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sábado, 29 de septiembre de 2012

Cebu (Filipinas) - Septiembre 2012


Mercado de pescado en Carbón, Cebu

Paso la última noche en Yakarta, donde al final me quedo en casa de Emy, donde ya me quedé el año pasado. Desde que me fui en diciembre de 2011 de esta ciudad, si hubiera llevado un ovillo y lo hubiera ido desenrollando podría haber hecho el lazo final aquí y dejar la tierra envuelta para regalo, ya que aquí he completado la vuelta al mundo. No es mi intención trazar círculos perfectos así que voy a seguir tirando del ovillo y haciendo garabatos con él.
Llego al aeropuerto de Cebú cansado ya que sólo dormí 3 horas en Yakarta, a pesar de que de nuevo sólo llegué a saborear la noche de esta inmensa ciudad, pero contento al ver que Sabine me ha venido a buscar. Cuando llegamos a la academia de inglés veo que a pesar de que me contaban por email que todo estaba perfecto, siguen siendo bastante desastre y muchas cosas están manga por hombro, pero no me importa, estoy feliz de estar aquí de nuevo. Sabine, a pesar de ser alemana es bastante desorganizada aunque las clases de ella son las mejores. La casa, escuela, bar y restaurante sigue en semi-construcción pero con algunas cosas ya funcionando. Ahora la ventaja es que uno puede comer aquí, aunque el restaurante ofrece sólo unos pocos platos muy sencillos. La verdad es que yo ya sé que nunca engordaré en Filipinas ya que la comida de aquí, la haga quien la haga, no me acaba de gustar. Durante la semana la escuela ofrece algunas actividades como intercambio de idiomas los miércoles, clases y baile de salsa los jueves (mi día preferido, sintiéndome el tuerto en reino de los ciegos ya que los filipinos no tienen ni idea de bailar salsa) y música de DJ’s los viernes.

Un día fui con Janina, una alemana que conozco del año pasado y que trabaja aquí para la agencia de cooperación alemana, a ver a un grupo de coreanos que estaba de viaje por Filipinas y que organizaban sesiones de bailes de salsa por la noche en cada  lugar donde que se quedaban a dormir. Era curioso ver a un montón de chinos de Corea bailando salsa y que a simple vista se ve mejor que la que bailan en Cuba o en Colombia, aunque cuando te fijas bien ves que es todo de escuela y que si los sacas un poquito del ritmo ya se pierden, ya que les cuesta mucho improvisar.
He tomado otra vez el ritmo de salir los miércoles sólo, que después de tanto tiempo de moverme por mi cuenta no es cuestión de ablandarme al tener compañía. He ido a darme una vuelta por los sitios que conozco, aunque lastimosamente el que más me gustaba, Formos, está en obras. Y también he estado buscando a Anabelle, a quien conocí un miércoles del año pasado y de quien perdí el teléfono.
Disfruto quedándome el fin de semana en la ciudad, apuntándome con la gente que conozco a ir a diferentes lugares, como al último día del que ha sido durante años uno de los pocos bares alternativos de Cebú, el “Outpost” donde tocaban bandas de músicos locales en vivo.
En la escuela también está estudiando inglés una chica rusa, Aleksandra, que cuando llega tiene un acento terrible y a la que me cuesta entender, pero que va mejorando día a día. Ella contrató una inmersión total de 4 horas de inglés al día y como le habían prometido que estaría con un grupo, Sabine me ha pedido que si aparte de las 2 horas que yo tenía contratado por día, me quiero quedar 2 horas más con ella para hacerle compañía y que me las dejan gratis y claro, ahí me sale lo catalán y todo lo que sea gratis me apunto. Al final me sale muy barato tanto el quedarme en una habitación de la escuela así como las clases. Un cholo. Con Aleksandra he compartido muchas horas de clases, risas, bailes, masajes en spa’s y paseos por la ciudad. Y mi inglés ha mejorado bastante también desde que estuve aquí. A veces me acuerdo de lo frustrante que era estar entre un grupo de gente y no poder hablar nada, mientras ahora ya entiendo mucho más y puedo expresar concierta coherencia lo que quiero decir.

Cuando llegue a Cebú estaba contento porque por fin tendría internet todo el día pero resultó no ser así. El proveedor principal de internet en Cebú estaba teniendo problemas y muchos días no había conexión lo que me desesperaba. Cuando preguntaba me decían que como ha llovido mucho “algo se había mojado”.
Y por fin, he encontrado de pura casualidad a Anabelle, aunque sea en el último miércoles que estoy aquí. La alegría fue por ambas partes y tal como me había dicho la última vez que nos vimos, como no había borrado sus fotos en mi móvil, fui debidamente recompensado por ello.
A veces me siento como un astronauta, dando la vuelta a la tierra y aislado de todo el mundo, contando cosas sin casi recibir nada, hablando por un micrófono que cuando dices “over” nadie te responde. Y así, sin casi darme cuenta ya se acabó Filipinas. Ahora me espera Singapur y luego Malasia, donde me encontraré con mi amiga Pink que viene para que viajemos juntos un mes por Malasia, un país que el año pasado se me quedó en el tintero.
La última novedad es que me he decidido a volver a buscar trabajo. Mi amigo, el mago  Winnie me dijo, cuando dejé de trabajar, que aguantaría 2 años viajando y que luego volvería a mi vida normal y parece que su profecía se cumple. Al suave estoy empezando a mandar algún currículum a agencias de cooperación, buscando especialmente en el área del sudeste asiático ya que me gustaría quedarme por aquí. Mis países preferidos son Filipinas e Indonesia. Si no consigo nada en los próximos 2 meses, después ya empezaré a buscar por África y Latinoamérica. 
Aleksnadra


lunes, 24 de septiembre de 2012

Timor (fin)


Cuando se acaba mi estancia en la escuela de Fuiloro me voy hacia otra escuela salesiana en Fatumaca, que está a unos 130 km, ya en dirección a Dili, aunque desviándonos hacia el sur a partir de Baucau. La impresión en esta escuela es mucho mejor que la que me llevo de donde he estado. Pero claro, por eso me han mandado a la peor y no a la mejor, que lo que funciona, mejor no tocarlo. El paisaje por el camino es muy verde y el clima algo más fresco al subir en altura yendo hacia las montañas. Los campos de arroz y los palmerales están por todas partes.
He venido a esta escuela para hablar con el padre Locatelli, un italiano que llegó aquí en 1964 y fundó este lugar cuando no había nada. Ahora ya tiene 73 años y permaneció aquí los 27 años de la invasión indonesia. Le pregunté por esa época y me contó alguna cosas interesantes como que cuando ya se llevaban 3 años desde la invasión de los indonesios, la gente que se había refugiado en las montañas empezó a bajar hacia donde estaban las autoridades indonesias ya que éstos les garantizaban que no habrían represalias. A partir de ese momento los ubicaban en campos de refugiados y los censaban, dándoles un carnet. Para ello debían dar su filiación religiosa y aunque sólo un 30% eran católicos, ya que los portugueses nunca se habían ocupado de la parte pobre de la población, por contraposición al islamismo de los indonesios, se declararon todos católicos. Así la iglesia católica convirtió en poco tiempo a ese 70% restante al catolicismo aunque la mayoría seguían manteniendo sus tradiciones animistas, practicando y realizando este tipo de ritos.
Baño en un suburbiode Dili

En este país existe un alucinógeno que es usado por parta de la población, sobre todo por las mujeres. Es una planta que, al igual que la coca, hay que mascar con cal para que surta su efecto. Tiene la capacidad de quitar el hambre y poner alegre a quien lo masca pero también, por el ácido que suelta, corroe los dientes y hace sangrar las encías, por lo que la gente que lo toma cuando te sonríe, no sabes si es por simpatía o porque están colocados, te enseñan su dentadura podrida y el efecto de la sangre es sobrecogedor ya que muchas veces les corre por la comisura de los labios que también se les colorean de rojo. La razón de que las mujeres sean las mayores consumidoras radica en que son las que más trabajan y al no tener muchas veces que comer, tienen que conformarse con este “quitahambres”.
Indonesia ocupó este país durante 27 años y durante este periodo sus gastos militares fueron muy elevados. Para ganarse la confianza y adhesión de la población, para que no se unieran a la guerrilla independentista, subvencionaban muchos de los productos y de los puestos de trabajo. Con todo ello se generó una cultura de cobrar por no hacer nada. Supongo que a muchos de los que hemos estado en países con situaciones similares como Nicaragua o Sudán nos suena esto y es desalentador ver como la historia se repite una y otra vez.
La riqueza más importante que en términos económicos tiene Timor es el petróleo que se encuentra en sus aguas territoriales. Actualmente lo está explotando conjuntamente con Australia, quien pone la tecnología y se reparten los beneficios al 50%. Una vez que Indonesia aceptó la independencia de Timor, tuvo que olvidar sus pretensiones por hacerse con el petróleo pero también ha podido ahorrarse todo el dinero que invertía en la guerra y las subvenciones. Además la capacidad productiva de Timor está bajo mínimos así que todo se importa. ¿Adivináis de donde? Pues sí, de Indonesia. Así que esto demuestra que haciendo el amor y no la guerra, se gana mucho más y no sólo dinero.
Añadir leyenda

En el viaje de regreso a Dili recogemos a Irene quien acaba de llegar a Timor y a quien me encontraré meses más tarde en Filipinas. Poco después me enteraré que su trabajo en Timor le ha durado menos que mi viaje por Asia. Por la noche, ya en la capital, toca salir de marcha y vamos a cenar a un restaurante vietnamita con un grupo de amigos. Después vamos a tomar algo al Castaway (que desde que estudio inglés sé que significa naufrago) donde la música está muy bien y esa noche tocan canciones de rock & roll. Allí también se nos unen Raquel, una joven cooperante de la AECID y su amiga japonesa. Nos vamos más tarde al Casa Minha, un lugar de esos a los que accedes por invitación y donde puedes bailar. Ha sido una corta inmersión en la noche de Dili, la que describen en el Lonely Planet como la vida nocturna de los expatriados y que contrasta con la realidad que he vivido en las 3 semanas de retiro casi monacal de Fuiloro mientras aquí me encuentro apoyado en la barra del bar, viendo los barcos fondeados con sus luces meciéndose en la oscuridad y los Toyotas relucientes con los símbolos de UN aparcados en las garitos de la playa.
El portugués cada vez me va sonando mas y me gusta a veces sus musicalidad y sus erres guturales. “Ficar” significa “quedar” y me recuerda al catalán aunque no signifique lo mismo y “apañar”, traducido por “coger”, me gusta más que agarrar y se podría utilizar en los países latinoamericanos donde coger tiene un doble significado. Pero mi palabra favorita es “souzinha” por su musicalidad.
Y desde que estoy en Dili empieza una nueva etapa. Me he pasado casi una semana escribiendo el informe final de día y yendo de fiestas de noche. Mientras durante el día trabajaba en el informe, plasmando toda la información que había ido recogiendo, por la tarde-noche salía con la panda. El sábado por la noche hubo botellón en casa de Rubén (navarro) y Susana (ecuatoriana), una pareja muy simpática. En el porche de su casa se reunió parte de la fauna de la AECID y de la cooperación española que en una buena parte está formada por latinoamericanos. Para terminar la noche nos fuimos a bailar al Punto de Encuentro, un bar de un portugués y una indonesia. Para redondear el fin de semana nos fuimos el domingo a la playa, al famoso K-41, un arrecife de coral que está a 41 km de Dili y cerca del “One Dollar Beach”, llamado así porque antes les cobraban a los turistas un dólar por bañarse ahí. Con la bajada de la marea, que no permitía seguir nadando, regresamos a Dili.
El fin de semana largo también lo he aprovechado para ver la forma de divertirse de los timorenses celebrando su fiesta de renovación de la independencia y los festejos oficiales con el primer ministro a dos pasos de mí. Además he disfrutado de las fiestas que a cada rato se dan aquí. La particularidad de Dili es que con sus 180.000 habitantes es una ciudad de provincias con unos 5.000 extranjeros, la mayoría portugueses o australianos, aunque hay representantes muchos otros países, y la mayoría con ganas de marcha. Son una colonia extranjera en una ciudad extraña donde no parece fácil conocer y relacionarse con la población local, así que lo más fácil es relacionarse con otros extranjeros. Así todos los días hay música y cerveza en el Castaway, a veces con actuaciones en directo, karaoke los miércoles en el Punto de Encuentro, fiestas en un bar muy chulo de la paya, desayunos de domingo en el Esplanada, una fiesta al mes (la más esperada) en las instalaciones de la GNR (Guardia Nacional Republicana), de Portugal, algo similar a la guardia civil española, donde un centenar de estos “Mazinger Z” te dejan bailar mientras ellos te enseñan sus músculos, a los que dedican muchas horas al día y parece que más de uno de los productos prohibidos en Europa. El éxito se debe a lo barato de las cervezas y lo esculturales de algunos cuerpos tanto masculinos como femeninos. Entre los GNR parece haber varios homosexuales aunque alguien me decía que en realidad son metrosexuales. La música es del gusto europeo y algunos se traen a sus novias indonesias (más guapas y menos mojigatas que las timorenses), las que a su vez traen a sus amigas para que también se saquen la lotería, aunque sea por una noche.
Los últimos días en Timor fui a Atauro y en el camino de ida vimos una ballena grande que cuando nos acercamos se sumergió ensenándonos la aleta de cola, señal de que se iba a las profundidades y a la vuelta nos cruzamos con una manada de ballenas piloto (calderones). Fueron dos días de nadar, de sumergirme y emborracharme de agua y soledad, sólo interrumpida la primera noche por la conversación con una pareja de Singapur. A la vuelta, acabé el informe y Luisa me llevo a la cooperativa de Café Timor y a una escuela de formación profesional que inició la cooperación portuguesa. Ambos lugares me reafirmaron en lo que había puesto en mi informe y mostraban que los cambios y las cosas bien hechas en Timor son posibles. El jueves por la noche, con la maleta ya casi cerrada fui a cenar con el grupo de gente que he conocido aquí y que tan entrañable me ha resultado en este corto tiempo.
Me entero meses más tarde que tomaron en cuenta mi informe a la hora de decidir el destino del nuevo proyecto, de lo cual obviamente me alegro. Mientras estaba aquí escribí mis impresiones sobre mi estancia en la escuela y quienes la dirigen pero como firmé un contrato con una cláusula de confidencialidad con la ONG que me contrató, ese documento queda como material clasificado hasta que INUTIL GS lo decida.
Mujeres limpiando arroz en Fatumaca
Ya en el aeropuerto, en los últimos días de mayo, después de 42 días en este país, me dejo un tiempo para mirar atrás, pensar lo rápido que puedo sentirme a gusto y en casa en cualquier sitio, tanto, que por momentos no me quisiera ir. ¡Qué diferentes son a veces los viajes!
Cuando oigo el bramar del avión, cierro los ojos y empiezo a pensar en mis próximos destinos, en esto y aquello y el aire acondicionado va enfriando los recuerdos. Que fácil ha sido engancharme de nuevo al trabajo, leer documentos, horas sentado frente al ordenador, horas pensando en que hacer y cómo hacerlo. Y qué difícil es no hacer nada. No me importaría volver a Timor a trabajar, pero creo que no volvería ni me apetecería volver a trabajar para y con los salesianos. Pero ahora me espera todo el sudeste asiático ……

jueves, 20 de septiembre de 2012

Timor (3)


Atauro

Desde el principio habíamos planificado con Nagore y compañía ir el fin de semana largo del primero de mayo a la isla de Atauro que está enfrente de Dili, a unos 30 km. La isla tiene 104 km2 y unos 10.000 habitantes. Nos quedamos en unas cabañas que se llaman Eco Lodge, un proyecto fundado por una australiana junto con una comunidad de esta isla hace años y que ahora gestionan de forma comunitaria. El sitio es precioso, enfrente de la playa y con algunas cabañas de tipo elevado como la que me tocó compartir con Celso. El día era estupendo, el aire limpio, las aguas transparentes y la explosión de corales cerca de la costa, increíble. Siempre he preferido ver peces a ver corales pero la verdad es que los colores de los estos, todo los diferentes tonos de verde, me dejan pasmado. Si hubiera un proyecto en esta isla donde trabajar creo que me apuntaría y no lo contaría como si fuera trabajo. O por lo menos esa es la impresión que tengo desde que llegué y que no se me quita en los dos días que paso aquí.    
Costa de Atauro
          
Mis colegas se pasan el día dormitando o leyendo y yo aprovecho para hacer snorkel, que es a lo que he venido. Luego, por la tarde nos vamos a pasear, vemos jugar a niños al futbol, vamos a cenar, en fin, haciendo el vago. La gente es muy amable y desde los niños hasta los ancianos te saludan por la calle diciendo en portugués “Boa tarde” aunque sean las 10 de la mañana. Otros se ponen a gritar “malae, malae”, que es como nos llaman a los extranjeros aquí. En las calles y en el Eco Lodge está lleno de árboles nim lo que ya me pareció ver desde el barco pero no quise decir nada hasta asegurarme. Me siguen persiguiendo los nim, pero en el buen sentido, ya que cuando los tengo cerca me vuelvo a sentir casi inmortal.
Cuando a los dos días volvemos en barco hacia Dili nos salieron a despedir una manada de al menos 100 delfines que estuvieron haciendo algunas cabriolas, entre los que había uno que se puso enfrente del resto y al saltar fuera del agua hacía tirabuzones.
Playa y Timor al fondo

Jaco
Otro fin de semana planifico ir a la isla de Jaco, en la punta más oriental de la isla de Timor, adonde me llevará Advento, con la moto del proyecto en el que trabaja. Tardamos más de lo previsto ya que pinchamos la rueda trasera y hubo que repararla en casa de un señor que se prestó a ayudarnos. Invité a Advento a comer y luego a ir a la isla de Jaco donde los pescadores te llevan y traen por 6 dólares. Esta isla está deshabitada y al estar protegida no se puede acampar en ella, sólo pasar el día, siendo aquí donde se escondió el actual primer ministro del país durante la guerra con los indonesios.
Mientras los pescadores se dedican a la pesca o vuelven a tierra firme, o mejor dicho, a la isla grande, tú puedes nadar por allá o recorrer su costa. Cuando quieres volver tienes que agitar tu camisa como si fueras un naufrago y te vienen a buscar y es que no debe haber más de 500 metros entre ambas orillas. Las corrientes en ese espacio tan estrecho son muy fuertes y si vas hacia una punta de la isla y te dejas llevar a favor de la corriente, ésta te transporta hasta la otra punta mientras observas los peces. Mientras me dejaba arrastrar por el agua me quedaba otra vez con la boca abierta de lo bonito que pueden ser los fondos aquí y debo reconocer que mucho más en cuanto a corales y peces de colores que los de Corn Island. Hay unos corales enormes, tipo seta, luego están los verdes maravillosos, muchos peces y una especie de pez globo, con la cabeza muy grande y de más de 1 m de largo. En un correo que me mandan desde La Gomera me cuentan que una viajera inglesa describió ya en 1912 los colores que se observan en los corales de Timor como "unos verdes que solo se encuentran en la caja de acuarelas de un niño”. De vez en cuando sacaba la cabeza del agua asustado, para ubicar donde estaba la orilla, pensando que me había emborrachado de tanta belleza y que sin darme cuenta la corriente me arrastraba mar adentro. Estos choques de adrenalina deben ser hasta buenos para el corazón.
El dueño del hotelito donde me quedo, Hipólito, ha venido con la camioneta que tiene asignada en su trabajo como director de la agencia del Ministerio de Agricultura en Los Palos. Solo así se entiende que vaya con ella por estos caminos, brincando como una cabra. Y es que ya sabemos que lo que no cuesta no duele. A mí me viene bien porque así me puedo ir con él y no me cobra nada ya que la camioneta es un vehículo oficial, según el mismo me dijo.
Cuando me despierto el domingo por la mañana, pienso que ya tengo otro sitio para añadir a mi lista de lugares a los que quiero volver acompañado para poder compartir tanta belleza. Para contrarrestar lo anterior, os cuento que a media mañana la gente del hotel ha conseguido matar la rata que he oído durante la noche. La han arponeado cual si fuera un pez terrestre pero no he querido mirar cuando han salido con el trofeo.

Antes de irme vuelvo a recorrerme varias veces la costa dejándome arrastrar por la corriente, mientras miro los colores del coral y de los peces que hacen palidecer a los del arco iris. Voy pasando por todos los matices y no sabes dónde mirar, desde al pez payaso, escondido en una planta acuática blanca como la nieve, hasta cientos de peces azules que te envuelven, o los pececitos azul metálico revoloteando entre los corales. Es como ver unos fuegos artificiales con destellos aquí y allá sin parar. Algunos peces salen hechos una furia de su madriguera para ahuyentar a intrusos de su misma especie, en un juego que no parece tener fin.  El fondo es como un paisaje lunar que capta los rayos del sol y los devuelve en reflejos dorados. Hay setas gigantes, bivalvos de colores escandalosos, estrellas de mar, azules y de brazos elegantes, peces con cuernos y otros con trompeta, con aletas laterales y otros dorsales, con falsos ojos, del color de las rocas y de color amarillo intenso pintados con rayas de colores, como si se prepararan para ir a la guerra. La corriente me sigue arrastrando y así sin moverme, yendo a la deriva, pasa esta película a la velocidad del mar. Algunos peces me envuelven, otro se esconden nada mas atisbarme y otros mantienen una distancia suficiente para escapar. Poco antes de salir definitivamente del agua se cruza en mi camino una tortuga, que sigue su curso sin hacerme ni caso, nadando elegantemente y sin que la pueda seguir. Me emociona tanta suerte y tanta belleza. Cuando salgo a la orilla veo a los pescadores que han vuelto y que traen bonitos y hasta una barracuda enorme. Como trofeo tienen colgado de un árbol la aleta de un tiburón, señal de aquí los hay.
El domingo a la 1 del mediodía, después de comer, a todos les entra la prisa por irse. Los pescadores vienen corriendo y se suben a la camioneta en un barullo de pescados, mochilas y garrafas. Por el camino los iremos dejando en sus casas y cada uno, dado el desorden existente, no encuentra su garrafa, su mochila o incluso su pescado, pero al final, todo se aclara. Seguro que deben repetir este mismo guirigay cada semana. El camino está muy mal y gracias al peso de los 7 pescadores y el mío en la tina de la camioneta, ésta tiene agarre en las ruedas traseras. Tardamos casi 1 hora en hacer los 8 kilómetros de subida y otra hora hasta llegar a la escuela en Fuiloro.
Ballena en el camino

domingo, 16 de septiembre de 2012

Trabajando en Timor Leste (abril 2011)

Casas sobre pilotes en Fuiloro

Los salesianos tienen varias escuelas de formación profesional en Timor. Una de ellas es la escuela agraria de Fuiloro, donde realizo mi trabajo. Como estoy contratado por una ONG española, la escuela al ser su contraparte, me permite dormir en sus instalaciones y comer con ellos en el comedor de los padres y hermanos de la congregación. Las habitaciones son amplias, con su baño particular aunque fallan algunas cosas como que no tengo luz en el baño, tampoco funciona la ducha y la limpieza deja bastante que desear. Parece un contrasentido pero en la habitación tengo wi-fi mientras me tengo que duchar con un cazo y tirar agua al wáter con un cubo. La comida es buena y de mucha mejor calidad que, como he podido comprobar, la que les dan a los estudiantes, que consiste sólo en arroz, verduras y agua.
Me levanto entre las 6 y las 6,30 de la mañana y ya es de día. A las 6 en punto suenan las campanas que están cerca de mi habitación así que no me hace falta despertador. Al mismo tiempo los perros y aquí hay bastantes (porque también se los comen) se ponen a aullar de una forma desconsolada. Imposible volverse a dormir aunque lo intento. Me ducho con agua fría con un cacito desde un barreño. Después en otro cubo lavo mi ropa del día anterior que cuelgo en el mismo baño. Si el servidor de la escuela ya está encendido me conecto a internet desde mi habitación con el ordenador portátil que me ha dejado la ONG para trabajar. De 7 a 7y media los curas rezan y yo me entretengo leyendo El País. Cuando acaban toca desayunar, panecillos (sólo a veces), arroz (siempre), mermelada (no siempre) y café instantáneo. Pero lo más habitual es que haya arroz que nunca falla aquí, al que le añado un chile picante para darle un poco de sabor.
Antes y después de comer, rezan. Yo hago como el matrimonio indonesio que trabaja aquí y que deben ser musulmanes, bajo los ojos y me espero a que acaben de rezar. De momento nadie me ha preguntado si también soy musulmán. Luego si sigue habiendo internet me meto en la habitación y sigo con el ordenador o bien hago las entrevistas a personal de la escuela, a agricultores de los alrededores o bien cualquier otro trabajo que tenga previsto. Los primeros días los he dedicado para ordenar la información, leerla y planificar el trabajo. A las 12 y media, más o menos, se come. Más rezos y más arroz. El chile que hacen es el más fuerte que he probado nunca. Me he vuelto adicto a él y a veces me deja la boca ardiendo durante un par de horas, pero es lo que tienen las adicciones, que aunque te hagan daño sigues pegado a ellas. Por la tarde no hay ni luz ni internet. La luz la ponen mediante un generador a las 7 de la tarde, cuando se hace de noche. Al mismo tiempo cargan unas baterías así que la electricidad dura hasta que éstas se descargan, más o menos al mediodía del día siguiente. A las 7 de la tarde rezan otra vez en la capilla y a las 7 y media es la cena. La comida en general no está mal y hay suficiente menos el día que hicieron patatas fritas y yo ya me las había comido todas cuando llegaron dos curas con retraso. Pero al fin y al cabo les quedaba arroz suficiente que es lo que a ellos les gusta.
Técnicos del proyecto

Un día le dije al chofer del vehículo que me ha traído hasta aquí que me llevara a Los Palos, el pueblo cercano más grande que está a unos 20 km de Fuiloro. Quería ver el mercado y los productos que se venden en él. Primero me lleva a un mercado donde los cerdos, moviéndose por entre los puestos, son más numerosos que los clientes. Luego me lleva a otro mayor donde tampoco hay muchos clientes y los vendedores están jugando a una especie de bingo entre ellos para matar el rato. Nos ha acompañado el logista de otra organización, que se llama Justo, por si tengo algún problema con el portugués. Le digo que no le necesito pero no me hace ni caso. A veces no sabes si no te entienden, no los entiendes, o ambas cosas. En Los Palos he aprovechado además para visitar el hospital y presentarme a una médico cubana de la que me habían dado el nombre por si algún día me hace falta, que espero que no, después de haber vistos las condiciones deplorables del mismo.
El fin de semana me voy a Dili y aprovecho para salir por la noche al bar Castaway, donde un grupo de occidentales toca música en vivo y se reúne la crema de los UN y demás expatriados en un contraste muy fuerte con lo que se ve en el resto del país. Muchos de los jóvenes extranjeros que se reúnen aquí tienen pinta de pasarse el día en el gimnasio o de atiborrarse a anabolizantes.
Parte de lo que voy a hacer en mi trabajo es elaborar la propuesta para un agrónomo que venga a trabajar a Fuiloro por 18 meses a partir de septiembre. Me proponen que sea yo pero a esto sí que digo que no. En otro momento, en otras circunstancias, quizás no dijera que no, porque creo que esta gente de estas comunidades y sobre todo los jóvenes que estudian aquí se merecen que se haga algo por ellos. Pero ahora no es mi momento y yo no soy ni salesiano ni estoy aquí para salvar al mundo, aunque en realidad no sé para qué estoy aquí, pero con saber para que no estoy, ya tengo.
Una noche en la escuela, a la hora de cenar, veo que no hay platos preparados en la mesa. Resulta que nos han invitado al colegio de monjas que debe estar a unos 200 m ya que es el cumpleaños de la madre superiora. Como tengo hambre me apunto y pienso que este es el castigo y la dura prueba que el Señor me ha enviado después de mi apostasía. En los rezos y cánticos me mantengo firme y me repito mi propio mantra de “la agricultura es mi bandera y los tubérculos mi religión” para no oír los cantos de sirena que fluyen por la sala.
Alguno de los padres está bastante salido (en especial uno de ellos, que se comporta como un adolescente), echando miradas arrobadas a una de las novicias, que tampoco se queda atrás. Durante la cena nos ponen música con voces virginales (estoy convencido que solo vírgenes pueden cantar de esa manera) y yo aprovecho para hablar algo con uno de los padres que estudió en Israel y que habla muy bien inglés y bastante bien el portugués.
Los padres están más pendientes de sus móviles que de la voz divina. Se comportan como niños y es que viven en una realidad totalmente ajena al mundo normal. En parte me dan pena pero por otra parte no tendría misericordia con ellos. Tienen suerte de no estar a mis órdenes y que yo no sea la madre superiora.
Mercado

Estos días pasados aquí me han ayudado a reafirmarme, si acaso me hacía falta, de que la religión es algo totalmente ajeno a mí. He pensado incluso en volver a apostatar otra vez, como cuando te pones una vacuna de refuerzo, pues igual, reforzando mi apostasía para que quede claro que no queda ningún residuo. Y es que aunque incluso a mí me cueste de creer, estando aquí creo haber visto al demonio vestido con hábitos.

viernes, 7 de septiembre de 2012

Se acabó la miseria


Cuando llego a Bali me doy cuenta de que se acabó la miseria. Los precios son mucho más baratos para todo, para dormir, para comer, aunque tantos turistas me agobian. Nada es perfecto. Sé que quiero ir a Sulawesi, un sitio que me quedó pendiente de la última vez que estuve aquí y no me acabo de decidir entre ir a las islas Tongean o a la isla de Pulau Bunaken. En el último momento, en la agencia de viajes, me decido por esta última isla, así que desde Bali vuelo a Manado en vez de a Makassar.
Mientras, aprovecho para cortarme el pelo en Bali (unos 2 euros) y me doy un masaje-homenaje con el que llevaba un par de meses soñando. Hace calor y sé que en los próximos meses sólo llevaré pantalón corto, chancletas y que se acabó la miseria. Y también que viajando fuera de los grandes circuitos turísticos, donde casi nadie te entiende, todo es más difícil y al mismo tiempo más bonito.
Llego a Manado y duermo en un hotel algo cochambroso por 4 euros. La verdad es que he pensado que tampoco hace falta exagerar y la próxima vez me gastaré un par de euros más. Me llaman del hotel de la isla (Pulau) Bunaken que reservé por internet y a las once de la mañana, tal como convenido, me vienen a buscar al hotel y me llevan montado en una motocicleta al puerto para tomar un barco que me lleva a la isla, al hotel Panorama. El sitio es muy bonito, está en alto, con vistas a la bahía y la habitación, de madera cuesta 13 euros, incluido el desayuno, la comida y la cena. Lo dicho, se acabó la miseria. Hago cuentas de cuento tiempo me costaría llegar a las islas Tongean y son 2 días para ir y 2 días para ir hacia Makassar, así que solo podría estar 1 o 2 días allí, por lo que decido quedarme toda una semana en Pulau Bunaken, de lo que no me arrepentiré. Y es que al final he aprendido lo de que si me gusta un sitio debo quedarme.

El primer día haciendo snorkel me quemo la espalda y es que aquí el sol pega fuerte. Por la noche consigo conectarme a internet y veo que ha habido un terremoto de 7,9 grados en Filipinas y que hay alerta de tsunami también en Indonesia. Estando en una isla es para pensárselo pero no tenemos más noticias. Sólo de vez en cuando miramos hacia la playa para ver si el agua se retira o viene una ola gigante.
Me decido a volver a bucear con botella ya que los precios aquí son asequibles. Lo hago un par de veces pero entre que soy el primero a quien se le acaba el aire y que me lo paso mejor haciendo snorkel, me decido por esto último y combino salir por la mañana con el barco e ir por mi cuenta por la tarde, sólo con mis gafas y el tubo. La isla se asienta sobre una masa coralina que la rodea y que en el drop-off desciende unos 60 m, con un color azul intenso. Cuando a veces estás embobado mirando hacia esa nada, aparece una sombra que se agranda hasta que se hace visible una tortuga. La mayoría, cuando te ven, huyen de tí con sólo un par de golpes de sus potentes aletas delanteras, mientras las traseras sólo las utiliza de timón. Uno de los días hemos estado jugando con una tortuga de 1,5 m que nos ha dejado tocarla y acompañarla un buen rato. También he visto caballitos de mar, rayas, varios lion-fish, una morena enorme que daba miedo y millones de peces. Cuando sigues a la tortuga y buceas con ella el peligro está en emborracharte de la emoción e ir tan profundo que luego te cuesta volver a llegar a la superficie para tomar aire. Tanta belleza también tiene un precio y es que hay unas pequeñas medusas, casi invisibles, que te pican por todo el cuerpo, doliéndote de verdad cuando te tocan en los labios. Varios de los que nada conmigo tienen reacciones alérgicas lo que a mí por suerte no me pasa.

Los días aquí transcurren muy fáciles. Por la mañana me levanto entre las 6 y las 7, cuando ya se ha hecho de día y me pongo el uniforme, que consiste en el bañador negro o el bañador rojo, depende de cual está seco. A las 8 suele salir el barco con el que voy para bucear o hacer snorkel, junto con el resto de extranjeros. Volvemos sobre la 1 del mediodía y la comida, abundante y buenísima, ya está lista. Después de comer, sobremesa, charla, internet e ir a hacer snorkel o una vuelta al pueblo. Durante toda la semana solo he utilizado 1 calzoncillo ya que me lo pongo solo para cenar, como si fuera un smoking. La comida es especialmente buena, abundante y muy variada. Normalmente esperamos que estemos todos en la mesa para empezar menos cuando hay papas fritas, que ahí yo ni tengo amigos ni conozco a nadie.
Después de hablar con gente que ha estado en las islas Tongean se que volveré para ir a esas islas y luego ir hacia las islas que están en el mar de Banda. No sé cuando, pero volveré. A veces pienso que tengo 2 gusanos, uno en la barriga y otro en la cabeza. Cuando quiero hacer algo, uno de los 2 va incordiando hasta que lo hago. Aunque a veces estén hibernando y tarde 25 años como en mi viaja a Tonga, al final vuelven a recordarme que tengo eso pendiente y lo acabo haciendo. Casi siempre. Hay varios sitios más en el mundo que me voy anotando para cuando haga mi próximo gran viaje, o quizás muchos viajes pequeños.
Estando en Bunaken me fui por la noche con un francés, una española y dos indonesios del diving staff al café-karaoke Bamboo, al otro lado de la isla. El primer premio se lo llevó Lui, el más musculoso de los dos indonesios, a quien al día siguiente por la mañana veo deslizarse fuera de la habitación de Natalia. Durante el día todos los demás indonesios le hacen bromas y le dan codazos mientras él no se aguanta del sueño. Todo tiene su precio.
En un paseo por el pueblo por fin descubro los primeros nim, señal de que estoy en el sudeste asiático.
La despedida de Bunaken está acorde de cómo me he sentido aquí. Resultó que el capitán del barco que nos llevaba a bucear tenía cumpleaños así que nos invitaron también a los turistas que hemos ido estos días en su barco y nos hemos pasado buena parte de la noche bebiendo el alcohol de arroz que mezclan con coca-cola, bailando y cantando canciones indonesias en el karaoke, deporte nacional.
Cuando al día siguiente llego a Manado, el calor sofocante me deja hecho polvo y a pesar de estar quemado y requemado, noto como el sol me sigue castigando todas las partes expuestas. Después de un paseo por la ciudad, en el que la vuelta se me hace interminable, me escondo en la habitación y no salgo hasta que el sol empieza a bajar.
Ahora me quedan un par de días de viajes hasta llegar a Cebú, donde estaré las próximas semanas.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Un aborigen europeo en Australia



Cuando a la mañana siguiente después de volar de la isla de Santo (Vanuatu) a Brisbane me despierto en el Backpackers, me alegro de haber elegido esta opción en vez de haberme quedado a dormir en el aeropuerto como había pensado en un principio. Mis huesos me lo agradecen ya que voy sintiendo el deterioro físico-químico-económico. Mis compañeros de habitación se levantan temprano, se duchan, se perfuman y me dejan levantarme con tranquilidad, como si fuera una habitación individual a pesar de que sus cosas junto a sus tablas de surf estén tiradas por todas partes.
Me voy ambientando en el país con un libro de Bill Bryson que de una manera amena cuenta su viaje por Australia, añadiendo muchas historias en las que se ha documentado. El título, traducido del alemán, es “Desayuno con canguros”. Cuando una semana después me voy del país tengo la impresión de que pretender abarcar una isla-país-continente como Australia es una tarea imposible, en la que además uno puede acabar de arruinarse, pero gracias al libro me siento como si lo hubiera recorrido de cabo a rabo. Fue una lástima no volar de día para por lo menos haber podido observar el paisaje desde el aire cuando volé 6 horas desde Brisbane a Perth.
Mientras recorro la ciudad tengo la sensación que todo es tan perfecto que incluso me da un poco de miedo. Esto se ve reforzado por los letreros que continuamente te indican que hacer, cuales son las normas y te avisan (¿o amenazan?) de que si te las saltas te pillarán y te castigarán. Los semáforos están perfectamente sincronizados y en los pasos de peatones te obligan a correr, ya que está calculado para que cuando llegues a la mitad se ponga en rojo y se aceleran los pitidos que emiten. Después de la tranquilidad de Vanuatu todo esto me pone un poco de los nervios. En las escaleras hay una especie de superficies antideslizantes para evitar que resbales en las que casi me caigo un par de veces ya que no estoy acostumbrado a estas delicadezas después de meses de sortear todo tipo de obstáculos.

Cuando vuelvo al aeropuerto de Brisbane para tomar el vuelo a Perth, me encuentro que todo está lleno de maquinitas para hacer uno mismo el check in. Me hago el europeo y saco incluso la etiqueta del equipaje que pego tan mal a mi maleta que cuando llego al mostrador me dicen que la próxima vez pida ayuda antes de hacer algo parecido mientras me vuelven a imprimir una nueva etiqueta. Me siento como un pobre aborigen australiano y desconsolado me voy a buscar un boomerang.

Con Fran en el puerto de Fremantle
En Perth me viene a buscar al aeropuerto mi amigo Fran, que es a quien en realidad he venido a visitar a esta ciudad, de la que dicen que es la más aislada del mundo, lo cual me alegra un montón porque a lo largo de todo mi viaje hasta ahora nadie lo había hecho. Todos consideran que si haces un viaje tan largo bien puedes acabar de llegar hasta la casa donde vas. Y también es verdad. Pero en este caso ha sido la excepción. Nos quedamos en la casa de Sanu, una chica nepalí donde Fran alquila una habitación.
Al día siguiente recogemos a Silvia, una chica de Roses que también está haciendo el canguro por aquí y nos vamos en el coche de Fran, un flamante Toyota Corolla del año del cata-pum hacia el norte, en un día anunciado como de chubascos. Hacemos paraditas para mirar el mar y para resguardarnos de la lluvia que entra por las ventanas del coche que no cierran muy bien. Y una vez nos atrevemos a ir hacia el infinito Outback, a pie, a ver si vemos algún canguro, cuando ya la lluvia vuelve a aparecer y aunque corremos hacia el coche, no nos deja llegar y nos empapa en unos segundos. Lo peor no ha sido mojarnos sino constatar que los tres, sin excepción de edad ni religión, estamos totalmente fuera de forma dado que tardamos varios segundos en poder hablar hasta que recuperamos el nivel de oxígeno normal en sangre. Pero todo se nos olvidará cuando unos kilómetros hacia el sur, ya regresando, paramos en el parque nacional de Yanchep, donde veremos canguros hasta cansarnos e incluso unos koalas durmiendo apaciblemente en los eucaliptos de los que se alimentan. Antes, para asegurar el buen humor de Fran para todo el día y parte de la semana siguiente, hemos visto unas gaviotas de un pico grande y anaranjado que él llevaba tiempo buscando y no había conseguido ver. ¡Día completo! 

La ventaja de ir a ver a un colega a quien conoces, con quien tienes confianza y que además habla español es que te cuenta cosas del país que de otra manera nunca averiguarías. Entre otras cosas cuenta que en la costa de Perth han muerto 5 personas en los últimos 10 meses por ataques de tiburón, lo cual no es poco.
En Australia te encuentras con gente amable que se esfuerza en hablar despacio, alto y claro para que los entiendas y otras que debido a su incultura son incapaces de usar otras expresiones para que les entiendas y te vuelven a repetir lo mismo que te han dicho a la misma velocidad. Lástima.
Los días que Fran trabajaba los dediqué a pasear. En Freemantle, ciudad pegada a Perth, vi un mapamundi que al principio no entendí y es que estaba hecho desde la perspectiva de Australia. Era interesante ver España al este y al revés, con las islas Canarias al norte.
En Perth, donde dediqué otro día a pasear por la ciudad, cerca del museo vi que en unos jardines habían plantado lechugas, coles y otras hortalizas, que cultivaban unos voluntarios y entregaban a instituciones sociales. Un ejemplo de cosas a hacer en nuestro país. En Vanuatu mucha gente me preguntaba si yo era de Nueva Caledonia ya que decían que mi acento hablando francés era como el de la gente de esa isla. Como me avergüenzo un poco de ser español en este momento y además estoy harto de que me hablen de fútbol, intentaré a partir de ahora decir que soy de Nueva Caledonia, a ver qué tal me va.

Al final he conseguido reducir el peso de mi equipaje de los 19 kg que tenía en Tonga a los 16 kg con los que me voy desde Australia. Ahora me espera Bali y Sulawesi.