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martes, 10 de diciembre de 2013

Guastatoya


Guastatoya, la ciudad donde vivo, es pequeña, con dos calles principales, un paseo, un parque central y algunos barrios. Por la tarde la gente va al parque central, a sentarse a la sombra de los árboles, sobre todo de una gran ceiba, ya que a esa hora corre el aire. Además hay música salsera pachanguera que a la gente parece gustarle. También hay otros lugares como otra ceiba enorme que parece quedó salvada de la tala que se hizo en esta zona y donde también en su base han hecho unos bancos de cemento donde la gente se sienta a platicar y a ver pasar la vida. La gente camina despacio, y te saluda por la calle, no como en ciudad de Guatemala, donde todos van rápidos, con la cabeza baja, como con miedo.


En toda la ciudad hay 4 semáforos de los que sólo hay que parar en uno, los otros no los respeta nadie cuando están en rojo ya que no tiene mucho sentido y hay buena visibilidad para ver si viene alguien.  Los tuc-tuc están por todas partes, recogiendo y dejando pasajeros y poniendo en peligro a los pocos que se atreven a ir de peatones. No hay muchos sitios donde ir a comer, unos pocos restaurantes donde la comida de menú suele ser la misma todos los días, pollo con algo de ensalada, arroz y tortillas, eso sí, muy barata, ya que cuesta sólo 2 euros.

Sigo viviendo en hoteles, esta vez en uno con piscina con lo que por lo menos puedo nadar cada día. Con 15 metros de largo acabo mareado de tanto dar vueltas pero por lo menos puedo volver a nadar después de mi  larga tendinitis en el hombro.


He añadido a mi lista el buscar una casa que no esté al lado de una farmacia. Ponen música chunga-chunga a todo volumen para atraer a los clientes, desde la mañana hasta la noche y además abren todos los días de la semana.
En una de las carreteras del país vi a un grupo de jóvenes que bajaban la leña con una plataforma con ruedas que se habían construido artesanalmente. Como se ve, ingenio hay, lo único es que habría que usarlo para temas más productivos.


A la gente de este país les gustan las rancheras, tanto que en algunos lugares incluso están prohibidas ya que cuando estos vaqueros se ponen muy alegres cantando sus canciones favoritas, se ponen a tirar tiros y es fácil que le den a alguien en su frenesí.
Desde hace dos semanas en todas partes ya empiezan a sacar toda la parafernalia de Navidad, compitiendo las grandes superficies con quien tiene el árbol más grande y con más bolas colgando. También en nuestra oficina central les ha entrado la fiebre y en mi oficina me han puesto unas guirnaldas encima del marco de la puerta de mi despacho. Por suerte hemos conseguido impedir que nos llenen la oficina en Guastatoya ya que allí somos de momento sólo tres, una mujer que por su religión no celebra la Navidad, mi compañero indígena al que ni le va ni le viene y un servidor que apela a su apostasía en estos casos para verse libre de la larga mano de la religión y sus secuaces.



En la organización hemos celebrado la comida de navidad con todo el equipo, un total de 17 personas. Por primera vez participé en el amigo invisible y no sabía muy bien que comprar. La cantidad mínima era de 10 euros y a mí me tocó mi jefa, todo un papelón. Finalmente me decidí por comprarle un pintalabios color “rojo pasión” y os puedo asegurar que le sienta muy bien, tanto el color como seguramente el ponerle más pasión a su vida.

      



Tecnologia
Hay 21 millones de teléfonos móviles registrados en este país, cuando la población total es de unos 15 millones, por lo que si descontamos a los bebés, toca a 2 móviles por persona, así que voy bien, porque yo también tengo dos. La gente aquí, igual que en Nicaragua y como seguramente en tantos otros lugares, gasta más en celular y en los sistemas abusivos de las compañías con las tarjetas prepago, que en ropa u otros artículos que hasta hace poco se consideraban de primera necesidad. Un ejemplo lo vi en uno de los proyectos de la GIZ en que han levantado datos de comunidades rurales donde la gente no está dispuesta a pagar más de 10 Quetzales (1 euro) al mes por el servicio de agua potable y son capaces de hacer manifestaciones o incluso destituir al alcalde si este siquiera se atreve a proponer un aumento en la tarifa de 5 Quetzales mensuales mientras que en la televisión por cable han subido la cuota de 100 a 120 Quetzales por mes y nadie dice ni mu. Lo mismo pasa con los celulares donde la gente no es consciente del gasto total ni por llamada así como de las condiciones de pago de las mismas.  Esta nueva forma de esclavitud económica, mucho más sofisticada y perversa que el uso de la fuerza, se aprovecha de la falta de cultura y son capaces de sacarle hasta el último centavo a la gente, sobre todo a los más pobres, mientras les hace creer que son libres y que se han desfrijolizado.
Ver también reflexiones sobre cooperación y el tifón de Filipinas en el blog:



Grupo de trabajo en taller sobre cambio climático