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domingo, 23 de junio de 2019

Mas que nada fotos


Los domingos casi todo el mundo va la iglesia. Unos cantan, otros bailan y algunos van en procesión, como este grupo colorido en Kuma Konda.


En un pueblo de la zona de Badou me encontré este almacén de cacao biológico, que también sirve para prevenir del Sida.


En otro pueblo me reuní con los miembros de una cooperativa que producen cacao biológico. En todo caso nos lo pasamos bien.


Me fui al lago de Togo, para de ahí ir a Togoville. Me llevo este barquero empujando la barca con un palo. Acostumbrado a los motores de Camboya, aunque el viaje tardo bastante bajo un sol inclemente, agradecí el silencio.


También los niños van y vienen en sus botes, cerca de las trampas para peces que hay en el lago.


Mi guía me obligo a hacerme una foto en un monumento que no se ni lo que significa. Cuando quiso que entrara en la iglesia me negué rotundamente.


En realidad, en este viaje lo que quería ver era la casa de los esclavos de Agbodrafo, una casa colonial donde “almacenaban” hasta 100 esclavos hasta el momento de ser embarcados.


Los esclavos estaban en el sótano al que se accedía por una trampilla. La altura de que disponían era de unos 80 centímetros, en una atmósfera asfixiante, siendo imposible estar de pie. Yo baje y puedo asegurar que el lugar no es apto para claustrofóbicos ni tampoco para los que no lo son.


Una comida típica aquí es el fufu, que se come con los dedos. Se trata de una pasta que hacen con igname hervido, de los que los togoleses pueden comer cantidades ingentes. En realidad (para mi) no sabe a nada, por lo que se la añaden salsas y carne o pescado. El fufu en realidad es para llenar el estomago y matar el hambre.


Hablando de comida, en medio de la ciudad de Lomé, en uno de los lugares mas céntricos, no tienen problemas en destazar uno o varios cerdos, que desaparece en un plis plas.


Una reliquia de le época colonial es lo que queda del muelle, que en un primer momento fue construido por los alemanes en madera entre octubre de 1899 y enero de 1900. En abril de este mismo año, fue destruido por el fuerte oleaje, lo que me recuerda al médico de Kpalimé (ver blog de 21 febrero 2019). Esto no les hizo gracia a los alemanes y empezaron enseguida a construir otro muelle, esta vez de hierro (lo que me recuerda la historia de los 3 cerditos) de 304 metros de largo, que costo ya en esa época 800.000 marcos (400 000 euros) y que inauguraron en 1904. En 1908 lo alargaron otros 50 metros y en 1911 otra tormenta arranco 180 metros en la parte media, dejándolo inservible. Enseguida se pusieron a construir uno nuevo que iba paralelo al primero y que inauguraron en diciembre de 1912. Este muelle permitía que los pasajeros y mercancía que venían en barco desembarcaran por él, evitando la llegada en botes de remos hasta la playa, lo que había provocado muchas muertes por ahogamiento al volcar estas. Se restauro en 1928 y fue utilizado hasta 1968, cuando se termino de construir el puerto de aguas profundas, tras lo cual, se deterioro y ya hoy solo quedan unos pocos metros a la vista.


Vista de lo que queda del muelle desde mi hotel habitual en Lomé, con los barcos fondeados al fondo.


En esta misma playa enfrente de mi hotel, a veces hay partidos de fútbol, con arbitro y todo, que siempre acaban igual: todo el mundo peleándose con todos, publico incluido, debido a cualquier decisión del árbitro que nuca contenta a una de las partes. Al cabo de un rato, aburrido, acabo yéndome.

Agbodrafo


Cerca de mi hotel hay varios pasos de peatones que siempre me dan que pensar.