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domingo, 27 de enero de 2019

Camino de Togo

Tiburón de punta negra -black tip- en Kri, Raja Ampat


Desde ya sé que lo que más encontrare a faltar en Togo son las aguas cristalinas de Indonesia y sus tiburones. Pero no se puede tener todo en la vida, así que a partir de ahora tocará ver lo bueno de este país. De Camboya me fui sin pena ni gloria, con una maleta que sólo pesó 24 kilogramos. Incluso a mí me extrañó que fuera capaz de poner algo más de 2 años de mi vida en una sola maleta.

Mi vida desperdigada en la cama, poco antes de hacer la maleta en Camboya
Después de pasar unos días por la península, me encuentro en Canarias con que me han retrasado el viaje a Togo 1 semana, así que tengo la maleta hecha y no sé qué hacer, después de haberme despedido de casi todos mis amigos.
Intento prepararme para mi nuevo destino, pensando en lo que dejo atrás y en lo que me espera. Togo no tiene islas ni las hay en países cercanos, las que más son Sao Tome y Príncipe, a unos 1000 km, y ya están en mi agenda.
Cuando llego al aeropuerto de Togo, el policía que me sella el pasaporte me dice que si no le he traído ningún regalo. Después de hacérselo repetir tres veces, haciendo ver que no lo entiendo (lo que nunca falla) le digo que se me olvidó, pero que la próxima vez sin falta. Me pone el sello y casi nos abrazamos, pero el cristal que hay de por medio nos lo impide.
Pasados los trámites, mis maletas ya están rodando en la cinta y esta vez he venido con 40 kilogramos, incluido equipaje de mano y ordenador, por lo que me alegro de ver al chófer de mi organización esperándome.
Nada más llegar el lunes a la oficina ya me ponen a trabajar ya que están haciendo la planificación del año. Tengo un chófer asignado que me viene a buscar cada mañana al hotel y me devuelve por la tarde.
A pesar de las bromas que hice con mis amigos de que en Togo sería un blanco perfecto, tengo que decir que la gente pasa de uno, casi no te dicen nada, si acaso algún vendedor callejero que se pone un poco pesado mientras las moto-taxis te pitan igual que si fueras un negro más.

En Togo es difícil hacer fotos ya que hay que vigilar que no haya policías, ni soldados ni edificios estratégicos (que es un edificio estratégico ¿?) antes de hacerla.

Un Banco togolés, el contraste entre el lujo y la miseria de las calles adyacentes
Cuando te has asegurado de todo ello, lo que querías fotografiar ya no está o ha cambiado hasta la posición del sol. Además, algunas cosas que me llaman la atención tienen que ver con las miserias de la raza humana y casi siempre me da vergüenza acercarme a hacerles una foto.
Tengo como compañera de trabajo a Silvia, que vive en Lomé con su pareja que trabaja en la AECID. De momento es la que más me ha ayudado en los primeros días de orientarme aquí y ya nos llaman la mafia española porque siempre estamos hablando en castellano. Algunos africanos del equipo, animados por las telenovelas de Latinoamérica que ven (sobre todo narcos) y de las que aprenden algunos vocablos como vete a la chingada y peores, ya nos saludan en español y hacen sus pinitos en nuestro idioma.
La oficina está en la que se llama Avenida de los nim, lo que enseguida he tomado como una premonición. Los nim están por doquier, me han dicho que se utiliza mucho como insecticida en fincas ecológicas y mucha gente se pone en la ciudad a vender cualquier cosa bajo su sombra.
Los viernes acabo de trabajar a la 1, lo que me gusta ya que me permite tener un fin de semana semi largo. Así que por la tarde la dedico a caminar por la ciudad y recorrer parte de la playa. Es increíble la cantidad de gente joven que esta ociosa, sin hacer nada. Son los futuros inmigrantes que irán a saltar la valla o que se lanzarán en una barca a quien sabe dónde.
El sábado por la mañana me dedico a turistear y lo primero que hago es irme la mercado de los fetiches. No compro nada pero aprendo algunas cosas y volveré cuando sepa exactamente lo que quiero de todo lo que me han ofrecido.

Diversos fetiches, tan diferentes que no supe por cual decidirme
Ya por la noche, hay una actuación de un grupo africano en el Instituto francés. Para acceder al recinto hay que pasar por un detector de metales, como si fueras a tomar un avión, y eso que llega la crema de la sociedad de Lomé, entre diplomáticos de diferentes embajadas hasta la élite togolesa. Lo mejor ha sido que he podido conocer a casi toda la comunidad española que vive aquí, muy reducida por cierto, y parte de la extranjera, mayoritariamente franceses. La música recordaba a sones cubanos y no nos poníamos de acuerdo en que sentido había sido la influencia.

Orchestre Sassamasso

Acabamos la noche en un bar de la playa que me recuerda al Castaway de Timor Leste.


El domingo por la mañana me doy el lujo de irme al hotel Sarakawa donde por el módico precio de 9 euros puedes disfrutar de su piscina olímpica, enfrente del mar, donde vuelvo a retomar la natación. Tanto por el precio como porque no estaré a menudo en Lomé, intentaré disfrutar este lujo aunque sea a cuentagotas.

Mercados artesanales coloridos en Lome

Y colorín colorado, esta mi primera semana se ha acabado