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domingo, 24 de agosto de 2014

Resera de la Biosfera Sierra de las Minas


Un nuevo capítulo de los fines de semana de excursión ha sido subir a la Sierra de las Minas, desde los 500 msnm en que nos encontramos en Guastatoya hasta los 2550 m donde están las cabañas que Defensores de la Naturaleza, una ONG local, tiene en ese lugar.
La organización fue del tipo de último momento, o sea vamos a ver cuántos somos y veremos cómo nos organizamos. A las 8,30 en punto de la mañana estábamos en San Agustín de Acasaguastlán, Neftalí, mi compañero de trabajo, Marielos (la de la tortilla en mi casa) y yo, pero no había llegado nadie del resto de la gente con la que íbamos a subir. En cuenta gotas fueron llegando, el chofer del vehículo 4x4 que nos iba a acercar hasta la cumbre, Marvin, el técnico del ayuntamiento, Rogelio el asesor del alcalde, Obed, un señor de 65 años que conoce la zona, Mario el guía, Juan el porteador, Melvin, otro técnico de la municipalidad y Juan Carlos, que fue nuestro técnico preferido de la municipalidad hasta que lo despidieron. Una vez que quedó claro de que íbamos a ser 11 se pasó a recoger el dinero para pagarle al chofer e ir a comprar la carne. La cuota era de 4 chuletas para cada uno. Y puntualmente a las 10 de la mañana empezamos a subir el tortuoso camino que nos debía llevar lo más cerca de la cumbre posible.
El paisaje iba cambiando poco a poco, de muy seco a medio seco, y refrescando. Al cabo de 2 horas de camino, el vehículo ya empezó a tener problemas por el mal estado de la pista y finalmente el motor se apagó. Intentamos arrancarlo pero ya no quiso, así que decidimos seguir caminando. Después de 3 horas a pie en subida constante, en un paisaje cada vez más fresco, con mayor masa boscosa y lloviznas que nos iban empapando poco a poco fuimos llegando, como si fuéramos peregrinos, a las cabañas.

Lo primero fue hacer fuego e intentar secar algo la ropa y preparar la carne para asarla. Me quedé alucinado cuando vi la cantidad de tortillas de maíz que la gente empezó a sacar de sus bolsas, porque aquí sin tortilla, la comida no es comida.

Por la noche nos repartimos exhaustos por las camas y a la 1 de la madrugada se oían los murmullos de los que hablaban porque no podían dormir del frío. Muchos tenían la ropa mojada, otros no habían traído ropa suficiente y el único que había traído saco de dormir era el guía, así que pasamos lo que muchos calificaron como la noche más larga de su vida.

Volando en la Peña del Angel
Al día siguiente nos pusimos en marcha temprano, después de desayunar el resto de las miles de tortillas (yo no) porque no sabíamos si el vehículo iba a arrancar. Lo que hicimos en 3 horas subiendo lo bajamos en poco más de 1 hora, pasando por la famosa Peña del Ángel, con vistas increíbles de la Sierra de las Minas. Para llegar ahí caminamos por un sendero del bosque donde la densidad de la vegetación y el murmullo del agua corriendo por todas partes hacía pensar que estábamos en un lugar encantado.
Bosque encantado
El vehículo efectivamente seguía negándose a arrancar, así que el chofer ya cabreado, en un acto para mí suicida, dijo que o lo arrancaba o lo arrancaba, y se tiró con él por ese camino en bajada hasta que efectivamente y para mi sorpresa, arrancó.

Al regreso, siempre menos alegre que la ida, todos veníamos cansados, con agujetas, sueño y otra vez hambre, así que nos despedimos rápido y cada uno a su casa. Pero como siempre en estos casos, lo mejor de estas excursiones es compartirlas y recordar todos esos detalles divertidos, olvidándose de las penas.
Valle de San Agustín de Acasaguastlán, una de mis áreas de trabajo



martes, 12 de agosto de 2014

Semuc Champey




Este fin de semana me decidí por ir a Semuc Champey -donde el río se esconde bajo las  piedras-.







La subida al mirador es muy empinada y te saca las entrañas. Pero la vista de las pozas de color turquesa vale la pena. Hay un hotel a la entrada con unas cabañas super chulas por 25 euros la noche. Yo he dormido en otro, cerca del río en un dormitorio con 9 energúmenos ingleses donde la noche sólo me ha costado 5 euros.
Sentado en el pantalán, sintiendo la fuerza del río Cahabon, queriendo arrancar los pilares que le sostienen, sintiendo el rumor del agua cuando pego el oído a las maderas, escribí un par de capítulos de mi historia del barco.

Sumidero

En el restaurante, donde unos 40 comemos en 2 mesas es difícil no conocer a gente. Se oyen sólo un par de acentos en español, uno catalán y un poco de alemán. El resto son de Gringotenango (en Guatemala hay varias ciudades que terminan en –tenango, así que cuando hay mucho gringos así le llaman).

El fin de semana ha sido espléndido, para desgracia de los agricultores que necesitan imperiosamente el agua después de la desastrosa sequía que está afectando al país, pero para mí, este fin de semana no pudo ser mejor.

Los hijos del maíz se han olvidado de que tienen que compartir el cultivo con el bosque














Y la erosión ya se empieza a hacer visible






Y disfruté de los paisajes tan diferentes al corredor seco donde vivo


Poco a poco noto que me voy haciendo a Guastatoya y disfruto de las pequeñas cosas. Ayer mismo encontré por primera vez en 9 meses joghurt natural en el super donde suelo ir a comprar. Me alegré tanto que estuve a punto de abrazar a una señora que en ese momento pasaba por ahí aunque me retuvo el ver que su marido llevaba un pistolón de esos automáticos y cara de pocos amigos. Finalmente opté por ponerme en un rincón y echar una lagrimita sin que nadie me viera porque aquí los hombres tampoco lloran.