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miércoles, 17 de enero de 2024

El impresionante Amazonas

 El impresionante Amazonas

Llegada de mi barco, el Amazon Star a Belém (el nombre de la ciudad es Belém do Pará, de donde vienen las famosas nueces de Brasil)

El fin de año lo paso en Belém, en la Estaçao das Docas, el antiguo puerto actualmente en remodelación, pero no fue nada espectacular. Había una fiesta bastante popular con mucha gente lo que me agobiaba y me fui pronto.

Fin de año en Estaçao das Docas

Al día siguiente fui a la isla de Combu, donde hay una mujer que hace chocolate, Doña Nena, que lo produce con el cacao de una finca de 7 hectáreas agroforestales. Lo vende a los turistas en un modelo que se puede parecer bastante al que se podría implantar en Canarias. Tiene a 14 personas empleadas lo que da una idea de lo rentable que es este negocio agroturístico.

Chocolate en la isla de Combu

Tanto para ir al puerto en una zona algo apartada de Belém, donde salen los barcos a la isla, como luego al regreso, lo hago caminando, a pesar de que me dicen que no lo haga porque es peligroso. Me quedo sorprendido de la cantidad de gente que hay durmiendo en la calle hecha polvo y de la miseria que se ve. En la parte colonial, donde está el famoso Mercado Ver-o-Peso, hay zonas donde no te atreves a pasar. En esta zona te recomiendan que a partir de las 5 de la tarde no camines por la calle. Una ciudad que no se pueda caminar pierde todo el interés para mí, así que decido irme al par de días.

Mercado Ver-o-Peso al fondo y los buitres por todas partes

Como ya llegué adonde quería llegar (sigue pendiente averiguar lo del sueño y el reto) emprendo el regreso. Brasil es muy grande y todo hay que hacerlo en avión si no quieres pasarte varios días viajando como ya he visto. Por eso decido seguir indagando en el Amazonas, aunque usando el avión para regresar, primero a Manaos y después a Tabatinga, para pasar luego finalmente a Leticia.

El famoso y precioso palo de Brasil en la selva del río Negro

Tanto en Manaos como en Leticia he hecho dos tours, durmiendo en cada sitio 3 noches en la selva, alguna en hamaca y las otras en habitaciones rústicas. Llegué al Amazonas el 12 de diciembre y me voy el 16 de enero, más de un mes recorriendo lugares alrededor del río, sin perderlo casi nunca de vista y me queda claro que sólo he visto una mínima parte. Más de la mitad de este tiempo he estado en la selva o navegando por el río y el resto en pueblos y ciudades aledañas.

Campamento para dormir en la selva del río Negro

Solo viajando por el Amazonas te puedes dar cuenta de su inmensidad, sólo viéndolo, navegándolo, porque no tenemos en nuestra zona geográfica nada que se le pueda igualar. Tanto en algunos afluentes como en el propio Amazonas ha habido lugares en que no se veía la otra orilla como si fuera un mar inmenso. Cuando lo sobrevuelas en avión ves los ríos serpeantes que desafían las líneas rectas y ves la selva que no parece tener fin. He leído que la cuenca del Amazonas vierte al mar tanto caudal de agua en un segundo como el Támesis en un año. Y lo que me pareció al principio exagerado ahora pienso que quizás se queda corto.

En avión de Belem a Manaos

Los árboles superan en altura, pero sobre todo en grosor, lo que uno está acostumbrado a ver. Soy incapaz de recordar todos los nombres de los árboles que me han ido mostrando en las diferentes excursiones por la selva, sus usos, tanto medicinales como para la construcción, o algunos que al golpearlos sirven para avisar donde está uno. Algunos árboles de hasta 40 m de altura no me cabían en la foto, uno de los más bonitos es el palo de Brasil, de un intenso rojo, del que dicen que dio su nombre al país. Luego estaban las palmeras, tanto las comestibles como el Açai, como otras de las que se aprovechan sus hojas para el techado de casas y que sirven de refugio a las tarántulas. Hay un montón de cosas que te muestran de cómo aprovechar los recursos que te da el bosque y te queda claro que si vas realmente adentro, no duras ni un par de días.

Árbol teléfono

También se ven zonas deforestadas, que han convertido en pasto para animales y se ven pasar las barcazas con madera por el río. Por la noche se pueden ver los incendios que en su peor momento llegan a hacer irrespirable el aire de Manaos cuando en la época seca el viento dirige hacia allá el humo.

He encontrado árboles de cacao, tanto en Manaos como en la zona de Perú, que no sé si son silvestres, producto de su diseminación por animales o plantados por el hombre. En casi todos los casos tenían muy pocos frutos y estaban solos, inmersos dentro del conglomerado de la selva. Los frutos estaban llenos de hongos o no estaban maduros con lo que no he podido traer ninguna semilla.

Árbol de cacao (fruto inmaduro en el lado izquierdo)

Si uno espera ver animales grandes en el Amazonas, quizás es mejor que vaya a un zoológico. Debido a la inmensidad de la selva, los animales son difíciles de ver. En todos los tours que he hecho he visto muchas aves (tucanes, loros, guacamayos, garzas, camungos, tucutucu, oropéndolas, patos silvestres…). Hay unas 1300 especies de aves en el Amazonas de las que la mitad son endémicas. También he podido ver algunos perezosos, pieles de la muda de serpientes, diversas arañas y tarántulas, escorpiones, sapos, delfines rosados y grises y pirañas, así como pequeños caimanes y sus ojos por la noche cuando los enfocas con la linterna. En las excursiones por la selva siempre hemos seguido caminos trillados por turistas como nosotros o por los propios pobladores que los utilizan para ir de caza. Por eso los animales raramente se dejan ver por ahí. Sólo los delfines, de los que me ha asombrado la cantidad que he visto, vienen a ver qué pasa cuando oyen el motor de un barco.

Tarántula

He aprendido que el Amazonas también se compone de sonidos, sobre todo por la noche y que los indígenas conocen y saben imitar: los sapos, las chicharras, los caimanes hembra llamando a sus crías, los monos, las águilas (arpía, marrón, pescadora) incluso los mosquitos que no dejan de hacer pasadas cerca de tu oído, el motor de los barcos que ellos saben distinguir uno de otro, lo remos al golpear el agua, la lluvia cuando cae con furia.

La humedad y el calor están presentes todo el tiempo. Para entrar a la selva hay que llevar ropa gruesa de manga larga y pantalones largos, si puede ser dos de cada uno ya que los mosquitos atraviesan fácilmente una pieza. Si llueve, la humedad es el doble, por dentro y por fuera, ya que si te pones algún tipo de chubasquero todavía sudas más. Pero quizás sea eso lo que todavía protege algo estas zonas, su clima tan inhóspito que no permite asentarse fácilmente aquí ni adentrarse mucho.

En Gamboa, con ropa de lluvia, la que llega en un momento y lo anega todo. Al rato, si acaso, sale el sol, y el suelo arenoso se seca rápidamente mientras el agua queda retenida en el suelo y la humedad de la selva

Las hormigas también están siempre presentes, picándote los pies si andas descalzo y te topas con ellas, o atacando cualquier tipo de alimento que dejes a su alcance. La única forma es aprender a convivir con ellas.

Una de las compensaciones que tienes son los amaneceres y puestas de sol, espectaculares y los lugares donde puedes estar horas contemplando el paisaje.

Puesta de sol con lluvia

Como turista uno se mueve solamente en los bordes de la selva, que es lo que nos permite en cualquier momento regresar a la civilización para disfrutar de las comodidades a las que estamos acostumbrados. Entrar más hacia dentro significa no tener luz, tener que navegar a remo o hacer caminatas extenuantes, estar expuesto a picadas de animales que no conocemos, no tener ninguna seguridad de lo que nos deparará el día en un medio al que somos completamente extraños.

El Amazonas es tan grande que por eso no se ven animales, que se esconden del humano y sobre todo, que salen de noche. Solo cuando reduzcan su superficie por la presión de la gente, las quemas, los nuevos cultivos y las poblaciones que se van asentando, se les podrá ver, arrinconados en pequeñas reservas, como se puede ver en la actualidad en lugares como Kalimantán en el sudeste asiático o en las reservas de safaris en África.

Deforestación en la zona de Perú

La tripe frontera (Leticia-Colombia, Tabatinga-Brasil y Santa Rosa-Perú) te permite pasar de un país a otro sin pasaporte ni trámites burocráticos, al menos mientras no te adentres muy al interior o vayas a otras poblaciones. Esto fue lo que me permitió pasar los últimos días en la selva de Perú, en una población llamada Gamboa y en una casa en un lago más al interior.

Casa para turistas en Perú, en lago del río Gamboa

Los mosquitos casi en ningún momento dan tregua (sólo cuando es verano, en la época seca que va de agosto a noviembre, antes de que llueva). Aun cuando uno se protege tapándose encuentran cualquier hueco entre la ropa, o van directamente a las manos o las orejas, que están libres de protección. Su hora pico es las 6, tanto de la mañana como de la tarde, y en ese momento no perdonan y te vienen a buscar donde estés. La única opción es protegerte dentro de una mosquitera, no hay más.

El sol cuando sale es tan fuerte que seca en un momento la ropa que has tendido, sudada o mojada por la lluvia. En los poblados enseguida ponen la ropa en las cuerdas cuando sale el sol, porque continuamente viven con la ropa mojada, sea porque llueve o porque andan metidos en el río.

Ropa al sol en Gamboa

Tanto por los viajes en barco como por los ritmos de la selva me he acostumbrado a levantarme a las 5 de la mañana, para después hacer caminatas, ir a pescar, a remar en el río, por lo que cuando son las 8 de la noche ya me estoy cayendo de sueño. Y así termino esta última entrada en el blog de este viaje, cayéndome de sueño antes de subirme al avión que me lleva a mi vida más o menos normal, horrorizado de tener que volver a ponerme pantalón largo y zapatos, mientras ya empiezo a pensar en el próximo destino, esta vez africano.

El impresionante Puerto de Manaos, con el puente que cruza el río Negro antes de juntarse más adelante con el río Solimoes

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