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martes, 28 de agosto de 2012

El turista depredador


Al finalizar el festival de “Arte y Cultura de Lamap” había que seguir subiendo hacia el norte. Allí había la posibilidad de ver las danzas de los Big nambas y algunos de los lugares que se conservan de los caníbales que, todavía en el siglo XIX, se comieron a alguno de los misioneros que vinieron a imponer la religión católica. Entre los tres italianos, los tres franceses y yo alquilamos la Toyota Land Cruiser del hospedaje para que nos llevara hacia el norte, a algo más de 100 km. Los franceses se iban hacia la isla de Vao mientras los italianos iban a seguir con su plan de actividades que coincidía con lo que yo quería ver. Aunque Laurent, Natascha y Miguel me eran mucho más entrañables, me decidí a unirme a los italianos para que así no me saliera tan caro ir a todos esos lugares previstos. El viaje al norte transcurre por una pista de arena, que en algunos tramos se desvía por la playa y en otras pasa por lugares que debido a la erosión pronto no serán transitables. En el camino vemos alguna que otra escuela y nos preguntamos donde vivirá la gente ya que casi no vemos casas.
Nos quedamos en Walairana, desde donde se puede ir caminando a ver uno de los sitios históricos de caníbales (Sanwir). Después de intentar regatear el precio con el propietario de ese sitio, que pide unos 30 euros por cabeza, sólo Carlo se avino a pagarlo mientras Luca y yo sólo iríamos a la excursión por el placer de las 3 horas y pico de caminata por el bosque hasta llegar al lugar. Giancarlo se quedó en la comunidad donde dormíamos y cuando le anunciaron que podría asistir a los funerales por la abuela que había muerto unos días atrás, aplaudió de contento gritando “funeral, funeral”. Yo no sabía ya donde ponerme de la vergüenza ajena pero por suerte nos pusimos en marcha con Arvelino, nuestro guía local. Al pasar por su casa, Arvelino dejó las chancletas para seguir descalzo y cogió un machete. Por el camino abría un cacao y chupaba sus nueces, abría un coco y comía la pulpa, cortaba un pomelo que daba suficiente para los cuatro, para saciar nuestra sed y llenarnos de dulzura. Cuando empezó a llover cortó unas hojas de una especie de palmera de porte bajo, las que nos servían de paraguas. Carlo ya empezó a mostrar su mal talante al darle al guía su mochila, llena hasta arriba con todo tipo de cosas, para que la cargara durante todo el día.
Nuestro guía Arvelino

Después de caminar las 3 horas anunciadas, mientras Carlo y Luca nos esperaban en una zona intermedia, Arvelino y yo llegamos a Botco Village, una comunidad fundada por una sola familia, formada por 7 hermanos años atrás y donde viven 83 personas, mientras a 2 hermanas de la familia les tocó casarse e irse a vivir a otros pueblos. A esta comunidad sólo se puede llegar caminando 1 ½ horas desde Atchin o 3 horas desde Walairana, cruzando por medio de bosques y cacaotales y sin encontrar casi casas por el camino. Nos encontramos con el propietario del lugar de los caníbales y regresamos recogiendo a los italianos, para encaminarnos hacia el lugar, abriendo en algunos casos la pista a golpe de machete. Mientras yo esperaba fuera los demás entraron (el concepto de dentro y fuera dentro del bosque no existe pero ellos así lo denominaban para entrar al lugar donde vivieron y celebraban sus ritos los caníbales). Al cabo de media hora regresaron de “dentro” mientras yo me había entretenido haciéndome unas fotos al lado de un gigantesco árbol “banyan”. Al parecer no se podía ver gran cosa ya que todavía no está suficientemente mercantilizado y lo mantienen en su estado natural. La cara de Carlo era un poema y se le veía que venía descontento. Como encima no habla francés, empecé a traducir hasta que decidí que no iba a ayudarle a seguir con su mal genio. Me disculpé ante el propietario en nombre de todos y mi sensación de vergüenza iba en aumento. Carlo seguía haciendo aspavientos y dándole a entender al propietario que aquellas calaveras que había visto eran una mierda por lo que sólo le dio 10 € de los 30 acordados, lo que este primero rechazó aunque en una segunda tentativa acabó cogiendo el billete. El pago en Vanuatu por “ver sitios”, aunque no sean suficientemente atractivos a nuestros ojos cuando estamos allí, es una práctica común y lo consideran como una forma de respeto a la propiedad. Por ejemplo, prácticamente todas las playas están privatizadas y no es extraño que uno se bañe y de pronto llegue alguien exigiendo el pago de la entrada.
Cuando ya empezamos a caminar de regreso Carlo tropezó con una raíz de una planta y pensé que eran los espíritus del lugar que lo estaban persiguiendo. En ese momento deseé que en los días que le quedaban en Malekula le dieran alcance y que lo castiguen al menos con una fuerte diarrea.
Banyan tree

En el camino de regreso, aceleramos el paso para que nos pillara la lluvia que se veía venir al frente, con tan mala suerte que Carlo se quedó atrás y en un cruce se perdió. Aunque nos dimos cuenta y lo esperamos se puso histérico descargando a grandes voces en italiano toda su mala leche con el guía y después con nosotros. Por la noche, ya calmados en el hospedaje, cuando quiso hablarme como si no pasara nada, le dije que me parecía que debía disculparse como mínimo con el guía. Como le volvió a venir un pequeño ataque de histeria pasé de él. Yo ya había decidido que al día siguiente mi camino sería en dirección contraria a la que ellos tomaran. Para rematar, por la mañana además descubrí que habían robado en Lamap uno de los juegos de semillas que los danzantes se ponen en los pies para aumentar el sonido de sus golpes con los pies y que se había quitado uno de ellos. Ahora lo dejaban abandonado ya que ocupaba mucho espacio y les oí comentar que no pasaría la cuarentena al hacer tránsito en Australia.
Creo que este tipo de gente son los que hacen daño a lugares poco acostumbrados a recibir turistas como los que hemos visitado y con su actitud van haciendo cambiar la forma de ser amable de la gente. Pero todavía más peligroso me pareció el otro grupo de turistas italianos, quienes con mayor poder adquisitivo, se dedicaron a comprar las máscaras y utensilios tradicionales que identificaban como valiosos, por precios irrisorios para nuestro nivel de vida europeo.
Como diría más adelante Laurent, este tipo de actitudes es un espejo en el que uno debe mirarse para reflexionar y no caer en ellas, ni por aproximación. Y con esto me olvido de estos energúmenos depredadores.

Santo
De Walairana sigo al día siguiente hacia el norte, con tan buena suerte que cuando llega una de las Toyotas que hacen de transporte público en esta zona me encuentro de nuevo con Laurent y Natascha que vienen de confirmar su vuelo en Norsup, la capital. Me alegra reencontrarlos y acordamos ir juntos a la isla de Vao, donde ellos se están quedando. Al día siguiente, por la tarde llega de nuevo mi conocido Big Sista, en el que me embarco para ir hasta la isla de Santo, a Luganville donde pasaré los últimos días en Vanuatu.
Luganville tiene unas calles tan anchas que no parecen corresponderse con el escaso número de habitantes ni los vehículos, sobre todo taxis, que circulan por ellas. Pero es que en esta isla estuvieron estacionados 500 mil soldados norteamericanos que participaron en la segunda guerra mundial. En esta isla llegaron a haber 3 pistas de aterrizaje para los aviones que traían la carga de alimentos y equipos necesarios para la guerra y 10.000 ni-Van trabajaban exclusivamente para estas tropas. Cuando la guerra se acabó, el gobierno de Estados Unidos ofreció a los gobiernos francés e inglés la venta de los equipos usados como jeeps, camiones y diferente maquinaria. Como estos no estuvieron interesados llevaron toneladas de estos equipos hasta un punto de la costa y lo hundieron todo en el lugar que desde entonces se llama “Million Dollar Point”.
Desde Luganville hice un par de excursiones por la costa oeste, bañándome en piscinas naturales que llaman “Fresh water” y que tienen unos colores increíbles, en la Champagne Beach, llamada así porque al terminar la segunda guerra mundial celebraron con un contenedor de champagne el fin de la contienda. También fui a la cueva descubierta en 1999, Millenium Cave y que alberga un rio subterráneo que la atraviesa durante 400 m, teniendo la cueva 60 m de alto. Me impresionó una afluente natural que cae desde unos 10 m de altura dentro de la cueva.
Los gastos desglosados en 23 días de viaje por Vanuatu son los que se ven en la tabla, muy parecidos a lo que me gasté en Fiji. Si a ello le sumo el coste de billete de avión desde Fiji, la media sube a 50 euros por día. Poco a poco voy teniendo ganas de llegar ya al sudeste asiático, mucho más barato.

Comida
Dormir
Transporte
Actividades
Total
Media Vanuatu
9,8
12,1
8,8
8,3
39,0
Medias Fiji
10,7
13,3
9,3
7,9
41,2





domingo, 26 de agosto de 2012

A través de Malawi (Nov 2010)


La frontera está desolada y hay un bus que no se sabe adónde va pero que tampoco parece que vaya a salir en las próximas horas. Nadie me hace ni caso y cuando le pregunto a un muchacho como salir de allí, ni me entiende ni le entiendo. Hay otro chico, bastante pesado, que lleva un rato ofreciéndome todo tipo de cosas, desde un taxi para dirigirme al sur hasta cambiar dinero. Yo intento ignorarlo pero es difícil dada la desolación del lugar y al final no me queda más remedio que cambiarle los Schillings tanzanos que me quedan por Kwachas de Malaui, además de preguntarle si de verdad me puede conseguir un taxi. Mi idea es llegar a Karonga, a unos 60 km de la frontera, para luego ya tomar un bus regular. Pero en ese momento un taxi, sin distintivo pero con un chofer simpático, pasa por allí y decido abordarlo. Es un taxi ruteado por lo que me cobra hasta Karonga sólo 500 Kwachas (2,5 Euros) en vez de las 1500 que me decía el comisionista, a cambio de ir dando primero un par de vueltas por el mercado a ver si encontramos gente. Aunque al principio no tenemos éxito luego vamos encontrando clientes por el camino.
Unos kilómetros más adelante un hombre nos hace señas para que paremos al lado de la carretera. De una cabaña traen a una mujer joven enferma que casi no puede caminar y se suben al taxi su hermana, su marido, su madre y 3 niños (los parentescos los he establecido yo por aproximación). Además ya llevábamos 2 pasajeros de antes. Llevamos a la familia a un centro de salud que da miedo sólo verlo. El taxista viendo mi mirada me dice “this is Africa”.
Cuando llegamos a la ciudad de Karonga, me subo a un bus de los grandes en los que se va relativamente cómodo y no hay mucho problema con llevar equipaje. Cuando viajo todo el día, como hoy, no suelo comer al mediodía, reservándome este placer para la cena. Por el camino compro algo de fruta a los vendedores callejeros o me abastezco de frutos secos que voy haciendo bajar a base de agua. Es el modo que llamo de “bajo consumo de energía”. De alguna manera lo tengo interiorizado y mi cuerpo tampoco me pide comida. Es como lo de ponerse enfermo, sólo cuando hay tiempo para ello.
En Malawi, a pesar de que mi guía de viajes dice de algunos lugares que no cuentan con cajeros automáticos, se demuestra otra vez que 1 a 2 años de antigüedad de una guía pueden dejar obsoletas estas informaciones en este tipo de actividades económicas tan dinámicas. Esto y la proliferación de teléfonos móviles, que está al mismo nivel o superior que en Nicaragua, es lo que más me sorprende en estos países.
Me subo al siguiente microbús aun sabiendo que tardaremos un buen rato en salir hacia Nkhata Bay, desde donde debe salir el barco que me llevará al sur de Malaui, si las informaciones que tengo son ciertas. pero es la mejor manera de asegurar el asiento que crees que es mejor. Delante de mí hay un niño de unos 2 años, muy gracioso, en brazos de una madre muy bonita. Me dan ganas de rascarle la cabeza con ese pelo ensortijado así como la espalda, con esa piel tan fina (¡de la madre, claro!). Por el camino irá subiendo más gente aunque siempre parece que no cabe nadie más, hasta que pinchamos. Finalmente llegaremos al pueblo de noche.

Ferry Ilala
Siempre me ha gustado ir en barco y cuando leí que se podía cruzar el lago Malawi en un ferry, lo convertí en parte del objetivo de mi viaje. Por la información que tenía, el ferry sale una vez por semana, los lunes a las 8 de la noche del puerto de Nkhata Bay. Por eso lo primero que hago por la mañana es ver si puedo comprar el billete. No entiendo muy bien lo que me dicen, sólo algo vago sobre un retraso. Me decían que cuando el barco llega hace sonar la bocina de forma que se oye en varios kilómetros a la redonda y cuando se va, pita 3 veces una hora antes de partir, la segunda a la media hora y la tercera cuando ya se pone en marcha. Todo esto no lo entiendo y lo voy averiguando cuando ya voy en el barco, por lo que el lunes me lo pasé todo el rato pendiente de si el barco llegaba o no, de si hay nuevas noticias y preguntando en el puerto, donde me dan diferentes horarios, contradictorios entre sí, incluyendo el de que esté preparado para salir desde las 4 de la mañana del martes.
Por fin, a las 9 de la mañana del martes sonó el primer bocinazo del barco llegando al puerto, momento que aprovecho para bañarme en el lago antes de embarcarme. A las 11 de la mañana junto con otras 200 personas, más que embarcar lo que hago es el abordaje del mismo, en un perfecto desorden, dando codazos, pisotones y empujando como el que más, sudando y llenando de polvo toda la ropa limpia que me acababa de poner, todo ello para que el barco finalmente salga por la tarde. Aunque desconozco las razones de la raza humana para comportarse de esta forma, es algo que se repite en todos los países pobres y en situaciones donde la demanda parece exceder a la oferta, aunque luego esto no se confirme. En este caso había sitio para todos pero parece que esta es la manera que tienen de subir. Y para remate, a pesar de que uno racionaliza todo esto, cuando ve a la masa que se pone a empujar, uno se convierte en masa y hace exactamente lo mismo. Para acabar de arreglarlo había 2 policías con porras que apostados delante de la gente que queríamos subir, cada tanto amenazaban con cachimbearnos a todos si seguíamos empujando.
Cuando veo el ferry me decepciona un poco ya que en la foto que vi en Internet parecía algo más elegante. Una vez dentro, cuando veo la clase económica y segunda, mi “First Class Deck” me parece estupenda a pesar de que me tocará dormir en el suelo sobre una colchoneta mugrienta que alquilo por 2 dólares la noche. De pensar que sería el único extranjero a bordo paso a defender un sitio con respaldo frente a un numeroso grupo de ingleses que, por suerte, se bajan dentro de unas 7 horas mientras está previsto que yo pase unas 40 horas hasta llegar a mi destino. La última noticia es que salimos a las 4 de la tarde, o sea con 20 horas de retraso sobre el horario previsto. Pero saldremos, que es lo importante. Mi destino es Monkey Bay, al sur del lago y último puerto antes de que el Ilala vuelva a retomar su rumbo hacia el norte. Hay una pareja de gringos, que por suerte hablan español, que vienen de Mozambique y hablan muy bien de ese país, de su gente y de su comida, así que todavía tengo más ganas y no sólo por eso, de dirigirme hacia allí.
Una de las cosas que escribo en mi diario sobre estos viajes es que muchas veces el recuerdo más o menos agradable del mismo es proporcional al grado de compañía con que cuentas. En el tren fue agradable compartir con los alemanes mientras que en el barco el lenguaje que impera es el inglés, lo que me acaba excluyendo un poco. Así que siento el tiempo pasar, sin nada que hacer, más que contemplar el movimiento del agua y dejar mecer los pensamientos junto con las olas.
Carga de cajas de pescado

A lo largo del viaje vamos acumulando más retraso. Tanto en el pueblo de Chizimula como en la isla de Likoma no hay un puerto para que el barco atraque, por lo que todo el trasvase de personas y mercancías se tiene que hacer por medio de 2 barcas auxiliares y de los botes de los pescadores. El desorden es total y la mala organización contribuye a ello. En las barcas traen bultos que pesan al menos 100 kg y que necesitan a veces hasta 6 hombres para introducirlos por la puerta lateral del barco. Como el pago que se realiza de la mercancía es por bulto (ya que no hay báscula) entonces hacen el bulto a una medida casi exacta de la puerta del barco, lo que obviamente, con el movimiento en el agua y su peso, dificulta mucho la operación. Y ello sin hablar del peligro que entraña para quienes lo manipulan.
Este año parece que ha sido extraordinario en cuanto a la pesca de unos pescaditos (pertenecientes a los cíclidos) endémicos del lago Malaui. Estos pescados, una vez secos, son los que utiliza la población como base principal de proteínas. Toda esta carga de pescado seca la transporta el barco de costa a costa, para luego ser transportada a la capital y ser vendido allí o incluso a Zimbabwe. En el barco la carga comparte espacio con la gente en la clase económica, adonde por vergüenza no me atrevo a ir, ya que en esa parte baja del barco veo a la gente hacinándose junto a todos esos bultos y cada vez me alegro más de ser tan privilegiado de ir en la cubierta. Ya apenas no me quejo nada. Como el barco lleva retraso, la gente que está esperando en los sitios donde paramos tiene miedo de que la dejen en tierra y cuando el bote auxiliar se dirige a tierra se ve a los más intrépidos nadar hacia el bote para antes de que llegue subirse a él y así asegurarse su traslado hasta el barco.
En la primera noche que duermo en cubierta, con las estrellas como compañía y el ronroneo del motor del barco, duermo bastante bien. Tanto, que cuando me despierto por la mañana encuentro a mi lado durmiendo una pareja, inglés él, pero criado en Cádiz y ella turca y criada en Turquía. Han subido también una pareja de surafricanos blancos con 1 niña y un alemán que viaja en bicicleta. El inglés-gaditano lleva 1 año viajando por África. Primero estuvo en Egipto estudiando árabe y luego ha ido descendiendo toda África, pasando por Sudán, Etiopía, Uganda y Kenia. Trabaja como free lance especializado en temas de economía para periódicos como El País, aunque dice que hace tiempo que no manda nada.
Al segundo día por fin averiguo donde están las duchas y después de conseguir la llave, que según me dicen debo devolver para que no se cuelen los de la clase económica, me doy una ducha y la vida se ve de otra manera.
El barco tiene un restaurante para la 1ª clase y otro para la 2ª y la económica. Como no estoy haciendo absolutamente nada en el barco, me refiero a ejercicio físico, más que caminar un poco de aquí para allá y de allá para acá, le digo al camarero que viene a preguntar 3 veces al día quién va a desayunar, comer o cenar, que voy a prescindir de la comida del mediodía ya que no estoy gastando energías. No sé si es que no entiende mi argumento o mi inglés, pero con esa manera tan expresiva que tienen los africanos de demostrar lo que piensan, entiendo que me declara loco de remate. Para matar el hambre al mediodía cuento con alguna galleta y unos cacahuetes que me quedan de reserva.
El alemán que tenía mi mismo destino, Peter, se ha bajado antes ya que no quería perder más tiempo con el retraso del barco ya que su avión salía de la capital al cabo de dos días. Creo que se ha equivocado ya que por la enorme cantidad de gente que se ve en tierra, pienso que le va a costar mucho conseguir transporte. No obstante, el tener dinero en estos casos acaba solucionando este tipo de problemas.
En el tercer día de viaje me quedo completamente sólo en el barco, por lo menos en lo que respecta a la primera clase. Eso me permite bajar ahora sí a la parte baja del ferry, donde está la clase económica e intentar imaginarme como han pasado el viaje cuando esto estaba lleno de gente y de bultos. Ahora ya no queda casi nadie, sólo los restos de comida y la basura de tanta gente hacinada.
Peter había pagado la cabina hasta el final de su trayecto, que era el mismo que el mío. Cuando se ha ido, se ha despedido de mí y me ha dado la llave para que yo pueda usar su cabina. Todo un detalle. Así puedo dejar ahí mis cosas y lavarme los dientes en un lavabo decente. Peter ha dejado en el camarote una botella vacía de whisky de un litro y medio que me imagino se ha soplado en este par de días. Ahora entiendo su nariz roja por las mañanas y sus ausencias prolongadas.
El capitán me ha dicho que iremos directo a Monkey Bay y no pararemos en Chipoka, para no seguir perdiendo más tiempo. Parece que los pasajeros que iban a ese destino se tendrán que aguantar o han debido llegar a algún tipo de arreglo con los del barco. Aunque a ratos el avance del barco se hace lento, sé que lo encontraré a faltar cuando me toque volverme a subir a alguno de los buses que van tan atestados. Lo mejor de este medio de transporte es la tranquilidad y cadencia con que se desliza, el lento transcurrir del tiempo, la gente que vas conociendo a ese mismo ritmo lento, el tiempo que tienes para pensar.
Cuando el sábado llegamos al puerto, ya es de noche. Poco antes de atracar me comunican que como es tarde me puedo quedar a dormir en el barco. ¡Todo un detalle que no me esperaba! Y uno piensa en esos momentos en que diferencia de trato el que les damos a esta gente en nuestro país y el que recibimos de forma tan natural aquí. Por la mañana, temprano, me pongo de nuevo en movimiento. El barco está completamente solo y me doy cuenta que soy el único que ha dormido en él. Me ducho y abandono el barco, entregando la llave en la caseta de entrada del puerto, desde donde me encamino hacia la estación de buses para seguir mi camino, esta vez hacia el parque de Liwonde, donde poco antes de partir leí que ya se podían ver los 5 grandes (the five big: elefante, búfalo, león, leopardo, rinoceronte). Además este parque es conocido por poder realizar excursiones en bote y donde se pueden ver hipopótamos y elefantes en el río, además de ser mucho más económico que en los países vecinos.
Monkey Bay


miércoles, 22 de agosto de 2012

Malekula


Me embarco a la luz de las linternas en una barca auxiliar que nos lleva a un par de pasajeros y a mí hasta el Big Sista, donde me encuentro de nuevo a Berthold quien va camino de Norsup, al norte de Malekula. Me acomodo al lado de una señora que duerme junto a su pequeño demonio negro quien no me dejará dormir en toda la noche ya que no para de moverse. Por la mañana, antes de irme  lo intento fulminar con mi mirada pero me la aguanta tan tranquilamente. Son las 6 de la mañana cuando llegamos a Lamap, con el día despuntando, lloviendo y con el suelo completamente embarrado, con sueño, deseando en ese momento estar en mi casa y no haber emprendido nunca este viaje. Mientras la lluvia nos va calando poco a poco debajo de un árbol que es lo único que parece ofrecer algo de protección, me uno a una pareja francesa, Laurent y Natascha, que viajan con su hijo adolescente Miguel, quienes van al mismo hospedaje que yo. Después de mil y una vueltas, en la caja de un camión, donde vamos de pie, llegamos a Levi’s Store, nuestro hospedaje en los próximos días. Lo que Lonely Planet describía como un hospedaje básico se queda corto, convirtiéndose en el lugar más cochambroso de todo el viaje, sin luz, sombrío, con un baño y ducha deplorable aunque todo amortiguado por la amabilidad de los que nos sirven la comida. Como puntilla los mosquitos se convertirán en un acompañante bastante incómodo en nuestra estancia aquí.

El poblado de Lamap, con casas dispersas aquí y allá, está en la punta de una bahía que se llama Port Sandwich, en honor de un primer ministro inglés con ese nombre. Todos te advierten de que por bonita que te parezca no te bañes en la bahía ya que está infestada de tiburones y al parecer atacan. Aunque no me lo acabo de creer no me meto por si acaso y luego me cuentan que hace años hubo un matadero de vacas que tiraba todos los deshechos a la bahía lo que produjo la consecuente concentración de tiburones. He venido a este lugar porque estando en Port Vila leí que hay un festival con actividades tradicionales, dirigido a turistas, con la finalidad de recuperar y mantener sus propias tradiciones, además de recaudar el dinero que cobran por la asistencia (40 € por 2 días) para la comunidad. Como me queda un día libre antes de que empiece el festival me uno a los franceses que tienen un contacto en el pueblo, Calixto, quien les ha invitado a comer a su casa, en las afueras del pueblo. Pasamos todo el día con ellos y es interesante ver la vida de una familia, observando cómo basan su sistema de vida en la autosuficiencia, manteniendo todo lo necesario cerca de la casa: madera para cocinar, coco para beber, para comer y extraerle el aceite, gallinas y ñames, kava para soñar. Pasamos todo el día oyendo las historias de Calixto, a quien Laurent (periodista) y Natascha (directora de teatro)  entrevistan, sobre la historia de la isla, creencias y espíritus.
El kava es la bebida nacional de este país. Se extrae de la raíz de una planta, Piper Methysticum, que tiene un efecto relajante cuando se bebe. Toda su preparación es artesanal, debiéndose quitar la corteza de las raíces, luego cortarlas bien pequeñas y pasarlas por un máquina manual de moler carne. Luego se lava la masa resultante, se pone en agua y ésta se filtra, obteniéndose el producto final, listo para beber. Al primer trago ya notas un entumecimiento de la lengua y una carraspera que obliga a ir escupiendo todo el rato, lo que al final se acaba convirtiendo en una asquerosidad ya que todo el mundo va haciendo ruidos para aclarar la garganta y soltando escupitajos de todos los tamaños y colores por todas partes. Lo mejor es que se bebe de noche así que no se ven los “lapos” en el suelo. Cuando ya has bebido 3 o más raciones de kava, es posible que te tengas que ir a tu casa a cuatro patas. Mi impresión es que todo el mundo en este país está enganchado a esta “droga”.

Festival de Lamap
Al principio parecía que los cerca de 30 extranjeros que llegamos al festival íbamos a invadir el poblado, pero no, la gente fue saliendo de sus casas y nos empezaron a superar largamente en número y en sonrisas. La amabilidad de esta gente es difícil de transmitir sobre el papel ya que es algo que se siente sólo sobre la piel. Fueron dos días de compartir, hablar, ver y reír todos juntos. Todo el tiempo estuve intentando comparar lo que veía con lo que conozco de algunos países africanos y me parecían un pueblo mucho más accesible, sin miedo ni reticiencias al blanco, como ocurre en muchos países africanos. Era muy fácil hablar con las mujeres ya que hablaban francés, lo que no ocurre en otros lugares donde sólo suelen hablar el idioma local.

Mi francés mejoró bastante estos días, seguramente a costa de mi inglés. Entre los foráneos había gente diversa, la mitad viajando en veleros, desde alemanes, daneses, australianos a franceses. Entre los de a pie destacaba un norteamericano al que le puse (imos) cariñosamente “Big namba gringo”. Era muy simpático, hablaba algo de español, se decía enamorado de Sevilla donde vivió 2 años y al parecer es un conocido percusionista de Nueva York. ¿A que no parece?
Big namba gringo

Las danzas de los guerreros nos transportaban a la época de los caníbales cuando bailaban antes de desmembrar los cuerpos de sus enemigos y repartirlos entre los vencedores. Esta es la causa por la que no se encuentran esqueletos enteros, para frustración de algunos, ya que cada uno se llevaba su parte de los huesos a un sitio diferente. La nota algo negativa la daban (dábamos), cómo no, los extranjeros que lo fotografiábamos absolutamente todo, llegando incluso a fotoarrinconar a más de uno.
Italianos "fotoarrinconando" a un niño

En casi todas las islas de Vanuatu destacan las danzas que se celebran en cada una de ellas y en concreto en Malekula, las de las 2 tribus mayoritarias, los small y los big namba, los que se diferencia estéticamente por el tamaño de la hoja que cubre su pene. Mientras los small lo envuelven con una hoja de fibra seca, acabado en una especie de cinta y en un cinturón de corteza de árbol, los big lo llevan en una larga fibra de pandanus y dejando los testículos expuestos.
Algunos me han dicho que debo ser el único turista que ha venido a Vanuatu y no ha visitado su mundialmente famoso volcán en la isla de Tanna. Mi opción por dinero y tiempo era el volcán o la isla de Malekula y ahora que he estado aquí me alegro de haberme decidido por esta. Si algún día me pierdo de verdad, quizás lo haga en Vanuatu.
En el hospedaje coincidimos con 3 italianos, Luca, Giancarlo y Carlo, mientras en otro lugar se alojaban otros 5 italianos, por lo que constituían el grupo mayoritario extranjero, mientras yo era el único español. Como se verá más adelante no eran solamente los más numerosos sino que además eran los más dañinos.


domingo, 19 de agosto de 2012

Sudeste asiático - Timor Leste


Llegué al aeropuerto internacional de Dili, en Timor Leste, un viernes de abril de 2011 al mediodía, donde Batavia Air me dejo con un poco de retraso sobre el horario previsto. Dili me recordó un poco a Nuakchot, aunque es mucho más verde. Las calles polvorientas, las casas con grandes patios, las largas avenidas. El día siguiente por la tarde la estuve recorriendo en su pequeñez con sólo 180.000 habitantes y lo dediqué a perderme por sus calles. Siempre me hace falta eso el primer día, cuando aun no tengo un plano de la ciudad y paso 3 veces por el mismo lugar hasta que me lo aprendo de memoria.

Al otro día Nagore y Luisa me embarcaron para ir a ver un proyecto en Fuiloro, un pueblo entre Lautem y Los Palos, en la punta este de Timor. La idea de Nagore, que trabajaba para una ONG española y de Luisa, una portuguesa que trabaja para otra ONG, era convencerme para que les hiciera un diagnóstico de la situación de una escuela agraria y un plan estratégico para ser desarrollado en los próximos 2 años, con el acompañamiento de un asesor. Aunque yo no me había comprometido a nada, sólo a ir a ver de qué se trataba, ellas ya daban por descontado que yo iba a aceptar y todo lo que me decían y ofrecían era para ponérmelo más fácil. Se trataba de ir a verlo y luego yo podría decidir.
La carretera que va de Dili hacia el este es descrita como de las mejores de Timor pero se tarda 6 horas en hacer 230 km, lo que da una idea de su estado. Grandes baches, a veces llenos de agua y todo tipo de animales domésticos en la carretera. La vía es muy estrecha, no tiene arcenes y en cambio sí muchas curvas, muy cerradas. La carretera discurre en su mayor parte por la costa, subiendo en algunas ocasiones las lomas que vamos encontrando por el camino. Todo está verde y cerca de los ríos, los barrancos, están sembrados de arroz, cerrados en curvas de nivel para anegarlos con agua, donde de vez en cuando se ven grupos de mujeres plantando manualmente los brotes. Algunos campos llegan hasta el mar estableciendo ese contraste entre lo verde y el azul turquesa, entre 2 sistemas, el agrario y el marino, que tan difícil ya es verlos juntos en España. Los búfalos están en las charcas que se forman en zonas de manglares, revolcándose en el fango para desparasitarse. Cuando cruzan la carretera lo hacen lentamente, lo que da tiempo a esquivarlos. Los puentes son un buen lugar para observar si hay cocodrilos tomando el sol en los areneros que se forman. Los timorenses consideran a los cocodrilos como sus antepasados y por eso les llaman abuelos (abu) y no los matan, lo que explica que cada vez haya más. Además no les tienen miedo porque sólo se comen a la gente mala, así que si te portas bien no hay problema.

Por el camino nos encontramos un camión atravesado que una grúa intentaba sacar del atolladero. Como íbamos en 4x4 nos desviamos por el monte y conseguimos continuar. Algo más adelante nos encontramos con el puente caído que nos habían comentado unos brasileños a los que conocimos a la hora de comer. Como la marea ya había bajado y después de ver pasar sin problemas a un microbús nos decidimos a seguirle vadeando la desembocadura por la costa. Llegamos a Fuiloro ya de noche y solo nos dio tiempo a que me presentaran y hablar algo con dos de los padres salesianos, uno de la India, el director, y otro de Timor.
Después de visitar la finca de la escuela, en el viaje de regreso ya les dije que me comprometía a quedarme 1 mes. Y es que en el fondo soy un débil. Me decidí, entre otras cosas, porque pensé que era una buena manera de conocer mejor el país, del que hace poco no sabía nada, y que es el más joven del mundo (el 20 de mayo del 2002 fue la fecha de su independencia), o lo era hasta la reciente división de Sudan en 2 estados.
Celebración Día de la Independencia

Timor Leste con una población de 1,1 millones de habitantes y 15.007 km2, tiene el portugués y el tetun como idiomas oficiales. Además se hablan otros 32 idiomas locales, entre ellos el fataluku, en la zona donde me estoy quedando. Por ello me han puesto de apoyo a 1 chico y 1 chica, Joao y Simone, que hablan cada uno de los idiomas y algo de portugués. Yo les hablo en español y así la confusión acaba por ser completa.

En el viaje de regreso paramos a una médico cubana (de Holguín) que hacía auto-stop y que está trabajando aquí. Hasta ahora toda la gente que conozco hablan admirados de los médicos cubanos, de los que hay unos 600 en Timor, ya que vienen ganando lo mismo que en su país, viven en casas entre la población local en sus mismas condiciones, y no tienen vehículo. Debe ser el contraste con todos los vehículos de las Naciones Unidas que hay, nuevecitos, con un extranjero sentado en cada uno de ellos.
La gente de Timor no parece asiática, o por lo menos bajo el estereotipo que yo tenía de éstos.  No tienen los ojos muy rasgados, algunos son casi negros, otros tienen el pelo rizado, y quizás la definición que oí el otro día sea la más adecuada: austral asiáticos. Y es que geográficamente Timor está tan cerca de Australia como de Java.

Parte de la historia de Timor
La historia de Timor me recuerda en parte a la historia del Sahara que fue colonia española. En el caso de Timor, tras 450 años de colonización portuguesa, en 1975, Portugal se desentendió de sus colonias, lo que aprovechó Indonesia para invadir y anexionarse la parte de la isla que todavía no tenía, todo ello con el beneplácito de la mayoría de los países occidentales que no veían bien que se estableciera un sistema comunista en el país. Esta ocupación duró 27 años hasta que tras presiones internacionales (esa es la parte que no concuerda con el Sahara) y una vez desaparecido el peligro comunista (¿qué es eso?) Indonesia aceptó que se realizara un referéndum que ganó por mayoría aplastante (79% a favor) la opción independista (esto es lo que tampoco permite Marruecos). Tras una última matanza y la destrucción de las infraestructuras por parte de las milicias y el ejército de Indonesia antes de dejar el país, Naciones Unidas acompañó el proceso hasta que en 2002 Timor alcanzó la independencia definitiva. En esos 27 años se estima que murieron alrededor de 200.000 personas a causa del conflicto, lo que representa la quinta parte de la población actual. Además casi todas las infraestructuras quedaron destruidas, la formación de mucha gente incompleta, y todo por hacer.

La iglesia católica apoyó a la resistencia timorense frente a los indonesios, a pesar de que su tendencia era comunista, pero supongo que le tenían más miedo a la implantación en el país de los musulmanes indonesios. Como se ve cada uno defiende sus intereses y a resultas de ello la iglesia y la religión católica siguen siendo algo muy importante en este país. Dado que los indonesios prohibieron el portugués, la iglesia oficiaba en tetun, el idioma local que ya existía antes de la llegada de los portugueses, por lo que éste se ha mantenido.
El tetun tiene bastante influencia del portugués, sobre todo en aquellas palabras nuevas, no usadas anteriormente. A partir de 2002 estos 2 idiomas se convierten en los oficiales del país mientras el inglés se considera idioma de trabajo, aunque los 27 años de ocupación indonesia dejaron también su huella idiomática en toda una generación, además de que todos los que llegamos al país pretendemos hablar en el idioma que sabemos. Un lío.
Vendedor callejero

viernes, 17 de agosto de 2012

Islas de Vanuatu


En la isla de Nguna me trazo un plan para el resto de días que me quedan en Vanuatu, así que en cuanto llego a Port Vila compro el billete en Air Vanuatu a la isla de Epi y encima me hacen descuento por haber comprado un billete internacional con Qantas, socio de esta compañía. Las cosas van bien. Me voy al hotel donde había estado antes y en el dormitorio hay un alemán, Berthold que también lleva más de 1 año viajando. Nos hartamos a hablar alemán e intercambiar informaciones. Por la noche salimos a cenar al mercado, donde la señora que nos sirve la comida, como es tarde y sábado por la noche ya está bebiendo kava y es incapaz de darnos el cambio de lo borracha que está. Después nos vamos a un bar y nos tomamos incluso una cerveza que aquí vale el módico precio de 6 euros. ¡Toma ya!
Mercado Port Vila

Al día siguiente llego con tiempo al aeropuerto, como a mí me gusta y todo parece en orden menos el tiempo, que ha amanecido lluvioso. El aterrizaje en Lamen Bay, adonde me dirijo es conocido porque el avión llega en rasante por encima de unos corales lo que lo hace un aterrizaje espectacular pero quien sabe lo que veremos hoy con lo nublado que está. Cuando ya pasa largamente de la hora de embarque pregunto si hay retraso y me dicen que unos minutos. Hay una pareja extranjera que también se informa y que empieza a ponerse nerviosa. Vuelvo a preguntar y me dicen que han cancelado el vuelo. Las cosas se vuelven a poner mal. La pareja, que es de Nueva Zelanda, está indignada ya que sólo vienen por 1 semana y ven esfumarse su primer día de vacaciones. Hay un poco de caos en las informaciones que nos dan y finalmente nos dicen que el avión se ha estropeado y que el vuelo saldrá dentro de 3 días. Cuando ya estoy a punto de coger mis maletas e irme, oigo discutir a la pareja neozelandesa y me apunto a la juerga. Están reclamando que les den un hotel y la comida, exigiendo sus derechos. Pienso que realmente tienen razón y no me muevo de su lado a ver que cae. Finalmente después de varios tiras y aflojas nos ofrecen hotel gratis para ese día y que el vuelo saldrá al día siguiente. Se vuelven a arreglar las cosas. Me voy con Diana y Jeffrey, con los que mientras tanto ya me he hecho amigo, ambos profesores de universidad, al hotel Melanesian, un hotel de 100 o más euros la noche. ¡Viva Air Vanuatu!! Además nos dan la cena y el desayuno incluido y por la mañana nos hinchamos a croissants. Yo aprovecho para nadar varias veces en la piscina del hotel, de unos 20 m de largo y de contento que estoy vuelvo a nadar mariposa, lo que desde mi lesión en el hombro en Nicaragua no hacía. Tengo internet gratis así que me pongo al día de noticias, mando emails y escribo mi primera parte de Vanuatu. Todo sigue yendo bien. Mientras ceno junto con la pareja neozelandesa comentamos que casi nos dan ganas de que vuelvan a suspender el vuelo y quedarnos un día más. A mí la dosis de lujo me ha venido de perlas después de tantos días en precario y la habitación en este hotel ha sido la mejor  que he tenido en todo el viaje, comparable a la habitación en casa de Jorge y Carmen en Vietnam. Pero no, no cambio los juegos olímpicos en la tele del hotel por la posibilidad de nadar con los dugongs (una especie de manatí o también llamado vaca marina) en Epi.
En el aeropuerto doméstico de Port Vila recupero la sensación ya casi olvidada de embarcar a un avión sin pasar ningún control ni de equipaje ni de tener que pasar por un scanner, como en los viejos tiempos. El avioncito es de 8 plazas y no parece que a los pilotos les paguen muy bien ya que el nuestro lleva la camisa raída con el cuello a punto de desprenderse.
Ya en la isla, esta vez sin contratiempos, contratamos una barca para que nos lleve a ver si encontramos el dugong. Vamos a Lamen Island que está enfrente de la bahía donde nos encontramos, donde nadamos entre unos corales bastante bonitos y sigo descubriendo especies que nunca había visto antes, incluidos unos gusanos gigantes que se mueven lentamente. Aunque el dugong no aparece, la emoción de poder verlo en cualquier instante, de reconocerlo de pronto en una sombra, está ahí, incluso algunas veces creo oír como un mugido debajo del agua y esas sensaciones me son suficientes para seguir buscándolo hasta que me castañetean los dientes. De vuelta a la isla principal me despido de la pareja neozelandesa con la que he compartido las últimas horas, forro el libro de The Beach que se está deshaciendo y escucho mientras lo hago el taller de turismo rural que una chica del Ministerio de Turismo y una voluntaria de la cooperación neozelandesa están impartiendo a jóvenes de la isla. El sol asoma tímidamente y mi inglés avanza poco a poco, que más quiero.
Unos días antes de llegar, la semana pasada hubo en Epi una fiesta para conmemorar la llegada de los primeros pobladores a Vanuatu, lo que hacen embarcándose en unas piraguas a las que le ponen unas hojas de palmera en la proa que hacen como de vela, y porque no, quizás fuera esa la primera vela que existió.
El pidgin english que hablan en este país fue la forma que tuvieron los ingleses y americanos para comunicarse con sus colonias, en las que utilizaban palabras de ambos idiomas. Vanuatu es el único país que ha mantenido esta forma de comunicarse más allá de la ápoca colonial y además convirtiéndolo en su idioma oficial, el bislama.
Epi Airport
Aprovecho mi último día nadando por la mañana, con la marea alta, en una zona que descubro y llamo “Magic Blue World” donde veo un tiburón de unos 1,5m con una banda oscura lateral. Precioso. Veo tortugas pequeñas y grandes en la zona de los veleros, 2 mantas pequeñas y peces de todos los colores. Lo más espectacular el reflejo azul del coral que hace este fondo marino tan especial. Casi no me importa no haber visto al dugong, que debe estar por ahí y me voy contento con el tiempo pasado. No me importaría estar más tiempo si no fuera que el barco sólo para 1 día por semana aquí. Volar tampoco es seguro como pude comprobar ya y además hoy hemos oído que la pareja neozelandesa que viajó conmigo se ha quedado varada al sur de la isla, en el otro aeropuerto ya que está anegado con el agravante de que al ser un problema del aeropuerto y no de la compañía, ésta no se hace cargo de ningún gasto. En Epi me doy cuenta el 7 de agosto de que acabo de cumplir 2 años desde que dejé de trabajar esa misma fecha en 2010. Es justo el tiempo que me había propuesto viajar al principio y aunque todavía sigo en ello ya voy viendo el final. En realidad sólo he viajado 18 meses en este tiempo por 18 países pasando el resto entre la península y Canarias. Lo celebro tomándome una cerveza caliente por la noche.
Tasso, el dueño de los bungalows donde me quedo, se ha portado muy bien conmigo ya que la última noche me deja tener las cosas en la habitación hasta que llegue el barco. A las 9 cuando se apaga la luz me quedo solo afuera, sentado, escudriñando la oscuridad, viendo algunas sombras pasar. Cerca de la medianoche, por fin veo luces del Big Sista y oigo su motor. Malekula me espera.
Tasso y la voluntaria



sábado, 4 de agosto de 2012

Vanuatu


Barca a Nguna
Las casualidades hacen que un lugar te guste más o menos que otro. Quizás algún día vuelva a Fiji (no lo creo) y lo pueda disfrutar pero de momento no me convenció. Llegué a Port Vila, capital de Vanuatu al mediodía y siguiendo las indicaciones de la LP me fui a la terminal doméstica para así tomar un taxi colectivo que sólo por 2 euros me llevó a la puerta de mi hotel. Estoy en una habitación con 3 camas pero no hay más compañeros de habitación así que la tengo solo para mí.
Barco
La recepcionista, Silvia, habla inglés y francés así que decidimos hablar en francés para cambiar un poco. Cuando le pregunto que si es peligroso andar de noche me dice que no tanto pero que si quiero salir esta noche ella va a ir a la celebración del 32 aniversario de la independencia de Vanuatu. Quedamos para salir a las 8 de la noche cuando ella acabe su turno y casi a escondidas porque según ella su jefe, que es chino, no le gusta que haya mucha confianza con los clientes. A sus espaldas, cuando no la ve, le hace morisquetas mientras el chino le está pegando la bronca al vigilante de noche. Empezamos a andar pasando por varias calles, alejándonos del centro, por lugares que yo sé que no volveré encontrar y menos de noche. Al cabo de media hora se oye música, nos vamos encontrando con cada vez más gente caminando y coches circulando (lo que aquí vuelven a hacer por la derecha, con lo que ya acabo totalmente desconcertado y cada vez que cruzo la calle tengo que mirar en todas las direcciones) y llegamos a un enorme descampado de tierra. Al día siguiente me entero que se llama Freshwata Field. Y ahí es donde digo lo que nos gusta decir a todos los turistas (aunque todavía estoy en el dilema de si definirme como turista o viajero, quizás sea un viatur (creo que este nombre es de una agencia de viajes) y es que no había otros extranjeros, o por lo menos yo no los ví. Había gente de todas las islas, incluso de Nueva Caledonia, bailando y tocando música en una tarima. Es impresionante ver a esos hombres vestidos con esas faldas hechas de fibras, con el cuerpo pintado de negro, verde, amarillo y rojo, los colores de Vanuatu, saltando y golpendo el suelo con los pies, y tenía que ser impresionante en su momento enfrentarse a ellos, sabiendo que además te quieren comer. En los bailes también intervienen niños mezclados con los adultos, para que la tradición no se pierda y destacaba en el grupo de la isla de Tanna uno de unos 3 años del que todo el mundo estaba pendiente (Sorry, but I forgot my camera in the room and I haven’t pictures. La prochaine fois, j’espere). Cuando ya acabó la actuación del grupo de Tanna, bajaron del escenario y se fueron a reunir con un grupo de gente de su isla que viven en la capital y con los que siguieron cantando y bailando sus canciones entremedio del público en una muestra de que es un folklore todavía vivo. Viendo toda esa gente reunida, sin casi luces, los cuerpos negros, me sentí transportado a una fiesta similar en Mauritania, en uno de los quartiers nombrados a semejanza de los de Paris y donde viven sólo senegales que trabajan allí. El ambiente, los colores, son muy parecidos.
Gente

La última actuación correspondió a un grupo de otra isla que toca esa música que a mi tanto me gustaba en Fiji, pensando que era típica de allá y que ayer aprendí que es genuina de Vanuatu. Se trata de un montón de gente, unos 10, que se apelotonan en el escenario y cantan un tipo de canciones que a mí me parecen una mezcla del country norteamericano, como el que se escucha en Corn Island y del sonido hawaiano. Delicioso! Al grupo le llaman una String Band. Al final de la última actuación Silvia me metió en un taxi-bus con instrucciones para que me dejara en la puerta del hotel y aquí estoy, después de mi primera noche en este país que de momento me gusta.

Algo de historia
Las llamadas Nuevas Hébridas hasta su independencia, hace 32 años, en que pasó a llamarse Vanuatu son un grupo de unas 80 islas con unos 220 mil habitantes y una superficie total de 12,200 km2 (casi el doble que Canarias). Como idiomas oficiales tienen el bislama, inglés y francés, además de hablarse otras 100 lenguas locales, lo que lo hace el país con más idiomas por habitante del mundo pudiéndose encontrar jóvenes que nunca han ido a la escuela y que hablan hasta 12 diferentes idiomas.
En 1906, para evitar la influencia alemana en la zona, los gobiernos francés y británico  establecieron el Condominio anglo-francés sobre las Nuevas Hébridas lo que ha llevado que hasta hoy se conserven ambos idiomas, pero que en su momento duplicó toda la burocracia. Ellos se llaman a si mismos los Ni-Van así que no hay que estar inventando si Vanuatos ni Vanuatenses, sólo Ni-Van.
En Vanuatu llueve entre 2000 y 4000 mm al año, así que aunque ahora sea la época seca puede car un chaparrón en cualquier momento. Parece ser que estas islas se colonizaron hará unos 3000 años, por polinesios que llegaron de las islas centrales del Pacífico en botes que traían hasta 50 personas, animales vivos y plantas cultivadas en los botes. Según fueron colonizando islas y bahías, conservaron sus lenguas originales ya que no tenían contacto entre sí y si lo tenían era para pelearse y comerse unos a otros. El incremento de la agricultura (hace 2500 años) y por lo tanto de la población en las islas, propició también el aumento de la práctica del canibalismo.
En 1606 llegó el primero europeo a las islas, Pedro Fernández de Quirós, un portugués que trabajaba para la corona española, quien pensó que había llegado a Australia, y no fue hasta 1768 en que Louis-Antoine de Bouganville se dio cuenta de que no era así.
En cada uno de estos países que he pasado hay historias de la Bounty y de sus marineros en su periplo hacia Timor, lo que también ocurrió aquí, cuando William Bligh y sus fieles pasaron cerca de las islas del norte, volviendo al cabo de 3 años para dar fe de su descubrimiento.

Lenguaje
Me gusta el bislama y me da que es fácil de aprender. Básicamente es como si un español escuchara a un angloparlante hablar en inglés y lo escribiera tal cual, como a nosotros nos gusta.
Buenos días       =             Gudmoning                       Hasta la vista     =             mi lukem yu
Gracias                 =             tankyu tumas                   Si                            =             Olraet
Hablas inglés     =             Yu tok tok Engglis?          Perdón, no entiendo= Sore, mi no sabe
Hermana             =             Sista                                      Número uno     =             Nambawan       
Perdóne              =             skiusmi                Por favor             =             plis
Cuánto ?             =             hamas ?                              Adonde vas ?    =             Yu go wea ?
1, 2,3….                = wan, to, tri, fo, faef, sikis, seven, eit, naen, ten
Y algunas en español:
Save = You know                                                            Camión = Truck

Nguna Island
Me decido por irme a la isla de Nguna, al norte de Efate. Las instrucciones son que hay que esperar un camión que parará entre las 11 y las 12 del mediodía delante del Hua Store, aunque la tienda en realidad ahora se llama Ling Ping Store. Está en la calle de los chinos, muy concurrida. Ser el único extranjero me ayuda a que todos estén pendientes de mí. Una vez montados en el camión damos varias vueltas por las afueras de la ciudad para que los pasajeros hagan sus compras en los supermercados ya que en la isla no hay tiendas. A las 12 más o menos nos ponemos en camino hacia Emua Wharf, donde llegamos al cabo de 1 hora, pasando por grandes extensiones de palmerales y lugares desiertos a pie de playa. Allí nos esperan 2 botes metálicos que llevan a los pasajeros a Pelé, la otra isla que también tiene bungalows para turistas y a Nguna, adonde yo voy. Me alojo en Paunvina Guesthouse, en el village de Unakapu, que tiene unos bungalows bastante nuevos, limpios y con John y Leipokoa que me hacen de anfitriones, cocinan para mí y se sientan conmigo mientras como. Soy el único huésped en el lugar ya que los expat, sobre todos aussies, que viven en Port Vila suelen venir los fines de semana. La comida es magnífica, tres veces al día con lo que me vuelvo a malacostumbrar y pago por todo 27 euros al día, lo que entra en mi presupuesto. No hay otras posibilidades de gastar dinero en la isla, sólo pasear y bañarse. Como algunos vegetales que no he comido nunca e incluso me atrevo con la papaya, una fruta que siempre he detestado por su olor y que aquí me parece buena. Quizás el truco está en que la acompañan con unas rodajas de limón que al exprimir encima de la fruta le da un sabor completamente diferente.
Me acuesto a las 8 de la noche y me levanto a las 7 de la mañana, con la luz del día y al mediodía tengo que hacer esfuerzos para no dormir la siesta, ya que no quiero abusar. Dicen que uno duerme menos con los años pero en mi caso no parece ser así, será que estoy rejuveneciendo o retrocediendo en el tiempo. No hay luz ni internet y no los encuentro a faltar, bueno, solo un poco.
Casa comunal en Nguna

El único día que hace sol aprovecho para explorar el interior de la isla hacia los pueblos que están hacia el norte, Malaliu, Mere, Matoa…. La gente me para, me pregunta de dónde soy, cuantos días llevo aquí, cuanto me quedo y si me gusta Vanuatu. Cuando ya te lo han preguntado unas 8 veces ya pasas caminando más deprisa cuando ves que alguien hace intención de pararse y volverte a preguntar lo mismo. En todo este viaje lo que más he hecho es caminar, que es lo único que todavía es gratis y no se ha mercantilizado.
Como tengo mucho tiempo y está lloviendo el último día empiezo a leer el libro de The Beach de Alex Garland en inglés, que desde mi viaje por Tailandia quería leer y que al parecer está escrito de una manera muy fácil ya que lo entiendo casi todo. En Filipinas lo intenté comprar y estaba agotado y en cambio lo he encontrado en el Colonial Lodge donde me quedaba en Suva. Creo que hay una película basada en este libro con uno de esos actores famosos como Brad Pitt o similar.
Dormitorio en Port Vila