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miércoles, 3 de enero de 2024

MANAOS

 


Después de 3 días de navegar, por un río inmenso, el barco llega a Manaos con retraso. Consigo llegar al hotel andando antes de que anochezca ya que está en la zona del puerto y no parece ser de las zonas más recomendables. De ahí me voy al centro, a la plaza donde está el famoso teatro de Manaos y ceno en uno de los restaurantes de moda, Timbiqui de Banda. Pago lo mismo por la cena que por los 3 días de comidas en el barco. Al día siguiente la fuerte lluvia no me deja pasear por la ciudad como era mi intención, a duras penas llego al puerto donde compro un tour a la selva para los siguientes tres días, el primero que me ofrecen, y el billete para seguir después en barco hasta Santarém, mi siguiente destino.

Con algunas dificultades, me hago finalmente con una tarjeta SIM, ya que si no eres residente no te la venden, pero al final lo consigo pagando un poco. En el centro la parafernalia navideña no te deja casi ver el teatro. Me queda claro que aquí tampoco podré escapar a toda la basura navideña (o baboseo navideño como dice un amigo).

Al día siguiente empezamos puntualmente el viaje que nos llevará al tour en la selva, el cual parece estar bien organizado, con un vehículo que nos recoge a los turistas en los hoteles, luego un barco que nos cruza el río y un VW bus que nos espera para llevarnos hasta otro puerto a 40 km, primero por carretera y luego por una pista de tierra roja, arcillosa, que no quisiera pasarla con lluvia.

Una pista de tierra que parece africana

Por el camino vemos un puente de hierro caído que da cuenta de la fuerza del agua cuando crece el río o de la corrupción, al ahorrar en los materiales de construcción, como dice el conductor.


Escaleras que dan idea del nivel del agua tan bajo

Llegamos a otro puerto donde hay un barquito que nos espera para llevarnos un trecho por el río Paraná de Marmori. De allí caminamos unos 500 m para volver a coger otro barquito que ya nos lleva al destino final, el Lodge Ipanema.

Más tarde nos cuentan que el tramo que hemos andado en realidad suele estar cubierto por el agua conformando lo que es el lago Ipanema que ahora está reducida a su mínima expresión debido a la mayor sequía que ha habido en los últimos 120 años en el Amazonas.



El nivel más alto del agua se puede observar en los árboles o en las escaleras que hay que bajar para llegar al agua y que está hasta 10 m por encima del nivel actual. En algunos sitios, en el último tramo, el bote toca a veces el fondo.

Lodge Ipanema

Si hasta aquí todo el viaje ha estado perfectamente coordinado, la estancia en el hotel será algo más caótica. Nuestro guía, Marsinho, al que cuesta entenderle, aunque supuestamente habla inglés y español, no da informaciones precisas y para el todo es una broma. Así que paciencia, será el carácter amazónico pienso y después de comer, ya nos organizan una excursión a un pueblo indígena, para lo que tuvimos que caminar por un pantanal, donde cada vez había más agua hasta que acabamos metidos hasta la cintura. Parte de la desorganización y hasta Marsinho estaba sorprendido de que hubiera tanta agua en este lugar.

Pasando el pantanal

En el poblado, que en realidad era una casa, por lo menos en la parte que vimos, no había mucho que hacer más que ver jugar a los niños, que eso sí, no tienen móviles y jugaban con los artilugios tradicionales, como antes, con una tabla de hacer equilibrio, una pelota de fútbol, …También pudimos jugar con los loritos mientras esperábamos a la cena que nos preparaban, supongo que como una forma de remunerarles luego a la familia nuestra visita.

Cuando se hizo de noche y encendieron la luz hubo que entrar corriendo a la casa y cerrar todas las puertas y ventanas. Todo y así, una multitud de insectos, sobre todos unos coleópteros que medían al menos 2 cm se colaron con nosotros y por algunas rendijas y no pararon de volar y pegársenos al cuello, a las piernas, en los brazos. Ya he vivido esto antes y sé que lo de los insectos puede ser agobiante. Una pareja india, que ya se lo pasaron mal en el pantanal, casi no comieron por los insectos que les caían en la comida (eran vegetarianos) y en la bebida, que todo el rato tapaban con la mano, y que no veían el momento de irse. 


El regreso lo hicimos en bote ya que era de noche y no era recomendable pasar caminando por el mismo sitio con agua, por los caimanes.

Vista desde la comunidad

Cuando llegamos a nuestra estancia, yo me fui a mi cuarto a lavar la ropa que estaba llena de barro mientras un par de los otros turistas se iban a ver caimanes en la orilla del lago. Y cogieron uno de 2,5 m, justo al lado del hotel, y yo me lo perdí.


Por la mañana tocaba ver los delfines en el río, que se esconden cuando los fotografías, saliendo siempre por donde no estás mirando. Estuvimos buscando un oso perezoso por la selva, pero no encontramos ninguno mientras veíamos pasar los tucanes, que parece que vuelen rápido para que no se les caiga el enorme pico que llevan por delante. En las zonas de agua por donde pasamos había innumerables garzas volando majestuosas y buscando comida entre las hierbas. Los jacarés, pequeños caimanes, saltaban al agua por el ruido del motor cuando nos oían pasar.

Por la tarde tocaba acampada en un trozo de pseudo-selva, pero yo y un par más nos quedamos en nuestras habitaciones. No tenía ganas de jugar a hacer camping. Ya lo haré en el barco a Santarem.


Fuimos a ver una enorme ceiba que estaba al otro lado del río, de quizás 100 o 200 años y luego fuimos a pescar al lago con redes y cogimos unos 20 peces, que harían parte de la comida del mediodía, antes de irnos. A la hora de partir se puso a llover torrencialmente, lo que es bueno para el río, pero nos obligó a esperar que pase.

También le dedicamos un rato a pescar pirañas en el rio y como yo ya había pescado cuando estuve en Puerto Nariño ya me sabía el truco de no esperar a que piquen sino tirar enseguida del anzuelo y subirlo ya que son más rápidas que uno.


En el bosque me picó un avispón, que me dejó el brazo hinchado y caliente. Eso y algunas picadas que no sé de qué son, es lo único que me he traído de la selva. Me ha llamado la atención los jóvenes veinteañeros que había en el lodge (alemán, francesa, belga) que han estado estudiando en Brasil y que se pegan aquí unas vacaciones de fin de curso, todo pagado por sus padres. Definitivamente estamos en una generación en que los padres le dan todo y más a sus hijos. Me da por recordar mis precarios viajes cuando tenía su edad.

Los turistas y Marshino

Al día siguiente, 21 de diciembre, de nuevo en Manaos, cuando ya sólo me quedan 4 semanas de vacaciones, voy al puerto a embarcarme en el Ana Beatriz V, un barco con capacidad para 1400 pasajeros y unos 50 vehículos. Como la otra vez, al principio me siento contento con el lugar elegido y el espacio que tengo, pero una familia que llega más tarde (tuvimos 4 horas de retraso en la salida) me acaba sacando de mi sitio y me voy a una zona intermedia, con más espacio, pero menos vista.

He aprovechado los viajes en barco para leer a ratos el libro de Alejo Carpenter, “La consagración de la primavera”, escrito en 1978, que me había recomendado mi amiga Irene (la de Cuba) y que a quien le guste leer sobre este país (hasta el momento de la Revolución) y algo de la guerra civil española y las brigadas internacionales, además de apreciar lo que es escribir bien, se lo recomiendo yo también.

Puerto de Manaos

En algún momento me pregunto porque hago este viaje, ya que el vuelo a Manaos desde Tabatinga dura sólo 1 hora, y cuesta sólo 5 veces más, unos 220 euros. En el caso de las familias lo entiendo porque son varios, llevan en algunos casos mucho equipaje y esa diferencia de precio se les haría muy costosa. Pero en mi caso, es porque me atraen los barcos, los ríos, navegar y porque quería hacer este viaje. Cuando lo haya hecho y si vuelvo a venir por aquí ya decidiré si lo repito o no. Además, esto era un sueño, pero según voy avanzando me pregunto si el sueño se ha convertido también en un reto. Sigo reflexionando sobre la tenue línea que separa los sueños de los retos, pero no llego a ninguna conclusión, de momento.

El impresionante encuentro de las aguas del río Negro y del Solimoes para formar el Amazonas




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