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martes, 26 de diciembre de 2023

Amazonas: De Tabatinga a Manaos

 

Mural en Leticia, Colombia

La ciudad de Leticia fue durante los años que trabajé en Colombia el destino al que nunca pude ir. Este año, ya he estado 2 veces y no me extrañaría que volviera alguna vez más. Pero en esta ocasión he venido solo para buscar un barco que me lleve a Manaos y a Belem, otro sueño aplazado durante muchos años. Este viaje, como otros, responde a cumplir un sueño, el de navegar el Amazonas hasta su desembocadura. Era un sueño romántico (habría que definir que es romántico para cada uno) en que me imaginaba navegando con un barco pequeño, prácticamente a merced de la corriente, navegando cerca de la orilla para oír y ver los pájaros y otros animales además de poder ver la selva lujuriosa. Como todo lo romántico es un espejismo de la realidad, me conformo con lo que tengo y disfruto de estas horas sin nada que hacer, viendo a la gente, más bien familias, con las que convivo ya desde que salimos, de la que me asombra la capacidad que tienen para pasarse horas y más horas en la hamaca, durmiendo, dormitando o viendo lo que sea en sus teléfonos móviles, tanto niños como adultos.

Todos los trámites de salida de Colombia y entrada a Brasil han sido bastante fáciles, aunque algo raros ya que en el primer caso tuve que ir al aeropuerto para que me sellaran la salida y en el otro ir a la Policía federal de Brasil para que me sellaran la entrada, todo eso pasando por la frontera inexistente como Pedro por su casa y como condición para que me vendieran el billete el día antes de partir, por lo que oficialmente había salido de Colombia y entrado en Brasil, pero todavía dormí ese día en Leticia.

Las maletas marcan el orden de entrada

Me encuentro ante una pequeña aventura y eso hace que no sepa muy bien que hacer, que comprar, como prepararme para este viaje. Es como un viaje dentro de otro viaje. He comprado pasaje en hamaca, la que uno mismo tiene que llevar, porque ir en cabina era bastante más caro y porque lo de la hamaca forma parte de la aventura. Además, debo llevar plato y cubiertos, aunque en realidad parece que no hacía falta.

Haciendo fila para abordar esta gente me parece bastante organizada, hablando de la gente que toma este tipo de barco, la opción más barata de las que existe. La fila se respeta bastante y entramos con cierto orden. Es miércoles 13 de diciembre.

Parecía que iba vacío

Ya en el barco todo el mundo se apresura a colgar su hamaca. Yo intento recordar lo que leí en un par de blogs: ponerla en el lado izquierdo para que no te dé el sol, alejado de los baños, hacia proa para evitar el ruido del motor. Cuando salimos de Tabatinga, con casi 2 horas de retraso, estoy relativamente sólo en el sitio que he escogido. Hay unos ganchos cada 50 cm en los que cuando el barco va a plena capacidad de personas las hamacas se tocan. Yo he conseguido dejar un gancho libre entre el vecino de la izquierda y el de la derecha. Eso me asegura un relativo viaje tranquilo ya que como la gente aquí viaja en grupo no se pueden instalar a ninguno de mis lados (más adelante se verá que esto no es cierto). En caso de que el barco fuera a tope esto no sería así, pero estimo que vamos a un 60% de la capacidad. La capacidad total del barco es de 515 pasajeros y 9 tripulantes, además de la carga. La primera noche la he pasado bien, solo me he despertado un par de veces y por la mañana no me duele nada. No en vano me he entrenado en mi casa durmiendo siestas en mi hamaca. Para comer hay que hacer una enorme fila, a la que llego casi siempre de los últimos y van dejando entrar al comedor por grupos o puedes llevarte la comida en tu plato. Para cenar hubo sopa de fideos y papas con algo de carne, aunque bastante poco. Menos mal que me compré unas barritas energéticas que me aplacan el hambre a medianoche.

Pero no

Había leído que el barco tardaba 6 días en hacer el recorrido, pero eso es cuando remonta contra la corriente, ahora vamos a favor y tardará sólo 3 días, o eso me han dicho¡!

Por la mañana toca un café con leche y un panecillo con un poco de jamón y queso. La verdad es que por el precio que se paga no me puedo quejar. Por la alimentación de 3 días he pagado 110 reales (20 €) y por el viaje de unos 1500 km (no he encontrado la cifra exacta) sólo 130 reales (23 €). Ir en cabina valía 272 € y sólo he visto un par ocupadas. La vida en la hamaca se parece a como uno se imagina la vida tribal, las familias se ponen juntas y colocan todas sus pertenencias en el medio. Los niños juegan por el suelo, las madres los amamantan si son pequeños, cada vez que hay un acontecimiento como llegar a un nuevo pueblo la gente se asoma a la borda para ver quién entra y sale del barco. Cuando en un puerto nos abarloamos a otro barco la gente se reconoce y se grita cosas y saludos de un lado al otro. El barco que encontramos, el Diamante, va de subida y tiene en la cubierta una pequeña zona de juegos y de gimnasio. ¡Claro, para la gente que pasa aquí hasta 7días!


No sé cómo me verán a mí ya que soy el único extranjero, aparte de un colombiano y una ucraniana que viajan en el barco. Coincidimos a la hora de comer y me dicen que al parecer hay un alemán, pero que no lo parece y una francesa a la que no vemos porque viaja en cabina. También soy el único que va de lado a lado del barco, según se acerque a una orilla u otra, para ver el paisaje y hacer alguna fotografía. La gente normalmente se queda en su hamaca o van al bar que hay a popa a tomar algo y a fumar. Por la noche, aunque ha refrescado no he tenido frío, ya que incluso me puedo tapar con la hamaca y no ha habido mosquitos, lo cual es un lujo.

Mientras escribo esto veo que una de las familias que ha pasado la noche a mi lado se prepara para bajarse en la próxima parada por lo que quedará un hueco grande y me pregunto quienes me tocarán de compañeros de viaje. En nuestro barco hay 14 baños, mitad para hombres y mitad para mujeres, lo que la gente respeta bastante. El agua para ducharse viene del río, marrón. La primera noche no me baño, a la segunda me veo obligado para que no me miren mal. Para lavarme los dientes lo hago con agua potable, lo cual también levante miradas.

Aunque todo el mundo lo llama rio Amazonas, lo que estamos navegando es el río Solimoes, que sólo tomará el nombre de Amazonas al llegar a Manaos y juntarse con el caudaloso río Negro.


Barcos para arrastrar o empujar plataformas de carga

La gente en el barco se baña a todas horas, por la mañana, por la tarde, algunos al mediodía y es que claro, sobra agua en el río. Hay enchufes por todo el barco por lo que se pueden cargar los aparatos eléctricos, hay quien se ha traído hasta ventilador. Alguna gente lava también la ropa y la pone a secar en cuerdas que tienden. Uno que no tenía pinzas ha improvisado con trocitos de plástico para atar la ropa. ¡Como estar en casa! Paramos al mediodía en un pueblo que se llama Tonantins y cuando ya me alegraba de tener mucho espacio alrededor vuelve a subir un montón de gente y rellenan los huecos. Por suerte todavía no estoy muy apretado y mantengo mi metro a lado y lado. La gente que llega lo primero que pone es la hamaca, es lo primordial, luego ya viene acomodar todos lo demás. Pensé que podría trabajar y leer en el barco, pero se me hace un poco difícil, por todo lo que hay que ver cuando pasamos cerca de la orilla o de algún pueblo y por tener que estar guardando bajo llave el ordenador cada vez que dejo la hamaca. Quizás estoy un poco paranoico, pero me pueden robar todo menos el ordenador, el teléfono, el pasaporte y las tarjetas, todo lo cual mantengo en la maleta cerrada con candado. Y es que aquí, en casi todo el tramo hasta Manaos no hay otra manera de moverse que en barco, no hay carreteras así que es el único medio para la gente que quiere viajar.


Gente esperando en Tonantins para subir

Cuando se mete viento, normalmente es que va a llover y la gente se queja del frio. De pronto, en el segundo día de navegación, algo que parecía una lluvia lejana se convierta en una tormenta con viento y con una cortina de agua que hace correr el agua por el barco. Por suerte este está preparado y no se moja la parte de dentro. La gente parece acostumbrada y no le hace ni caso. Yo había leído que estas tormentas pueden ser terribles y lo viví una vez en un pequeño barco en el Mekong en el que tuvimos que embarrancarnos en tierra para que el viento no nos zarandeara, pero a este barco, con este tamaño, esto le hace de momento sólo cosquillas. Estamos a principios de la temporada de lluvias y esto parece ser normal en esta época.

Cuando llueve, llueve

Cuando llueve y hace frío la gente no se ducha, lo que hace es ponerse desodorante a todas horas y al parecer de la misma marca, ya que todo el barco huele a un aroma especial. Lo que no me gusta de la lluvia es que ponen unos plásticos a modo de cortina para que no entre el agua y si están mucho rato la atmósfera es un poco agobiante.

En todo el trayecto se ven pocos pueblos, formados a veces por apenas unas casas

La última noche, o sea del jueves 15 de diciembre, yo ya estaba durmiendo a las 20,30, una hora más que razonable en el Amazonas, cuando de pronto pasó un tripulante encendiendo todas las luces y anunciando a gritos que nos pusiéramos de pie, que colgáramos las hamacas en el techo, que pusiéramos nuestras cosas en fila en el suelo ya que la policía antinarcóticos iba a pasar con un perro para ver si llevábamos algo. La verdad que fue bastante intimidante, con varios policías, algunos con pasamontañas y metralletas y el perro corriendo entre las maletas. Por suerte no había nada y entonces la tomaron con el colombiano que viaja acompañado de la ucraniana, que eran carne de cañón por su nacionalidad. Después de registrar el equipaje y no encontrar nada los policías se fueron.

Muy de vez en cuando nos cruzamos con otro barco de pasajeros

En todas las horas que tengo pienso que lo suyo era haberme embarcado en Tena, cuando estuve en ese río en Ecuador que desde allí te lleva a Iquitos, o cuando estuve un afluente del Amazonas en Perú y veía los barcos con destino también a Iquitos y de ahí hacer este trayecto hasta llegar a la desembocadura. Pero bueno, tampoco hay que exagerar y yo ya me doy más que satisfecho si llego a Belém, después de recorrer cerca de 4000 km.

Casi en todo el trayecto el agua estaba llena de troncos en la superficie que el barco iba apartando majestuosamente. Quien sabe cuántas cosas más flotan bajo la superficie que vienen ya desde Ecuador y Perú y que van aumentando en cada poblado que pasamos, porque aquí todo se tira al río, además de la tierra que va arrastrando y que le da este color chocolate.

El barco me recuerda a un gran camping, pero con todo mucho más apretado, sin paredes y por lo tanto sin intimidad. Un camping con un motor en el culo. En todo caso yo sabía que esto no era el Titanic y con que no se hunda tengo. En todo lo demás, me acomodo.  En cuanto a dormir, o bien los brasileños no roncan o yo me he dormido antes que ellos porque no he oído a nadie por la noche. En este viaje sólo me ha faltado una mantita para cuando refrescaba y una toalla para ser un brasileño perfecto.

A un par de horas de llegar vuelve a cundir el nerviosismo y la gente se vuelve a duchar, sobre todo las mujeres y empiezan a ordenar el equipaje y guardar las hamacas en los maletones que traen. Llegamos con algo de retraso, pero todavía con luz del día, por lo que puedo ver el encuentro de las aguas, donde se juntan el Río Negro y el río Solimoes, formando ahora sí, el río Amazonas. Es un fenómeno curioso, donde el Solimoes, de color marrón, al tener diferente densidad, temperatura y acidez que el río Negro, que es de color negro, corre con este durante unos 6 km, de forma separada hasta sin que se mezclen sus aguas que al final se funden en el río Amazonas que continuará su camino ya totalmente de color marrón.

Encontro das Aguas: el río Negro y el Solimoes

El desembarco aquí sí que ya es caótico con todos los “carregadors” luchando por entrar contra la marea de gente que queremos bajar del barco. Y es que como muchos pasajeros traen enormes equipajes y necesitan de ayuda para llevarlo a tierra, y de eso se encargan esos carregadors.

Manaos es una mega urbe de 2 millones de habitantes y algunos rascacielos. Pero la selva sigue ahí detrás

En resumen, me ha gustado y lo repetiría. Tanto es así que continuaré después de mi escala en Manaos a Santarém y después a Belém. Recomiendo esta experiencia para los maniáticos ya que o se les pasa o dirán que “nunca mais”.

Para hacerse una idea de la inmensidad del Amazonas

Próximo destino: alrededores de Manaos, Santarém, Belém.

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