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domingo, 9 de diciembre de 2018

The beach




A los pocos días de estar en Ko Surin, me siento como en la película “The beach”, pero sin parecido con Leonardo. Me puedo imaginar perfectamente la playa secreta fuera de la vista de las rutas normales de los barcos, la comunidad de extranjeros viviendo en ella, los militares corruptos cultivando marihuana, las noches de luna llena ….
A pesar de que tengo la sensación de que he llegado aquí 20 años tarde, disfruto del manglar enfrente de mi playa, del bosque primario impenetrable, con los monos aullando y los lémures voladores, además de varias especies de pájaros que mi amigo Fran reconocería enseguida.



En el agua, menos espectacular en cuanto a peces que Raja Ampat, hay corales y formaciones rocosas muy bonitas. Un día me decido a dar la vuelta nadando a una punta donde adivino que debe haber peces grandes, bordeando la parte que lleva a Mai Ngam Bay. El esfuerzo y las 2 horas nadando valen la pena porque justo en la zona de mayores corrientes me encuentro con un tiburón black tip y una manta águila, que se cruzan en su camino de venir a ver quién es el impostor que hace tanto ruido con sus aletas. No me considero ni valiente ni cobarde, sino ambas cosas a la vez, y sé que necesito cierta dosis de adrenalina para disfrutar, sobre todo en el mar, ya que normalmente la recompensa en forma de peces no suele fallar. A la vuelta, me espera preocupado Pat, que no pudo venir conmigo por un fuerte resfriado que tiene y me dice que, si yo hubiera tardado algo más en regresar, hubiera ido a buscarme en barco.



Una de las noches llueve flojito pero continuadamente y las tiendas de campaña, más preparadas para el buen tiempo que para la lluvia, presentan varias goteras que se traduce en buena parte de la ropa mojada. A media mañana, el inglés (Albert, también de los ancianos), Pat y yo decidimos que hay que aprovechar el sol que ha salido y decidimos montar un tendedero en la playa, estilo gitano de la mar, que causa la admiración de los pocos turistas que hay y algunos le sacan fotos. A media tarde viene el jefe de los guardas del parque a pedirnos que quitemos el tendedero ya que no quiere que salga una foto de ello en alguna publicación. Y es que en los prospectos del Parque Nacional se presenta la playa donde estamos como ”virgen” y “untouched” y pensamos que obviamente nuestros calzoncillos al sol pueden dar una imagen errónea de la virginidad de la playa, así que le hacemos caso y metemos nuestra ropa que de todas formas ya estaba seca en la tienda y destruimos el tendedero.


Originariamente en estas islas vivían los Mokan, conocidos al igual que otros grupos en otros países del sudeste asiático, como los “nómadas de la mar”. En realidad, viven en sus barcos y sólo van a tierra para comerciar su pescado o aprovisionarse. Al igual que los nómadas, no conocen de fronteras y no suelen estar censados ni pertenecer a ningún país. Hace unos años, Tailandia les dio la nacionalidad tailandesa en un acto solemne presidido por la reina madre, lo cual, en vista de lo que hace Myanmar con los Rohingas, parece, como menos, bastante loable. Por otro lado, su integración en el tejido social del parque, los ha convertido en atracción turística, en capitanes de los pequeños barcos de recreo, en barrenderos de los servicios del parque y vendedores de artesanías. Sus barcos, ya no aptos para vivir en ellos, permanecen anclados en la bahía donde viven, frente a las cabañas que el gobierno les ayudó a construir. Sus niños van a la escuela y tienen un sitio donde jugar en tierra firma. Esto es aquello que se supone se llama desarrollo, pero la verdad, viéndolos, y a pesar de que esto es en lo que trabajo, me quedan más dudas de las que tenía antes.





Y por cierto, esta es mi isla número 110.





Prochaine destination


A partir del 14 de enero me podéis encontrar en Kpalimé, en Togo. 



sábado, 1 de diciembre de 2018

Camboya - Indonesia - Tailandia



Me estoy yendo de Camboya, así que aprovecho para visitar algunos sitios que me quedaban por ver, como la montaña sagrada Kulen cerca de Siem Reap, que tiene varios saltos de agua  cascadas. Ratana me lleva en su coche y aprovechamos para bañarnos y echar una siesta en uno de los muchos lugares que hay para comer y pasar el día a la sombra del bosque.



Pero para despedirme de Asia, en mis vacaciones de octubre, me voy a Indonesia, a dos de los sitios más bonitos que conozco, las islas de las especias (islas Banda) y al acuario de las islas de Raja Ampat.

Molana (Molukas)

En Molana, una isla desierta con 3 cabañas que solo abre cuando se llama a los dueños antes, pasamos 2 noches para hacer tiempo para coger el barco que va a Banda Neira.

En el viaje leo un libro que recomiendo “Búscame donde nacen los dragos” de Emma Lira, que se desarrolla en Arico, Tenerife y que me traslada en el tiempo que pasé allí.

En Raja Ampat, voy de nuevo a la isla Kri, que ya conozco bastante bien, tanto por tierra como bajo el agua. Pero como todas los sitios bonitos en el mundo, en cuanto se hacen famosos empieza a llegar más y más gente y se ve a venir el deterioro a pasos agigantados. También los lugareños, empiezan a oler el negocio e incrementan el número de habitaciones y bungalós, incrementando los precios, pero sin subir la calidad. Nada que no haya pasado en cualquier otro lugar del mundo ya antes ¡! Entre los enamorados de estas islas ya se habla (secretamente) de otros lugares todavía no tan visitados, así que en mi próximo viaje me iré hacia allá.

Cabanas en Kri island

Las cabañas sobre el agua son mi lugar favorito ya que el sonido del agua es como un bálsamo para dormir.

De este viaje no hay muchas fotos ya que la reportera que me acompañó todavía no las ha seleccionado. 

Como todavía me quedan unos días de vacaciones en noviembre, decido irme a una isla, de la que oí hablar en Indonesia hace un par de años y que se encuentra en el mar de Andamán. La coincidencia hace que quien me habló de ella, Pat, un francés, también va camino de allá y quedamos para encontrarnos en Khura Buri, que es donde salen los barcos. Una vez bebidas varias cervezas de reencuentro y una de las comidas picantes tailandesas, nos vamos al día siguiente hacia Ko Surin, a unos 60 kilómetros de la costa. Este grupo de 5 islas son desde 1981 Parque Nacional y sólo abren 5 meses al año para que los turistas no las acaben de destrozar. Sólo hay unos pocos bungalós y hay una playa habilitada para tiendas de campaña, que es donde nos quedamos.



A este lugar vienen desde hace varios años locales y extranjeros, quedándose algunos los 5 meses permitidos. Son los llamados “ancianos” que gozan de un cierto status en la isla. Como yo estoy ”bajo la protección” de mi amigo Pat, enseguida paso a formar parte de este grupito. Su amigo Nat, guarda del parque, avisado de nuestra llegada, me ha preparado una tienda en la zona final de la playa, en uno de los lugares más bonitos. La tienda es suya y me la alquila a mitad de precio de lo que me cobrarían en el parque, lo que se llama un gana-gana.


Al ser un parque nacional, todo está protegido y el bosque primario, impenetrable, es de una belleza incomparable. Hay monos, los Pig tailed macaque que se pasean entre las tiendas de campaña, rapiñando cualquier comida que se dejan los turistas, incluso llegando a abrir la cremalleras de las tiendas, cuando lo que hay dentro es muy apetitoso. Los varanes, algunos de 2 m de largo, van directamente a la zona donde tiran las sobras de comida del restaurante para atiborrarse.

Macaco en su puesto de observación, listo para robar comida en cualquier descuido

Varanos a la hora de comer


Seguirá: The beach