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domingo, 2 de septiembre de 2018

Montando




 En mis viajes he viajado en todo tipo de medios, desde en bicicleta, moto, coche, bus, bote, barco, tren, avioneta y aviones de larga distancia. Nada que todo el mundo no conozca. Pero algunas veces, aunque haya sido para distancias muy cortas, he utilizado algunos medios algo más estrambóticos.



Subirse a uno de estos enormes animales impresiona. Te sientes totalmente a su merced y sólo te toca esperar que no haga ninguna animalada. En Laos hay varios sitios donde los elefantes, que antes trabajaban en los bosques sacando troncos de árboles, ahora llevan a turistas a dar paseos y a bañarse en los ríos, permitiendo así que sobrevivan todavía algunos centenares de estos animales en un país como Laos, donde hubo más de un millón.


En Battambang (Camboya) utilizaban un tren de bambú para sacar la cosecha de arroz de una zona que siempre estaba anegada. Como sólo hay una vía, cuando dos vagonetas se encontraban de frente, la que tenía menos peso tenía que ser desmontada para que pasara la otra y luego, una vez de nuevo sobre los raíles, podía continuar el viaje. Este trayecto lastimosamente ya no existe ya que ahora pasa un tren de verdad por esta vía y los trenecitos de bambú se han pasado a otra vía más moderna para que los turistas puedan seguirlo disfrutando, aunque ya no es tan original como el anterior recorrido.



Con mi amiga Joan me fui un fin de semana al Lake Sebú, en la época que trabajé en Mindanao, Filipinas. Nunca me había tirado en una tirolina y por suerte, como me cogían de la mano, no pasé casi nada de miedo.


Hace anos, por los 80’s, fui con mi amigo Winnie a Olmedo, en Ecuador, donde como era época de lluvias la única manera de desplazarse era a pie o en mula. El primer día que monté me dijeron que vigilara de no caerme, porque la mula se podría asustar y entonces patearme. Desde ese momento me agarré a la mula como una garrapata y conseguí no caerme.


En la isla de Cebú, en Filipinas, de pronto aparecieron un grupo de tiburones ballena en un sitio que no era turístico. Alguien del grupo de filipinos/extranjeros con el que yo salía se enteró y ahí nos fuimos. Cuando uno de esos colosos pasó a mi lado, no pude resistir la tentación, me subí a su lomo y me dejé llevar un rato. Esta vez no sentí nada de miedo.



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