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sábado, 22 de septiembre de 2018

Últimos coletazos en Camboya


Un poco antes de lo esperado me llega el tiempo de empezar a pensar en mi próximo destino. Todo se ha acelerado un poco, un poco sin querer y otro poco queriendo y ya tengo la cabeza más palla que pacá.

Me quedan algunas cosas pendientes que hacer aquí y aprovecho para volver a sitios que me gustaron mucho, como Kratie, con su majestuoso Mekong (4880 km, el 8 más largo del mundo) que en esta época del año, cuando arrastra todo el agua que llueve desde China, pasando por Myanmar, Laos, Tailandia y Laos, llega a Camboya, donde alcanza en algunos lugares hasta 17 km de ancho, para luego irse a Vietnam a desaguar al mar.

Eso lleva que todas las tierras alrededor se inundan y los ganaderos tienen que ir a buscar pasto verde a zonas altas. Luego cruzan con el ferry en su moto, cargados hasta arriba de la cantidad diaria que necesitan y a mí se me parecen a hombres hierba



En el largo viaje en coche hasta allí, me dio tiempo a pensar cuantas veces me he ido de un sitio, alegrándome de irme, y luego echándolo a faltar. A pesar del miedo que le tengo a los motoristas locos de este país, quizás los encuentre a faltar cuando me vaya.


Por el camino, y a pesar de ir en 4x4 nos quedamos embarrancados y nos tuvieron que sacar. Por suerte no estaba lloviendo y pudimos llegar hasta las fincas que íbamos a visitar




Llegamos hasta la frontera con Vietnam, donde la gente está dejada de la mano del Mekong. Fuimos a ver plantaciones de cassava (yuca) que estaban bastante mal porque nadie les dice cómo hacer, ni nadie les provee de material sano y cuando lo plantan, ya nace enfermo (virus del mosaico de la yuca – CMV). A la siguiente semana asistí a un taller de 3 días en un hotel de lujo en Camboya donde, científicos de 4 países sudasiáticos discutieron lo que los agricultores deben hacer, sin que muchos de los asistentes no tengan ni idea ni les preocupe lo más mínimo lo que realmente pasa en el campo. Así que por esta parte sí que es que no me arrepiento de irme, aunque tampoco sé si donde voy va a ser mejor



 
Tormenta sobre el Mekong llegando a Kratie


Prochaine destination: ……

domingo, 2 de septiembre de 2018

Montando




 En mis viajes he viajado en todo tipo de medios, desde en bicicleta, moto, coche, bus, bote, barco, tren, avioneta y aviones de larga distancia. Nada que todo el mundo no conozca. Pero algunas veces, aunque haya sido para distancias muy cortas, he utilizado algunos medios algo más estrambóticos.



Subirse a uno de estos enormes animales impresiona. Te sientes totalmente a su merced y sólo te toca esperar que no haga ninguna animalada. En Laos hay varios sitios donde los elefantes, que antes trabajaban en los bosques sacando troncos de árboles, ahora llevan a turistas a dar paseos y a bañarse en los ríos, permitiendo así que sobrevivan todavía algunos centenares de estos animales en un país como Laos, donde hubo más de un millón.


En Battambang (Camboya) utilizaban un tren de bambú para sacar la cosecha de arroz de una zona que siempre estaba anegada. Como sólo hay una vía, cuando dos vagonetas se encontraban de frente, la que tenía menos peso tenía que ser desmontada para que pasara la otra y luego, una vez de nuevo sobre los raíles, podía continuar el viaje. Este trayecto lastimosamente ya no existe ya que ahora pasa un tren de verdad por esta vía y los trenecitos de bambú se han pasado a otra vía más moderna para que los turistas puedan seguirlo disfrutando, aunque ya no es tan original como el anterior recorrido.



Con mi amiga Joan me fui un fin de semana al Lake Sebú, en la época que trabajé en Mindanao, Filipinas. Nunca me había tirado en una tirolina y por suerte, como me cogían de la mano, no pasé casi nada de miedo.


Hace anos, por los 80’s, fui con mi amigo Winnie a Olmedo, en Ecuador, donde como era época de lluvias la única manera de desplazarse era a pie o en mula. El primer día que monté me dijeron que vigilara de no caerme, porque la mula se podría asustar y entonces patearme. Desde ese momento me agarré a la mula como una garrapata y conseguí no caerme.


En la isla de Cebú, en Filipinas, de pronto aparecieron un grupo de tiburones ballena en un sitio que no era turístico. Alguien del grupo de filipinos/extranjeros con el que yo salía se enteró y ahí nos fuimos. Cuando uno de esos colosos pasó a mi lado, no pude resistir la tentación, me subí a su lomo y me dejé llevar un rato. Esta vez no sentí nada de miedo.