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martes, 10 de diciembre de 2019

Costa de Marfil

Mural en Abijan

Tuve que ir a Costa de Marfil por trabajo y por primera vez he viajado a otro país sin prepararme el viaje. Ya en el aeropuerto de Abijan, después de varios recordatorios de la obligatoriedad de traer el visado y de amenazarme con devolverme a Togo con el mismo avión, yo creo que gracias a que llevaba el pasaporte de servicio alemán y a mi simpatía natural, me dieron un papel para que al día siguiente fuera a buscar el pasaporte a la central de la policía. Una vez allí y cuando vieron que no traía la foto que siempre hay que llevar para estas ocasiones y seguramente pensando que era tonto, me entregaron el pasaporte y sin pagar visa ni nada me pude ir. Final feliz con algunos sudores¡!



Yo ya estuve en Costa de Marfil en 1996, esa vez con visado y ahora, de nuevo en Abijan, la capital económica de Costa de Marfil, 23 años después no reconozco nada. El tráfico se ha convertido en un problema, los altos edificios están por todas partes, están construyendo un bulevar al lado del mar impresionante y los coches grandes y de lujo están por doquier. En las jornadas a las que asisto hay prevista una salida a visitar una cooperativa y un productor de cacao. Una vez salimos del lujoso centro de Abijan, empiezan a aparecer las barriadas de techos de zinc y una vez llegamos a la zona rural, ya nada se diferencia de la Togo rural, con la misma pobreza y calles sin asfaltar.



La primera vez que estuve en Costa de Marfil me llamo la atención la cantidad de camiones cargados con enormes troncos que circulaban por la carretera. A pesar de que este país ya es considerado como prácticamente deforestado, quedando solo los reductos de áreas protegidas y los bosques sagrados, todavía pude ver en un rato varios camiones cargados de troncos, lo que indica que la tala sigue.   



En Togo el calor ha venido igual que se fue, si es que se fue alguna vez, unido a cortas lluvias, que refrescan para luego apretar de verdad. Y así sera hasta mayo. En mi casa de Kpalime me siento a comer y a veces me olvido de poner el ventilador. Al poco rato el sudor corre desbocado y sus cosquillas en la espalda me recuerdan el olvido.

Kosi, un artista que hace los batiks que mas me gustan, me dice que antes de que llegue el Harmattan, el viento que viene del desierto, viene una lluvia fuerte que es la ultima de la temporada. Kosi me cae bien, y lo voy a ver cuándo subo a Kuma Konda, aunque no le compre nada. Pero esta vez no me pude resistir y le encargué otro pescado ya que el primero lo escogió una amiga, así que no me queda mas remedio que comprar otro. Me dijo que nunca hace ninguna obra igual, lo que también me parece bien.



A menudo pienso en que significó para este país tantos años de esclavitud, llevando a tanta gente esclavizada a trabajar a América. Sobre la reparación de este crimen contra la Humanidad de la esclavitud y que los países occidentales se niegan a debatir leo esta frase en “El planeta futuro” de El País en noviembre “El crimen de la esclavitud es irreparable; la reparación, aunque sea imposible, sigue siendo un derecho, dicho por la ex ministra de Justicia de Francia.

Estoy leyendo Afrikanische Totenklage: Der Ausverkauf des schwarzen Kontinents, algo así como “la venta del continente negro” de Peter Scholl-Latour, otro libro denso y lleno de datos que muestran cuales son las razones que han llevado a este continente a seguir en este nivel de subdesarrollo, analizando desde mediados del siglo pasado hasta principios del actual.

En mi vuelo a España se veia el Niger en Mali, surcando las dunas del desierto

Y para saber mas del cacao bio en Togo:




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