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viernes, 13 de noviembre de 2020

Viajes sin mascarilla: Anécdotas en la Nicaragua sandinista

Típico puesto de tortillas de maíz en Centramérica

Nada más llegar la primera vez a Nicaragua, en Masaya, al par de días, empecé a sentirme algo mal. El calor pegajoso, los olores tan fuertes en la calle, todo me hacía sentir mal y me daba náuseas. Sobre todo, el olor que se desprendía de un quiosco de un mejicano que hacía tortillas de maíz, y que me repelían al pasar por delante lo que me ha durado hasta hoy, y que igual que esas borracheras de la adolescencia, ha tenido el efecto de que no he vuelto a comer nunca más tortilla de maíz, ni en Nicaragua ni en ningún otro lugar.

Catedral de San José

Habíamos decidido que la acción que nos iba a dar más visibilidad ante el secuestro de nuestros compañeros por la Contra, era encadenarnos a la Catedral de San José (el grupo que los había secuestrado pertenecía al comando que tenía sus bases en Costa Rica). Para ello había que comprar las cadenas y los candados. El grupo de apoyo en Managua me dio dinero para comprar los materiales, unos 200 US dólares, que en esa época todo era muy barato. La estancia y el hotel nos lo pagábamos cada uno, que ser revolucionario también conlleva (ba) ser honesto. Yo nunca me había encadenado a ninguna parte ni sabia como llevar a cabo acciones subversivas secretas. Habíamos quedado en alojarnos en hoteles diferentes para que nadie nos relacionase ya que sí parecía que estaban sobre aviso las autoridades costarricenses de que se iba a producir alguna acción (no dejaban pasar alemanes en las fronteras terrestres). Como tampoco me habían dado ningún manual de cómo actuar cuando uno va a encadenarse decidí ir a comprar las cadenas en ferreterías diferentes, en cada una 3 o 4 metros y les pedía factura, para luego pasar cuentas con nuestro grupo de apoyo cuando volviéramos. Cuando en la primera ferretería me preguntaron qué a que nombre ponían la factura, empecé a balbucear mientras mi cerebro trabajaba a toda máquina, ya que yo no quería dar mi nombre verdadero así que en ese momento se me ocurrió decir que, a nombre de Alberto Martínez, lo que era fácil de recordar ya que se parece un poco a mi nombre. Y así lo hice en las siguientes ferreterías, quedando por las noches para entregar las cadenas y su respectivo candado a los compañeros mientras esperábamos el momento más propicio de actuar.

Estuvimos unas 2 horas encadenados a las columnas de la catedral con nuestros carteles denunciando el secuestro y las actividades de la Contra, mientras llegaban “ticos” que en vez de interesarse por nuestra acción nos insultaban. Cuando vino la policía, sentimos cierto alivio porque la gente estaba cada vez más agresiva contra nosotros. La policía nos preguntó que quien tenía las llaves de los candados y le dijimos que las habíamos tirado. El más avispado de los polis metió la mano en el bolsillo del primero de los encadenados (que no era yo) y sacó las llaves que entraron perfectamente en la primera cerradura, así que no hubo que cortar ninguna de las cadenas. Ahí ya tuvieron que darse cuenta que éramos aprendices.

No hay que olvidar que los gobiernos europeos fueron cómplices de lo que pasaba en Nicaragua

Nos llevaron detenidos y nos encerraron en una especie de cuartos individuales, no sin antes cachearnos y quitarnos todo lo que llevábamos encima, incluidos dinero y papeles. Cuando me tocó el turno, dos rambos, uno negro y otro blanco, me llevaron al despacho de un comisario que empezó a interrogarme. Sus ayudantes le dieron todas mis pertenencias y después de estudiar mi pasaporte vio que yo estaba ilegal en el país, ya que como yo todavía no estaba muy ducho en viajar, en la frontera, con los nervios, me monté en el primer bus que iba a la capital y se me olvidó sellar la entrada al país. Pero lo peor vino cuando de pronto, después de revisar mis papeles y consultar otros, ¡me pregunta quien es Alberto Martínez! En ese momento, agaché la cabeza y con un hilo de voz, le dije: soy yo. ¿Como que usted? me respondió y volvió a mirar el pasaporte, para cerciorarse. Cuando me volvió a mirar, interrogándome con los ojos, bajando todavía más el hilo de voz si cabe, le dije: bueno, en estas cosas, uno nunca da su nombre verdadero, ¿no? Me miró, después a sus ayudantes, y con lo que me pareció un cierto tono de desprecio les dijo: ¡llévenselo! Un par de compañeros periodistas mientras tanto llamaban a las embajadas de nuestros países y daban nuestros nombres, lo que ayudó a que, al día siguiente, después de una noche algo desagradable en algo parecido a una mazmorra, sin cargos, nos deportaran a Costa Rica.

Con Leticia Herrera y Ronald Paredes

En mi trabajo con las brigadas alemanas que venían a ayudar a Nicaragua, hicimos una entrevista a Leticia Herrera, cuando era jefa de los Comité de Defensa Sandinista en 1986, y quien fue una de las primeras mujeres en ser comandantes del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) de Nicaragua contra el gobierno dictatorial de Anastasio Somoza entre 1974-1979.

En 1974, fue una de las líderes del "Operativo Diciembre Victorioso", en un asalto a la residencia de José María Castillo Quant, en la capital Managua, donde se tomaron de rehenes a altos funcionarios del gobierno somocista a cambio de la liberación de los presos políticos del FSLN que tenía el gobierno.

Entrevista en el periódico Barricada (ya desaparecido) sobre las donaciones que la ONG con la que trabajaba había hecho en Diriamba.

 


 Fotos: Con amigas de Diriamba en la playa;  Visitando el ingenio azucarero de Malacatoya con enormes pivotes de riego; Tortugas recién pescadas por los lugareños para hacer sopa en Corn Island; Mis compañeros de trabajo me regalaron unas mecedoras en mi cumpleaños

 

martes, 3 de noviembre de 2020

Nicaragua sandinista

 

    Con amigos en la urbanización Casablanca, en el Poris de Abona, Tenerife

Corre 1985 y vuelvo a trabajar en Tenerife en el mismo barco de pesca de la otra vez. Ventajas de ya ser conocido. Pero no es lo mío, es un trabajo muy rudo con gente más ruda aún y así, después de un tiempo, consigo trabajar en una oficina de una urbanización donde viven en su mayoría alemanes. De allí, me voy a La Gomera donde paso unos meses en Valle Gran Rey viviendo y trabajando también con un alemán. Sigo sin hacer fotos. ¿Para qué?

Mis amigos del Finkhof me escriben de que van a ir a Nicaragua, a Masaya, a trabajar en la construcción de un taller de carpintería, donde se enseñará a los jóvenes revolucionarios a formarse un futuro. Nicaragua estaba en uno de los momentos más difíciles de la Revolución Sandinista y había que ir a ayudar. O eso nos parecía a nosotros. Así que no me lo pensé y en enero me fui con Sonia e Irene a la aventura nicaragüense.

Mi primera idea era estar trabajando como voluntario en la construcción del taller durante unos 3 meses y luego comprarme una bicicleta e irme hasta el sur de Chile. Pero poco a poco, el país me fue enamorando, pasaron los 3 meses y Chile y la bicicleta quedaban cada vez más lejos.

La brigada construyendo el taller de carpintería “Tonio Pflaum” (nombre de un brigadista muerto por la contra), en Monimbó, Masaya

Una cosa trajo la otra y me ofrecieron trabajar para una ONG alemana y decidí quedarme. En mayo la contra secuestró a un grupo de alemanes con la finalidad de que los gobiernos europeos no siguieran permitiendo que jóvenes brigadistas fueran a trabajar con la población nicaragüense. En las reuniones que se hicieron entre los alemanes, a los que yo asistía por trabajar con ellos, se decidió asaltar la embajada de Alemania en Managua, a lo que me apunté. Durante 3 días estuvimos un grupo de unos 70 brigadistas encerrados en la embajada, y entre otras cosas, se pudo acceder a todos los intercambios de informaciones entre las embajadas de los países europeos y ver su doble cara, entre lo que decían a la prensa y lo que acordaban entre ellos.

Titular del periódico de La Prensa del 20 de mayo de 1986 con el fin de la ocupación de la embajada alemana

En una acción interna secreta se decidió que un grupo de extranjeros no alemanes fuéramos a Costa Rica para dar a conocer lo que hacia la Contra ya que además se suponía que irían a liberar a los brigadistas secuestrados en ese país y utilizarían ese hecho para hacer propaganda. Fuimos 2 vascos, 3 alemanes con pasaportes de otros países y yo. Después de estar unos días en la capital San José, se decidió que nos encadenáramos a las columnas de la catedral. Yo me encargué de la intendencia, o sea de comprar las cadenas y candados. Nuestra sorpresa fue ver que a la gente de Costa Rica les ofendía que hiciéramos una acción en la catedral, mancillando sus símbolos religiosos, mientras la guerra sucia en Nicaragua les importaba un pimiento. La gente se iba volviendo más agresiva contra nosotros y por ello nos alegramos cuando llego la policía y nos detuvo. Después de interrogarnos de forma individual, nos llevaron a la cárcel y nos metieron a todos juntos en unos calabozos, en los sótanos de una estación de policía, donde curiosamente en las paredes había inscripciones de la contra. Es la única vez que he estado y he dormido en la cárcel y una vez más, no me pareció una experiencia para repetir. Al día siguiente dos policías, tras quitarnos todo lo de valor que teníamos, nos metieron al bus que iba a Nicaragua y nos deportaron a ese país, devolviéndonos nuestros pasaportes en la frontera.

Compartiendo habitación con Jürgen, en un cuartucho del mercado viejo de Diriamba

Durante algo más de 2 años trabaje en Nicaragua, primero en Masaya y después en Diriamba, donde mas tarde vino Tere. Compartíamos con otros alemanes unos habitáculos bastante simples que nos habían dejado en lo que anteriormente fue el mercado y que poco a poco fuimos adecentando. De la guerra solo veíamos los muertos cuando llegaban para las “velas” de las familias. Solo alguna vez, cuando estuvimos en Juigalpa o en Somoto, hubo cerca combates con la contra. Por lo demás, la vida dentro de ese contexto de Revolución y de guerra, era más o menos normal, pero con la falta de muchas cosas que no había y con una cartilla de racionamiento que nos daba derecho a arroz, aceite y un par de cosas mas cada 15 días. Todo y así, éramos unos privilegiados respecto a la población nicaragüense.

En el sentido del reloj: 1. inauguración del parque infantil financiado por una ONG alemana en Diriamba, 2. Reunión para organizar la estancia de unos brigadistas, 3. Navegando por el Lago de Granada 4. Habitación todavía precaria, pero con color.

En junio de 1988, después de 2 años y medio y decidir con Tere que queríamos volver a España, aunque ella más que yo, nos despedimos de esta Nicaragua de la que nos habíamos enamorado.

A lo largo de los años he vuelto muchas veces, a veces a trabajar, a veces a estar con mis amigos, a veces como dicen allí “a pasear”. Me gusta recordar todos esos momentos y me reafirma en mi idea de que, probablemente, ya no volveré, y así poder quedarme con esos recuerdos como si fueran un cuadro más colgado en mi habitación.

Hablando com mi chocoito en el patio de nuestra casa. Uno de nuestros primeros viajes a Corn Island con la pista todavía de tierra.

En las playas del Pacifico de Nicaragua con Tere