Parque Madidi desde el río Beni
Me he decidido ir a la selva con un operador que se llama Mashaquipe (www.mashaquipe.com), en un tour combinado de 5 días y 4 noches de los que se pasan 3 noches en la selva (en el parque nacional Madidi, uno de los de mayor biodiversidad de Bolivia) y 1 noche en Pampas de Yocuma, una zona de pantanal, pero que mantiene una franja de bosque en los bordes del río, y donde es más fácil ver los animales silvestres que en la selva.
No es fácil encontrar un operador que coja a gente individual, pero esta vez estuve de suerte. Nos juntamos un coreano, un alemán y una inglesa (no es un chiste) llegando cada uno por separado y con los que me tocó convivir esos días, lo cual resultó una experiencia normal, sin grandes amistades, pero tampoco sin contratiempos. El guía boliviano también hablaba inglés así que ese fue el idioma que utilizamos esos días, lo cual siempre va bien para seguirlo practicando.
En la selva los animales no
se ven, se intuyen y a veces se oyen. Los monos aulladores se hacen oír sobre
todo por la mañana, a los monos araña o los monos capuchinos se les oye saltando
de una rama a la otra, huyendo de los humanos y a los pájaros, con sonidos
mucho más estridentes de lo que su tamaño parece indicar. Y si ha llovido hace
poco y uno se fija, entonces las pisadas te indican quien pasó por ahí.
Luego están los animales que no se oyen, como alguna culebra o esta tarántula que sale por la noche de su nido a cazar insectos.
En el bosque impresionan los
árboles, algunos enormes, centenarios y de alto valor como madera, como el
almendrillo, el cedro y otros muchos cuyo nombre he olvidado. Hay muchas
plantas medicinales, que nuestro guía Domingo, nos iba mostrando y contando sus
propiedades, plantas cuya corteza sabe a ajo, otra que sirve como anestésico
como pudimos comprobar al morderla y así un sinfín de otras plantas que
constituyen la farmacopea de los indígenas.
De la selva me traigo un pequeño resfriado por el frío que hizo por las noches y unas cuantas picaduras, cuyos efectos de ambos me duran varios días.
También hay otros animales
silenciosos como son las hormigas, que están por todas partes, por millones,
como las cortadoras de hojas, que puede limpiar un árbol enorme en una noche o
como las hormigas guerreras, de las que los indígenas usan sus potentes
mandíbulas como si fueran grapas para cerrar pequeñas heridas.
Todos los días hacemos seis horas de caminata por la selva, buscando los animales o sus señales, en el suelo, en los árboles o en los sonidos. Una noche nos quedamos a dormir en un campamento a 3 horas de marcha del lodge principal (¡en la página web se puede ver que es bastante lujoso, y es que la selva ya no es lo que era!) donde a pesar de ser algo rústico todo estaba muy bien organizado.
Los monos son muy esquivos y cuando los oyes es que ya se están alejando, pero estos dos monos capuchinos, que primero pensé que los pude fotografiar porque eran una madre con su cría, luego al ver la foto, me pareció que si los pude captar fue porque estaban entretenidos y prefirieron eso a seguir huyendo.
En otra de las caminatas vamos a un mirador donde se pueden ver los guacamayos rojos y azules que tienen sus nidos en el acantilado y que vuelan en pareja o en bandadas sin cesar, con unas vistas magníficas del bosque.
Después toca descender hasta el río donde nos vienen a buscar una pequeña embarcación a motor.
Aparte de todo lo que vi, una cosa que disfruté fue que no había señal de internet ni de teléfono. Durante 3 días estuvimos desconectados del mundo sin saber si Trump había hecho alguna nueva animalada, si los políticos españoles seguían insultándose sin parar, y perdiéndote lo bueno y lo malo que pasa cada día. En esos días te das cuenta de lo banal de muchas de esas noticias, de que el mundo sigue girando sin ti y de tu enorme dependencia del teléfono. A pesar de los propósitos de reducir su uso después de esos días, en cuanto tienes señal y te entran mensajes, vuelves a caer en la vieja dinámica y habrá que buscar algún método como el de Ed Sheeran para reducir esa drogodependencia.
El último día en la selva volvemos a Rurre y de ahí salimos en coche hacia el otro lodge en las Pampas de Yocuma. Por la carretera, recién asfaltada y a pesar de las señales de limitación de velocidad, los coches y camiones van a toda leche y
encontramos los primeros
animales, todos muertos, capibaras, zorros, serpientes, atropellados, siendo los
buitres los primeros en descubrirlos y eliminar sus restos en cuestión de pocas
horas. Por lo menos vemos alguno vivo como el oso perezoso colgado de su árbol
preferido.
En esta zona de Pampas no se hacen caminatas ya que en esta época del año todo está anegado de agua. En los arenales de las grandes superficies de agua podemos ver bastantes caimanes yacaré y caimanes negros, que son bastante más grandes.
Aunque los monos siguen siendo esquivos, los de esta especie (Somiris sciurus) parece que no nos tienen miedo.
Uno de los platos fuertes de la excursión es poder nada con los delfines rosados que abundan en esta área protegida, lo que puedes hacer tranquilamente porque al parecer se encargan de ahuyentar a los caimanes para proteger a sus crías.
Ya de regreso en Rurre, me empeño en viajar en coche compartido hacia la ciudad de Trinidad, a algo más de 300 km, para lo que se tarda poco más de 6 horas, sin contar las casi 2 horas que tuve que esperar hasta que el coche se llenó y pudimos salir.
El conductor era como una
efigie indígena, impertérrito, agarrado al volante y mirando hacia el frente
todo el rato, sin hablar. Pero el trayecto valió la pena por los paisajes que
se podían ver.
Ir a Trinidad no salió como yo esperaba, porque no era tan bonito como me había imaginado y porque no pude hacer ninguna excursión por la falta de gasolina. Pero me vino bien descansar y no hacer gran cosa nada durante un par de días, para recuperarme del resfriado que me ha dejado algo flojo y para lo que tomé un antibiótico. Todo y así aproveché para ir al museo ictícola de Trinidad, donde uno se asombra del tamaño de algunos ejemplares de peces que hay en estos ríos.
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