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sábado, 4 de marzo de 2017

Miradas de Camboya

Serie fotos (Autora: R. Cebrián) - Burgados con chile
En el día a día de Camboya voy descubriendo nuevas cosas. A ello me ayudan algunos libros, en algunos casos algo subversivos (por ejemplo de líderes políticos que tienen prohibida la entrada al país) que mi amiga inglesa Jan me proporciona en nuestro encuentro de europeos en un café cutre pero sabroso del mercado. Estos libros me permiten a través de la mirada de otros entender más rápidamente lo que yo mismo voy viendo y contrastarlo de una forma más rápida que si tuviera que llegara a estas conclusiones por mí mismo.


Paseando por mi ciudad descubrí esta barbería en las afueras. Me pregunté cuánto costará un corte de pelo si en una del centro pagué sólo un dólar.


Voy aprendiendo khmer muy despacio y me voy desesperando más rápido. Lo que realmente aprendo es monosílabos y así, aunque algo me hago entender, hablo peor que Tarzán, tirando a Chita. Practico con el chófer cuando vamos a alguna zona, diciendo a la izquierda, a la derecha o todo tieso. No logro construir frases y a veces es algo frustrante, también porque justo cuando necesito una palabra en ese momento no aparece y no tengo suficiente vocabulario para decirlo de otra forma. Por suerte en el inglés sí que he mejorado, aunque no quiero ni saber que acento se me está quedando.

Que miedo encontrarse este camión cargado de sacos de arroz en una curva!


Cuando salimos a trabajar al campo, a veces lo hacemos bastante temprano. Yo habitualmente desayuno en casa, café y tostadas. Los técnicos con los que trabajo no. Por el camino paramos en uno de esos comedores baratos y todos se ponen a comer como unos descosidos unos enormes platos de arroz con cerdo o ternera o un enorme bol de sopa de fideos con carne. Yo no puedo y me tomo un café que hacen aquí malísimo, aunque sea para pasar el tiempo.

Fiesta que organicé en mi casa con mis colegas camboyanos quienes en un plis plas montaron todo el chiringuito con comida

Camboya no es el mejor lugar para ponerse enfermo. No solamente cuesta que te entiendan sino que incluso los hospitales privados no tienen algunos de los equipos más elementales.  Últimamente he tenido que ir un par de veces a Bangkok, para sacarme un pedrusco que he ido creando en los últimos 50 años. Me han dicho que si bebo mucha agua ya no tendré más problemas.

Tren de bambú en Battambang, un sistema utilizado años atrás para sacar el arroz cosechado de los campos anegados y que hoy se ha convertido en una atracción turística. Lo mejor es ver cómo te miran pasar, montado en un vagón de bambú que para ellos es la mayor tontería del mundo.

Incluso para ver una atracción o grupo de música, van con las motos y desde allí miran el concierto

La zona donde trabajo (noreste de Camboya, fronteriza con Tailandia) fue hasta hace unos 20 años zona de guerra. Una de las consecuencias fue que ambas partes minaron amplias partes del país, para evitar que los unos u los otros les atacaran y todavía hay algo más de 100 casos de explosiones por año. En 2013 hubo 22 muertos y 89 heridos por pisar minas antipersonas, siendo España uno de los países que produjo y vendió minas antipersonas hasta su prohibición en 2008 – en 2015 aprobó la nueva ley de prohibición de las minas antipersonas y armas de efecto similar - y en el país hay 40.000 amputados por este motivo. Todavía se calcula que hay unos 6 millones de minas y artefactos similares sin explotar. Como esta zona del país estaba bastante despoblada debido a la guerra, se ha convertido en los años posteriores en una zona de ocupación de gente sin tierra o incluso en parte de los planes del gobierno para repoblarla y descongestionar zonas más cercanas a la capital. Aunque ha habido campañas de desminado, como no se sabe cuántas minas hay ni dónde están, las tierras que no han sido pisadas o trabajadas siguen siendo un peligro potencial. El mes pasado estuvimos en un pueblo donde ese mismo día murió un tractorista al pasar por encima de una mina.

Una vez las tierras están desminadas, la gente se lanza a cortar los árboles que quedan y a plantar el cultivo de moda, cassava (o yuca en latinoamericano). La mayor parte del bosque primario ya se cortó por ambos bandos durante la guerra, en parte para financiarla, en parte para enriquecerse algunos altos mandos. Los nuevos agricultores financian el cultivo con la venta de la madera que queda y después cualquier cosa que saquen del mismo es beneficio. Como son tierras forestales ocurre lo típico, la erosión se lleva la parte superficial y más fértil de la tierra, a los 2-3 años el rendimiento decrece y el agricultor, finamente, abandona el cultivo. En este berenjenal ando metido y a veces nuestro papel no me queda muy claro.

Alguna de esta gente ha venido aquí desplazada de otras partes donde el gobierno ha adjudicado zonas de concesiones económicas a grandes empresas para explotar los terrenos, en unos contratos como mínimos dudosos y que no tienen en cuenta ningún aspecto medioambiental, o si bien los tienen en cuenta, como otras muchas normas, no se cumplen. Así se acaban cortando los restos de bosques que se encuentran en cada una de estas concesiones (hablamos de diez mil hectáreas o más por cada concesión) y se plantan cultivos como cassava o maíz, o bien árboles de caucho o de teca, a veces sólo para cumplir el expediente de la concesión.