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jueves, 14 de octubre de 2021

Que duro es esto de viajar, o será que …

 

Es sábado por la noche cuando llego a Atenas, donde es una hora más, o sea dos menos en Canarias. Las calles bullen de gente y los bares y chiringuitos han desplegado sus sillas y mesas por doquier. Pero yo me voy a dormir. Mañana será otro día. En todo caso estoy en Grecia, donde hace tiempo quería venir y es el país número 54 de los que he visitado.

El domingo todo el mundo sale a la calle. Me pateo una parte de Atenas, y solo me miro la Acrópolis desde lejos, ya que queda reservada para el final del viaje. Y hablando de patear, me voy a ver el cambio de guardia en la plaza Syntagma. No me atrae lo militar pero como dicen que es algo muy curioso, voy. Y en efecto, hay un montón de gente que se agolpa ya en los alrededores, incluso más de media hora antes, y eso que se repite cada hora, aunque la más espectacular es el domingo a las 11 de la mañana. De pronto se oye una banda de música y ahí vienen, la banda delante de un grupo de soldados en formación que con un paso que yo llamaría de algo parecido al avestruz, dan unos zapatazos en el suelo que todo retumba. Llegan donde sus colegas delante del Parlamento, que son 2 y ahí se da el cambio que es un ceremonial que parece bastante complejo, con zapatazos, unas acrobacias con las piernas muy curiosas, pero a cámara lenta y finalmente una vez cambiados los guardias, se vuelven a ir por donde han venido. Como es domingo hay muchos griegos, los que aplauden emocionados así que si uno se quiere reír lo debe hacer bajito. Me imagino a Vox instaurando algo parecido en España si les dan ocasión.

El día lo paso entre callejuelas, mercadillos, bares y acabo con un Soulovakis, una comida típica, que se puede elegir de pollo o cerdo. 

El lunes me levanto temprano y ya me alegro del viaje en barco que me llevará tocando 4 islas, hasta Paros, donde me voy a quedar. He elegido esta isla, entre otras cosas por su nombre, que recuerda mi situación laboral actual. Cuando llego al puerto de El Pireo, 1 hora antes de la salida, con un tiempo y sol espléndido, me llega un mensaje de la compañía diciendo que se cancela el viaje debido a la mala mar. Suena a chiste, pero miro la página web del tiempo y dice que habrá rachas de hasta 65 km/h. Todo el mundo se pone en fila delante de la oficina de la compañía porque, aunque hayas reservado y pagado por internet, la devolución del dinero se hace al parecer solamente en efectivo en ese momento y si no, lo pierdes. Primero me niego a hacer cola, pero cuando veo que no hay más remedio, me pongo y tengo como 200 personas delante de mí. Y sólo hay 2 empleados atendiendo. Viva la tecnología.

Mientras estoy en la cola miro en internet si hay otros barcos, pero no parece que se pueda comprar ningún billete y es que, si Eolo está suelto, pues digo yo que será igual para todos. No me apetece quedarme 1 días más en Atenas no sabiendo además si podré viajar mañana, aparte de que ya tengo el hotel pagado en Paros. Así que no me lo pienso mucho y busco un vuelo que me cuesta 3 veces más que el barco, pero por lo menos estoy en movimiento. Escribo esto en el aeropuerto, y pienso, no me he movido casi del lugar y ya estoy agotado. Y es que esto de viajar es muy duro.

En la isla de Paros me dedico a caminar por el interior, yendo de Lefkes hasta Marpissa, por un camino al que llaman Bizantino. Y si, aquí también se ha quemado parte de la isla, justo por donde pasa este camino así que poco antes de llegar a mi destino me doy la vuelta y vuelvo donde empecé, para tomarme un helado de chocolate y perderme por sus estrechas calles y regresar más tarde en bus.


En el viaje no he tenido ocasión de contactar mucho con ningún griego, más que choferes de autobús, camareros/as y recepcionistas de hotel. En general, me parecen bastante antipáticos, será que es final del verano y ya están hartos de guiris. Eso sí, el nivel de inglés es más que aceptable y todo el mundo en el sector turístico lo habla.

Los pulpos puestos a secar al sol

Mi siguiente isla se llama Ios, al sur de Paros, de la que busco su pequeñez. Me quedo 3 noches en una pensión muy agradable, y al segundo día me alquilo un scooter de 50 cc y me recorro toda la isla de cabo a rabo. Ios quedará en mui recuerdo como una de mis islas favoritas. La recorro a pie, en bus y me paso horas en el puerto de Parikia viendo el atraque de pequeños barcos y de veleros. La habitación que tengo en pensión Avra, también será la mejor de todo el viaje.

Lo de perderme, habitual en mí, se ve acentuado por el laberinto de callejuelas que forman los pueblos. Esto era así para dificultar el ataque de piratas, que tenían que atacar de uno en uno y además se perdían, y en el fragor de la batalla ya no sabían dónde era el frente y la retaguardia. Ahora este estilo laberíntico también lo utilizan para que la gente de vueltas y vueltas y así acabas pasando por todas las tiendas del pueblo. Un día veo una camiseta que pienso que quiero comprar. Al otro día, ya decidido, soy incapaz de encontrar la tienda y veo de todo menos las camisetas. Al final, cunado ya abandono, de pronto, sin querer la encuentro y entonces la compro, sin preguntar el precio ni nada.

Todo camino que veo, me meto y llego hasta playas de ensueño donde no hay absolutamente nadie. Alquilo la moto sólo por 1 día, porque por la tarde ya me doy cuenta de que le he cogido el gusto y voy aumentando la velocidad y la inclinación en las curvas. Caerme es sólo una cuestión de tiempo así que mejor parar ahora.

Mi siguiente destino es Creta que me desilusiona y sólo me quedo 2 días, justo para llegar e irme. No es que en 2 días vea toda la isla pero después de ir a Rthymno, que en mi guía ponía que era una ciudad con historia, con universidad y con gente local, me he encontrado una ciudad tomada por los turistas, como si fuera Las Américas en Tenerife o como Benidorm. Todo está organizado en función de las hordas de turistas y las excursiones a la garganta de Imbros, que es donde yo quería ir, sólo es los viernes o los sábados y yo he llegado un lunes. He salido huyendo y me voy hacia islas más pequeñas. Seguro que en Creta hay pueblos pequeños donde se puede estar más o menos tranquilo, pero después de lo visto ya no me fio.

Es la primera vez que me siento decepcionado con la guía de Lonely Planet. Siempre había pensado que los sitios que describía reflejaban muy bien el espíritu de los lugares y siempre sabía lo que me iba a encontrar. En Creta no ha sido así y lo que transcriben como un bonito puerto con casas evocadoras en una ladera, son un conjunto de casas pegadas a una montaña, todas construidas o remodeladas en los últimos 20-30 años y el puerto no tiene nada especial, mas que un par de espigones interminables y un par de barcos de pesca. Por decir algo, en Creta sólo he hecho 2 fotos.

Para salir de la isla me voy en bus a Sitia (donde ha habido un par de terremotos fuertes recientemente), al extremo más al este de la isla, para ver algo del paisaje y ahí coger el barco hacia Rodas.

El barco llega con 1 hora de retraso, pero en cuanto me subo y se pone en marcha, por primera vez desde que he llegado a Grecia me siento que estoy viajando.

Playas solitarias para dar y regalar


Barco a Rodas