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domingo, 17 de marzo de 2019

To Go

Casa colonial en Kpalimé
De vuelta en Kpalimé sigo pensando cómo hacer para subirme la moral así que me compro una moto. Me da mucha mas movilidad, aunque hago menos ejercicio que con la bici. De mi casa al mercado son 2 kilómetros y vale la pena hacerlos solo para comprar las piñas que valen ½ euro la unidad y están dulces como la miel.


Mi moto y la piña, ambas dulces como la miel
Mi primera excursión en moto fue hacia Kuma Kounda, a unos 12 kilómetros de Kpalimé, donde me habían dicho que había un español que vivía allí. Y efectivamente me encontré con José Ramón, un alicantino que lleva 7 años viviendo en Togo, casado, no sé si a la togolesa, con una mujer de aquí, regentando ambos un bar-restaurante-tienda de comestibles, esto si que a la togolesa total.

Foto de Kuma Kounda, tomada desde el monte Kloto
José Ramón es un viajero-aventurero de los de antes, con muchas cosas que contar y además parece buena persona. Creo que se alegra de verme, entre otras razones porque podemos hablar español ya que su francés es fatal, casi tan malo como el de mi amigo Carlos N., que ya es decir. Pero ambos le echan cara al asunto y cada uno a su manera han salido adelante.

Con José Ramón y sus dos magnificas bicis, camino de la cascada de Tokpli
Alrededor de Kuma Kounda hay varias cascadas y senderos de excursión por el bosque que tengo planificado ir haciendo en los próximos meses. Como me pilla de camino, me paro en el Hotel Parc Residence (con las Ravenala madagascariensis, los arboles del viajero al fondo, que tanto me gustan) donde está la mejor piscina de la ciudad y donde nado algo antes de seguir.

Moto y casa
Entre los incentivos, la piscina, el trabajo (que me gusta) y la casa temporal que me he alquilado, siento que las cosas se van encauzando y me siento más relajado que al principio.

En la ciudad mucha gente te saluda y te dicen bonjour y bonsoir, a veces independientemente de que sea mañana o tarde, lo que hace que esto sea un lio, y que yo también haya empezado a decirlo sin ton ni son, según se me ocurre.
No dejan de asombrarme las mujeres que llevan a sus niños a la espalda todo el día, cuando van caminando, cuando trabajan, en cualquier cosa que hagan. Los niños a veces van despiertos pero casi siempre los veo dormidos.



Y claro, cuando son mayores, deben recordar aquellos tiempos pasados mejores



A veces me pongo a escribir “los africanos son …” y vuelvo a recordar esa frase de que “África no es un país”, sino que está formado por 55 países (¡de los que solo conozco 10 y solo 6 islas !) y tiene unos 1300 millones de habitantes, con una diversidad étnica, de costumbres y de lenguajes enorme (llegarán a los 2500 millones de habitantes en 2050).  Así que Togo con sus casi 8 millones de togoleses no puede representar la diversidad de este continente, aunque seguro que a nuestros ojos muchas cosas nos parecen similares.

Mercado de Kpalimé desde su lado menos bonito
Muchos días, al ir de viaje, o recorrer zonas de Kpalimé en mi moto o en la bici, pienso que hay tantas cosas por hacer que se me hace imposible imaginar que esta sociedad pueda avanzar. Pero pienso que Togo es un país ideal, por su pequeño tamaño, para intentar cambiar las cosas, invirtiendo en infraestructuras, carreteras hacia las zonas rurales, en escuelas mejorando la calidad y la enseñanza, instalando industrias, aunque fueran de tamaño medio, implementando sistemas agroforestales subvencionados que permitiera recuperar la masa boscosa, formando a los agricultores en agro sistemas sostenibles, lo que debería permitir en poco tiempo crear empleos y producir un cambio radical en la forma de vida de la gente. Creo que es una obligación moral de los países colonizadores que se llevaron durante años las riquezas naturales del país y que se aprovecharon del sistema de trata de esclavos existente, llevándose lo que entonces era seguramente lo más preciado, el capital humano. Este goteo de pequeños proyectos en los que estoy involucrado, en los que los mayores beneficiados somos los que trabajamos en ellos, con nuestros salarios, muchas veces no llega a nada y los fracasos siempre caen de la parte de Togo.



El libro
Y sigo recopilando historias del libro sobe África que me llaman la atención, sobre todo lo referente a los reyes y a la religión, por si a alguien se le ocurre proponerlo en España.
El sistema de dominación de los turcos comprendía la utilización metódica de mercenarios aislados de todo lazo familiar. Apreciaban particularmente a los cautivos negros que se adaptaban bien a situaciones nuevas; a menudo les confiaban posiciones claves en Constantinopla. No obstante, para evitar una implantación étnica, pero también para evitar la creación de intereses hereditarios (del mismo modo que la Iglesia Católica impone el celibato a los sacerdotes para evitar la degeneración de las élites y mantener así la selección en cada generación nueva), los turcos prefieren a los eunucos, en cuya preparación quirúrgica los hausas son tan expertos como los mossis.

Mas que un jefe, el rey es el depositario, el guardián y el responsable de la vitalidad de su pueblo. Es su buena salud la que asegura la fertilidad del suelo y la abundancia de las cosechas. Por esto está rodeado de grandes precauciones. Raramente se expone a las miradas del público. Su pie no debe tocar el suelo para que las cosechas no se sequen. Si se cae del caballo, deberá recibir inmediatamente la muerte. Antiguamente el rey era estrangulado el séptimo año de su reinado con ocasión de la fiesta de la recolección.

Igname en el mercado de Kpalimé




sábado, 2 de marzo de 2019

DANYI

Bogo


Nada más llegar a Kpalimé se acabó el cachondeo de las dos semanas en Lomé. Llego y no me dejan casi ni aterrizar ya que me toca ir a una zona donde hay una empresa que quiere invertir en cacao biológico y tengo que ir a ver las condiciones de la zona, de los productores, los terrenos y todo lo que haya que ver.
La zona está en la prefectura de Danyi, en la región llamada Plateau y que es muy accidentada, con pequeñas montañas y valles que suben y bajan sin cesar. De esta zona, de un pueblo llamado Bogo, era un primer ministro que hubo en el país y de esa época debe ser la carretera que a duras penas llega hasta allí. De Kpalimé tomamos la carretera durante unos 30 km que va a Atakpamé, que como es nueva se hace en un plis plas para luego desviarnos a la izquierda y hacer otros 30 kilómetros para los que con nuestra Toyota impecable tardamos 1 hora y media, en un continuo saltar de bache en bache. Mi chofer que se llama Apedoh (fácil de recordar, eh?) pone música reggae y con los baches es como si ambos fuéramos bailando con la música. Como nos pagan dietas en estos viajes, Apedoh se trae comida de su casa y se aprovisiona de pan, para así ahorrar lo máximo posible y no tener que comer en el restaurante. Lo que más me gusta de él es que se ríe de oreja a oreja. A veces le cuento algo gracioso y al cabo de un rato, sin venir a cuento, se vuelve a reír, recordando lo anterior.


La primera semana voy en el día y vuelvo, ya que quiero organizar un poco mi vida en Kpalimé ya que todavía tengo todas mis cosas en las maletas. Como solo el viaje me lleva 4 horas, apenas me quedan otras 4 o 5 para ver los terrenos. Como no hay carreteras para ir a las fincas, lo tengo que hacer a pie, lo que es agotador, tanto lo uno como lo otro. Para la semana siguiente me organizo para quedarme a dormir en un hotel que está a 20 minutos en coche de Bogo y que está muy bien a pesar de estar en esta zona tan deprimida.

Hotel Bel Air
Cuando llego al hotel por la tarde corre el aire fresco (está a unos 700 msnm) y se oyen los pájaros cantar y alguna motosierra al fondo. Alguna noche también se oye el crepitar del fuego ya que todavía es época seca y los agricultores aprovechan para quemarlo todo, los pastos, el bosque, las mala hierbas y en algún descuido, la casa de algún agricultor, como uno que me encontré el otro día.

Bosque quemandose en el camino a Bogo
Cada mañana a las 7 vamos hacia Bogo y por el camino veo pájaros de los que me pregunto cómo sobreviven entre tanto incendio. Dentro de mi incompetencia en este tema, me parece reconocer un Martín pescador con su azul eléctrico (y es que pesar de ser época seca hay infinidad de quebradas con agua, riachuelos y ríos) y uno que por su pico me recuerda al horn bill (o algo así) que he visto en Tanzania, aunque más pequeño. Luego hay gorriones, palomas y otros pajaritos que ni idea.
No voy a aburrir con detalles técnicos respecto al cacao, pero si con lo que veo pasando por los campos, las casa y las aldeas de la gente que vive aquí.


Principalmente cultivan manioc, igname, macabo, taro, patata dulce, banano, maíz, judías, y cacahuetes, además de frutos como el aguacate y productos de venta como el café y el cacao. Por cierto, hay mucha gente que cultiva cacao y no ha probado el chocolate en su vida.
La primera impresión es que esta gente vive de milagro: no hay luz ni al parecer expectativas de que haya, no hay agua corriente y les toca a las niñas y mujeres ir a buscarla balanceando enormes recipientes sobre sus cabezas a la fuente más o menos limpia más cercana. Las casas son de adobe, y aunque algunas tienen techo de zinc, la mayoría están recubiertas de un tipo de paja. La gente viste mal y la pobreza les sale por todos los poros. Los jóvenes intentan vestir a la moda, con pantalones rotos y camisas de logo, van caminando por senderos de tierra con su inseparable móvil y su cargador, buscando donde conectarse.


Los viajes de aquí a Kpalimé o a la capital pueden durar horas, no tanto por lo malo de los caminos sino por no encontrar transporte. Los coches-taxi solo salen cuando están llenos y llevan también como en Camboya dos personas delante y cuatro detrás, con la diferencia de que los culos aquí son tres veces más grandes. Se pueden encontrar motos que llevan de 1 a 2 pasajeros y que curiosamente el pasaje es más caro que el de los taxis ya que son más rápidas en estos caminos malos y, además, con el aire es como si llevaras aire acondicionado puesto.


Ahora es época de harmattan, el aire seco que viene del Sahara (la calima de Canarias) y que trae polvo en suspensión. Es la época de mayor calor del ano y el cielo no se ve, o lo que se ve es de color grisáceo. Pronto empezara a llover y dicen que refrescara.
La zona de Danyi limita con Ghana y a veces pasamos muy cerca de la frontera e incluso hay controles de aduana, un poco pobretones ya que no son pasos muy utilizados. Arriesgándome a que me vean saco la foto de esta aduana, ya que al ser un puesto militar está terminantemente prohibido sacar fotos (edificio estratégico ¡!)


Ya he descubierto una duda que tenia de la vez anterior. Las monedas no se las han llevado los chinos, sino que están en las zonas rurales y ahora, en parte, en una bolsa que tengo yo para eso, ya que al descubrir que aquí hay monedas, voy guardando todas las que puedo para cuando vaya a Lome. Ya tengo bastantes y pesan lo suyo. Por si acaso no voy a decir nada en Lome y dejare que siga circulando el bulo de los chinos.

No hay futuro

Destriando cafe

Y ahora el libro: partes de agricultura

·      -  El fruto de la victoria es escribir la historia
·      -  En el mercado de Ghana, la sal se vendía según los relatos árabes por su peso en otro. Durante la Edad Media y hasta el descubrimiento de América, Ghana era el principal proveedor del mundo mediterráneo.
·      - Los esclavos sudaneses eran muy apreciados como domésticos para las casas y como eunucos para los harenes de Egipto y Turquía. Los mossis, especializados en la castración proporcionaban muchos eunucos. Apenas si sobrevivía el 10% de los operados. Los esclavos machos, agrupados en caravanas, eran enviados al mercado encadenados por las piernas y el cuello. Las mujeres eran tratadas generalmente con más atención y transportadas a lomos de camello. Muchas de ellas morían en el camino. A mediados del siglo XIX partían anualmente de Kano cinco mil esclavos, de los que llegaban dos o tres mil al mercado de Murzuk, el centro sahariano de redistribución para África del Norte
·       - En África tener “algún bien” es poseer hombres y gozar de su trabajo.
·      - El objetivo de la guerra no es ocupar territorios sino capturar o esclavizar hombres; que el arte de la política consiste esencialmente en el gobierno de los hombres y no, en la administración de las cosas. De esta forma se constata, a través de la historia de los pueblos africanos, que las técnicas que podríamos englobar bajo el calificativo de “gobierno de los hombres” han sido siempre muy desarrolladas allí y llevadas hasta un grado de finura y eficacia casi desconocido en el mundo europeo.

Entrenandose para cuando sea mayor