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domingo, 9 de diciembre de 2018

The beach




A los pocos días de estar en Ko Surin, me siento como en la película “The beach”, pero sin parecido con Leonardo. Me puedo imaginar perfectamente la playa secreta fuera de la vista de las rutas normales de los barcos, la comunidad de extranjeros viviendo en ella, los militares corruptos cultivando marihuana, las noches de luna llena ….
A pesar de que tengo la sensación de que he llegado aquí 20 años tarde, disfruto del manglar enfrente de mi playa, del bosque primario impenetrable, con los monos aullando y los lémures voladores, además de varias especies de pájaros que mi amigo Fran reconocería enseguida.



En el agua, menos espectacular en cuanto a peces que Raja Ampat, hay corales y formaciones rocosas muy bonitas. Un día me decido a dar la vuelta nadando a una punta donde adivino que debe haber peces grandes, bordeando la parte que lleva a Mai Ngam Bay. El esfuerzo y las 2 horas nadando valen la pena porque justo en la zona de mayores corrientes me encuentro con un tiburón black tip y una manta águila, que se cruzan en su camino de venir a ver quién es el impostor que hace tanto ruido con sus aletas. No me considero ni valiente ni cobarde, sino ambas cosas a la vez, y sé que necesito cierta dosis de adrenalina para disfrutar, sobre todo en el mar, ya que normalmente la recompensa en forma de peces no suele fallar. A la vuelta, me espera preocupado Pat, que no pudo venir conmigo por un fuerte resfriado que tiene y me dice que, si yo hubiera tardado algo más en regresar, hubiera ido a buscarme en barco.



Una de las noches llueve flojito pero continuadamente y las tiendas de campaña, más preparadas para el buen tiempo que para la lluvia, presentan varias goteras que se traduce en buena parte de la ropa mojada. A media mañana, el inglés (Albert, también de los ancianos), Pat y yo decidimos que hay que aprovechar el sol que ha salido y decidimos montar un tendedero en la playa, estilo gitano de la mar, que causa la admiración de los pocos turistas que hay y algunos le sacan fotos. A media tarde viene el jefe de los guardas del parque a pedirnos que quitemos el tendedero ya que no quiere que salga una foto de ello en alguna publicación. Y es que en los prospectos del Parque Nacional se presenta la playa donde estamos como ”virgen” y “untouched” y pensamos que obviamente nuestros calzoncillos al sol pueden dar una imagen errónea de la virginidad de la playa, así que le hacemos caso y metemos nuestra ropa que de todas formas ya estaba seca en la tienda y destruimos el tendedero.


Originariamente en estas islas vivían los Mokan, conocidos al igual que otros grupos en otros países del sudeste asiático, como los “nómadas de la mar”. En realidad, viven en sus barcos y sólo van a tierra para comerciar su pescado o aprovisionarse. Al igual que los nómadas, no conocen de fronteras y no suelen estar censados ni pertenecer a ningún país. Hace unos años, Tailandia les dio la nacionalidad tailandesa en un acto solemne presidido por la reina madre, lo cual, en vista de lo que hace Myanmar con los Rohingas, parece, como menos, bastante loable. Por otro lado, su integración en el tejido social del parque, los ha convertido en atracción turística, en capitanes de los pequeños barcos de recreo, en barrenderos de los servicios del parque y vendedores de artesanías. Sus barcos, ya no aptos para vivir en ellos, permanecen anclados en la bahía donde viven, frente a las cabañas que el gobierno les ayudó a construir. Sus niños van a la escuela y tienen un sitio donde jugar en tierra firma. Esto es aquello que se supone se llama desarrollo, pero la verdad, viéndolos, y a pesar de que esto es en lo que trabajo, me quedan más dudas de las que tenía antes.





Y por cierto, esta es mi isla número 110.





Prochaine destination


A partir del 14 de enero me podéis encontrar en Kpalimé, en Togo. 



sábado, 1 de diciembre de 2018

Camboya - Indonesia - Tailandia



Me estoy yendo de Camboya, así que aprovecho para visitar algunos sitios que me quedaban por ver, como la montaña sagrada Kulen cerca de Siem Reap, que tiene varios saltos de agua  cascadas. Ratana me lleva en su coche y aprovechamos para bañarnos y echar una siesta en uno de los muchos lugares que hay para comer y pasar el día a la sombra del bosque.



Pero para despedirme de Asia, en mis vacaciones de octubre, me voy a Indonesia, a dos de los sitios más bonitos que conozco, las islas de las especias (islas Banda) y al acuario de las islas de Raja Ampat.

Molana (Molukas)

En Molana, una isla desierta con 3 cabañas que solo abre cuando se llama a los dueños antes, pasamos 2 noches para hacer tiempo para coger el barco que va a Banda Neira.

En el viaje leo un libro que recomiendo “Búscame donde nacen los dragos” de Emma Lira, que se desarrolla en Arico, Tenerife y que me traslada en el tiempo que pasé allí.

En Raja Ampat, voy de nuevo a la isla Kri, que ya conozco bastante bien, tanto por tierra como bajo el agua. Pero como todas los sitios bonitos en el mundo, en cuanto se hacen famosos empieza a llegar más y más gente y se ve a venir el deterioro a pasos agigantados. También los lugareños, empiezan a oler el negocio e incrementan el número de habitaciones y bungalós, incrementando los precios, pero sin subir la calidad. Nada que no haya pasado en cualquier otro lugar del mundo ya antes ¡! Entre los enamorados de estas islas ya se habla (secretamente) de otros lugares todavía no tan visitados, así que en mi próximo viaje me iré hacia allá.

Cabanas en Kri island

Las cabañas sobre el agua son mi lugar favorito ya que el sonido del agua es como un bálsamo para dormir.

De este viaje no hay muchas fotos ya que la reportera que me acompañó todavía no las ha seleccionado. 

Como todavía me quedan unos días de vacaciones en noviembre, decido irme a una isla, de la que oí hablar en Indonesia hace un par de años y que se encuentra en el mar de Andamán. La coincidencia hace que quien me habló de ella, Pat, un francés, también va camino de allá y quedamos para encontrarnos en Khura Buri, que es donde salen los barcos. Una vez bebidas varias cervezas de reencuentro y una de las comidas picantes tailandesas, nos vamos al día siguiente hacia Ko Surin, a unos 60 kilómetros de la costa. Este grupo de 5 islas son desde 1981 Parque Nacional y sólo abren 5 meses al año para que los turistas no las acaben de destrozar. Sólo hay unos pocos bungalós y hay una playa habilitada para tiendas de campaña, que es donde nos quedamos.



A este lugar vienen desde hace varios años locales y extranjeros, quedándose algunos los 5 meses permitidos. Son los llamados “ancianos” que gozan de un cierto status en la isla. Como yo estoy ”bajo la protección” de mi amigo Pat, enseguida paso a formar parte de este grupito. Su amigo Nat, guarda del parque, avisado de nuestra llegada, me ha preparado una tienda en la zona final de la playa, en uno de los lugares más bonitos. La tienda es suya y me la alquila a mitad de precio de lo que me cobrarían en el parque, lo que se llama un gana-gana.


Al ser un parque nacional, todo está protegido y el bosque primario, impenetrable, es de una belleza incomparable. Hay monos, los Pig tailed macaque que se pasean entre las tiendas de campaña, rapiñando cualquier comida que se dejan los turistas, incluso llegando a abrir la cremalleras de las tiendas, cuando lo que hay dentro es muy apetitoso. Los varanes, algunos de 2 m de largo, van directamente a la zona donde tiran las sobras de comida del restaurante para atiborrarse.

Macaco en su puesto de observación, listo para robar comida en cualquier descuido

Varanos a la hora de comer


Seguirá: The beach

sábado, 22 de septiembre de 2018

Últimos coletazos en Camboya


Un poco antes de lo esperado me llega el tiempo de empezar a pensar en mi próximo destino. Todo se ha acelerado un poco, un poco sin querer y otro poco queriendo y ya tengo la cabeza más palla que pacá.

Me quedan algunas cosas pendientes que hacer aquí y aprovecho para volver a sitios que me gustaron mucho, como Kratie, con su majestuoso Mekong (4880 km, el 8 más largo del mundo) que en esta época del año, cuando arrastra todo el agua que llueve desde China, pasando por Myanmar, Laos, Tailandia y Laos, llega a Camboya, donde alcanza en algunos lugares hasta 17 km de ancho, para luego irse a Vietnam a desaguar al mar.

Eso lleva que todas las tierras alrededor se inundan y los ganaderos tienen que ir a buscar pasto verde a zonas altas. Luego cruzan con el ferry en su moto, cargados hasta arriba de la cantidad diaria que necesitan y a mí se me parecen a hombres hierba



En el largo viaje en coche hasta allí, me dio tiempo a pensar cuantas veces me he ido de un sitio, alegrándome de irme, y luego echándolo a faltar. A pesar del miedo que le tengo a los motoristas locos de este país, quizás los encuentre a faltar cuando me vaya.


Por el camino, y a pesar de ir en 4x4 nos quedamos embarrancados y nos tuvieron que sacar. Por suerte no estaba lloviendo y pudimos llegar hasta las fincas que íbamos a visitar




Llegamos hasta la frontera con Vietnam, donde la gente está dejada de la mano del Mekong. Fuimos a ver plantaciones de cassava (yuca) que estaban bastante mal porque nadie les dice cómo hacer, ni nadie les provee de material sano y cuando lo plantan, ya nace enfermo (virus del mosaico de la yuca – CMV). A la siguiente semana asistí a un taller de 3 días en un hotel de lujo en Camboya donde, científicos de 4 países sudasiáticos discutieron lo que los agricultores deben hacer, sin que muchos de los asistentes no tengan ni idea ni les preocupe lo más mínimo lo que realmente pasa en el campo. Así que por esta parte sí que es que no me arrepiento de irme, aunque tampoco sé si donde voy va a ser mejor



 
Tormenta sobre el Mekong llegando a Kratie


Prochaine destination: ……

domingo, 2 de septiembre de 2018

Montando




 En mis viajes he viajado en todo tipo de medios, desde en bicicleta, moto, coche, bus, bote, barco, tren, avioneta y aviones de larga distancia. Nada que todo el mundo no conozca. Pero algunas veces, aunque haya sido para distancias muy cortas, he utilizado algunos medios algo más estrambóticos.



Subirse a uno de estos enormes animales impresiona. Te sientes totalmente a su merced y sólo te toca esperar que no haga ninguna animalada. En Laos hay varios sitios donde los elefantes, que antes trabajaban en los bosques sacando troncos de árboles, ahora llevan a turistas a dar paseos y a bañarse en los ríos, permitiendo así que sobrevivan todavía algunos centenares de estos animales en un país como Laos, donde hubo más de un millón.


En Battambang (Camboya) utilizaban un tren de bambú para sacar la cosecha de arroz de una zona que siempre estaba anegada. Como sólo hay una vía, cuando dos vagonetas se encontraban de frente, la que tenía menos peso tenía que ser desmontada para que pasara la otra y luego, una vez de nuevo sobre los raíles, podía continuar el viaje. Este trayecto lastimosamente ya no existe ya que ahora pasa un tren de verdad por esta vía y los trenecitos de bambú se han pasado a otra vía más moderna para que los turistas puedan seguirlo disfrutando, aunque ya no es tan original como el anterior recorrido.



Con mi amiga Joan me fui un fin de semana al Lake Sebú, en la época que trabajé en Mindanao, Filipinas. Nunca me había tirado en una tirolina y por suerte, como me cogían de la mano, no pasé casi nada de miedo.


Hace anos, por los 80’s, fui con mi amigo Winnie a Olmedo, en Ecuador, donde como era época de lluvias la única manera de desplazarse era a pie o en mula. El primer día que monté me dijeron que vigilara de no caerme, porque la mula se podría asustar y entonces patearme. Desde ese momento me agarré a la mula como una garrapata y conseguí no caerme.


En la isla de Cebú, en Filipinas, de pronto aparecieron un grupo de tiburones ballena en un sitio que no era turístico. Alguien del grupo de filipinos/extranjeros con el que yo salía se enteró y ahí nos fuimos. Cuando uno de esos colosos pasó a mi lado, no pude resistir la tentación, me subí a su lomo y me dejé llevar un rato. Esta vez no sentí nada de miedo.



sábado, 18 de agosto de 2018

Piratas

Llegando a Valle Gran Rey desde Vallehermoso

Y vuelvo al pasado. En 1981 me fui con mi amigo Manolo de Salamanca y con su novia Concha a Canarias. Íbamos en su furgoneta y en el barco desde Cádiz a Tenerife, Concha y yo fuimos de polizontes. Vamos con destino a La Gomera, a Vallehermoso, a vivir a una casa en la no se paga alquiler. Ahora me parece una tontería, pero en aquel momento aquello era pura aventura.

Después de un par de meses de no hacer nada, de recorrer la isla en vespa y de comer mucho arroz con leche fermentada y latas caducadas, regresamos a Tenerife. Yo me embarqué en un pesquero para ganar algo de dinero, ya que no tenía absolutamente nada. Los primeros días duermo en la playa y me levanto por la mañana con los oídos llenos de arena. Allí me hago amigo de Djarra, un senegalés que trabaja en otro barco de pesca. 
Por las noches salgo a pescar en el Lajares, un barco de una familia del pueblo de Los Abrigitos, adonde me voy a vivir con ellos cuando ya me conocen un poco más y ven que soy buena gente. Durante el día duermo y paseo por el puerto, mientras por la noche, la vida de pescador es muy dura y no tiene nada de romántico.
Con Djarra en el puerto de Los Crisitianos
Al cabo de dos meses decido volver a la península y lo hago en un velero, de sólo 8 metros de eslora, de nombre “écume de mer” en el que su dueño, un francés, y yo, tardamos un mes en llegar a Alicante, donde me bajo, con ganas de volver a tierra firme.
Cuando me subí por primera vez a aquel pequeño velero, no me imaginaba que me las tendría que ver con piratas, como en esos libros que había devorado de pequeño. Salimos del puerto de Los Cristianos, donde no se movía ni un soplo de aire, los barcos estaban quietos y ni se oía el golpear de los cables de acero contra el palo mayor. El “écume de mer” llevaba un par de días amarrado al muelle pero no me había fijado en el letrero que decía que buscaba un “equipier” para ir a Francia.

El viaje fue una mezcla de pasar miedo cuando tuvimos tormentas en alta mar, de aventura y de vivir momentos increíbles como un día sin viento con los delfines jugando con el barco. Pesqué mi primer bonito después de días de estar probando con un hilo a remolque durante días y pasé duras guardias de 3 horas por la noche, mientras el piloto automático nos llevaba al rumbo establecido.
Mi bonito, pescado frente a las costas de Madeira
Como el tiempo y el viento estaba en nuestra contra, recalamos en Madeira, donde pasamos un par de días, para luego irnos hacia Marruecos y recorrer su costa en paralelo. En ese navegar, mientras yo estaba de guardia con un frio tremendo ya que era febrero, intercambiaba ratos estando en el camarote con ratos fuera, por si había algún barco cerca. Cada 15 minutos salía a echar un vistazo y dentro me ponía a escribir. De pronto sentí algo en el estómago y como me sentía nervioso, salí antes de los 15 minutos y allí estaba, un barco pesquero unas diez veces más grande que el nuestro, con la proa de acero y viniendo a toda máquina hacia nosotros. Sólo me dio tiempo a ponerme a gritarle al francés y a coger el timón para maniobrarlo a mano. Por suerte el francés era rápido de reflejos y salió disparado del camarote y supo encarar nuestro pequeño velero al pesquero, para en el último momento, dado nuestra mayor maniobrabilidad, esquivarlo. A bordo del pesquero, a pesar de lo cerca que pasaba de nosotros no veíamos a nadie, como si fuera un barco fantasma. Pero sus luces estaban encendidas y al poco volvió a girar para dirigirse a toda máquina hacia nosotros. Repetimos la maniobra varias veces, siempre esquivándolo a él y otros dos barcos que vinieron después, cuando el ya abandonó, los que repitieron el mismo juego con nosotros. Al fin, entre nuestra vela desplegada al máximo y el motor en marcha conseguimos, yéndonos mar afuera, alejarnos poco a poco y acabar con esa pesadilla. En esas horas pensé que íbamos a morir y que no teníamos ni como defendernos. Cuando paramos en Casablanca a los dos días, comentando con gente de otros barcos, nos dijeron que esto solía ser habitual en la zona, y que, si veían que el velero no disponía de radio, como era nuestro caso, intentaban abrirte una vía de agua, lo que les daba tiempo a robarte todo lo que podían encontrar, y luego te dejaban a la deriva.


sábado, 28 de julio de 2018

HONG KONG



Después de estas últimas semanas, con fotos de viajes del pasado vuelvo al presente. Y es que, en este último viaje, sin casi darme cuenta, me he hecho mayor. No siempre he sido así. Incluso recuerdo haber sido pequeño y querer ser un ratón.



En la adolescencia no sabía qué hacer, hasta que por fin descubrí que lo que me gustaba era el campo y el viajar. A eso me he dedicado desde entonces, desde mis primeros viajes a Alemania, luego en bicicleta por  Europa y el norte de África, más tarde Tenerife, luego Nicaragua y muchos más países, hasta ahora que estoy en Camboya, y ya buscando nuevo destino. Y en eso se me ha pasado el tiempo, sin darme cuenta, viajando y dedicándome a los temas agrícolas. Para hacer de mi 60 cumpleaños algo especial me he ido a Hong Kong, por lo de viajar y seguir añadiendo otra isla y otro país a mí ya larga lista. Aquí de agricultura he visto poco, pero de ello ya tengo suficiente en Camboya.

También me fui a Hong Kong por envidia. Nunca me ha gustado que nadie me diga que ha estado en un sitio que yo no conozca. Hace poco mi sobrina Marta me contó de nuevo que había estado en Hong Kong hace algún tiempo. Ya me lo había contado y yo lo había dejado pasar, pero esta vez me lo apunté, y en cuanto me puse a pensar donde quería pasar mi cumpleaños no tuve que pensar mucho, la envidia me ayudó.



Lo que más me impresionó de la ciudad no fueron los rascacielos, sino las filipinas. Ya mi amigo Jorge me había contado que una gran parte de las asistentas de la gente de dinero de Hong Kong son mujeres filipinas. Yo pensé que sólo serían unas cuantas y el domingo me fui a pasear por la zona donde había leído que se juntan por ser su día libre. Y no eran unas cuantas, sino miles, ocupando cada rincón donde había algo de sombra. Como viven en la casa donde trabajan, en la mayoría de los casos en habitaciones minúsculas o en el cuarto de lavar, en su día libre, al no tener ningún lugar propio, se juntan en grupos y buscan espacios libres, debajo de puentes, escaleras, en los bajos de bancos, en calles peatonales, en cualquier lugar donde con unos parapetos que se hacen con cajas de cartón, les permita pasar el día hasta que puedan volver a la vivienda donde trabajan.


Se traen comida, juegan a las cartas, se peinan y pintan entre ellas para estar guapas cuando hablen por WhatsApp con sus novios y familias, luego ensayan pasos de baile en grupo frente a una pequeña tele, en fin, todo lo que se pueda hacer a lo largo de un aburrido día de domingo. En Navidades, cuando la gente de Hong Kong que están desperdigados por el mundo vuelven a su casa, con su familia, cualquier espacio se necesita en la vivienda y entonces las empleadas, las que no pueden permitirse el lujo de irse también a su país de vacaciones, tienen incluso que dormir en esos días en la calle, en sus casitas de cartón.

De Hong Kong disfrute muchas cosas, los paseos interminables por la ciudad, los viajes en tranvía y en barco, el colorido de las tiendas y sus calles. Los 3 primeros días me quedé en la habitación más pequeña en la que jamás he dormido, en un edificio que daba un poco de miedo (Chungking Mansions), pero del que había leído en un par de libros y en el que también se ha rodado una película. El edificio está lleno de pasadizos, restaurantes en los pasillos, gente vendiendo y ofreciendo toda clase de mercancías, robada o no, prostitutas subiendo y bajando a las habitaciones. En todo caso lo disfruté porque prefiero los lugares sórdidos a los de lujo. Los dos últimos días me alquilé un apartamento en la propia isla de Hong Kong, y era tan bonito que daba ganas de quedarse más tiempo. Y es que lo bonito también me gusta.  


Vi una manifestación (de amarillo) y al mismo tiempo una contramanifestación (de verde). Pero no me enteré de nada, ni de lo que decían unos ni lo que querían los otros.




A todos lo que en estos días me han felicitado, gracias, y si he sido algo parco en las respuestas, es porque me puse algo fuera de cobertura en esos días. No es que en Hong Kong no hubiera, que más bien sobraba, sino de cobertura interior. En Camboya ahora toca celebrarlo a la vuelta con los/as colegas del trabajo, tal como hice en el Wanch, un histórico de la música en vivo de la isla.


En Hong Kong los espacios son tan reducidos que incluso los árboles tienen que ingeniárselas para crecer hasta en los muros.

viernes, 13 de julio de 2018

Cabo Verde



Fui en 2003 a las islas de Cabo Verde con un reconocido experto en pájaros de Canarias, Rubén Barone, con quien el trato era que yo conducía el coche que alquilamos (él no tiene carnet ni ganas de tenerlo) y el me ensenaba los sitios que conocía, después de años de ir a las islas. De pronto en la isla de Santiago me encontré con el árbol más grande que he visto nunca, que ni cabe en la foto y que da una idea de porque les pusieron Cabo Verde a las islas.
Después seguí mi viaje solo a las islas Sao Vicente y Sao Antao, en esta última donde me perdía cada día por los increíbles senderos empedrados, con vistas que todavía guardo en mi mente. Como estaba en mi fase de que el que quiera ver sitios exóticos, que vaya y haga fotos si quiere, no levé cámara de fotos y sólo tengo estas dos de ese viaje (y que conste que Rubén llevaba una cámara con un teleobjetivo que podía distinguir a 200 metros si el pájaro era macho o hembra).



viernes, 6 de julio de 2018

Nicaragua, Nicaragüita

Febrero de 1986, taller Tonio Pflaum, Monimbó, Masaya. Colaborando como voluntario en la construcción, junto a una brigada alemana, de un taller de aprendizaje de carpintería para jóvenes del barrio de Monimbó
Desde esa época (enero 1986-junio 1988), Nicaragua siempre me ha acompañado, sea por los recuerdos que tengo de esa época, por todo lo que viví, y que siento como la mejor época de mi vida. Primero fui en busca de aventura, pensando que después de un tiempo trabajando como voluntario, me iría en bicicleta a recorrer Sudamércia. El país me enamoró y me quedé algo más de 2 años, apoyando la revolución sandinista, primero en Masaya y después en Diriamba. Ahora, 30 años después, Masaya, Diriamba y todo el país se han levantado contra Daniel Ortega, quien junto a su Frente Sandinista han perdido el norte de los orígenes de aquella revolución.



Entrevistando a la comdandante del FSLN, Leticia Herrera





sábado, 30 de junio de 2018

Serengeti

Noviembre de 2010
Empezé mi viaje alrededor del mundo en Tanzania, adonde fui a otro tipo de safari (que significa viaje en Swahilii) y acabé en un safari tradicional en el Parque Nacional del Serengeti. Después de ver toda clase de animales al final vimos esta hiena que acababa de servirse un bistec de cebra en el supermercado de la naturaleza y que paso tranquilamente caminando delante de nuestro vehículo, con su presa todavia goteando sangre

domingo, 24 de junio de 2018

MAURITANIA

Mayo de 1995. 
En un poblado al margen de la carretera de la Esperanza, donde trabajé con la ONG Mon-3 de la  Universitat de Barcelona, coincidí con estos nómadas sacando agua del pozo para abrevar sus animales y rellenar sus bidones para su consumo. Poco después continuaron su camino siguiendo los rastros invisibles del desierto. 


sábado, 16 de junio de 2018

Birmania (última)




En Rangon hay bastante más diversidad con iglesias indias, musulmanas, pagodas, edificios coloniales ingleses y gente variopinta por la calle. No hay que olvidar que tienen frontera con India, China, Bangladesh, Laos y Tailandia, y eso hace que se puedan ver todas esas facciones además de las propias etnias y otra gente que los ingleses trajeron de sus colonias. Myanmar y Birmania significan los mismo en dos de los idiomas del país, y el nombre de Birmania fue cambiado a Myanmar por los militares.

Cosechando vegetales en las aguas nauseabundas alrededor de Rangon

Mi impresión de los birmanos es que son bastante cochinos. Se pasan el día escupiendo el líquido de la nuez roja que mastican o de un color verde si se trata de unas hojas. Por todos lados hay basura y el plástico también aquí es problema que parece insalvable


La buena noticia del tráfico es que aquí los conductores respetan los semáforos y se paran (todos) cuando está en rojo. Me imagino que, si no, los militares te meten en una cajita. La mala noticia es que no respetan a los peatones y que pitan sin parar, muchas veces sin razón. En general conducen muy rápido. Cuando no hay semáforo ahí ya es otra historia, prevalece la ley del más fuerte, del más atrevido y que más insistentemente toque el claxon. Mientras me moví en bicicleta por Mandalay, me acordé de la escuela que ha significado para mi conducir en Camboya, por lo que los cruces de aquí no me dan ni frio ni calor.
En el centro de Rangun no hay bicis, ni motos, ni tuk tuk’s. Sólo algunas rikshaws para turistas y bicis de servicios de mensajería. Aquí ha ganado claramente el coche, aunque hay que decir que la mayoría son taxis (muy baratos) y un numeroso y eficiente servicio de buses que ya lo quisiera Camboya.

Venta en las estaciones de tren

También hay tren en la ciudad y cogí un que recorre toda la periferia de la ciudad, en un viaje circular que dura unas 3 horas y vale 10 céntimos de euro (y yo todavía pregunté que, si me bajaba y luego volvía a subir en el siguiente tren, si todavía valía el billete ¡!)

Alistando los productos de venta para cuando lleguen al centro

Por otro lado son muy laboriosos, y en todo sitio y a todas horas están haciendo algo. Las calles están llenas de puestos callejeros, muy baratos y siempre llenos de gente. Me pregunto de que viven los restaurantes pero parece que hay gente para todos.

La vida en la calle





Divesidad de plátanos en Chinatown
El pescador remando con la pierna