Subirse
a uno de estos enormes animales impresiona. Te sientes totalmente a su merced y
sólo te toca esperar que no haga ninguna animalada. En Laos hay varios sitios
donde los elefantes, que antes trabajaban en los bosques sacando troncos de
árboles, ahora llevan a turistas a dar paseos y a bañarse en los ríos,
permitiendo así que sobrevivan todavía algunos centenares de estos animales en
un país como Laos, donde hubo más de un millón.
En Battambang
(Camboya) utilizaban un tren de bambú para sacar la cosecha de arroz de una
zona que siempre estaba anegada. Como sólo hay una vía, cuando dos vagonetas se
encontraban de frente, la que tenía menos peso tenía que ser desmontada para
que pasara la otra y luego, una vez de nuevo sobre los raíles, podía continuar
el viaje. Este trayecto lastimosamente ya no existe ya que ahora pasa un tren
de verdad por esta vía y los trenecitos de bambú se han pasado a otra vía más
moderna para que los turistas puedan seguirlo disfrutando, aunque ya no es tan
original como el anterior recorrido.
Con mi
amiga Joan me fui un fin de semana al Lake Sebú, en la época que trabajé en
Mindanao, Filipinas. Nunca me había tirado en una tirolina y por suerte, como me cogían de la
mano, no pasé casi nada de miedo.
Hace
anos, por los 80’s, fui con mi amigo Winnie a Olmedo, en Ecuador, donde como
era época de lluvias la única manera de desplazarse era a pie o en mula. El
primer día que monté me dijeron que vigilara de no caerme, porque la mula se
podría asustar y entonces patearme. Desde ese momento me agarré a la mula como
una garrapata y conseguí no caerme.
En la
isla de Cebú, en Filipinas, de pronto aparecieron un grupo de tiburones ballena
en un sitio que no era turístico. Alguien del grupo de filipinos/extranjeros
con el que yo salía se enteró y ahí nos fuimos. Cuando uno de esos colosos pasó
a mi lado, no pude resistir la tentación, me subí a su lomo y me dejé llevar un
rato. Esta vez no sentí nada de miedo.
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