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sábado, 12 de octubre de 2013

Guatemala,¿mi amor?

Guatemala, ¿mi amor?



Todavía no sé si este país me gustará o no. Este sábado, mi primer día libre desde que estoy aquí, he ido a tomarle el pulso a la ciudad. He ido andando hasta el zoológico donde me he alegrado de haber llegado relativamente temprano ya que al cabo de un rato el espacio bullía de niños, que llegaban en manadas, como si fueran ñus en el Serengueti. Era divertido escuchar los comentarios de los niños, cuando viendo a unas nutrias uno decía que eran suricatos, mientras la maestra, le preguntaba que como lo sabía. Luego yo estaba viendo a un tapir y una señora indígena con un niño me preguntó que animal era ese. Yo le dije que un tapir mientras ella lo miraba con la boca abierta y el niño gritaba excitado, “es un cochino, es un cochino”.
Después he ido andando hasta dos de los muchos malls que hay en este país. Al final todos son lo mismo, tanto da que sea en Leipzig o en Cebú, y las tiendas de Zara, Subway o Maximo Dutti están con idéntico diseño en todos. La única diferencia es la arquitectura del edificio. En el mall Oakland, el más lujoso, venden artesanía indígena, mientras que no se va a casi ninguno andando por el centro, a pesar de que constituyen el 50% de la población.

Mujer indígena (tradicional) y su novio (a lo moderno)

Ya de vuelta amenazaba lluvia y pensé que no llegaría al hotel, pero aparte de un par de gotas llegué justo antes de que el cielo finalmente descargara todo lo que tenía guardado. Mi referencia para llegar al hotel, a parte de las avenidas y calles que siguen un orden bastante lógico de norte a sur y de este a oeste, (aunque hay que saber en qué zona uno está, ya que hay 21 zonas y la numeración de calles y avenidas se repiten en ellas), es la torre del Reformador, un adefesio de metal que intenta imitar a la torre Eiffel. Primero se llamó Torre Conmemorativa 19 de julio y fue acabada de construir en 1935 para celebrar el 100 aniversario del antiguo presidente y reformador Justo Rufino Barrios.

Torre del Reformador

Que el sistema de calles no es muy complicado lo demuestra que hoy sólo me he perdido una vez. En cuanto al respeto por los peatones es igual o peor que en Nicaragua. Los vehículos pasan a toda velocidad y los peatones tenemos que atravesar por los pasos de cebra corriendo, haciendo ejercicio y como si tuviéramos prisa. Tengo la impresión de que estos pasos cebras están puestos para que los conductores sepan dónde te pueden atropellar.

El domingo he ido a la zona 1, una de las más peligrosas por muertes violentas por número de habitantes de toda Latinoamérica. Lo que más me ha gustado es que la alcaldía ha puesto una zona peatonal en la que uno puede callejear, mientras unos empleados municipales limpian la acera con unos enormes “lampazos” (fregonas). Todo daba una buena impresión de ambiente familiar y tranquilo que he llegado a la conclusión que aquí matan más bien de noche.

Calle peatonal
Parece que la violencia se debe a que la población tiene muy poca confianza en la justicia. Por ello, ante cualquier problema, éste se soluciona por las bravas, o sea a tiros. Los mayores problemas se dan por deudas y por “asuntos de mujeres”.

Ya en el camino de vuelta a mi hotel, me he decidido a dejarme lustrar los zapatos por Miguel Ángel, un joven de 14 años que sólo me pedía 2 quetzales (20 céntimos) por dejarme los zapatos tan brillantes que mientras caminaba me devolvía el brillo del sol en reflejos azulados.

Miguel Angel

Con los pilotos (conductores) del proyecto es con los que hasta el momento más he hablado. Cuando me llevan a algún sitio les pregunto cosas como por ejemplo si alguna vez les han asaltado. Eso se lo pregunté a Job y me dijo que sólo 2 veces, una en que llamó por teléfono desde dentro del coche pidiendo ayuda, y el ladrón al verlo huyó y no le pasó nada. La otra fue hace un par de años. El iba andando por la calle y dos tipos lo atracaron. Uno lo golpeó y le tiró al suelo diciendo que le diera el dinero. En la GIZ te dicen que entregues el dinero antes de poner en peligro en tu vida, pero como decía Job, a veces el cuerpo es el que manda y el se revolvió. El resultado es una bala que se le quedó incrustada en la columna vertebral pero que ni le duele ni le impide hacer una vida normal. Los médicos le dicen que no se la quitan porque hay peligro de que se quede parapléjico.

Cambié de tema con Edgar, otro de los pilotos y le pregunté si había tenido algún accidente de moto, ya que me contó que se va en moto a su casa después del trabajo. Me dijo que no ha tenido nada grave, lo peor fue un día que andando por la calle un vehículo se subió a la acera y lo atropelló, arrastrándole varios metros. Se le perforó un pulmón, se rompió 2 costillas de un lado y perdí la cuenta de cuántas del lado derecho. A pesar de ello, ahí está, trabajando y siempre de buen humor.

Para cambiar de tema le pregunté sobre como es la seguridad en la zona 9, que es donde está la oficina y el hotel donde me alojo, ya que yo había oído que es bastante segura y pensaba que así la conversación iría por derroteros más alegres. Edgar me dijo, pues fíjese que sí, la zona es tranquila, pero casualmente ve usted esa empresa de maquinaria (que está a unos metros de mi hotel), pues sus dueños son un alemán y un español (yo pensé que me iba a contar un chiste pero no) y hace unos 4 meses atracaron a uno de los propietarios cuando fue a abrir por la mañana y lo mataron de un par de tiros. Y entonces, yo tonto de mí, le pregunté ¿y a quién mataron, al alemán o al español? Pues fíjese que no sé a cuál fue, eso se lo tengo que averiguar se lo quedo debiendo.


Arte callejero con basura tecnológica reciclada