. Nuestro guía tenía problemas para manejar el bote ya que no veía nada y además, la cantidad de agua que caía dentro del bote se iba acumulando en la parte de atrás. Cuando vi que el guía tenía problemas para manejar y achicar agua le fui a echar una mano y vi que el recipiente de gasolina empezaba a bailar sobre el agua y la batería ya estaba anegada. Poco a poco fuimos consiguiendo reducir el nivel de agua acumulada y al cabo de rato la lluvia empezó a bajar su intensidad.
Una noche, antes de venir a Malasia, estaba en Cebú con un grupo de gente en el bar de la academia de inglés ya que había sido el día de la clase de salsa. Un gringo que suele venir por ahí, aprovechó el momento de aglomeración de gente en la barra para contar una de sus historias. Es de los que les gusta que le escuchen y con la mirada busca los ojos de la gente para captar más interlocutores. Contaba que había nacido en Chicago, de madre alemana y padre norteamericano. Se había criado en Estados Unidos, en Alemania y en Hong Kong, además de una estancia en Hawai, no sé si por ese orden y además su adolescencia la había pasado en Filipinas. Pero finalmente decía que en realidad se consideraba mitad alemán, mitad norteamericano. Un filipino que había estado escuchando atentamente le miro con una sonrisa y le dijo que él había nacido en Filipinas y que toda su vida había vivido aquí, pero que se consideraba mitad filipino y mitad filipina, a lo que el gringo ya no supo que decir.
Esa dualidad en algunas personas ya la he observado otras veces. Yo ya me había fijado en este filipino/a que al bailar salsa, aunque hacía de hombre bailando con una chica, se movía como si fuera chica, intercambiando constantemente los papeles. Desde entonces, en mi viaje por Malasia con Pink nos hemos ido fijando en l@s mitad y mitad y finalmente descubrimos en la isla Perhentian Kecil un hombre que era mitad malayo y mitad nica. Lo de malayo se reconocía porque llevaba enrollada a la cintura una tela que le servía de toalla-pantalón mientras que lo nica se veía en que la camiseta la llevaba enrollada hacia arriba, dejando al descubierto su barriga y espalda, con lo que dejaba que la brisa lo refrescase y secase el sudor de estas nobles partes, costumbre que como es bien sabido, fue inventada en Nicaragua y es practicada con vehemencia por casi todos los hombres, sobre todo los más gordos.
Malayo-Nica

Nos fuimos de Borneo por Tawau, un aeropuerto cerca de Semporna, adonde nos lleva un turista pirata que al final nos acaba pidiendo algo más del dinero acordado para que su mujer coma pollo, ya que también la ha traído de excursión con nosotros. Pues se quedó sin pollo la señora. Llegamos a Kuala Lumpur a medianoche y nos quedamos en el aeropuerto, donde mal dormimos, ya que nuestro vuelo a Kota Bahru salía a las 6 de la mañana y no valía la pena ir a la ciudad por un rato. Esa misma mañana llegamos a la más pequeña de las islas Perhentian, donde nos quedaremos 3 días. Alli hacemos un par de excursiones en barco y vemos tiburones black tip (aleta negra), no muy grandes pero preciosos de verlos nadar y uno de ellos nos deja acercarnos hasta muy poca distancia y seguirlo un buen rato sin que se aleje mucho de nosotros.

En el bus que nos lleva hacia el Teman Negara me siento algo enfermo, resfriado, cuando Pink me pone al auricular de su MP3 con la canción “Mi niña bonita” que tanto había escuchado en Nicaragua. Me da tanta alegría escucharla que me pondría a bailar con el chofer del autobús si no estuviera el tráfico tan denso. Me quedo un rato recordando tiempos pasados.
Nos quedamos sólo un par de noches en la selva de Teman Negara. Aunque es la entrada a la selva más antigua del planeta y de una extensión de unos 4.000 km2, es un lugar bastante turístico y le están poniendo peldaños a la montaña, al estilo de Costa Rica,para facilitar la venida de más turistas, incluidos los de más edad que son los que más dinero tienen. Pero es que la otra opción, los trekking hacia el interior de la selva no nos apetecían por las sanguijuelas que se te pegan por todo el cuerpo. Al final, de nuestro grupo yo fui el único que pillo una.
La marca de la sanguijuela

Los desayunos a lo malasio son con arroz o fideos, y normalmente todos con picante. A partir de las 8 de la mañana puedo con ello pero si son las 7 todavía no me atrevo. En las comidas, en los sitios populares en vez de servilletas muchas veces te ponen un rollo de papel del WC, lo que le encantaría a mi amigo Uli si estuviera aquí.
Tal como ya he ido viendo en muchos de estos países, mi impresión es que tienen un modelo de desarrollo completamente insostenible. De momento parece que tienen una gran cantidad de yacimientos de petróleo y de gas, lo que les permite vender la gasolina a 50 céntimos de euro el litro y mantener este tren de vida. El despilfarro de energía es evidente y por ejemplo puedes estar en una cabaña, en medio del mar, con aire acondicionado en tu habitación, pero con una ventana que tiene aberturas suficientes para que si apagas el aire al cabo de un minuto la temperatura interior se ha igualado a la exterior. Malasia es además el mayor productor de aceite de palma del mundo, con un 40% de la producción total, lo que se ve al viajar por el país, con kilómetros de paisaje de palmerales. A nivel ambiental será algo que le acabará pasando factura en algún momento de la historia a este país.
Poblado Orang Asli en Teman Negara


martes, 16 de octubre de 2012

Borneo, Malasia


En Singapore recorro Chinatown y Little India mientras espero por Pink. Al día siguiente de su llegada, sin casi darle tiempo a ver la ciudad-isla-país nos vamos para Johor Bahru, ya en Malasia, desde donde iremos en avión a Kota Kinabalu, la capital de la región de Sabah, en la isla de Borneo. Paseando por la ciudad comemos en el mercado nocturno, donde un malasio que habla español nos quiere cobrar de más, pero sólo un poquito. Por la tarde juego al ajedrez en el mercado y aunque llego al final con ventaja de un alfil, acabo perdiendo. Nos empeñamos en no coger los taxis que nos ofrecen y conseguimos siempre ir en buses locales, lo que al cabo de 3 trayectos nos ahorra el equivalente a lo que pagamos por una noche de hotel. Como tenemos tiempo nos podemos permitir pasar de los taxistas que se las saben todas y siempre te aprietan en los sitios donde saben que te corre prisa. Cuando llegamos a Sandakan nos damos enseguida cuenta de que el lugar nos gusta. Nos quedamos en un backpackers muy barato enfrente del mar con un paseo en el que nos hacemos clientes fijos de uno de los restaurantes. Nos vamos a pasar todo un día a Sepilok, el lugar donde reintroducen a los orangutanes a la selva. A la hora de la comida vienen unos 8 orangutanes, todos bastante jóvenes, una de las hembras con su cría. Como a Pink se le han descargado las pilas de la cámara y yo no traje ese día, no hay fotos, pero en parte es mejor, así nada te distrae mientras los miras. Después nos vamos a un centro de interpretación de flora de la selva que me gusta mucho más que el parque botánico de Singapore. 
Mono narigudo (Proboscis) en Kitambangan River

Desde que hemos llegado a Borneo sólo vemos plantaciones de palma de aceite. Las plantaciones se extienden por todo el país, en llano y en montaña, y aunque todo se ve verde, este monocultivo no puede ser bueno. Del Borneo de las películas de Sandokan me parece que ya poco queda. De Sandakan nos vamos al rio y parque natural de Kitambangan, donde en el lugar que nos quedamos nos sorprenden ofreciendo todo lo que nos habían prometido. En el tour que hacemos en bote por el río vemos innumerables macacos, el mono narigudo en grandes manadas saltando de rama en rama, un cocodrilo de al menos 3 m de largo, un orangután salvaje con una cría además de muchos pájaros, de cuyo nombre no me acuerdo. La selva en algunos tramos parece una pantalla, detrás de la cual está acechando la palma de aceite, que en muchos lugares llega hasta el mismo borde del rio. No tengo ni idea de si los ingresos económicos que la actividad turística genera por hectárea puede llegar a equipararse a la que genera este cultivo, pero por lo que hemos visto, de momento la batalla está perdida. En esta zona de Kintambangan se está intentando que la investigación científica con el fin de conseguir patentes de productos naturales pueda salvar lo que queda de selva. En un trekking que hacemos vemos cagadas de elefante y nuestro guía nos dice que el mes pasado estuvieron por esa zona. Aunque las instalaciones donde nos quedamos están cercadas por una valla eléctrica, a mi me da que todo es algo del pasado que ahora sólo sirve como reclamo para ilusionar a los turistas y que las cagadas las van a buscar lejos, dentro de la selva, para que te lo creas. Pero aunque fuera así, todo vale para preservar la selva.

Después de 2 noches en la ribera del río nos vamos a Semporna, donde el negocio es el buceo. Ahí está la exclusiva isla de Sipadan, uno de los mejores lugares del mundo para bucear. Todo el negocio gira alrededor de ello y nos cuesta encontrar una forma de disfrutar de las vacaciones y de la isla a la que al final vamos, Mabul, sin estar todo el día buceando como locos. Buceo con Pink y por primera vez paso de los 50 minutos bajo el agua y además vemos varios peces que nunca había visto antes, además de varias tortugas gigantes, a las que esta vez, al ir con botellas, no toco.
Todo lo que se ve aquí es artificial. Los arrecifes son en realidad construcciones de madera hundidas en el mar, incluso con neumáticos colgando como si a los peces les gustara balancearse. La isla de Kapalai, donde vamos a bucear es sólo una pequeña mancha de arena alrededor de la cual han construido los apartamentos sobre pilotes. Hay un barco descargando combustible y agua, ya que aquí todo hay que traerlo. No vemos la sostenibilidad de todo esto por ningún lado.
Por la noche en Mabul hay unas tormentas impresionantes y todas las habitaciones y casitas, que están sobre pilotes, se tambalean. Al parecer, hace 4 meses un pequeño maremoto se llevó parte de las instalaciones.
Camino de Mabul, la mezquita flotante al fondo

miércoles, 3 de octubre de 2012

Malawi (2)


Camino de Mozambique
Mi primer transporte se trata de un camioncito de medio tamaño, en el que me toca montarme en la parte de atrás y cuyo primer destino es la ciudad de Mangochi a unos 60 km. Nada más llegar a esta ciudad, me asaltan un montón de intermediarios de los que te quieren llevar a cualquier precio a uno de los buses, no importando si vas en esa dirección o no, si va salir en 5 minutos o en 5 horas. Ante el asedio a que me someten, lo que ellos se toman a broma y además exageran, opto por subirme al primer bus que veo y que por suerte va en mi misma dirección. El intermediario de este bus lo celebra eufórico mientras los demás lo felicitan y el pasaje pasa a buscarse otro entretenimiento, para mi alivio, ya que no me gusta ser protagonista de nada, y menos de historias ridículas.
Al cabo de las dos horas que hemos tardado para hacer los 74 km que nos separan de Liwonde, llegamos a este pueblo, algo desangelado. Como único blanco a la vista de nuevo me veo asediado, esta vez por algunos ciclistas que saben que quiero ir a algún sitio y ellos están dispuestos a llevarme. Como no parece haber otro tipo de transporte me decido por uno de ellos y le digo que me lleve al hotel que organiza los safaris en bote desde dentro del parque. Después de arreglar el precio con mi ciclista-taxista hacemos unos 5 km por caminos de tierra hasta llegar a la entrada del parque donde nos dicen que ese hotel ya hace unos meses que cerró, pero que hay uno nuevo que sólo está a otros 5 km que organiza también safaris. Como no parece haber otra opción nos dirigimos hacia allí, el ciclista al límite de sus fuerzas y yo bastante incómodo por el asiento y la mochila a la espalda. Por el camino, aunque intentamos hablar, no hay manera de entenderse. Yo le entiendo que me dice que le hable en inglés y que él me contestará en su lengua, el chichewa. Me parece bien y así lo hacemos, con lo que el nivel de entendimiento sigue igual o incluso peor que antes.

Parque Liwonde
El sitio, que se llama Bushman, también conocido por los inmensos baobabs que tiene, es muy bonito y pertenece a un sudafricano que está todavía construyendo y mejorando las infraestructuras del lodge. Me quedo en una tienda de campaña que ya está instalada, a la sombra de uno de los baobabs a pesar de que ya me han dicho que el bote está estropeado y sólo podré hacer un safari en vehículo al día siguiente por la mañana pero es que sólo de pensar en volver a subirme a la bicicleta infernal acepto cualquier alternativa.                                                   
Estamos muy cerca de una zona donde parece que vienen a abrevar los animales por la noche. Para proteger el campamento hay una valla metálica que tiene la posibilidad de electrificarse. Por todas partes se ven grandes montones de excrementos de elefantes. Al dar una vuelta por los alrededores he visto varios monos grandes (baboons) que dan un poco de miedo por el tamaño que tienen. Por si acaso me mantengo cerca del campamento. Pero quien no falta a la cita son los mosquitos que en cuanto se pone el sol acuden por miles a chuparte la sangre. Toca encender espirales y ponerse cerca del humo de las fogatas que hacen en el campamento para ahuyentarlos.
La palabra “safari” significa viaje en el idioma suajili. Por ello a lo largo del viaje, en los buses, la gente hablando en suajili, siempre repetirá la palabra safari, lo que para ellos es un simple viaje en bus o a pie.
Por la noche coincido cenando con un indio y un holandés que trabajan para el banco mundial, dos sudafricanos que transportan por tierra un barco hacia el lago y el dueño del lodge. De la conversación en inglés, que parece muy interesante, no entiendo prácticamente nada por lo que me prometo a mi mismo que aprenderé inglés en este viaje.
Al día siguiente, después de salir temprano logramos ver algunos antílopes, cerdos salvajes y una manada de búfalos en el “safari”. La verdad es que una vez descartado el viaje en bote, el safari ha perdido algo de interés para mí. Voy sólo con un chofer y un guía en un jeep algo destartalado. El guía me va explicando cosas, de lo que entiendo la mitad, o menos. Aunque intenta explicarme la diferencia entre los diferentes tipos de antílopes que vemos, a mi todos me parecen impalas. Vemos una enorme manada de búfalos y un sólo elefante.                                                  
A media mañana me pongo en camino hacia la frontera con Mozambique, el que yo pensaba que era mi verdadero destino, desde donde me he propuesto llegar ese mismo día a Cuamba, para coger al día siguiente el tren hacia Nampula y así conseguir hacer una etapa más en el viaje. La información que tengo en mi guía es que el tren sólo circula los días alternos en cada dirección, salvo los lunes, de ahí mi prisa, aunque luego esta información resultará falsa y ahora circula todos los días, sólo el “salvo los lunes” se mantiene.
Mi primer objetivo era Chiponde, el último pueblo de Malaui antes de la frontera. En Liwonde tomo un microbús y puedo sentarme delante, por lo que me las prometo muy felices de que por fin tendré un cómodo viaje. A mitad de camino me “traspasan” a un camión ya que el microbús, aunque tenía un letrero con el nombre del destino al que me dirijo, resultó ser sólo era un reclamo y me toca cambiarme a la caja del camión, con todos los demás pasajeros y bultos, entrelazando piernas y paquetes. Al mediodía llegamos a la frontera donde otra vez me encuentro en una tierra de nadie, desde donde hasta llegar a migración, para entrar a Mozambique, hay que hacer unos 4 kilómetros. De nuevo toca hacerlos en bicicleta, esta vez en un terreno ondulado donde mi ciclista se las ve y se las desea para subir algunas cuestas. No solamente es incómodo ir en la parte de atrás de la bicicleta cargado con todo el equipaje sino que además es un poco ridículo. Durante mucho tiempo retendré la imagen de un tipo sentado delante de mí, esforzándose en las cuestas a quien, a medida que pedalea en subida, la cabeza se le va perlando de pequeñas gotas de sudor. Qué difícil es esta Africa ¡
Cubierta del Illala

sábado, 29 de septiembre de 2012

Cebu (Filipinas) - Septiembre 2012


Mercado de pescado en Carbón, Cebu

Paso la última noche en Yakarta, donde al final me quedo en casa de Emy, donde ya me quedé el año pasado. Desde que me fui en diciembre de 2011 de esta ciudad, si hubiera llevado un ovillo y lo hubiera ido desenrollando podría haber hecho el lazo final aquí y dejar la tierra envuelta para regalo, ya que aquí he completado la vuelta al mundo. No es mi intención trazar círculos perfectos así que voy a seguir tirando del ovillo y haciendo garabatos con él.
Llego al aeropuerto de Cebú cansado ya que sólo dormí 3 horas en Yakarta, a pesar de que de nuevo sólo llegué a saborear la noche de esta inmensa ciudad, pero contento al ver que Sabine me ha venido a buscar. Cuando llegamos a la academia de inglés veo que a pesar de que me contaban por email que todo estaba perfecto, siguen siendo bastante desastre y muchas cosas están manga por hombro, pero no me importa, estoy feliz de estar aquí de nuevo. Sabine, a pesar de ser alemana es bastante desorganizada aunque las clases de ella son las mejores. La casa, escuela, bar y restaurante sigue en semi-construcción pero con algunas cosas ya funcionando. Ahora la ventaja es que uno puede comer aquí, aunque el restaurante ofrece sólo unos pocos platos muy sencillos. La verdad es que yo ya sé que nunca engordaré en Filipinas ya que la comida de aquí, la haga quien la haga, no me acaba de gustar. Durante la semana la escuela ofrece algunas actividades como intercambio de idiomas los miércoles, clases y baile de salsa los jueves (mi día preferido, sintiéndome el tuerto en reino de los ciegos ya que los filipinos no tienen ni idea de bailar salsa) y música de DJ’s los viernes.

Un día fui con Janina, una alemana que conozco del año pasado y que trabaja aquí para la agencia de cooperación alemana, a ver a un grupo de coreanos que estaba de viaje por Filipinas y que organizaban sesiones de bailes de salsa por la noche en cada  lugar donde que se quedaban a dormir. Era curioso ver a un montón de chinos de Corea bailando salsa y que a simple vista se ve mejor que la que bailan en Cuba o en Colombia, aunque cuando te fijas bien ves que es todo de escuela y que si los sacas un poquito del ritmo ya se pierden, ya que les cuesta mucho improvisar.
He tomado otra vez el ritmo de salir los miércoles sólo, que después de tanto tiempo de moverme por mi cuenta no es cuestión de ablandarme al tener compañía. He ido a darme una vuelta por los sitios que conozco, aunque lastimosamente el que más me gustaba, Formos, está en obras. Y también he estado buscando a Anabelle, a quien conocí un miércoles del año pasado y de quien perdí el teléfono.
Disfruto quedándome el fin de semana en la ciudad, apuntándome con la gente que conozco a ir a diferentes lugares, como al último día del que ha sido durante años uno de los pocos bares alternativos de Cebú, el “Outpost” donde tocaban bandas de músicos locales en vivo.
En la escuela también está estudiando inglés una chica rusa, Aleksandra, que cuando llega tiene un acento terrible y a la que me cuesta entender, pero que va mejorando día a día. Ella contrató una inmersión total de 4 horas de inglés al día y como le habían prometido que estaría con un grupo, Sabine me ha pedido que si aparte de las 2 horas que yo tenía contratado por día, me quiero quedar 2 horas más con ella para hacerle compañía y que me las dejan gratis y claro, ahí me sale lo catalán y todo lo que sea gratis me apunto. Al final me sale muy barato tanto el quedarme en una habitación de la escuela así como las clases. Un cholo. Con Aleksandra he compartido muchas horas de clases, risas, bailes, masajes en spa’s y paseos por la ciudad. Y mi inglés ha mejorado bastante también desde que estuve aquí. A veces me acuerdo de lo frustrante que era estar entre un grupo de gente y no poder hablar nada, mientras ahora ya entiendo mucho más y puedo expresar concierta coherencia lo que quiero decir.

Cuando llegue a Cebú estaba contento porque por fin tendría internet todo el día pero resultó no ser así. El proveedor principal de internet en Cebú estaba teniendo problemas y muchos días no había conexión lo que me desesperaba. Cuando preguntaba me decían que como ha llovido mucho “algo se había mojado”.
Y por fin, he encontrado de pura casualidad a Anabelle, aunque sea en el último miércoles que estoy aquí. La alegría fue por ambas partes y tal como me había dicho la última vez que nos vimos, como no había borrado sus fotos en mi móvil, fui debidamente recompensado por ello.
A veces me siento como un astronauta, dando la vuelta a la tierra y aislado de todo el mundo, contando cosas sin casi recibir nada, hablando por un micrófono que cuando dices “over” nadie te responde. Y así, sin casi darme cuenta ya se acabó Filipinas. Ahora me espera Singapur y luego Malasia, donde me encontraré con mi amiga Pink que viene para que viajemos juntos un mes por Malasia, un país que el año pasado se me quedó en el tintero.
La última novedad es que me he decidido a volver a buscar trabajo. Mi amigo, el mago  Winnie me dijo, cuando dejé de trabajar, que aguantaría 2 años viajando y que luego volvería a mi vida normal y parece que su profecía se cumple. Al suave estoy empezando a mandar algún currículum a agencias de cooperación, buscando especialmente en el área del sudeste asiático ya que me gustaría quedarme por aquí. Mis países preferidos son Filipinas e Indonesia. Si no consigo nada en los próximos 2 meses, después ya empezaré a buscar por África y Latinoamérica. 
Aleksnadra