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lunes, 30 de julio de 2012

Vinaka


César, el español que me encontré en Taveuni parecía buen chico y me pareció que tenía muchos problemas. En su última noche se sinceró conmigo y me daba algo de pena. Pero de pronto me dijo: esta información vale 50 mil dólares, toma, te la regalo y me escribió esta fórmula de éxito:
ETF:
VIG
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MOO

Así es tal cual me lo escribió en mi cuaderno. Las siglas ETF al parecer son un grupo de acciones, tipo Ibex o algo así. Las otras tres son los nombres de lo que hay que comprar, según César, a partir del primer trimestre del 2013, que a partir de ahí, en algún momento empezarán a subir. Yo no voy a gastar ni un solo Vanuatu en esto pero os hago partícipes por si os interesa y para que no se pierdan los 50 mil que me regaló.

Amanecí durmiendo en el suelo del barco que me llevó de Taveuni a Suva el día de mi cumpleaños. Aunque esto del cumpleaños es relativo ya que mientras aquí ya era el día 23, en España, todavía era el día 22. Pero además es que en realidad cada día es mi cumpleaños mientras siga viajando. El barco era más moderno que el que tomé a la ida, tenía clase económica (30 euros), primera clase (42) y cabina (60). Me decidí por la primera clase porque tenía aire acondicionado, ventanas y supuse que no habría tanta gente como en la económica, como así fue.

Dispensario en Taveuni

Lo tenía todo planeado para ir a bucear con el centro que da de comer a los tiburones para el día 24 por la mañana que sería el 23 en España. Al final me quedé con un palmo de narices ya que había un grupo grande de estudiantes gringos que tenían todas las plazas ocupadas hasta el sábado, justo el día que volaba para Vanuatu. Otra vez será. A cambio decido ir a Cinqalai, una isla que ya me han recomendado varias personas. Pero cuando ya había acordado el transporte se pone a llover y las noticias dicen que no parará hasta el sábado. Así que me armo de paciencia y me voy a Suva, al Colonial Lodge que tanto me gusta y paso allí los últimos días de Fiji, leyendo, viendo llover, escribiendo y pensando.
Cuando voy en bus a Nadi, para pasar mi última noche en el país, cierro los ojos y la vida va pasando por mi mente, siguiendo el bucle ya iniciado.
A pesar de la amabilidad de que hace gala Fiji, me pareció más fácil contactar con la gente en Tonga. En Fiji todo parece un poco artificial, como si les dijeran que tienen que decirle Bula (hola, que te vaya bien, que tengas salud) a todo extranjero con el se crucen, pero luego ya no hay nada más.
Playa en Beverly Campground

Me voy sin pena, pensando que lo que venga será mejor. Me da la impresión que Fiji tiene mucho marketing y como es tan accesible y cercano a Australia y Nueva Zelanda, pues es como Las Américas en Tenerife, un lugar que era bonito, al que han convertido en algo horrible pero que sigue apareciendo como un lugar de ensueño. Esto no llega a estos extremos pero va camino.
Niños

Para rematar, en el hotel cercano al aeropuerto donde me quedo he puesto mal la fecha al hacer la reserva electrónica y cuando llego me dicen que ya me han cargado en la cuenta la noche anterior dado que no llegué y no anulé la reserva. Me da tanta rabia, aunque solo son 15 euros, que me voy al hotel de al lado. Para desahogarme pongo un comentario de lo que pasó y una mala nota en Trip Advisor, la única venganza que me queda.
Mientras, en el comedor, una pareja española que come en la mesa de al lado discuten en el que entiendo que es su primer día y digo yo que ya son ganas ir tan lejos para pelearse y que todo te parezca mal. En cambio viajando solo no tienes a quien ladrarle la culpa de tu propia incompetencia.
Pasos

Y ya como despedida final mi cámara de fotos ha entregado su alma así que me compro una nueva en el duty free del aeropuerto. El día ha amanecido radiante y al fondo veo las islas Mamanuca y Yasawas, a donde me negué a ir pero donde van todos los turistas. Espero que el sol que hace se ala premonición de lo que me espera en Vanuatu.
La Lonely Planet dice que un viajero que viaje solo, duerma en backpackers, se haga la comida o coma en la calle (no dice nada de saltarse el lunch) y viaje en buses locales, gastará de 90 a 150 FJ$ por día. Yo he gastado en los 25 días que he estado aquí una media de 89 FJ$ que se corresponden a los euros de la tabla. Si le añado el coste del billete de avión desde Tonga la media diaria sube a 49 euros por día. Una ruina.
Comida
Dormir
Transporte
Actividades
Total
Promedio Euros/día
10,7
13,3
9,3
7,9
41,2

Quien quiera ver más fotos de Fiji: https://picasaweb.google.com/alfonso.molera/Fijiplus


Waiyevo, capital de Taveuni

miércoles, 25 de julio de 2012

Tanzania


Sudeste africano – Septiembre 2010


Estación Dar Es Salaam
A lo largo de tres países del sudeste africano recorrí más de 6 mil kilómetros utilizando todo tipo de transportes públicos, desde bicicletas hasta motos, coches, buses, barcos y trenes. Como mi inglés era muy malo y el de muchos africanos no era mejor, este viaje ha sido en muchas ocasiones como una película muda en que mucho de lo que cuento es pura interpretación y donde me ha tocado a veces expresarme con piernas, brazos y ojos. Pero al final, te acabas entendiendo, más o menos.

Para moverse por Dar es Salaam, sobre todo cuando estás recién llegado, no te queda más remedio que hacerlo en taxi. Los precios no son desorbitados si consigues entenderte con el taxista, que a veces sólo habla swahili, y si sabes regatear algo. Nada que no haya hecho en Nicaragua. Mi primera experiencia fue para ir a la estación de tren. Negocié con un taxista el precio, incluido el que me esperara a que comprara el billete y el regreso al hotel. El taxista me pidió veinticinco mil Schilling tanzanos (unos 12 Euros), yo le ofrecí quince mil y claro, quedamos en veinte mil, “ten thousand para ir y ten thousand para volver”, tal como me dijo entre sonrisas. Parece que por el esperar no cobran nada. La estación de tren, de la época colonial alemana, es majestuosa, quizás demasiado para los dos únicos trenes que en la actualidad salen cada semana y para los dos que llegan.

La información que yo tenía del tren y que había conseguido de mi libro de viajes (Lonely Planet en español y por lo tanto con 2 años de antigüedad) y de Internet (datos de hacía 4 años) no me hacían estar muy seguro ni del día ni de la hora de salida. Pero por suerte parece que las cosas en África no cambian tan rápidamente, los datos que yo tenía estaban bien y sólo el precio había subido algo. Para un trayecto hasta Mbeya de 890 kilómetros, en primera clase, o sea en un compartimento cerrado con 4 literas a compartir estrictamente con personas del mismo sexo, y que dura 25 horas, se paga en la actualidad 14 Euros, o sea casi lo mismo que el viaje en taxi de ida y vuelta en Dar es Salaam, de unos 10 kilómetros en total y en el que tardamos unos 30 minutos.

Yo esperaba que al pasar por el Coto de Selous, la reserva de fauna salvaje más grande de Tanzania, pudiera ver desde el tren algunos animales desde la ventanilla tal como decía la guía de viaje. En el trayecto estaba previsto que el tren parara en 51 estaciones, eso si no había contratiempos. Tres días más tarde, los martes, sale el tren expreso que haciendo el mismo recorrido tarda 1 hora menos para llegar a Mbeya pero que sólo para en 8 estaciones.

Yo tenía previsto después de pasar la frontera enlazar con el barco que cruza el lago Malaui y que sale los lunes, así que por ello no quería perder este tren. A causa de ello dejé escapar la oportunidad de compartir un viaje a la zona norte de Tanzania, a las montañas Usambara con 2 compañeros que trabajaban en Tanzania, David y Gema, y entré en una carrera un poco alocada por llegar a un destino sin sentido, aunque eso lo averiguaré más tarde, cuando ya no hay remedio. Durante el viaje más de una vez recordé la oportunidad que perdí de estar con gente a la que aprecias y que además conocen bien el país. ¡Pero no se puede tener todo ni acertar siempre en esta vida!
Para comprar el billete en la estación me puse en una fila de unas 30 personas que se aprietan unos contra otros para que no se cuele nadie, intercambiando sudores y olores. Cuando ya me estaba apretujando contra el último de la fila me di cuenta que había otra ventanilla donde sólo había una persona y donde ponía en un letrero que se expedían los billetes de 1ª clase. En ese momento no piensas si la vida es injusta o no y te alegras de que las cosas sean así. La diferencia de precio entre las 2 clases existentes, 1ª y económica, era de 5 a 1.
Baobabs

Al día siguiente, con mi ya amigo taxista del primer viaje, me dirijo de nuevo a la estación del tren, esta vez también pagando los “ten thousand” ya acordados. Calculo que habrá unas mil personas en la estación, sobre todo mujeres con sus niños a la espalda, sentadas en el suelo. En cambio sólo distingo a unos 5 o 6 blancos desperdigados. Doy vueltas por la estación y veo una pizarra donde anuncian que el tren sufrirá un retraso de unas 3 horas sobre el horario previsto de salida. Hago mis cuentas y me sale que pasaremos por el Coto de Selous de noche, así que no habrá animales esta vez. Lástima. Hace poco Spanair me hizo esperar 6 horas en Tenerife así que este retraso tampoco me parece tan grave y me lo tomo con filosofía.

En la sala de espera me encuentro con Benjamín, un alemán que viene de Nueva Zelanda y que va a pasar 2 meses en Tanzania. Sólo lleva una mochila que es un poco más grande que la pequeña mía y que no debe pesar más de 5 kilos. Decido que a algo parecido es a lo que tengo que aspirar en mi próximo viaje.

A las 17 horas, puntualmente según el retraso previsto, sale el tren. En mi compartimento viajo con 3 tanzanos que me dejan escoger la litera, por lo que me pongo en la inferior que mira en el sentido de marcha del tren. La amabilidad de la gente a lo largo de todo el viaje será una constante. Mi vecino de la litera de enfrente es muy simpático y nos entendemos más o menos en inglés hasta que agoto todo el vocabulario que traía aprendido.

El tren cuenta con vagón restaurante donde a la hora de comer coincido con 4 chicas y 1 chico, todos alemanes, con los que compartiré varios ratos, sobre todo a la hora de comer. A lo largo de todo el viaje me iré encontrando alemanes lo que me permitirá hablar y comunicarme en ese idioma más de lo que pensaba, aunque eso no ayude en nada a mejorar mi inglés.
Mi ciclista

Uno de los alemanes, Martin, se dirige hacia Zambia. Es grande como un castillo y trabaja como carpintero en una isla al norte de Mozambique, donde un empresario alemán está construyendo un complejo turístico de lujo. Cada 3 meses debe salir del país para renovar su visado y por ello aprovecha para conocer otros lugares. Es joven, inocente e inexperto en lo que a viajes se refiere y por suerte las 2 chicas alemanas se apiadan de él y deciden adoptarlo, cambiándole su plan de viaje y él parece alegrarse de haber sido adoptado. Es curioso cómo se llega a alcanzar en poco tiempo un cierto grado de intimidad en las cosas que se cuentan en estos viajes y Martin, en un rato, nos cuenta como después de separarse de su compañera se decidió por este trabajo y con los ojos húmedos, habla de su pequeña hija a la que hace tiempo que no ve.

Durante el día, en las curvas, se puede ver la longitud del tren y me maravilla que una sola máquina, movida por diesel, sea capaz de arrastrar toda esta cantidad de vagones. Vamos tan lentos que los mosquitos no tienen ningún problema en mantener nuestra velocidad de crucero, logrando colarse por las ventanillas. Por la noche mato algunos, uno de ellos con sangre.

Conseguir dormir en un tren que hace tantas paradas, donde todas las juntas y goznes chirrían, lleno de africanos que tienen otro concepto sobre el respeto al sueño de los demás, hace difícil el poder dormir, por lo que lo hago a trompicones, al mismo compás que la marcha del tren. Durante el día, el propio traqueteo, mientras vas apoyado al lado de la ventanilla te produce cierta somnolencia, despertándote cuando llegas a una estación y durmiendo a ratos, viendo pasar el paisaje como en sueños, con cientos de baobabs salpicando el camino.

Por la mañana, con las primeras luces del día, me alegro de haber hecho este viaje en tren y no en autobús ya que he podido ir estirado, desayunar en el vagón restaurante, sentado a una mesa, hablar con otra gente y todo ello lo encontraré a faltar en algunos de los medios de transporte repletos que utilizaré más adelante.

Las estaciones por las que vamos pasando están repletas de gente, en su mayoría vendedores que ofrecen diferentes productos del campo, y parece que de estación a estación se han especializado en cultivos diferentes, para no entrar en competencia entre ellos. Entremedio los baobaobs te maravillan con sus troncos rechonchos y sus ramas semejando raíces. Los africanos que viajan en el tren, por lo menos los que van en primera clase, se dedican a comprar compulsivamente, aquí cebollas, allá zanahorias, y también patatas, guisantes y todo lo que les van ofreciendo. Los niños de los poblados salen corriendo desde cualquier lugar para acompañar el tren algún trecho, saltando sobre las traviesas descalzos y saludando con la mano. Cuando llegamos al final del trayecto, el grupo de blancos hemos hecho una piña y en un solo taxi nos vamos todos al mismo hotel.

Aunque me considero experimentado en viajar en buses y otros artefactos, cada país es una nueva experiencia. En el bus que voy a abordar para llegar desde Mbeya a la frontera con Malaui, se trata de un Thelathini (que significa 30 en swhajili, aunque también le llaman medio bus para diferenciarlo de los grandes ya que tiene 30 plazas, siendo algo más cómodo que los minibuses de 12 plazas.

Cuando me subo el cobrador me intenta cobrar el doble (yo había previamente preguntado el precio del trayecto) así que en este tema no me llevo ninguna sorpresa y le pago lo que es. Salimos puntualmente a las 6 de la mañana y sólo vamos 3 pasajeros. Tardamos 1 hora en hacer 20 kilómetros ya que vamos parando en cada esquina buscando más clientes (igual que en Nicaragua) para ver si alguien más quiere acompañarnos. Lo bueno es que esto me permite apreciar el paisaje que es muy bonito con laderas llenas de cultivos, sobre todo papa y maíz que se encuentran como cultivos asociados (¡como en Jinotega!). Cuando llegamos más o menos a la mitad del camino, hay un par de rectas, donde para evitar que los vehículos se desboquen han puestos varios de esos montículos en el suelo. Al tener que reducir la velocidad, los buses intentan recuperar el tiempo perdido en las curvas, donde no están estos obstáculos y para rematar entramos en competición con otro bus que quiere robarnos nuestros futuros pasajeros. Total, que lo que era un apacible viaje en ruteado se acaba de convertir en una carrera infernal. Y al final todo eso era para llegar a Tukuyo, una estación intermedia donde luego no parece haber prisa por volver a salir para hacer el resto de recorrido que nos queda. Por suerte en el bus suena a todo volumen esa música africana con sonidos metálicos que tanto me gusta, haciendo con ello la espera más entretenida.
          
Finalmente, a media mañana llegamos al final de nuestro destino y me dejan a un par de kilómetros de la frontera. El cobrador me recomienda a uno de los verios muchachos que me abordan y que me quieren llevar en su bicicleta hasta “to the border”. Aunque ya había hecho algo similar en la frontera entre Nicaragua y Hondura, en este caso se trataba de una bicicleta normal y corriente, en la que te sientas en el portapaquetes detrás del sillín, con tu mochila grande a la espalda y la pequeña en la mano, mientras el ciclista va pedaleando con considerable esfuerzo y los demás, que se han quedado sin negocio, te acompañan y pedalean a tu lado, ofreciéndote cambiar dinero, diciendo que con ellos habrías ido más barato y mejor, en fin, amargándote el trayecto, que ya en sí, no es muy placentero.

Los trámites en el lado tanzano son rapidísimos y cruzo el puente de cemento a pie, por encima del río Songwea, para pasar los trámites en el otro lado, que son igual de rápidos. Y ya está, ya cambié de país y casi sin darme ni cuenta ya estoy en Malawi. 
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lunes, 23 de julio de 2012

Fijianadas


Los fijienses, o quizás fijianos, en realidad no sé cómo llamarlos ya que en ambos casos parece el nombre de los habitantes de un planeta descrito en sus novelas futuristas por Isaac Asimov, son también gente bastante grande, pero sin llegar a ser como los tonganos.
Cuando fui al museo de Suva me quedé maravillado con las reproducciones en tamaño real de las barcas que utilizaban para desplazarse, en las que llegaban a viajar 50 personas e incluso llevaban plantas en una especie de macetas para alimentarse en el viaje. Mientras estaba dentro, fuera caía el diluvio y me senté a esperar en el porche a que escampara, viendo que la gente en este país, muy sabiamente, cuando llueve se quita los zapatos para que no se les mojen.
Casa antigua (1874) de Levuka

Mientras en Tonga son racistas contra los chinos y asiáticos en general, aunque sean los que les proveen de alimentos en los supermercados, en Fiji son racistas contra los indios (de la India) a los que, a pesar de que algunos constituyen ya la sexta generación viviendo en este país, siguen considerando ciudadanos de segunda clase. Entre 1879 y 1916 los ingleses trajeron a 60.000 indios con contratos de 5 años de los que muchos se quedaron y ahora sus descendientes representan un 37% de la población. No obstante los recientes golpes de estado les han hecho sentir que siguen siendo considerados ciudadanos de segunda clase y que no se permite que ningún partido, en el que ejercen influencia, llegue al poder.
Parece ser que Fiji es el nombre que le dieron los tonganos a estas islas, aunque ellos mismos la llaman Viti. A principios del siglo XIX los comerciantes europeos “descubrieron” las islas como lugar de pesca de ballenas, de producción de sándalo y bêche-de-mer. En 1874 las anexionaron al Reino Unido, a cambio de pagar una deuda de 45 mil dólares. No es hasta 1970 que Fiji consigue de una forma pacífica su independencia.
Aquí vuelvo a tener buena conexión de internet en las ciudades más grandes lo que me hace de nuevo sentirme h@ppy aunque la parte negativa es que es muy caro (entre 2 y 5 euros la hora de conexión). Aunque tengan wifi en algunos hoteles y restaurantes, siempre hay que pagar.
Calle de Levuka

Todo el mundo me felicita por la victoria de España en la copa de Europa y es la referencia que tienen cuando les hablas de España, de Barcelona o de Madrid. Sobre todos los habitantes de origen indio son los que siguen el fútbol, fácilmente entendible al ver sus pequeños cuerpos mientras los fijianos, grandes y fuertes se decantan por el rugby.
Por fin he conseguido desprenderme de otra piel de mi cebolla, esta vez de mi camiseta de Greenpeace que tanto me gustaba. Me ha ayudado el que el cuello ya estaba carcomido, como si los ratones se hubieran entretenido en mordisquearlo y así mi maleta se va haciendo cada vez, poco a poco, menos pesada, dejando atrás ropas y recuerdos.
De Suva me voy a Ovalau, la isla donde estaba la primera capital de Fiji, establecida por los ingleses y que parece una pequeña ciudad del oeste americano. En sus buenos tiempos llegó a tener 52 hoteles pero ahora ya sólo quedan unos 10, si acaso, y poco que ofrecer al turismo, más que su pasado glorioso y algunas construcciones de esa época. Después de un par de días inmerso en un bucle, voy a la isla de Nananau-i-Ra, donde paso otro par de días tranquilos, oyendo el viento y nadando con peces. Ena, la chica norteamericana con la que comparto habitación se pasa el día viendo películas. Pero me espera Taveuni.
En este viaje, en contra de mi costumbre, muchas veces me dejo llevar. Creo que a veces estoy en una posición esotérica de dejar que el destino decida y otras de pasota, del que más me da.
Suva es una ciudad con fama de peligrosa de noche (¿vuelve a exagerar LP?) pero que durante el día me encanta ya que está hecha a mi medida. Hay de todo en las calles, galerías comerciales con la ropa de moda, tiendas de ropa australiana de segunda mano, las comiderías indias con sus olores penetrantes. La multiculturalidad se hace especialmente patente en este país al ser este uno de los más pobladas del área del Pacífico y con Suva como la mayor metrópolis con sus 300 mil habitantes. Aquí estudian jóvenes de 12 países del Pacífico, trayendo sus ropas, costumbres y olores. Cuando paseo por la calle, me parece reconocer a los enormes tonganos con sus faldas oscuras, luego en el Little India, veo moverse a los indios presurosos entre sus tiendas, delgados y menudos. Algunas personas son negras y podrían pasar perfectamente por africanos, y en otros las mezclas no dejan adivinar el origen de sus rasgos.
Ojo de buey del barco Sufi

En el bus, en los buses en los que ya he pasado un montón de horas, también se ve esta diversidad, mujeres con saris de colores y un punto rojo en su frente que invariablemente atrae tu mirada, hombres de túnica y barbas blancas a los que muchos saludan respetuosamente, mujeres grandes, fijianas, con sus niños en brazos y cuando te acercas a Suva, chicas jóvenes ya más influenciadas por la moda occidental y escuchando música en si Ipod. Durante el viaje, la música india de Bollywood, a veces a todo volumen, alegra el recorrido.
Vuelvo al Colonial Lodge donde curiosamente ya me siento como en casa y los perros me saludan moviendo la cola. Por la noche quedo para cenar con Silvia, una chica de Barcelona que trabaja aquí para Unicef y que era vecina de Nagore en Dili, quien nos ha puesto en contacto. Me hace bien hablar en español, largo y corrido, sin pensar tres veces lo que voy a decir y entendiendo todo lo que me dicen. Son tantas las cosas por contar que el tiempo se me hace corto, pero todo y así ha sido agradable soltar el lastre de pensamientos e ideas que como cometas trazaban círculos en mi cabeza. Estoy decidido a ir a Taveuni, aunque era más fácil haberlo hecho desde Savusavu. Y es que no estoy siguiendo una ruta lógica con lo que a mí me gustan, pero cuando estás de vacaciones el mundo está al revés. Me compensa el que he decidido tirar la casa por la ventana, gastándome 25 euros más por dormir en el barco en una cabina en vez de en un mugriento asiento ya que el viaje dura 20 horas, desde las 5 de la tarde hasta la 1 del mediodía del día siguiente. Comparto cabina con 3 fijianos más, uno de ellos trabaja para la FEA (Fijian Electricity Authority).
Puesta de sol en Savusavu

Silvia me cuenta sobre la rigidez de las tradiciones en estos países, sus jerarquías, algo que ya pude observar en Tonga, y en lo que coincidimos que es un lastre para desarrollarse al ritmo de la sociedad globalizada. Pero no les queda otro remedio y los que no se adapten quedarán irremisiblemente atrás. Le doy vueltas a estos temas como a tantos otros ya que al viajar sólo a veces entras en un bucle continuo, de pensamientos, de ideas, de sensaciones, de decisiones a tomar.
Cambio el último libro que he leído en alemán, una novela algo mediocre, por un estupendo libro en español de Santiago Gamboa, un escritor colombiano que escribe sobre Pekín. Y es que los libros de esta forma también viajan. Cuando llego a un hotel de mochileros siempre hay una estantería llena de novelas en inglés, algunas en alemán, en francés y raramente en otro idioma, como el español. Me toca normalmente cambiar mi último libro por otro en alemán, llevándolo de un país al otro.
Es curioso como estando de vacaciones te juntas con gente que en tu vida normal no jugarían ningún papel. Aquí me tienes yendo de excursión con César, un ibicenco de 33 años, farmacéutico, que según él, ha vendido todo lo que tenía en España, piso y farmacia, se ha separado de su mujer y está buscando un lugar donde quedarse a vivir, casarse y tener hijos. Aparte de esto, es del PP, le gusta todo lo militar, también el boxeo, está algo obsesionado con las mujeres, en fin, una joya, pero como habla español, ahí nos pasamos ratos charlando. Además uno de sus destinos posibles era Nicaragua así que se ha pasado el día preguntándome cosas de ese país. Nos hemos ido en bus a Lavena, donde se acaba la carretera por la costa oeste de Taveuni. Es un parque natural  donde hay una famosa caminata de 5 km (Coastal walk) que pasa por un sendero muy bonito entre el mar y la montaña, acabando en dos cascadas que caen casi juntas y donde se puede nadar con un agua que sabe a gloria después de la caminata. No hay bus a la vuelta así que esperamos que nos organicen un transporte lo que por suerte ocurre ya que hay unos gringos que han ido en 2 camionetas y los choferes nos llevan por unos 5 euros a cada uno. Lo único es que vamos en la tina, sentados sobre un neumático dando botes por la carretera sin asfaltar, y lo que es mejor, está lloviendo por lo que llegamos empapados. Pasamos por unos paisajes que con la lluvia fina que está cayendo parecen más verdes que a la ida, mostrando todo su esplendor con cocoteros que llegan hasta el mar. Estando en Lavena, mientras esperamos para regresar hablo con una pareja alemana muy simpática y me da rabia no haberme decidido antes por venir esta isla, por este sitio que me gusta tanto, pero quien sabe como hubiera sido, otra gente, otra luna, otras constelaciones.

Paso los últimos días en el Beverly Campground donde las puestas de sol cada día son diferentes, tratando la de hoy de superar a la de ayer, como si de un concurso se tratara, mientras el agua se mece tranquila entre marea y marea y los peces esperan asustados para esconderse en sus cuevas cada vez que te ven aparecer buceando.

Viajando te encuentras a un montón de gente rara. Un par de ejemplos:

Conversación con una australiana (algo mayor) en un hotel en Savusavu:
Where are you from?
 I’m from Spain.
Ohh, I love Spain, I love Ricky Martin and Shakira ¡!! Waka, waka, eh, eh, waka, waka …

Una perla de César:
C: Alfonso, te quería hacer una pregunta, si no quieres no me contestes. Estoy algo preocupado porque en este viajo tengo la libido muy baja. Estoy acostumbrado a tener alguna pequeña erección por la mañana y aquí no me ocurre. Tú qué crees que puede ser, estoy preocupado.
Yo: pues no sé, quizás la emoción del viaje ....
C: Ah, bueno, me quedo muchomás  tranquilo

Niña en Taveuni y Cesar al fondo

Mientras, en España el mundo se sigue cayendo, mis amigos se separan y se vuelven a juntar, aunque cruzados, la gente ya no me envidia porque allí también hace calor…

lunes, 16 de julio de 2012

Un poquito mas de Nicaragua


Multas

Cuando llegué a Nicaragua me saqué la licencia de conducir de este país. No es obligatorio pero como se verá más adelante a veces puede ser útil, o no.
Nada más llegar a Nicaragua, a los poquitos días, me paró un policía de tráfico en Managua y me dijo que me podía multar por tres cosas: por haber hecho mal la circunvalación cambiándome de carril en medio de la misma (no le dije que yo estaba en ese momento navegando), por haber entrado a exceso de velocidad (tampoco quise insistirle que yo andaba cabalgando una ola) y otra cosa no la entendí (¿sería por el ruido de las olas?). Finalmente después de decirle que yo era nuevo, que acababa de llegar, que trabajaba en una ONG y poner la máxima cara de bueno que pude, me dejó ir. Además como previamente le había insinuado que si no lo podíamos arreglar de alguna manera y me contestó que en ningún caso se le podía dar dinero a un policía, además de sentirme un poco avergonzado, pensé que estaba llegando a un nuevo país, donde la antigua corrupción estaba dando paso a un hombre nuevo, el nicaragüense íntegro. Me fui contento adornando todavía un poco más todas estas ideas. A los pocos días, yendo de acompañante con un grupo de españoles de la organización con la que trabajaba, asistí a mi primera decepción al ver como se llegaba a un arreglito de pagar 200 Córdobas (10 Euros) para que el policía que nos había parado no pusiera una multa al conductor y le quitara el carnet.
Un mes más tarde, iba yo con un poco de prisa a un viaje de unas tres horas de duración y no quería que se me hiciera de noche por el camino. Cometí el error de adelantar en línea continua en una recta de unos 3 kilómetros a un taxista que más que navegando estaba varado en la carretera y no alcanzaba ni de lejos la velocidad de crucero. Más adelante me esperaban tres policías literalmente escondidos detrás de un árbol, los que me pararon con grandes aspavientos. Aquí aprendes rápido sobre cuando un policía te quiere sobornar o no, ya que empieza a dar vueltas a todo el código de circulación, no saca el bloc de las multas y empieza a escribir algo en un cuaderno cualquiera. Como eran tres me salió un poco caro y pagué 30 Euros. Hay que decir que cuando te para la policía lo primero que hace es pedirte el carnet de conducir y se lo guarda. En caso de que te ponga la multa, te da un papel amarillo, con el que deberás en el plazo máximo de un mes ir al banco a pagar la multa y luego podrás retirar tu carnet de conducir, en alguna de las estaciones de policía, con lo que la posibilidad de que te pierdan el carnet es elevada.
Mi amiga, la Policia

Después de esto, durante bastante tiempo, como unos 6 meses, no me paró la policía, unas veces porque no estaban cuando yo hacía la infracción, otras por suerte, ya que paraban al que iba delante de mí, otras porque llovía y no se querían mojar. Pero cuando ya saboreaba mi buena suerte, yendo para la ciudad de León, nada más salir de Managua me paró un poli y me puso una multa de 400 Córdobas (20 Euros) por haber, según él, invadido un carril que no me correspondía. Hay que decir que muchas veces la policía se pone allí donde saben que la gente incauta comete errores, bien porque la señalización es incorrecta, como por ejemplo no adelantar aunque sea en una recta con buena visibilidad, o como en este caso, porque la señal vertical se rompió o la señal horizontal ya no se ve, pero mucha gente sabe que estaba y sigue respetando la norma. No era mi caso y no discutimos mucho: yo no le intenté sobornar y el tampoco me dijo nada. Se quedó mi carnet y me dio la papeleta amarilla.
A la vuelta de León, esa misma tarde, por la misma carretera, me puse a adelantar a un camión y de pronto de la nada salió un policía, se puso en medio de la carretera y me paró. Para mi desgracia tenía una pistola de infrarrojos que mide la velocidad a la que uno viene aunque estoy seguro que la de él estaba trucada ya que marcaba 101 km/h cuando yo iba por lo menos a 120 km/h, pero no quise discutirle este punto. Cuando le entregué mi papel amarrillo casi le da un ataque de risa. Me dijo que la multa por exceso de velocidad son 1.500 Córdobas más los 400 que llevo acumulados hacen un total de 1.900 Córdobas, más de 100 dólares, o sea, más que el salario mensual de una señora de limpieza o similar a lo que gana un policía como él. Como me quedé sin habla, tomó él la iniciativa y me preguntó que como podíamos arreglarlo. Yo no sabía si se refería a su pistolita de infrarrojos o a qué, así que seguí sin decir nada y entonces, tomándome ya por tonto de remate me dijo que con 200 córdobas podíamos salir todos de allí contentos. Se los di pero puedo asegurar que en ningún momento sentí la alegría anunciada.
Dos semanas después, ya pagué la multa y recogí mi carnet en la comisaría de policía. Pensé que por este año ya había pagado mi cuota a los poderes públicos, pero no. Una semana más tarde, viniendo de Jinotega, ya dentro de Managua, me doy cuenta que estoy en un carril que me obliga a ir a la izquierda y me quiero cambiar. Cuando lo hago me para un policía y no tengo escapatoria. Aunque esta vez según el código tiene razón, me duele más el hecho de que me vuelvan a quitar el carnet que los 400 Córdobas de multa. Me dice que he invadido un carril poniendo prácticamente en peligro la seguridad mundial. Casi me alegro de que me haya visto y podamos evitar semejante desastre. Para más recochineo en la multa me puso como motivo “invación” y pensé si no me estaba haciendo pagar todo lo que les hicieron nuestros antepasados.
Después de pasar 2 semanas en España volví de nuevo calmado y dispuesto a recuperar mi licencia de conducir nicaragüense. Justo 2 días antes de que se venciese el plazo de 1 mes que te dan para pagar la multa, lo hice en el banco y luego fui a la policía. Allí me dijeron que no había llegado todavía la licencia, que hay un ligero atraso y me han dado una prórroga de 1 mes más. Si me para un policía le tengo que enseñar el ingreso del banco donde por la parte de atrás pone a mano que es válido por 1 mes. Finalmente, al cabo de unos días y en contra de todos los pronósticos funcionó y recuperé mi licencia. Ya pude volver a salir a la calle y alegrar un poco el bolsillo de algunos policías y en otros casos del erario público.
Ya en 2010, cuando faltaban 20 días de mi salida del país me volvieron a quitar la licencia, otra vez por “invación”, pero esta vez pusieron “de carril”. Como la multa sustituye a la licencia de conducir durante 30 días, pues ya no me hace falta y les regalo mi carnet nicaragüense, llevándome la multa de recuerdo
En los 4 años y pico que he estado en Nicaragua he conducido mucho por este país, unos 100.000 km por todo tipo de carreteras, buenas, con baches, sin baches, pistas de tierra, ríos y quebradas y nunca me he quedado tirado. He llevado a mucha gente en autostop, a la mayoría dentro de la camioneta ya que me da miedo que se caigan de la tina cuando voy por caminos. Algunos ni me han hablado y con otros me lo he pasado la mar de bien hablando de todo y contando y escuchando historias. He visto bastantes accidentes y hasta un atropello que acababa de ocurrir en que un bus mató a un ciclista. Yo mismo he estado a punto de tener algún accidente pero finalmente no pasó nada.
Una de mis pesadillas en Nicaragua siempre fue el pensar en tener un accidente por pequeño que sea, sobre todo en Managua. Cuando tienes el más leve roce en este país, tu obligación es dejar el vehículo parado tal cual ha quedado. Si no lo haces, estás destruyendo pruebas y has perdido el derecho a reclamar. Tienes que llamar a la policía para que venga a levantar el atestado. La policía normalmente o no tiene vehículo en ese momento o no tiene gasolina. Por eso cuando llamas debes decirles que les pagarás o bien el taxi o bien la gasolina para que vengan. Aunque tarden 3 horas en venir, lo cual suele ser normal, no debes mover el vehículo. Finalmente llegan y se ponen a medirlo todo y a hacer croquis como locos. En eso se pueden pasar otra hora. Finalmente, ya con el día perdido, te puedes ir y debes rezar para que el otro vehículo tenga seguro si la culpa fue suya o que no soborne al policía para que cambie el croquis, que de todo hemos visto en este paisito. 
Tejados de la ciudad de Granada

jueves, 12 de julio de 2012

Bula


De cómo viajar incluso en un lugar turístico
Bula (hola en fijiano)
Barca usada por los fijianos
Y desde Tonga me vuelvo a poner movimiento y ya lo noto en todo mi cuerpo, es como un hormigueo, o algo parecido a esa sensación que cuentan de cuando estás enamorado y unas mariposas aletean en tu estómago, lo cual es totalmente imposible, mientras lo que yo noto es como si unos escarabajos movieran al volar sus élitros, los interiores, mucho más suaves que los exteriores, duros y quitinosos, moviéndose por dentro de mi piel por todo el cuerpo, lo cual es mucho más verosímil que lo de las mariposas.
Me despido de Tonga, del driver de Toni’s Guest House, Peter, y de las ballenas con las que no he podido nadar. En el avión de Pacific Air también me despido de una pareja tongana que casi no cabían en sus asientos y me han tenido apretado todo el viaje contra la ventana del avión. Y es que estos asientos no están hechos para esta gente tan grande! Pero por suerte sólo 1 hora y media después aterrizábamos en Nadi, el aeropuerto internacional de Fiji, en la isla de Viti Levu. Un taxista me viene a buscar encargado por Fi y Api, el matrimonio en cuya casa me voy a quedar 2 noches bajo la modalidad de Couch Surfing. Me han pedido que en el duty free compre un par de botellas de ron (25 €), por lo que entiendo que esperan que sea mi “contribución” a su hospitalidad, por si se me olvida, así que cuando hacen un leve intento de pagarme les digo que no, que es un regalo y todos tan contentos. 
Cabana tipica

Esta familia vive en una comunidad histórica (Visisei) que parece ser que fue donde desembarcaron los primeros pobladores de Fiji, provenientes de las Islas Solomon. En la casa también están su hijo Api, su novia Finou y la sunshine de la casa, Kalesi, que con sus monadas y sus 3 años entretiene a todos a lo largo del día. Quedamos para ir al día siguiente a la finquita que tienen, de unos 1000 m2 trabajados, aunque es más grande y aprovechar para que yo les pueda dar algún consejo y de paso aprender lo que ellos hacen. El día discurre un poco a la fijiana, tardamos en salir, trabajamos un poco, miramos mucho, descansamos más, Finou hace la comida, comemos, nos echamos una siesta y ya va siendo hora de recoger e irnos. El terreno se inunda cada año por el desborde del río que pasa cerca, durante la época de lluvias de noviembre a abril, por lo que dicen que el agua trae sedimentos que abona la finca y así no tienen que utilizar ningún fertilizante. Ponemos mulching en la plantación de cassava (yuca) lo que parece que ya empieza a ser una práctica habitual en la zona. Por la tarde les enseño a pre germinar unas semillas de melón que querían sembrar directamente en el suelo y nos pasamos la tarde-noche viendo la tele. Al día siguiente por la mañana me pongo en camino hacia Suva, la capital de la isla, para poder seguir explorando otras islas. Ha estado bien compartir estos 2 días con esta familia aunque me parece que ya han hospedado a tanta gente que lo han mercantilizado un poco. De momento no voy a repetir la experiencia en Fiji ya que también exige un esfuerzo por tu parte estar en una casa de una familia compartiendo su forma de vivir y a veces sus estrecheces, aunque lo volveré a intentar en Vanuatu.
En bici

Api y Kalesi



De ahí me voy a Suva, la capital, donde me quedo en el backpackers con el pomposo nombre de Colonial Lodge. Su propietaria, Suzie, me lleva por la mañana a recorrer la ciudad aprovechando que va a llevar a sus 2 hijos a la escuela y a la vuelta pasamos por el Leroy Merlin local (aquí es indio, no francés) a comprar cosas para el hostal. Me encanta la parte india de Suva, con sus tiendas llenas de saris y completamente diferente a lo exiguo de las tiendas chinas en Tonga. Por suerte, después de la experiencia del año pasado al irme de Timor hacia Bali, no me entra la fiebre de comprar y me limito a mirar escaparates.
Tengo un problema, bueno, tengo varios, pero los iré contando de uno en uno para no aburrir. Escogí Fiji como mi siguiente destino después de Tonga por las conexiones que tiene este país con muchos otros países del área. Aunque sea un lugar turístico, sé que encontraré lugares fuera de ese circuito al igual que se encuentran en las isla Canarias. Si Canarias con sus 7.500 km2 y creo que alrededor de 10 millones de visitantes al año todavía tiene sitios por descubrir, como no lo van a tener este conglomerado de 332 islas (unas 110 habitadas), con una superficie total de 18.300 km2, 860 mil habitantes y sólo 300 mil turistas al año (datos tomados de LP de 2008). Viti Levu (Tierra grande) es la más extensa de las islas con 10.400 km2 y donde se encuentra la capital Suva. De momento estoy contento de mi decisión tomada en el último momento cuando ya casi estaba decidido a tomar el vuelo que tenía a Nueva Zelanda. Además parece ser de los países más baratos del área del Pacífico, gracias a las dotes comerciales de los indios, es tan bonito como pensaba y estoy casi consiguiendo bordear las zonas más turísticas.
Modernidad y tradicion

Otro problema es que sigo pasándome del presupuesto de 30 € por día que me había fijado. He estado pensando en eliminar también la cena pero no quiero que me pase como a ese payés que tenía un burro catalán, al que estaban acostumbrando a no comer y cuando casi lo consiguieron se les murió (ya sé que lo he contado varias veces pero es que no me sé otro de un burro catalán). Realmente lo de la comida, como dice mi amigo Winnie, está sobredimensionado, y sólo hay que ver a los tonganos o a los fast-food gringos como ejemplo. Mi amigo dice que el cuerpo humano es como una máquina de vapor que necesita una determinada cantidad de energía para realizar su trabajo. Si se le da más energía y encima no trabaja, entonces las válvulas empiezan a echar vapor, amenazando reventar y aparecen los primeros problemas. Así que aunque hay días que sí gasto bastante energía, caminando kilómetros y kilómetros, nadando horas y horas, o yendo en bicicleta, otros en cambio me los paso tumbado en la hamaca, leyendo, pensando, haciendo nada.
Vista de Savusavu

Pero íbamos al problema de verdad. Mucha gente piensa que me paso con lo del viaje y que en realidad estoy haciendo el vago. Nada más lejos de la realidad. Por un lado yo lo considero casi como un viaje de estudios ya que estoy estudiando inglés y para ello viajo hablando con la gente que me encuentro, aunque a veces siento que no avanzo mucho ya que hay gente que incluso lo habla peor que yo, pero no por eso les voy a negar la conversación. Por eso estoy pensando en volver a Filipinas, para volverlo a practicar de forma intensiva con la gente que conozco allá y que lo habla muy bien  y estudiarlo al mismo tiempo. Y es que realmente el tiempo no me alcanza para nada. Cuando viajo, todos los días tengo que programar lo que voy a hacer en las próximas horas y días, leerme la guía de viajes correspondiente para ver qué se puede hacer y tomar las decisiones pertinentes, aprenderme todos los nombres raros del siguiente pueblo, del hotel donde voy, del sitio donde me tengo que bajar del bus, preguntar cuando sale el siguiente bus o barco, lo cual lleva en estos lugares mucho más tiempo de lo que uno cree, buscar que comer, ver donde me voy a hospedar, ver si hay sitios más baratos una vez ya estoy hospedado, hablar con gente que te identifica como extranjero y quiere saber de dónde eres y adónde vas, conectarme a internet, lo que además de caro tampoco es tan fácil en estos países, ver si hay que lavar la ropa y si lo puedo hacer en el minúsculo lavamanos del hotel o finalmente me decido a darlo a lavar cuando estoy en un sitio un par de días, vigilar siempre que el equipaje esté seguro, que no me roben nada. ¿A que no parecía tanto, verdad? Pues no acaba ahí ya que además hay que ir a visitar museos, enterarte de la historia, muchas veces complicada, de estos países y de la que previamente no tenías ni idea, recorrer la ciudad o pueblo, ir a la oficina de turismo, a ver si tienen algún plano más detallado para evitar perderte con el planito que tú tienes, escribir en el blog, lo cual también lleva su rato ya que hay que buscar un lugar con wifi para poder conectar con tu propio portátil y así subir el blog a gmail. Cuando llega la noche estás agotado y muchos días no te quedan ganas de salir. Eso de salir tiene su cosa también. Aunque a veces quieres hacerlo, muchos lugares sólo se ponen interesantes a partir de las 11 de la noche o más tarde. Como te sueles levantar temprano, tipo 6 o 7 de la mañana ya que al dormir en dormitorios enseguida empieza el ruido por la mañana o también porque a esa hora se hace de día y empieza el calor, y como el resto del día toca hacer todas las actividades antes descritas, sin tiempo ni para la siesta, a las 10 de la noche ya no estás para salir y lo que quieres es irte otra vez a la cama. Sólo en contadas ocasiones he conseguido quedarme hasta tan tarde. O como ejemplo, mi viaje de Levuka a Savu Savu. La noche anterior a las 9 de la noche me avisan de que no me van a venir a buscar para ir a la isla donde tenía previsto ir ya que no hacen el viaje para un solo pasajero (problemas de viajar solo) así que me toca irme a dormir, aunque antes hay que hacer la maleta, porque a las 4 de la mañana me levanto para comprar el billete del bus que a las 5 de la mañana sale hacia la otra parte de la isla para tomar el barco. Después de 4 horas en barco con un mar encrespado y gente vomitando otra vez al bus par hacer tres horitas por una pista de tierra, llena de polvo y baches. En un cruce nos espera otro bus (la verdad es que lo tienen bien organizado) quien ya por una carretera asfaltada, pero también con baches nos llevará a Savu Savu, adonde llegamos a las 4 de la tarde después de 12 gloriosas horas de viaje. A esa  hora ya no te quedan ganas de fiesta, aunque después de cenar todavía acepto la invitación a beber kava con el dueño del Guest House y un irlandés hasta que literalmente me caigo de sueño.