Seguidores

martes, 26 de diciembre de 2023

Amazonas: De Tabatinga a Manaos

 

Mural en Leticia, Colombia

La ciudad de Leticia fue durante los años que trabajé en Colombia el destino al que nunca pude ir. Este año, ya he estado 2 veces y no me extrañaría que volviera alguna vez más. Pero en esta ocasión he venido solo para buscar un barco que me lleve a Manaos y a Belem, otro sueño aplazado durante muchos años. Este viaje, como otros, responde a cumplir un sueño, el de navegar el Amazonas hasta su desembocadura. Era un sueño romántico (habría que definir que es romántico para cada uno) en que me imaginaba navegando con un barco pequeño, prácticamente a merced de la corriente, navegando cerca de la orilla para oír y ver los pájaros y otros animales además de poder ver la selva lujuriosa. Como todo lo romántico es un espejismo de la realidad, me conformo con lo que tengo y disfruto de estas horas sin nada que hacer, viendo a la gente, más bien familias, con las que convivo ya desde que salimos, de la que me asombra la capacidad que tienen para pasarse horas y más horas en la hamaca, durmiendo, dormitando o viendo lo que sea en sus teléfonos móviles, tanto niños como adultos.

Todos los trámites de salida de Colombia y entrada a Brasil han sido bastante fáciles, aunque algo raros ya que en el primer caso tuve que ir al aeropuerto para que me sellaran la salida y en el otro ir a la Policía federal de Brasil para que me sellaran la entrada, todo eso pasando por la frontera inexistente como Pedro por su casa y como condición para que me vendieran el billete el día antes de partir, por lo que oficialmente había salido de Colombia y entrado en Brasil, pero todavía dormí ese día en Leticia.

Las maletas marcan el orden de entrada

Me encuentro ante una pequeña aventura y eso hace que no sepa muy bien que hacer, que comprar, como prepararme para este viaje. Es como un viaje dentro de otro viaje. He comprado pasaje en hamaca, la que uno mismo tiene que llevar, porque ir en cabina era bastante más caro y porque lo de la hamaca forma parte de la aventura. Además, debo llevar plato y cubiertos, aunque en realidad parece que no hacía falta.

Haciendo fila para abordar esta gente me parece bastante organizada, hablando de la gente que toma este tipo de barco, la opción más barata de las que existe. La fila se respeta bastante y entramos con cierto orden. Es miércoles 13 de diciembre.

Parecía que iba vacío

Ya en el barco todo el mundo se apresura a colgar su hamaca. Yo intento recordar lo que leí en un par de blogs: ponerla en el lado izquierdo para que no te dé el sol, alejado de los baños, hacia proa para evitar el ruido del motor. Cuando salimos de Tabatinga, con casi 2 horas de retraso, estoy relativamente sólo en el sitio que he escogido. Hay unos ganchos cada 50 cm en los que cuando el barco va a plena capacidad de personas las hamacas se tocan. Yo he conseguido dejar un gancho libre entre el vecino de la izquierda y el de la derecha. Eso me asegura un relativo viaje tranquilo ya que como la gente aquí viaja en grupo no se pueden instalar a ninguno de mis lados (más adelante se verá que esto no es cierto). En caso de que el barco fuera a tope esto no sería así, pero estimo que vamos a un 60% de la capacidad. La capacidad total del barco es de 515 pasajeros y 9 tripulantes, además de la carga. La primera noche la he pasado bien, solo me he despertado un par de veces y por la mañana no me duele nada. No en vano me he entrenado en mi casa durmiendo siestas en mi hamaca. Para comer hay que hacer una enorme fila, a la que llego casi siempre de los últimos y van dejando entrar al comedor por grupos o puedes llevarte la comida en tu plato. Para cenar hubo sopa de fideos y papas con algo de carne, aunque bastante poco. Menos mal que me compré unas barritas energéticas que me aplacan el hambre a medianoche.

Pero no

Había leído que el barco tardaba 6 días en hacer el recorrido, pero eso es cuando remonta contra la corriente, ahora vamos a favor y tardará sólo 3 días, o eso me han dicho¡!

Por la mañana toca un café con leche y un panecillo con un poco de jamón y queso. La verdad es que por el precio que se paga no me puedo quejar. Por la alimentación de 3 días he pagado 110 reales (20 €) y por el viaje de unos 1500 km (no he encontrado la cifra exacta) sólo 130 reales (23 €). Ir en cabina valía 272 € y sólo he visto un par ocupadas. La vida en la hamaca se parece a como uno se imagina la vida tribal, las familias se ponen juntas y colocan todas sus pertenencias en el medio. Los niños juegan por el suelo, las madres los amamantan si son pequeños, cada vez que hay un acontecimiento como llegar a un nuevo pueblo la gente se asoma a la borda para ver quién entra y sale del barco. Cuando en un puerto nos abarloamos a otro barco la gente se reconoce y se grita cosas y saludos de un lado al otro. El barco que encontramos, el Diamante, va de subida y tiene en la cubierta una pequeña zona de juegos y de gimnasio. ¡Claro, para la gente que pasa aquí hasta 7días!


No sé cómo me verán a mí ya que soy el único extranjero, aparte de un colombiano y una ucraniana que viajan en el barco. Coincidimos a la hora de comer y me dicen que al parecer hay un alemán, pero que no lo parece y una francesa a la que no vemos porque viaja en cabina. También soy el único que va de lado a lado del barco, según se acerque a una orilla u otra, para ver el paisaje y hacer alguna fotografía. La gente normalmente se queda en su hamaca o van al bar que hay a popa a tomar algo y a fumar. Por la noche, aunque ha refrescado no he tenido frío, ya que incluso me puedo tapar con la hamaca y no ha habido mosquitos, lo cual es un lujo.

Mientras escribo esto veo que una de las familias que ha pasado la noche a mi lado se prepara para bajarse en la próxima parada por lo que quedará un hueco grande y me pregunto quienes me tocarán de compañeros de viaje. En nuestro barco hay 14 baños, mitad para hombres y mitad para mujeres, lo que la gente respeta bastante. El agua para ducharse viene del río, marrón. La primera noche no me baño, a la segunda me veo obligado para que no me miren mal. Para lavarme los dientes lo hago con agua potable, lo cual también levante miradas.

Aunque todo el mundo lo llama rio Amazonas, lo que estamos navegando es el río Solimoes, que sólo tomará el nombre de Amazonas al llegar a Manaos y juntarse con el caudaloso río Negro.


Barcos para arrastrar o empujar plataformas de carga

La gente en el barco se baña a todas horas, por la mañana, por la tarde, algunos al mediodía y es que claro, sobra agua en el río. Hay enchufes por todo el barco por lo que se pueden cargar los aparatos eléctricos, hay quien se ha traído hasta ventilador. Alguna gente lava también la ropa y la pone a secar en cuerdas que tienden. Uno que no tenía pinzas ha improvisado con trocitos de plástico para atar la ropa. ¡Como estar en casa! Paramos al mediodía en un pueblo que se llama Tonantins y cuando ya me alegraba de tener mucho espacio alrededor vuelve a subir un montón de gente y rellenan los huecos. Por suerte todavía no estoy muy apretado y mantengo mi metro a lado y lado. La gente que llega lo primero que pone es la hamaca, es lo primordial, luego ya viene acomodar todos lo demás. Pensé que podría trabajar y leer en el barco, pero se me hace un poco difícil, por todo lo que hay que ver cuando pasamos cerca de la orilla o de algún pueblo y por tener que estar guardando bajo llave el ordenador cada vez que dejo la hamaca. Quizás estoy un poco paranoico, pero me pueden robar todo menos el ordenador, el teléfono, el pasaporte y las tarjetas, todo lo cual mantengo en la maleta cerrada con candado. Y es que aquí, en casi todo el tramo hasta Manaos no hay otra manera de moverse que en barco, no hay carreteras así que es el único medio para la gente que quiere viajar.


Gente esperando en Tonantins para subir

Cuando se mete viento, normalmente es que va a llover y la gente se queja del frio. De pronto, en el segundo día de navegación, algo que parecía una lluvia lejana se convierta en una tormenta con viento y con una cortina de agua que hace correr el agua por el barco. Por suerte este está preparado y no se moja la parte de dentro. La gente parece acostumbrada y no le hace ni caso. Yo había leído que estas tormentas pueden ser terribles y lo viví una vez en un pequeño barco en el Mekong en el que tuvimos que embarrancarnos en tierra para que el viento no nos zarandeara, pero a este barco, con este tamaño, esto le hace de momento sólo cosquillas. Estamos a principios de la temporada de lluvias y esto parece ser normal en esta época.

Cuando llueve, llueve

Cuando llueve y hace frío la gente no se ducha, lo que hace es ponerse desodorante a todas horas y al parecer de la misma marca, ya que todo el barco huele a un aroma especial. Lo que no me gusta de la lluvia es que ponen unos plásticos a modo de cortina para que no entre el agua y si están mucho rato la atmósfera es un poco agobiante.

En todo el trayecto se ven pocos pueblos, formados a veces por apenas unas casas

La última noche, o sea del jueves 15 de diciembre, yo ya estaba durmiendo a las 20,30, una hora más que razonable en el Amazonas, cuando de pronto pasó un tripulante encendiendo todas las luces y anunciando a gritos que nos pusiéramos de pie, que colgáramos las hamacas en el techo, que pusiéramos nuestras cosas en fila en el suelo ya que la policía antinarcóticos iba a pasar con un perro para ver si llevábamos algo. La verdad que fue bastante intimidante, con varios policías, algunos con pasamontañas y metralletas y el perro corriendo entre las maletas. Por suerte no había nada y entonces la tomaron con el colombiano que viaja acompañado de la ucraniana, que eran carne de cañón por su nacionalidad. Después de registrar el equipaje y no encontrar nada los policías se fueron.

Muy de vez en cuando nos cruzamos con otro barco de pasajeros

En todas las horas que tengo pienso que lo suyo era haberme embarcado en Tena, cuando estuve en ese río en Ecuador que desde allí te lleva a Iquitos, o cuando estuve un afluente del Amazonas en Perú y veía los barcos con destino también a Iquitos y de ahí hacer este trayecto hasta llegar a la desembocadura. Pero bueno, tampoco hay que exagerar y yo ya me doy más que satisfecho si llego a Belém, después de recorrer cerca de 4000 km.

Casi en todo el trayecto el agua estaba llena de troncos en la superficie que el barco iba apartando majestuosamente. Quien sabe cuántas cosas más flotan bajo la superficie que vienen ya desde Ecuador y Perú y que van aumentando en cada poblado que pasamos, porque aquí todo se tira al río, además de la tierra que va arrastrando y que le da este color chocolate.

El barco me recuerda a un gran camping, pero con todo mucho más apretado, sin paredes y por lo tanto sin intimidad. Un camping con un motor en el culo. En todo caso yo sabía que esto no era el Titanic y con que no se hunda tengo. En todo lo demás, me acomodo.  En cuanto a dormir, o bien los brasileños no roncan o yo me he dormido antes que ellos porque no he oído a nadie por la noche. En este viaje sólo me ha faltado una mantita para cuando refrescaba y una toalla para ser un brasileño perfecto.

A un par de horas de llegar vuelve a cundir el nerviosismo y la gente se vuelve a duchar, sobre todo las mujeres y empiezan a ordenar el equipaje y guardar las hamacas en los maletones que traen. Llegamos con algo de retraso, pero todavía con luz del día, por lo que puedo ver el encuentro de las aguas, donde se juntan el Río Negro y el río Solimoes, formando ahora sí, el río Amazonas. Es un fenómeno curioso, donde el Solimoes, de color marrón, al tener diferente densidad, temperatura y acidez que el río Negro, que es de color negro, corre con este durante unos 6 km, de forma separada hasta sin que se mezclen sus aguas que al final se funden en el río Amazonas que continuará su camino ya totalmente de color marrón.

Encontro das Aguas: el río Negro y el Solimoes

El desembarco aquí sí que ya es caótico con todos los “carregadors” luchando por entrar contra la marea de gente que queremos bajar del barco. Y es que como muchos pasajeros traen enormes equipajes y necesitan de ayuda para llevarlo a tierra, y de eso se encargan esos carregadors.

Manaos es una mega urbe de 2 millones de habitantes y algunos rascacielos. Pero la selva sigue ahí detrás

En resumen, me ha gustado y lo repetiría. Tanto es así que continuaré después de mi escala en Manaos a Santarém y después a Belém. Recomiendo esta experiencia para los maniáticos ya que o se les pasa o dirán que “nunca mais”.

Para hacerse una idea de la inmensidad del Amazonas

Próximo destino: alrededores de Manaos, Santarém, Belém.

domingo, 17 de diciembre de 2023

El Cacao

 


Del calor de Providencia paso al frío y a la altura de Bogotá (2630 msnm de promedio). Me quedo de nuevo en casa de mis amigos, Ricardo y María Alejandra, en la zona alta de la ciudad. Llego justo para ir al Choco Show, la quinta edición de este certamen que ha ido creciendo y que muestra la variedad de cacaos, chocolates y de sabores que tienen en el país. Aprovecho, gracias a la intermediación de Ricardo, para hacer contactos, a los que podré visitar en los próximos días. También me encuentro a gente que conocí en la visita que hice a principios de año en Tumaco y también a una técnica de Puerto Nariño. ¡El pequeño mundo del chocolate!

Me ha encantado ver la variedad de chocolates, muchos bean to bar, que se hacen en Colombia, un país que se distingue porque consume buena parte de lo que produce. Un modelo completamente diferente al de Ecuador o Costa de Marfil. Cuando trabajé junto con Ricardo de 1998 al 2000 en Colombia, en un proyecto de productos ecológicos, hicimos hincapié en la necesidad de que los productores ecológicos se certificaran o tuvieran al menos algún logo local que los identificara como tales. En la feria del chocolate he visto varios chocolates en los que pone que son orgánicos, pero sin ningún sello. Mucho por hacer todavía.

Con gente relacionada con el cacao, a mi izquierda Ricardo.

El tiempo pasa volando y cuando no tenemos nada que hacer, con Ricardo nos ponemos a jugar al ajedrez, nuestra pasión que ya nos unió cuando trabajábamos juntos en Colombia desde 1998. Tras pasar en Bogotá el fin de semana, el lunes empiezo mi viaje cacaotero, y viajo en bus, camino de Villa de Leyva. Esta es una ciudad de estilo colonial, a 2149 msnm, fundada en 1572 y que preserva buena parte de edificios de esa época y posteriores. Algunas casas son espectaculares y la mayoría de las más antiguas han sido remodeladas a casas de huéspedes y hoteles. La plaza principal es inmensa, con las montañas al fondo y las grandes piedras que se utilizaron para el suelo de la plaza. Todas las calles del centro están empedradas de esta manera por lo que no es recomendable caminar con tacones. Pero su cercanía a Bogotá se ha convertido en una especie de parque temático, con muchas cosas que ver en los alrededores y con actividades de moto-quads y de vehículos 4 x 4 que no me atraen para nada.

Me quedo un rato viendo con que maestría coloca las piedras

Al cabo de dos días me pongo en marcha hacia Bucaramanga, que me servirá de punto central para mis próximas visitas. Está a sólo 959 msnm, lo que la hace mucho más agradable para mí, tanto porque hace más calor como porque me cuesta menos caminar.

La plaza y su enorme tamaño

Viajar en Colombia es lento y los trayectos se hacen interminables. Por eso me voy en un taxi privado hasta San Gil, porque desde Villa de Leyva la combinación es muy mala y debería coger cuatro buses para llegar a mi destino. Tardamos 4 horas en hacer 165 km y el taxista incluso me pregunta si no me da miedo como conduce. En una curva lo pilla la policía adelantando en línea contina a un camión y le toca darle una ayudita al policía. Me dice que se le ha ido la ganancia en esa mordida.

El cañón de Chicamocha sin cultivo en las laderas y frondoso en la parte baja

Después sigo el viaje en bus hacia Bucaramanga, a 98 km, por una carretera espectacular, con unos paisajes impresionantes, pero con curvas y más curvas. La carretera está llena de grandes camiones que en ocasiones no caben en la misma curva y el que desciende se tiene que esperar a que el otro pase. Para hacer en total 260 km he tardado más de 7 horas, a pesar de haber hecho las primeras 4 horas en el taxi volador. Y es que aquí las distancias no se miden en kilómetros sino en horas.


Aquí es zona de invernaderos y de extensos cultivos de cebolla

A pesar de que en el blog pueda parecer que todos los días son fiesta no es así. En Bucaramanga me levanto a las 5 de la mañana porque me vienen a buscar a las 6,30 para ir a un centro de investigación de cacao de Agrosavia, en Rionegro, que está dirigido por el Ministerio de Agricultura. Allí después de recorrer las instalaciones, discutir posibles futuras colaboraciones, toca regresar a Bucaramanga porque tengo otra cita por la tarde. Aunque sólo son 30 km tardamos 2 horas en llegar, primero porque hay un camión que se ha quedado varado en una curva y después porque hay obras en la carretera. Además, los camiones pesados que circulan por aquí hacen que el trayecto sea lento ya que es casi imposible adelantarlos por la cantidad de curvas sin visibilidad. Mientras aviso a la próxima cita de que llego tarde, me cambio en el hotel y cojo un taxi para ir a sólo unas cuantas cuadras. Discutimos el plan para mañana y hablamos sobre cuál es la mejor estrategia para el proyecto de cacao en Canarias. Regreso andando al hotel para despejarme la cabeza, pero llego todo sudado por el calor que hace. Además, siempre hay que ir atento y no dar papaya, por ejemplo, no sacar el teléfono móvil por la calle, no te lo vayan a robar.

La ciudad de Bucaramanga vista desde una finca de cacao en su área metropolitana

Por la noche toca revisar la agenda y organizar el fin de semana que pasaré en una finca de cacao. Aunque estoy en una zona de rumba colombiana y oigo la música desde mi habitación, estoy tan cansado que sólo me animo a dejar preparada la maleta antes de caerme rendido en la cama ya que mañana me vienen a buscar temprano para hacer una gira por dos fincas en la zona, antes de coger el bus que en sólo 3 horas me llevará a San Vicente de Chucurí. Por fin¡! Este municipio es el más productivo de toda Colombia y del departamento de Santander y se nota por la enorme mazorca que hay en la plaza principal del pueblo como los diferentes murales alusivos en todo el pueblo.


Tan importante es el cacao en este municipio que le han hecho una estatua en la plaza principal

En San Vicente después de las preceptivas 3 horas en bus (85 km), me vienen a buscar a la plaza Sandro y Consuelo, una pareja que sabe de chocolate, porque él ha sido técnico de Fedecacao y ella porque hace chocolate. Viven en una casa que hay en la finca y al día siguiente la recorro con Sandro, donde aprendo sobre variedades hasta marearme y también sobre la monilia, una de las muchas causas de que las producciones no sean más altas.

La casa de turismo rural de Sandro y Consuelo donde me quedé

A todas horas hay café y chocolate para beber y un pequeño lorito que se llama Pepe, muy confianzudo y que se pirra por el chocolate a la taza, aunque esté caliente.

El chocoyito Pepe, un confianzudo

Desde aquí me pongo en contacto con una productora y experta en cacao, Elizabeth, que está en una zona bastante alejada, en Arauca, fronteriza con Venezuela, para acordar la fecha en que la puedo visitar. Así que me toca volver en bus a Bucaramanga, comprar un billete de avión a Arauca y después me quedan todavía 2 horas en taxi compartido hasta llegar al destino, cerca de Arauquita. Me quedo en un cruce donde me está esperando un empleado de la finca para ir en moto a la finca que está a unos 6 km.

Como el avión ha salido con más de 2 horas de retraso llego de noche a la finca, pero por lo menos llego. Después de cenar nos sentamos fuera, a la fresca y empiezan los ruidos con el anochecer, de la infinidad de loros y loritos en las copas de los árboles, una especie de conejos sin cola buscando que comer, unas gallinazas silvestres volando de árbol en árbol, los monos aulladores marcando su territorio y buscando donde dormir.

Secadero de granos en la finca Vila Gaby, donde aprendí la importancia de un buen secado

El último día lo paso en Arauquita que está al borde del río Arauca y desde donde se puede cruzar a Venezuela. Como no hay un puesto fronterizo como tal no me atrevo a pasar, aunque ganas no me faltan. Otra vez será.

El río Arauca, en la frontera

Sigo mi periplo y salgo en bus hacia Yopal, a 285 km y tardo otra vez 7 horas y ya pienso que es una cifra maldita. En Costa de Marfil me dije que no repetiría viajes tan largos, pero al final vuelvo cada vez a caer en ello. Y es que los sitios donde me muevo, por una razón u otra, siempre necesitan mucho tiempo. Aunque hay que reconocer que tanto los buses como las carreteras están mucho mejor aquí que las que hice en Costa de Marfil, la cantidad de camiones que ralentizan el tráfico, algunas carreteras con baches, las paradas en algunos pueblos hacen que la media al final sea muy baja.

Me quedo dos días en Yopal, ciudad central en los llamados Llanos Orientales, porque quiero estar tranquilo al menos un día en una ciudad, entre otras cosas escribiendo este blog y ordenando toda la documentación que he ido acumulando en estos días. Yopal no es una ciudad bonita, pero parece ser el centro adonde vienen a comprar todos los llaneros de los pueblos del alrededor.

Dado que paso por zonas en las que todavía hay conflictos, como lo atestiguan en especial en la zona de Arauquita los innumerables retenes militares en la carretera, armados hasta los dientes, me reporto cada día con mi amigo Ricardo y le cuento donde ando y adonde voy, por cualquier cosa.

Un enorme árbol cobijando bajo su sombra al cacao

Próximo destino: ¡¡El Amazonas me espera!!

jueves, 23 de noviembre de 2023

Colombia: Islas de Providencia y San Andrés (2)

 

Arte caribeño en Southwest Bay

Le alquilé la moto a Sandra, la que gestiona el hotel y recorrí toda la isla de Providencia que tiene un perímetro de 17 km por carretera asfaltada. Lo hice en un sentido y en el otro, para tener las dos visiones. Ni en este recorrido ni en los que he hecho a pie he podido ver ninguna finca de agricultura más allá de un pequeño huerto y una parcela con plátano, yuca y maíz.

Algo de agricultura en Southwest Bay

El dueño del hotel me dice que hay varias razones: la gente mayor era la que se dedicaba a cultivar y ahora los más jóvenes ya no quieren, en un esquema que se repite en todo el mundo. A ello se añade que estas islas han sido durante mucho tiempo foco del narcotráfico, con lo que en una noche se podía ganar lo que en varios años trabajando la tierra. Como todos los jóvenes saben navegar, los reclutan para ir a pilotar lanchas con productos ilícitos al golfo de México. Y yo añado a ello también lo que he visto en otros lugares, que es la fatalidad con la que encaran la vida quienes están expuestos a terremotos y huracanes, que en un momento pueden llevarse todo lo que se ha construido durante años. Para que hacer nada si todo acabará destruido¡!

Estas islas fueron asoladas por el huracán Iota en noviembre de 2020, cuando ya la temporada de huracanes había casi acabado y se había anunciado que sólo era de categoría 1. Pasó a categoría 5 en 3 horas y arrasó con más del 90% de las viviendas y edificios, así como con varias infraestructuras de la isla y con el 90% de los cocoteros. A pesar de que han pasado 3 años, todavía se ven muchas casas destruidas sobre todo al borde del mar.

Por eso están sembrando manglares en las partes donde rompió estas barreras naturales, para reforzar las defensas de la isla en lo que se ha demostrado que es lo único eficaz para amortiguar la fuerza de un huracán.

Resiembra del manglar en Santa Catalina

Tampoco he visto ninguna planta de cacao y a la gente que le he preguntado me han dicho que no hay. Estoy seguro de que aquí se daría y ya les he sembrado el gusanillo a un par con los que he hablado. Así empecé en Tenerife. Lo que si he visto son árboles nim, lo que para mí siempre es una buena señal.

Aunque el idioma oficial en las islas es el español, en el colegio que es gratuito, se enseña también inglés. En casa aprenden creole y aunque dicen que si sabes inglés entiendes algo del creole, yo pillo una palabra de cada veinte. Rectifico, ayer estuve poniendo la oreja y solo entendí una de cada treinta.

Una cosa que me parece curiosa es lo que también me llamaba la atención en Corn Island, que al hablar, la gente usa “em” como muletilla, como si fuera nuestro eee, entre frase y frase.

Cuando llegué a la isla, como mi amigo Ricardo de Bogotá conoce a la gente del hotel donde me iba a hospedar, les pidió que me pusieran en mi habitación una botella de ron de Providencia, Bush Rum Cream, en el que pone 100% orgánico con 27 al 33% de alcohol, que sólo se produce aquí y se vende sólo en una casa particular de la familia que lo produce. Mientras estuve en el hotel, todas las noches me echaba un trago lo que me servía de somnífero para dormir hasta el día siguiente. Me llevo una botella para Bogotá para compartirla con Ricardo, ya que me voy a quedar en su casa cuando regrese allí.


Los primeros días de mi llegada llovió bastante fuerte en algunos momentos. Además, la lluvia, llega de repente y aun cuando pensabas dar un corto paseo, es capaz de enchumbarte en segundos. Lo bueno es que los ratos de lluvia me han permitido dedicarle más tiempo a escribir y leer. Cuando llueve muy fuerte la gente se resguarda, esperando que pase lo peor. Cuando ya baja la intensidad, entonces sigue caminando, haciendo como que no llueve. Lo he practicado un par de veces, y funciona, tanto lo de hacer como que no, como le enchumbarme, ya que una vez lo fuerte me pilló en medio del puente a la isla Santa Catalina y ahí no había donde esconderse. El problema de la lluvia no es tanto mojarse como que se te puede mojar el celular o la cartera. Por eso me he conseguido unas bolsas de plástico para meter dentro mi celular, pero cuando llueve siempre me doy cuenta de que me he dejado la bolsa. Desde que la llevo, no ha vuelto a llover. Será eso.

Zona de manglar destruido en Santa Catalina

Aunque hay mosquitos, no hay muchos. Pero lo que si hay son jejenes, que también suelen recibir el nombre de mosca negra. Son insectos de tamaño diminuto (apenas 3 mm), y están en entornos naturales en los que haya agua cerca. Lo bueno es que no transmiten enfermedades, lo malo es que no te das cuenta cuando te pican y hasta horas después empiezan los picores, que pueden llegar a durar hasta 2 a 3 semanas. Lo curioso es que la picazón se da por la mañana y por la tarde. Y es que no todo puede ser bueno.

Paseo en la isla peatonal de Santa Catalina

En la isla de Providencia hay algunos coches, pocos, vehículos tipo carro de golf, que es mayoritariamente para el alquiler de los turistas y las motos, tipo escúter, que te alquilan por 20 euros al día, combustible aparte. Los lugareños tienen mayoritariamente motos y no parece existir reglas. Conducen todos sin casco, muchos son menores de edad, van conduciendo en paralelo para ir hablando, algunas no tienen luces de noche, no se respetan los límites de velocidad y en la moto pueden llevar cualquier tipo de carga y van hasta 3 personas. Y digo 3 y no cuatro ni cinco como en Asia, ya que con esos cuerpos que tienen tres es el límite. Si va una Big Mama, entonces apenas caben dos en la moto.

Están construyendo alrededor de la isla toda una serie de paradas de buses, así que supongo que dentro de poco lo pondrán en funcionamiento y quizás sirva para bajar la cantidad de motos que hay. Es una lástima que no esté todavía porque yo lo hubiera utilizado.

Me he cambiado los últimos 4 días a otro hotel en la playa de Southwest Bay, con una playa muy bonita y un par de restaurantes. Desde aquí hago mis paseos caminando para ir a cenar por la noche a la playa de Aguadulce, a unos 2 km.

Playa de Aguadulce

Al final me he reconciliado con el buceo con botellas. Cuando llevas tiempo sin bucear te hacen hacer un refresh, para ver que te acuerdas de todo. Cuando me han preguntado cuantos años habían pasado desde mi último buceo, dije que unos dos, quizás tres, podría ser que cuatro, lo que en caribeño, significa que hay que multiplicar la cifra más alta por lo menos por dos y eso te dará una idea. Así que hice el refresh. La verdad que todo fue muy poco complicado, ni les interesaba ver mi certificación de buceo, ni me hicieron firmar ningún papel de descargo de responsabilidad por si me pasaba algo, que es lo que hacen los clubs de buceo serios. El instructor Alejandro, la verdad que muy bueno, me hizo un refresh un poco de risa, 5 minutos en el agua y me dijo que también servía de teoría. Lo único que le interesó es que yo no colapsara si se me salía la boquilla o me entraba agua en las gafas. Una vez comprobado estos nos fuimos con otros 4 buzos y otra instructora hacia la zona de la barrera de coral. El primer buceo fue espectacular, bajando a 20 metros, con muy buena visibilidad y dos tiburones de arrecife de 1,5 a 2 m, dando pasadas muy cerca de nosotros. Teníamos instrucciones de no tocarlos, para hacerse una idea de lo cerca que pasaban.

Tiburón de  arrecife del Caribe

Luego venía un tramo de coral blando y multitud de peces, incluido un pez león con todas sus espinas levantadas.  El segundo buceo fue más relajado, a menos profundidad y viendo grandes bancos de peces, alguna morena y toda una serie de peces comestibles como pargos y chernes, entre otros. En fin, después de hoy me he prometido no dejar pasar tanto tiempo hasta el próximo buceo.

Pescadores limpiando el pescado. El pescado atrajo a los pájaros y los pájaros me atrajeron a mi.

Por la tarde los pescadores vuelven a la playa y limpian el pescado en el agua, tirando las entrañas, lo que alborota a las gaviotas y las fragatas que se tiran a por ellos. Cuando veo la barracuda me quedo anonadado y no me atrevo a preguntarles donde la pescaron, por si ….

Y si ......

Con mucha pena me voy de Providencia, hacia San Andrés donde sólo estaré una noche. Como venía convencido de que no me gustaría, pues efectivamente, no me ha gustado, pero menos de lo que esperaba. Tiene amplias zonas peatonales, lo que es un plus, playas atestadas lo que es un minus, y una parte de la isla, en la que los hoteles se han tomada la costa, otro minus. Cuando quise entrar en uno de ellos para ver la parte del mar el de seguridad no me dejó pasar de la recepción. San Andrés es dos veces más grande que Providencia pero tiene 10 veces más habitantes (55 mil). Recibe un millón de turistas al año, lo que da una idea de la carga que soporta la isla. Los diferentes puertos turísticos que hay son una aberración y un conglomerado de botes, lanchas y barcos, que se le pasan a uno las ganas de subirse. Los destinos son los diferentes cayos que hay alrededor e incluso en las fotos de promoción ya se ven masificados, llenos de gente, y es que al colombiano no le gusta sentirse sólo. Como más gente mejor. Así que a pesar de todo he disfrutado del rato que he pasado aquí, pero me quedo con Providencia, que todavía por suerte guarda gran parte del sabor caribeño, tal como lo recuerdo de la isla de Corn Island.

Playa Manzanillo

Carácter isleño

Siguiente destino: feria del Chocolate en Bogotá.  https://chocoshow.co/


Santa Catalina y la parte norte de Providencia




viernes, 17 de noviembre de 2023

Colombia: Islas de Providencia y San Andrés

 

Foto aérea de Santa Catalina y el puente que la une a Providencia (Google Maps)

Sigo con el blog y esta vez vuelvo a los viajes. Espero poder separar pronto los temas de cacao en un nuevo blog que ya estoy preparando y dejar este sólo para viajes, para evitar así el cacao mental que se me forma. Todavía de momento se van a mezclar ambas cosas, en este viaje que he empezado a inicios de noviembre y finalizará a mediados de enero.

El vuelo de Madrid a Bogotá iba medio vacío, algo que hacía años que no me pasaba y con lo que pude tener los 3 asientos para mí solo todo el viaje. Así que como no estaba cansado después de 18 horas de viaje desde que salí de Tenerife, me fui a ver a mis amigos Irene y Pedro, francesa ella y cubano él. Los conocí en Togo y desde entonces nos hemos vuelto a ver en Cuba el año pasado y ahora en Bogotá, ya que llevan unos meses viviendo y trabajando en Colombia, ella como responsable de Médicos Sin Fronteras. Después de tomarnos unos cuantos rones para celebrar el encuentro me fui a dormir y al día siguiente me salió el cansancio y la altura (2600 msnm).

Por eso hicimos un día tranquilo, yendo por la mañana caminando a un enorme mercado y al mediodía a comer a un sitio de moda, Plaza de comidas La Perseverancia. Caminar por Bogotá te muestra los contrastes en las zonas de clase media-alta, con las criadas o paseadores profesionales de perros de raza, que pueden llevar hasta 6 perros de una vez y las personas que van en carromatos recogiendo los desechos de las clases más pudientes.

Mercado de flores en Bogota

Por las calles veo pasar el famoso Transmilenio, un sistema de buses, en algunos casos hasta con 3 buses unidos entre sí, que en carriles de su uso exclusivo se dedican a mover a la gente de una parte a otra de la ciudad.

El domingo toca viajar hacia las islas y me voy temprano al aeropuerto, para evitar las ciclovías, un sistema que lleva años funcionando en Bogotá. Consiste en que se cierran determinadas calles e importantes vías, en unos 180 km de largo en toda la ciudad, las que son tomadas por ciclistas, paseantes, corredores enfundados en su ropa deportiva, vendedores, talleres móviles de bicicletas y algunos más. Para moverse por esta ciudad en domingo hay que conocer para saber esquivar todas las calles cerradas.

Cuando llego al aeropuerto a hacer el check in para ir a la isla de San Andrés, donde hago escala para seguir a Providencia, me obligan a comprar el billete de vuelta, a pesar de ser un vuelo interior, quizás para que no me quede a vivir por una de esas islas. Razón tienen. Así que deprisa y corriendo tengo que decidir qué día volver y no dejarlo a lo que me pareciera, que es lo que había decidido en su momento. No importa cuánto quieras prever las cosas, siempre hay algo que lo cambia. También tengo que pagar un impuesto de entrada a las islas de 30 euros, esto es para que vayan tomando nota en España y en Canarias. Mientras espero, leo las noticias de España viendo a los fachas manifestarse y me dan ganas de no volver.

Al abordaje del avión de San Andrés a Providencia

En San Andrés después de pasar varios trámites caribeños voy a la otra compañía que me llevará a Providencia, un avión pequeño de hélices como los de Canarias. El tiempo amenaza lluvia y así ocurre cuando llegamos además de que al tomar tierra veo volar unas plumas y después me entero de que con las hélices hemos centrifugado un pájaro al aterrizar. Me toca la novatada de los sitios nuevos donde no conoces los precios y al ser mi maleta la última ya no quedan casi coches así que pago los 10 euros que me piden por hacer 4 km de recorrido. Y finalmente llego al puente de colores que es el que da acceso a la isla de Santa Catalina, mi destino final.


El hotel no cumple del todo mis expectativas, aunque la habitación está muy bien. Al día siguiente me levanto temprano y después del desayuno me voy a nadar y caretear como dicen aquí (hacer snorkel o nadar con gafas y tubo) y llego hasta la roca que llaman la cabeza de Morgan (por el pirata, marketing caribeño). En el agua, algo turbia porque el agua dulce de lluvia y el agua salada no casan muy bien, se ven bastantes formaciones de corales y peces. En una cueva me encontré de frente con una barracuda bastante grande y salimos ambos disparados en diferentes direcciones. Al regreso vi lo que me pareció una tortuga y cuando bajé para tocarla vi en el último momento que era una raya, pero que tenía bastante forma de tortuga. Al día siguiente, como ya conozco la cueva de la barracuda, vuelvo a asomarme y puedo afirmar que es más larga y gruesa que mi brazo e incluso que mi pierna, incluido el muslo. Esta vez ni ella sale disparada ni yo tampoco, sólo me mira de lado que es como te miran las barracudas. Nos volvemos a ver al regreso y estoy seguro de que si coincidimos más veces acabará por seguirme como el perro del hotel. Al día siguiente ni sale de su cueva, sólo se mete más adentro, no se si por timidez o indiferencia.

El cabezón de Morgan

Volviendo a la cabeza de Morgan, al parecer el pirata tomó la isla de Providencia como base para realizar sus ataques a Panamá (que queda bastante a mano) y dicen que hace unos años, alguien encontró algo de oro debajo de uno de los viejos cañones que todavía quedan en la isla.

Cuando hace bueno aprovecho para ir caminando hasta una parte de la isla de Providencia donde hay un par de restaurantes y alojamientos interesantes donde pregunto y miro habitaciones por si me cambio los últimos días para así conocer algo mejor esa otra parte de la isla. Al andar, aunque sólo son 6 km, bastante llanos, me permite verlo todo con detalle, y pararme a preguntar a la gente, la que me parece muy amable. El calor se hace notar y me tengo que comprar algo de beber para poder llegar a mi destino. Aunque había pensado regresar andando, desisto y voy haciéndome el longuis por la carretera hasta que me para un motorista que me dice que es un mototaxi. Me lleva los 6 km por 2 euros, cuando desde el aeropuerto …. ni me quiero acordar.

Playa Manzanillo

Desde que llegué, voy recordando todas esas cosas que conozco ligadas al Caribe. Para saber algo debes preguntar al menos 3 veces y cuando te digan dos veces lo mismo, eso es. Pregunté si el catamarán hacía todavía el viaje a San Andrés y dos me dijeron que no y una que sí, así que es que no. Por eso no me queda más remedio que volver a volar de regreso y eso que ya me había hecho a la idea del viaje en barco saltarín, donde no dejaban viajar a mujeres embarazadas ni a personas con problemas de cadera. En un restaurante pregunté si abrían por la noche, sólo una vez, y me dijeron que sí, así que cuando fui a cenar estaba cerrado y me tuve que ir a uno que no me gustaba tanto. Lo dicho, el Caribe.

Las islas de San Andrés y Providencia pertenecieron en el pasado a Nicaragua, junto a las islas de Corn Island y Little Corn Island y otros cayos menores. Posteriormente, a raíz de un tratado donde estuvo involucrado los EEUU, como no, pasaron a pertenecer a Colombia, lo que los nicaragüenses han intentado revertir, sin conseguirlo. Como conozco las islas nicaragüenses intento encontrar similitudes con estas, pero aparte de la población negra y su hablar creole, no encuentro muchas. Aquí las islas son mucho más montañosas que las llanas Corn Islands. En el caso de Providencia su densidad de población es mucho menor, mientras en la de San Andrés es muy alta, debido a ser un importante destino turístico.

La isla de Santa Catalina, donde me quedo, tiene una superficie de apenas 1 km2 y sólo está construido el frente de la parte sureste de la isla, lo que la hace especialmente atractiva. Los 150 m que la separan de Providencia se pasan por un puente y toda la isla es peatonal. Está a 72 km al norte de San Andrés y a 775 km al noroeste de Colombia. En ella viven 200 personas, incluido yo estos días. Mientras, Corn Island tiene 10 km2 y 7800 habitantes, la isla de Providencia es casi el doble de grande y tiene menos habitantes, sólo unos 5 mil.

Vistas desde Cayo Cangrejo: los Tres hermanos y Providencia

Hice un tour de snorkel, con el peligro de que el tiempo no acompañara. Me tocó ir en el mismo bote con un gringo loco que vive en Chile, patoso y caótico, lo que me pone de los nervios. Una vez en el agua yo me hacía la barracuda y salía huyendo. El que llevaba el bote, no me pude quedar con su nombre, nos iba contando historias de los sitios por donde pasábamos y nos llevaba a lugares muy bonitos con corales y multitud de peces. En los días que me quedan intentaré ir a la barrera de coral (tiene 32 km de largo) a ver si vemos tiburones. Comimos en un restaurante que se llama el Divino Niño (y yo que esperaba un nombre como Bob Marley, …), pero todo y así la comida estaba muy rica: pescado entero frito, con arroz y patacones, mi acompañamiento favorito. Fuimos al famoso Cayo Cangrejo que me desilusionó, no había gran cosa que ver, aunque ellos le ponen todas las ganas y todo el mundo va para allá, mientras que los tres cayos que llaman los tres hermanos, que son parte del Parque Nacional, estaban llenos de fragatas, con el buche rojo de los machos, que sacan cuando están en período de apareamiento.

Fragatas en Tres hermanos

Desde el mar la isla se ve completamente diferente, no sólo por los colores cambiantes del mar según el fondo que haya, sino que se aprecia mejor la costa con una perspectiva completamente diferente. Ya en el camino de regreso, se puso a llover de nuevo lo que facilitó que diéramos por terminado el tour.

De momento estoy siguiendo el plan que me había marcado: por las mañanas me voy a nadar, a caminar y cualquier otra actividad y después del mediodía, me pongo a escribir y a ordenar toda la información sobre el cacao, leyendo los documentos que me he traído, releyendo lo que tengo escrito incorporando nuevos textos, y como no, escribiendo este blog. Además, también aprovecho para escribir a mis contactos en Colombia para organizar las siguientes actividades cuando vaya a la feria del Chocolate, a mi regreso de las islas.

Iguana y cangrejito, en Isla Cangrejo

 

viernes, 6 de octubre de 2023

Del cacao al chocolate. Ecuador (3)

 


Algunos productores en la zona de Santa Ana, en Manabí, eligen estrategias que combinan en la misma finca cacao nacional con coco, limón, plátano y banano, todos ellos productos para vender. Para el consumo propio y la venta de los sobrantes se contabilizaron en una parcela de 3 ha otras veinte especies de frutales y otros productos (mandarina, naranja, limón, toronja, achotillo, achiote, maracuyá, guanábana, aguacate, plátano, banano, guineo, guayaba, guayacán, yuca, haba, caña, ají), en un claro ejemplo de biodiversidad.

Una estimación reciente del impacto del cambio de uso de tierras asociado al cacao en el Ecuador (World Food LCA Database) indica que en este país la deforestación es mínima en el contexto cacaotero en comparación con la de otros países, sobre todo africanos. No obstante, en la Amazonía existen ya áreas de solapamiento entre diferentes tipos de sistemas cacaoteros y áreas protegidas.

Aunque estos datos sugieren que la deforestación es menor, debe considerarse la posibilidad de que aumente en el futuro si el monocultivo de cacao CCN-51 sigue creciendo en la región. La superficie en cacao en la Amazonía ha crecido de 41 815 ha en 2016 a 58 343 ha en 2019, muy probablemente basada en el monocultivo de CCN-51, lo cual genera una creciente presión sobre la biodiversidad debida a la fragmentación de áreas naturales y al uso de pesticidas (dado que la región es más susceptible a plagas). La producción amazónica, si bien poco representativa en volumen (6 % en volumen y 10 % en área, en 2019), garantiza el aprovisionamiento de la cadena durante los meses en los que no se cosecha en las otras regiones, debido a la estacionalidad de la producción cacaotera ecuatoriana, lo que algunos grandes compradores podrían incentivar para abastecerse de cacao en los meses en que las otras regiones se encuentran en período no productivo.

Cacao en la chakra

Chakra

Un tipo de cultivo interesante es el de agricultores de la etnia kichwa en la provincia de Napo y otras zonas amazónicas, con chakras, un tipo de sistema agrícola ancestral, en el que todas las especies existentes son importantes, teniendo incluso connotación espiritual y medicinal. El uso anterior de sus tierras eran bosques primarios y actualmente son utilizadas para la producción agrícola. En un principio los terrenos eran de 40 ha por agricultor y el 50 % del predio correspondía a áreas no cultivadas (bosques primarios o secundarios). Actualmente, las fincas han sido subdivididas en porciones menores y entregadas a los hijos y otros familiares, por lo que en promedio cada agricultor cuenta con unas 3 ha. El sistema de producción es diversificado y su principal objetivo es garantizar la seguridad alimentaria de las familias. La chakra es un sistema agrícola en el que conviven árboles (maderables, frutales), arbustos, cultivos, hierbas medicinales, fauna y flora domesticada y silvestre que es fuente de alimento, fibra, combustible y cultivos comerciales. En revisiones de la literatura se confirma que el carbono total (biomasa aérea y subterránea) almacenado en un sistema agroforestal, incluyendo tanto el cacao como los árboles de sombra, es, en promedio, 2,5 veces mayor que en el monocultivo.

El principal cultivo que genera ingresos económicos en la chakra es el cacao, el cual es vendido en su totalidad, seguido de yuca, plátano y guayusa (Ilex guayusa). Los agricultores cuentan con animales para el autoconsumo, como gallinas y cerdos. El 95 % de las chakras están dirigidas por mujeres indígenas y solo se trabaja con mano de obra familiar. La mayoría no cuenta con instalaciones de secado, dado que el cacao es vendido en baba a las asociaciones locales. Por lo general, el sistema de siembra utilizado para el cacao es de 4 x 4 m, con unos 625 árboles por hectárea, lo que se relaciona directamente con los menores rendimientos por hectárea reportados en comparación con el promedio nacional.

Se ha evidenciado un incremento en la demanda de cacao proveniente de sistemas agroforestales y con certificación por parte de clientes de mercados de alto poder adquisitivo. Sin embargo, la baja diferenciación en precios pagados por el cacao y los costos de ingresar en estos esquemas suponen una barrera. El origen amazónico del cacao debería permitir dar a conocer a los actores internacionales la importancia del cacao y su relación con el bosque, la biodiversidad, el medio ambiente, las comunidades nativas, los ecosistemas y la interculturalidad.


Un ejemplo de todo ello es la organización Tsatsayaku, que produce chocolate y licor de cacao que exportan, además de vender otros productos hechos por diferentes comunidades cercanas (www.tsatsayaku.com). Está formada por 180 socios de doce comunidades, siendo el 95 % kichwa. Solo trabajan con cacao nacional y compran en baba un día fijo a la semana en cada comunidad, para lo que utilizan un vehículo propio, y así aseguran una buena fermentación y secado, lo que es controlado por una técnica de la asociación. Junto con la asociación Kallari (https://www.kallari.com.ec/) y otras que trabajan en la misma línea, apoyados por algunas instituciones locales e internacionales, como la FAO, están desarrollando un sello que certifique la forma de producción chakra.

Algo que debería cuestionarse el sector sería hacer incidencia en incorporar un sistema de pago por servicios ambientales a estos sistemas agroforestales, si no se quiere que desaparezcan. No creemos que con legislaciones europeas y los requisitos de debida diligencia sea suficiente si no se remuneran debidamente estos sistemas.

Todo ello se refleja en varias empresas chocolateras exitosas ecuatorianas como República del Cacao, Pacari, Hoja Verde y Ecuatoriana de Chocolate, que han empezado a introducir chocolates con cacao amazónico resaltando su origen. Del lado del consumidor europeo solo queda decir que tiene la palabra para decidir si está dispuesto a pagar más por un cacao de calidad inserto en este sistema sostenible.

Consumo

El consumo de cacao ha tenido una tendencia creciente en los últimos años que va desde el 7 % en Europa, Estados Unidos y Canadá hasta el 28 % en algunos mercados emergentes de Asia, África, América Latina y Oceanía. El continente europeo es el mayor consumidor de cacao per cápita y año (2,27 kg), por encima del consumo promedio mundial, de alrededor de 640 g/persona/año.

Aunque Asía-Pacífico tiene el 50 % de la población mundial, solo consume el 15 % de chocolate. El consumo en China es de 200 g por persona y año y la tendencia en este país es que se incremente el consumo de chocolate premium, bajo en azúcares y como un objeto de regalo.


A pesar de que el origen del cacao se ubica en la cuenca amazónica del Ecuador y se ha constatado su uso tradicional por las poblaciones indígenas en el pasado, no parece que esta tradición se haya mantenido de forma generalizada, como lo demuestra su bajo consumo per cápita. No obstante, en algunos lugares todavía se tuesta y muele el grano de forma artesanal, para elaborar bolas de chocolate para el consumo familiar.

En la parroquia La Unión, Enrique tiene árboles antiguos en su finca de los que asegura que le dan un mejor sabor al cacao que consumen en la familia. Para ello hierven 100 g de cacao tostado y molido en un litro de agua, y con la mezcla hacen una bola a la que le añaden canela o pimienta, con lo que está lista para consumir o para mezclar con leche. En su familia lo toman porque dicen que es vitamínico.

En otra parroquia, la de San Gregorio, encontramos dos mujeres preparando bolas de chocolate, a las que además de la canela le añaden pimienta. Luego se mezcla una bola en un litro de leche para tomar el chocolate. Venden algunas de las bolas que hacen a nivel local.

Estas prácticas deberían fomentarse introduciendo políticas adecuadas para promover e incrementar el consumo a nivel nacional.

Mujeres en el proceso de descascarillar el cacao una vez tostado (Esmeraldas). 

Transformación

Hay varias iniciativas de asociaciones que producen su propio chocolate, el cual se vende localmente. Ese es un primer paso para salirse de la esclavitud de los precios internacionales, pero no es un camino fácil. En muchos casos las iniciativas han sido apoyadas y financiadas por la cooperación internacional. No es lo mismo producir cacao que fabricar chocolate y además venderlo. Aunque también reciben formación en este ámbito, vemos que los precios a los que se vende el chocolate, salvo contados casos, es bastante elevado, lo suficiente para hacerlo inviable para la mayoría de la población ecuatoriana y no competitivo frente a los chocolates de las multinacionales. Una tableta de 50 g se vende a 2,5 US$ (2,3 €), un precio que se ha establecido como generalizado entre todas las asociaciones. Mucho tendrán que revisar sus costes de producción si quieren llegar a posicionarse en el mercado.

Parte del beneficio se lo llevan los distribuidores cuando se quiere alcanzar un mayor segmento de población, por lo que los productores de cacao no ven recompensada económicamente su pertenencia a la asociación, que debe vender su tableta de 50 g a 1,70 US$ al distribuidor, quien a su vez lo vende al público a 2,50 US$, con un beneficio del 32 %.

La empresa Pacari (www.paccari.com), que se ha dado a conocer internacionalmente por su chocolate de calidad, trabaja con diferentes asociaciones como la Asociación de Producción Agrícola de Mujeres Kichwas de Santa Rita (ASOPROMUSAN), que solo producen cacao orgánico y de variedad nacional. Su relación se remonta a varios años y desde 2013 también les proporcionan asistencia técnica. Pacari apuesta por las variedades tradicionales y de aroma, llegando a pagar un 50 % o más sobre el precio internacional el cacao de variedad nacional, lo que representa un precio de hasta 4000 US$/t. Su propietario, Santiago Peralta, intenta revolucionar el mundo del cacao y quiere llevar el cacao y chocolate de calidad a un nivel como el del vino, como ha explicado en recientes entrevistas.

Las iniciativas de transformación son un primer pequeño paso hacia la independencia económica de los precios marcados en la bolsa. Es una manera de hacer partícipe al productor de su propio desarrollo, abarcando casi todos los eslabones de la cadena. El cuello de botella suele ser la falta de capital de las empresas locales, que en ocasiones no pueden comprar al momento de picos de cosecha toda la producción de sus asociados, frente a la capacidad financiera de las grandes multinacionales.

Algunas asociaciones como la Unión de Organizaciones Productoras de Cacao Arriba de Esmeraldas (UOPROCAE) ya han alcanzado un mayor grado de organización al ser una cooperativa de segundo grado que engloba a cinco organizaciones de base con 550 productores y un total de 1400 h certificadas. Las organizaciones de base hacen la fermentación y el secado y con ese trabajo cubren sus gastos fijos. En este caso cuentan con hasta cuatro certificaciones diferentes, en los ámbitos de comercio justo, orgánica y agricultura regenerativa, y realizan análisis químicos de su producto en Alemania antes de hacer el envío a sus clientes en Europa. Solo admiten la variedad nacional, de la que dicen que, aunque produce menos que el CCN-51, obtiene mejores precios en sus mercados diferenciados y no presenta los problemas de los monocultivos. Tienen su propia marca –Herencia– (https://herenciachocolate.org/es/), que comercializan a nivel nacional. Han ganado varios premios internacionales tanto ellos como los clientes que les compran el cacao. Sus asociados producen alrededor de 300 t/año de cacao seco, pero por problemas de capital solo les pueden comprar 150 t, por lo que actualmente están buscando créditos internacionales para poder llegar a adquirir todo el cacao a sus socios. El precio garantizado al productor es de hasta un 70 % por encima del precio pagado internacionalmente, y las primas de las certificaciones se pagan directamente a la organización. También promocionan entre los asociados el diversificar sus ingresos con el cultivo de otros frutales en las fincas (https://www.facebook.com/UOPROCAE/).


Monos en árboles de cacao; sus grandes diseminadores (Tena, Ecuador)

El Ministerio de Turismo (MINTUR), con el propósito de difundir y promocionar la importancia histórica y emblemática de la producción de cacao y chocolate en Ecuador, ha propuesto rutas turísticas asociadas a la producción cacaotera, en el contexto del producto turístico «Ecuador tierra del chocolate», para lo cual publicó en 2017 una guía a disposición de los viajeros nacionales y extranjeros, que reúne diez rutas temáticas (https://www.turismo.gob.ec/ecuador-tierra-del-chocolate-un-folleto-que-te-permitira-descubrir-el-mejor-chocolate-del-continente/).

En el mismo sentido, Rosendo Castillo, presidente de la asociación de productores APROCEL, de la provincia de Sucumbíos, indica que han acopiado 363 t de cacao en 2019 comprando a más de 1300 socios que tienen entre una y dos hectáreas de cacao cada uno. Esta producción fragmentada a pequeña escala es característica de las seis provincias amazónicas ecuatorianas, en donde alrededor de 15 000 pequeños productores generan 20 000 toneladas anuales de cacao en más de 40 000 hectáreas y pretenden promover este modelo con iniciativas de agroturismo en sus comunidades (https://www.proamazonia.org/sabores-unicos-con-impacto-positivo-el-futuro-del-cacao-amazonico-ecuatoriano/).

Turismo comunitario en Shandia (Amazonía)


Cadmio

Aunque las concentraciones de cadmio presentes en el cacao y por tanto en el chocolate no son un asunto de dominio público, es necesario abordarlo para conocer los pros y contras de su consumo.

El cadmio (Cd) es un metal pesado que se acumula en los granos de cacao y que es absorbido por la planta a partir del suelo. Es tóxico para el ser humano, especialmente en niños. Su presencia viene dada por la meteorización de las rocas y erupciones volcánicas, así como por actividades humanas como la aplicación de fertilizantes fosfatados o por inundación de zonas ribereñas de áreas afectadas por actividad industrial o minería.

Se han realizado estudios y un mapeo en todo Ecuador que demuestra que hay zonas más ricas en cadmio que otras. Se están estudiando diferentes metodologías para reducir el nivel de cadmio presente en los granos, como, por ejemplo, mantener la mazorca cosechada durante un día sin abrir, ya que al encontrarse el 50 % del cadmio en la pulpa, la propia mazorca reabsorbe parte de este metal, reduciendo la concentración presente en los granos. Hay estudios que demuestran que diferentes variedades de cacao absorben hasta trece veces más o menos cadmio en un mismo suelo, lo que puede ser una vía para bajar las concentraciones al cultivar variedades con las características de menor absorción.

En el ámbito de las fincas cacaoteras, los productores pueden prevenir la acidificación y mejorar el contenido de materia orgánica del suelo, dos parámetros que se ha demostrado que bajan los niveles de cadmio. También se están probando diferentes tipos de enmiendas orgánicas e inorgánicas y estrategias de biorremediación con el uso de microorganismos para reducir la concentración de este metal.

La Unión Europea puso en vigencia en 2019 el reglamento 438/2014, que regula el límite máximo permitido de 0,8 mg de cadmio/kg de cacao y sus derivados, mientras la OMS lo considera un contaminante de alta peligrosidad para la salud pública. Los límites establecidos se aplican sobre el producto final y no a los granos, pero las multinacionales aplican estos umbrales de forma extraoficial a los granos, y se emplean distintos baremos entre las diferentes empresas, de los que solo cabe suponer que van en detrimento del productor. Esta regulación no significa que por debajo de esta cantidad sea inocuo, ya que los metales pesados se acumulan en el organismo humano y no se eliminan. De momento, hasta encontrar métodos fiables, se están mezclando granos con diferentes concentraciones buscando obtener la media que está permitida, lo cual en cierto modo es una pequeña treta, ya que los granos con alto contenido lo siguen teniendo, pero al parecer es una práctica aceptada.

En un país donde todavía se fumigan las bananeras con avioneta y parte de ello va a parar a los campos colindantes e incluso a zonas habitadas cercanas, este asunto del cadmio, aunque pueda parecer un problema menor, no lo es, como lo atestiguan las diferentes investigaciones y estudios que se están llevando a cabo en Ecuador, y por estar el cacao destinado en un 90 % a la exportación a países que posiblemente vayan a ser todavía más restrictivos en los próximos años en cuanto a las cantidades de este metal permitidas.

En todo caso, este es un problema añadido para los países latinoamericanos en su carrera en competencia con los africanos, que no tienen o tienen en menor grado este problema.

Pequeña finca diversificada con cacao en zona de monocultivo de maíz (Los Ríos)

Algunas conclusiones

Los países productores deben encontrar una forma de unirse para garantizar la calidad, tanto organoléptica como en términos de salud del cacao, y deben ser capaces de influir sobre los precios, basándose en costes de producción adecuados a las diferentes zonas agroecológicas y a los sistemas agroforestales.

Parece sintomático que un producto que estuvo en manos de grandes haciendas haya pasado a manos de pequeños productores. No solamente las plagas y las enfermedades pueden explicarlo, sino también los escasos márgenes de beneficio y la capitulación frente al monopolio de las multinacionales.

Si se paga un precio justo por el cacao y se hace al productor parte del negocio, involucrándolo en la transformación, humanizando y dignificando la profesión, habrá relevo generacional y se podrá hablar de crear empleo, pero de una forma digna. Un precio justo incentiva al productor a dar el mantenimiento adecuado a sus plantaciones y mejorar la producción.

Las ventajas de los países latinoamericanos frente a los africanos se ven lastradas por la presencia de cadmio, mientras los aspectos ambientales y sociales les son más favorables.

La situación de la mayoría de los agricultores en Ecuador es similar a la de los agricultores en África occidental. Deben aceptar los precios internacionales y sus ingresos dependen completamente de la fluctuación en las bolsas de materias primas.

Reunión con productores de cacao en Los Ríos

Algo de bibliografía sobre cacao en Ecuador

·    Avadí A., Temple L., Blockeel J., Salgado V., Molina G., Andrade, D. (2021). «Análisis de la cadena de valor del cacao en Ecuador». Reporte para la Unión Europea, DG-INTPA. Value Chain Analysis for Development Project (VCA4D CTR 2016/375-804), 171p + anexos.

· Álvarez, Paz. «Santiago Peralta: “Soy el justiciero del chocolate”». El País, 11-4-2022. https://cincodias.elpais.com/cincodias/2022/04/08/fortunas/1649416254_159190.html.

·     López-Ulloa, M., Jaimez, R. & Orozco, L. (2021). Guía 1: El cadmio en el cultivo de cacao. Caja de herramientas para la prevención y mitigación de la contaminación de cadmio en la cadena de cacao-Ecuador (1.ª ed., pp. 1-20). Quito, Ecuador. https://balcon.mag.gob.ec/mag01/magapaldia/Caja%20de%20Herramientas_Cadmio_Cacao/. Consultado el 4-4-2023.

·    Vanderschueren, R., Pulleman, M. (2021). «Cadmio en cacao: de dónde viene, cómo se regula y por qué preocupa a los productores». Resumen Informativo de Clima-LoCa n.º 1. Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT). Cali, Colombia. 10 pp. Disponible en https://hdl.handle.net/10568/117850. Consultado el 4-4-2023.

BaBarómetro del Cacao (2020). www.cocoabarometer.org. Antonie Fountain - VOICE Network antonie@voicenetwork.eu.

·   Hütz-Adams, F., Campos, P., Fountain, A.C. (2022): Barómetro del cacao. Base de referencia para Latinoamérica, 2022.