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viernes, 26 de mayo de 2023

Últimas etapas: Abidjan y Grand Bassam

 

Una tormenta se iba formando sobre el puerto de Abidjan

Como despedida, en el trayecto a Abidjan en bus, pinchamos una rueda. Tardaron 2 horas en cambiarla, bajo un calor infernal, pero al final lo consiguieron y pudimos seguir el viaje.

Al día siguiente aprovecho la mañana en que no tengo nada que hacer para ir en un barco público a una zona alejada de la laguna de Ebrié con el que luego también regreso. Soy de nuevo el único blanco. El barco se llena y vacía en las estaciones principales y me parece un estupendo modo de moverse huyendo de los enormes atascos de coches de esta inhumana ciudad. Como era de esperar, al principio del viaje llueve, pero luego escampa.

Una de las personas a entrevistar me llama diciéndome que cree que tiene Covid así que sólo me queda una entrevista para el día siguiente con un consultor experto en cacao. Después de la charla, agradable, pero en la que no aprendo nada nuevo, me voy a Grand Bassam, a disfrutar de esta pequeña ciudad y de su brisa marina en el par de días que me quedan hasta irme.

En Grand Bassam había visto la otra vez que hacían visitas guiadas en bicicleta para conocer la parte patrimonial del quartier France. Tengo la suerte de que el guía, Antoine, es un muy buen conocedor que explica todo con un detalle y una exactitud que da gusto, comparado con los demás guías que he tenido. Ya que sabe tanto aprovecho para preguntarle si sabe que marca es el licor N’dindin y me dice que ha oído hablar de ello, pero sólo sabe que es un licor que venía de fuera. Quedará pendiente averiguar más para otro viaje.

El guía Antoine y su módulo con las bicicletas

Me quedo de nuevo en el mismo hotel de la otra vez, Koral Beach, un sitio que me encanta pero que presenta un estado de deterioro tal que no creo que aguante 1 año más. Cuando lleguen las fuertes lluvias, que ya debieran estar aquí, me imagino que quedará anegado ya que con las brisas que han caído estos días ya ha sido bastante el nivel de agua que ha entrado por todas partes. Lo que mejor mantienen son las habitaciones, que es lo que todavía les da algo de ingresos y ahí por suerte no les entra agua, todavía. El guía me cuenta que esta fue una gran mansión de un comerciante que posteriormente vendió a una familia libanesa que lo convirtió en hotel y que era un lugar al que solía acudir el carismático cantante del famoso grupo marfileño Alpha Blondy. No me extraña. Para mi después de haberme recorrido la playa en todas direcciones este es el hotel más bonito y decadente que he encontrado de todos los de esta zona.

Resumen final

Culturas

Costa de Marfil es un crisol de culturas africanas, una zona tampón a la emigración hacia Europa, un lugar donde los inmigrantes de los países vecinos vienen a hacer dinero porque hay más oportunidades que en sus países. Me he encontrado a un camarero etíope en Grand Bassam, que no hablaba ni francés, un taxista de Benin en un Yango en Abidjan, un burkinabés en Duekué, otro beninés en Grand Bassam como director de la fábrica de chocolate, …... Cuando se lo comento a la chica medio marfileña-francesa con la que viajé a Man, me dice que en el país le tienen miedo a los benineses por los poderes que les da el vudú.

En este país, cuando uno se pone a escuchar conversaciones, en que utilizan y mezclan el francés con sus lenguas locales, uno oye muchas onomatopeyas, que les sirven para expresar diversos sentimientos, de reconocimiento, de admiración, de sorpresa, de afirmación y seguramente muchas más. Normalmente se utilizan las vocales, alargadas y que según la entonación pueden dar mayor o menor énfasis a lo que se dice. Esto me recuerda mucho a Togo, donde también hacían lo mismo, e incluso, si hacía falta, le metían una consonante en medio. Ejeeé´.

Cuadros en las calles de Grand Bassam

La religión

El antiguo presidente del país, Félix Houphouët-Boigny, decía que el 50% de los marfileños son católicos (él lo era), el otro 50% son musulmanes y el 100% son animistas (él también se consideraba animista). El último día de Ramadán, le pregunté al taxista que me llevaba a Grand Bassam si era católico o musulmán y después de dudar un rato me dijo que era evangélico. Otro porcentaje para incluir en la cuenta. Pero se me olvidó preguntarle si también era animista. También veo que han surgido muchas iglesias de esas gritonas. Estando en Yamusukro, me quedé anonadado por la energía de un gritón de no sé qué iglesia que se pasó horas dando voces que llegaban hasta mi hotel.

Salud

Mosquitos no hay, pero se les espera. Hasta la fecha sólo me ha picado alguno, muy pocos, pero de los pequeños, que te dejan marca y que pica pero que no transmiten la malaria. Como está empezando a llover empiezan a haber algunos más, pero como ya me voy espero escapar bien. Aparte de eso, no he tenido en absoluto ningún otro problema, lo que, en estos países, siempre es de agradecer.

Cerca de mi hotel está el que era el hospital para blancos de la época colonial. A pesar de ello, en una epidemia de fiebre amarilla que hubo a principios del siglo pasado, murieron 2/3 de la población blanca (450) y 7 marfileños, lo que ayudó a que los franceses decidieran cambiar la capital a otra zona menos insalubre.

Conducir

Cuando el bus sólo toca su potente claxon, todos se apartan. Los niños salen despavoridos y se meten entre las hierbas del borde de la carretera. Estos vehículos parecen tener licencia para atropellar. Aquí rige la ley del más fuerte, desde el camión más grande, hasta la moto más pequeña, arrinconan al peatón. Cuando viene un vehículo, aunque estés a mitad de la calle, te tienes que apartar ya que tiene preferencia absoluta y si no te apartas muy posiblemente te atropelle. Lo mismo ocurre en las aceras, donde suben con sus cochazos para aparcar y tú tienes que apartarte sí o sí. Esto es lo que más me ha costado de digerir en este país.

Paso de un puente de hierro en Tiassalé, donde la acera para los peatones es de 30 centímetros

Para no llegar sudado a los lugares tengo que aprender a caminar despacio como ellos, pero parece que soy incapaz de asimilar esto. En cuanto me doy cuenta vuelvo a ir a como una bala adelantando a todos los otros pobres que caminan. De todas formas, dejo esta reflexión para quienes vayan a venir: Si no quieres sudar como un cerdo, no camines deprisa, si no quieres sudar, no camines. Y es que me río yo de las olas de calor en España. Aquí, durante este algo más de un mes que he estado en este país, no creo que la temperatura haya bajado nunca de 30º (menos en la madrugada) y al mediodía llegaba a picos de 37-40º.

A pesar del calor, son capaces de ir impolutos con camisa blanca y corbata

Los taxis dominan la vida en las ciudades. Su precio suele ser el mismo en todo el país, 200 FCFA para un trayecto urbano (0,3 €), se comparte con otros 3 pasajeros, que se van subiendo y bajando a lo largo de la ruta. Son de un color diferente en cada ciudad, verdes en Daloa y en Duekué, azules en San Pedro, naranja en Soubré y amarillos, blancos y naranja, según las zonas, en Abidjan. En lugares más pequeños como Meagui o Tiassalé, hay triciclos que también pueden llevar 4 pasajeros.

Las colas en las carreteras son una constante. No obstante, aquí se aplica lo mismo que en tantas otras ciudades, como más coches, más carreteras, en un bucle sin fin, pero que desprecia a los que no tienen coche. Al fondo se ve el nuevo puente que están construyendo, una macro obra que dará acceso directo al estadio donde se celebrará en enero 2024 la Copa de África de Fútbol, el otro circo de los gobiernos.


Cada vez que veo una moto de la marca china Apsonic, de color negro, como la que tuve en Togo, me dan ganas de subirme y empezar a correr con ella. Aunque me vendría bien como medio de transporte, no creo que viajar en moto en este país ayude a alargar la esperanza de vida, ya de por si algo corta.

En todas las ciudades, hay una estación para los buses grandes que hacen largos recorridos y otras para las furgonetas pequeñas, las que yo llamo los vehículos de Mad Max porque parecen sacadas de esa película

Trabajo infantil

Un tema que está sobre la mesa cuando se habla de cacao es el trabajo infantil y además en sus peores formas. En el Congreso de cacao de Daloa los productores defendieron que se les acusa a todos por igual como si fueran delincuentes y ellos decían que llevan a sus hijos al campo para que aprendan el oficio. No he estado suficientemente en el campo para poder constatar esto o no, pero sí que, caminando por las calles de pueblos y ciudades, y esto lo he hecho sobradamente, si he visto muchos niños trabajando en talleres, en los mercados, vendiendo agua helada y comida en las paradas de buses, en las playas, así que, si hay un problema de trabajo infantil, es un problema por abordar desde el país y en todos los sectores, no sólo en el cacao al que se ha demonizado.

Burocracia

Hasta ahora no he encontrado a ningún responsable de nada que no estuviera en Abidjan, un sistema centralizado que absorbe a todos los dirigentes. El problema es que a veces quedas con alguien y cuando llegas no está porque se ha ido a Abidjan, lo que a todos los funcionarios les debe encantar porque da prestigio y además el viaje debe tener dietas. Lo malo es que luego no hay nadie que pueda darte una respuesta, ya que aquí no hay segundo de abordo, aquí el jefe es el número 1 y el que sigue es el número 10, ya que nadie quiere que su segundo le haga sombra.

Otra de las exageraciones del anterior presidente, el hotel Presidencial en Yamusukro

Las estructuras son muy estrictas y jerárquicas. Normalmente el que tiene poder lo hace notar y pega la bronca a diestro y siniestro, lo que a veces parece algo chocante porque no parece haber ningún motivo para ello.

Costa de Marfil

Es difícil de entender que la mayor parte de la gente de este país pueda vivir en unas condiciones que para nosotros serían inaceptables. No solamente en los pueblos, sino también en las ciudades, en sus barrios perimetrales, pero también en el centro.

Suburbio den Abidjan, una ciudad en constante crecimiento

En este sentido me ha defraudado Costa de Marfil ya que lo esperaba más desarrollado. El crecimiento desordenado en las ciudades, con sólo unas pocas carreteras asfaltadas que son las que normalmente atraviesan los pueblos y ciudades y el resto de tierra o si acaso, algunas estuvieron asfaltadas, luego se han deteriorado. La basura, sobre todo en forma de plásticos, está por doquier, hay multitud de moscas, mientras las aguas grises y no tan grises circulan en acequias abiertas donde las gallinas rebuscan algo de comida. Los pueblos y ciudades se asentaron cercanos a ríos que, al crecer la ciudad, se han convertido en vertederos sucios y malolientes, llenos de todo tipo de basura. Posiblemente los años de guerra al inicio de siglo haya acentuado esta situación.

Un riachuelo en la ciudad de Man donde se tiran todos los desperdicios y cuyas aguas alimentan un huerto urbano que abastece a la ciudad más al fondo


Encuentro en general a la gente más reservada que en Togo. Aunque no dejan de ser amables, en el sector servicios, suelen tratarte mal. También entre ellos, el que tiene poder, lo hace sentir a sus subordinados. ¿Es la herencia de lo colonial mezclado con sus costumbres?

Una rareza en los hoteles es que no tienen habitaciones con 2 camas, si acaso los muy grandes familiares, que son más caras. Además, la habitación sólo incluye un desayuno, aunque vayan dos personas, o sea que la segunda persona paga y el precio del desayuno puede ser de un 15% de la habitación.

Lo mejor de este país ha sido poder moverme de día y de noche sin tener nunca ningún problema ni haber sentido en ningún momento miedo. Cuánta diferencia con Ecuador del que leo en la prensa las continuas masacres que tienen lugar en muchos de los lugares donde estuve. Un país que va hacia el abismo.

Mercadillo en la autopista


El último día hablo con el etíope que trabaja de camarero en el hotel donde me quedo, de nombre impronunciable, Gashaw. Me cuenta que vino por amor, por una mujer de Costa de Marfil a la que conoció allá, en el hotel donde él trabajaba. Ella le dijo que aquí había muchas oportunidades de trabajo y que podrían vivir juntos. Así que reunió sus ahorros y se compró un billete de avión y pagó la visa de turista que le daba derecho a estar 2 semanas en el país. De eso hace ya 3 meses, o sea que ahora mismo está ilegal. Trabaja de camarero 12 horas al día, 7 días a la semana y para ir a la casa que comparte con su mujer, se gasta la mitad de su exiguo salario en taxis compartidos, ya que aquí no hay buses y la casa está lejos.

Dice que en Etiopía trabajaba menos horas y ganaba más ya que era encargado. Con su mujer se entiende en inglés y dice que ella lo habla tan mal o peor que él. En casa cuando hay malentendidos usan el traductor de Google para hablar a través de la aplicación. Como no puede aportar mucho para el alquiler, la luz y el agua en la casa, está mal con su mujer que se lo reprocha y está pensando en volverse a Etiopía. Para ello debe regularizar su situación, pagando una multa de 100 dólares por cada mes que sobrepase del tiempo que tenía de visa, además del coste del billete de avión.  Con lo que gana no puede ahorrar nada y cada mes la deuda se acumula. Un drama Inter africano.


Pintura mural que representa la marcha de las mujeres desde Abidjan hacia Grand Bassam para pedir la liberación de sus líderes, en época colonial





sábado, 20 de mayo de 2023

Animales y otras cosas

 

En Daloa quise volver a probar suerte el fin de semana, contratando un guía para ir a ver un bosque sagrado. Tuve la suerte de que me propusieran a Euloge. Esta vez, a la hora de negociar el precio, le dije lo que quería hacer y que me hiciera un precio cerrado, o sea que todo lo que hubiera que pagar lo pagara el del dinero que yo le daría. Fue un acierto porque así, de lo que me había dicho que costaría el transporte y lo que había que dar al jefe del pueblo, el fue negociando e incluso ahorrando algún dinero. Lo que él me cobraba por su tiempo era aceptable así que nos pusimos en marcha. Para ahorrar (el), en vez de coger un taxi, cogimos varios medios de transporte colectivos, de los que te recomiendan que no cojas si eres extranjero, pero que al ser esto zona rural y además con distancias cortas, no hubo ningún problema. En el pueblo negoció con el jefe y luego también con el hijo para que nos contara la historia del bosque, sacando un buen descuento en cada caso ya que yo me desentendía del asunto. En el bosque también había monos que vienen cuando golpean una madera con un palo, ya que saben que les van a dar comida.

Bosque sagrado

Los consideran sus ancestros, que se convirtieron en monos para huir de un ataque y como son considerados humanos, si alguien mata un mono, puede caerle cadena perpetua. Pregunté que pasaría si yo intentaba entrar en el bosque y me dieron varias posibilidades, creo que además acumulativas: una es que si me pillaba la gente del pueblo me detendría y me haría pagar una fuerte multa, otra es que al ser extranjero me perdería y estaría vagando por el bosque hasta morirme y otra es que me las tendría que ver con los espíritus por la noche. No les dije que yo había visto en Google Maps que el bosque tiene menos de media hectárea, así que aparte de creencias, no creo que ni un inútil como yo en orientación pudiera perderse. Pero obviamente no intenté entrar, por si acaso. Este lugar está a unos 8 km de Daloa (bosque de Gbétitapéa) y ha sido declarado como Patrimonio intangible. Esta es una manera de preservar la poca biodiversidad que le queda al país y obviamente los monos encuentran aquí un lugar ideal para vivir, a salvo (a medias) de depredadores humanos. Me contaron que cuando se inauguró un pequeño edificio que en algún momento será un museo, vinieron varias autoridades que también preguntaron si podían entrar. El jefe del pueblo les dijo que sólo podrían entrar sin problemas los que nunca hubieran engañado a su mujer. Los que lo hubieran hecho, podían entrar, pero quizás no saldrían. Dicen que nadie entró y no se volvió a hablar del asunto.

Euloge, derecha, hablando con el hijo del jefe

En el taller de Abidjan había una cooperativa que es de Daloa y que me pareció muy interesante. Le comenté a su presidente si también estaría en el Congreso de Daloa y me dijo que no sabía que allí hubiera un congreso. ¿Por qué me da la impresión que hay dos mundos en esto del cacao?


Hay una pequeña cooperativa cerca del hotel donde me quedo, a la que voy a visitar. Me contaron que todos sus 782 productores están certificados por Rainforest y a efectos de trazabilidad están todos georreferenciados.

Mapa de la cooperativa

En el Congreso, les cuento parta de las experiencias que vi en Ecuador y los animo a que transformen y aprendan a consumir de forma casera su propio chocolate. Aunque hay un ponente que me dice que el cacao fue impuesto por las colonias y que no forma parte de su cultura, les digo que ni el pan, ni los croissants ni el pan de chocolate tampoco eran su cultura y bien que se los comen. Además, debe resaltarse todos los efectos nutritivos que tiene el cacao y por ende el chocolate. Finalmente les muestro un dibujo que ha hecho Sandra García Fariña, con pigmento extraído de forma acuosa de la semilla del cacao (foto del elefante al principio). Un ejemplo más, junto con otros que les muestro del Ecuador de diversificar con el aprovechamiento de todas las partes del fruto del cacao, buscando alternativas y no ceñirse sólo a la exportación de la materia prima.

Chocolate producido por una cooperativa de mujeres

Yamousoukro

Toca moverse y me voy a la verdadera capital, Yamoussoukro. Este pueblo, de 1000 habitantes en 1960, ha pasado a tener actualmente unos 300 mil, lo que sigue siendo menos del 10% de los casi 5 millones de Abidjan. El chef de village por descendencia, Felix Haphouet-Boigny, empezará a construir sus sueños de hacer de este pueblo la capital del país y para ello, una vez elegido presidente del país la empieza a dotar de infraestructuras exageradas, como grandes avenidas de 8 vías y grandes edificios, los cuales en su mayoría llevan su nombre. El mas significativo de todos es la Basílica de Nuestra Señora de la paz, que copia a la basílica de San Pedro de Roma, con mármoles y grabados traídos de Italia. Hay muchos más ejemplos de la megolomanía de este ex presidente, que murió en 1993 y que en su honor se declaró Yamoussoukro, como la capital política del país. Así que los políticos viajan en 2 horas de coche desde Abidjan para tratar sus asuntos aquí, pero viven allá, donde se cuece de verdad el bacalao en este país.

Foso que rodea el inmenso palacio presidencial, lleno de cocodrilos, donde uno de los espectáculos es la hora de la comida, 

Había quedado aquí la hermana de un marfileño que vive en Las Palmas de Gran Canaria. Mi idea era que ella me pusiera en contacto con alguien de agronomía en el Instituto Politécnico donde trabaja, pero finalmente, como llego en fin de semana y tengo que ir a Tiassalé el lunes, no puede ser.

La basílica al fondo

Para ir a Tiassalé todos me dicen que no hay bus, lo que en parte es verdad, no hay buses grandes que vayan hasta allí, pero si hay los pequeños, de esos que paran en todas partes. Pago y reservo los dos asientos de delante, un pequeño lujo que me permite ir cómodo, viendo el paisaje y con mi equipaje controlado, no por miedo a que lo roben, sino porque a veces creen que es de alguien y lo pueden descargar y tu seguir tan tranquilamente en el bus. Pregunto cuanto tardaremos en hacer los 120 km hasta Tiassalé, me dicen que de 2 a 2 horas y media y efectivamente tardamos 4 horas, mi horario de viaje standard.

Tiassalé

Por esta ciudad pasa el río Bandama, en el que viven en varias colonias de unos 300 hipopótamos en total. Contrato en el hotel una moto que me lleve hacia la zona donde un pescador me está esperando con su barca de madera para llevarme en lo que llaman un paseo por el río. A los pocos minutos vemos el primer hipopótamo, asomando las orejas y la nariz por encima del agua. De vez en cuando se sumerge mientras nosotros estamos a una distancia prudente sin movernos. Cuando de pronto se nos queda mirando fijamente, impresiona, aunque luego decide sumergirse y podemos ver su estela alejándose bajo el agua. Vamos a la busca de algún otro ejemplar y al poco, en otro recodo, de pronto un fuerte resoplido nos avisa de que ahí está. El pescador me dice que el bufido fue porque se asustó al vernos. A veces cuando salen cerca de la barca de algún pescador la pueden tumbar, pero no le suelen hacer nada y el pescador vuelve a subirse. Pues vaya gracia. En ese momento pienso en mi teléfono y en todo lo que tengo guardado dentro y empiezo a envolverlo en una bolsa plástica por si acaso. Después de dar un par de paseos más, se acaba el tiempo convenido y regreso al hotel.


Hipopótamo mirándonos fijamente

En este pequeño pueblo, rica en cacao, voy a visitar una pequeña cooperativa, de las que aquí llaman fantasma, ya que en realidad no son una cooperativa, sino que se forma para acogerse a los beneficios fiscales que estas tienen y se dedican a comprar a los productores y vender cacao a los mayoristas. Me atiende un libanés que habla un peor francés que el mío y que me dice que trabaja con poco margen de ganancia por lo que intenta trabajar con muchas toneladas. Normalmente este tipo de empresas-cooperativas tienen mala fama y suelen aprovecharse de la precariedad de los productores. Un BMW a la puerta de la cooperativa así lo parece atestiguar.

Con el pescador y su barca, en el río Bandama


jueves, 18 de mayo de 2023

Soubré y Daloa

 

En las afueras de la ciudad, los campos ya están preparados con igname y maíz, esperando que las lluvias se asienten

Vuelvo a ir en bus de San Pedro a Soubré, un viaje de 130 km que sólo dura 4 horas. Al salir de la ciudad veo las grandes columnas de humo de la zona donde grupos de mujeres producen carbón que sigue siendo una de las principales fuentes de energía para cocinar. Esta vez no llueve.  Pero lo hará más tarde, porque la sesión de lluvias, aunque con retraso ya está empezando.

Me instalo en el hotel en Soubré y cuando salgo, veo que justo al lado hay una organización que trabaja para evitar el trabajo infantil en el cacao. Aunque voy en pantalón corto, pillo a uno de los técnicos tan desprevenido que incluso me recibe. Me cuenta un poco de lo que hacen, aunque todo se puede ver en su página web (https://www.cocoainitiative.org/), donde veo que están financiados por las grandes multinacionales del chocolate. Cuando le digo que quizás las cifras que se manejan de niños trabajando son exageradas, me dice que no, que hay más de un millón de niños implicados en el trabajo infantil (niño es quien tiene menos de 18 años). Un tema complicado. Y no sé porque me voy con la sensación de que sus argumentos sobre todo pretenden defender su puesto de trabajo. Mientras haya niños trabajando, el tendrá trabajo.

En las calles y caminos también ponen a secar el cacao al sol

En el hotel me consiguen un guía que en realidad es el guardián del hotel. Como es su día libre, o quizás ha cambiado el turno con alguien, se muestra dispuesto a acompañarme al día siguiente a las Chutes de la Nawa, un lugar sagrado para la población local donde realizan ofrendas y donde se pueden ver unas rocas por las que saltan las aguas formando una cascada. Negociamos el precio y como suele ser habitual, salgo perdiendo, no sólo porque me cobra demasiado, sino porque no tengo en cuenta que habrá más gastos añadidos que también me tocará pagar. Uno de los puntos interesantes de todo esto es ir a ver al jefe local quien a cambio de un módico precio te permite ir al sitio. Después de caminar bastante llegamos y el jefe no lo parece y además puede que ni lo sea. Como no entiendes nada, te conformas. Además de lo poco que entiendo cuando hablan en su idioma es que le dice al guía que la costumbre es traer como ofrenda una botella de licor de color verde que llaman N’dindin. Como no hemos traído nada, le doy 8 € y parece que también le está bien. Y es que una vez en Benín me tocó en un caso similar añadir algo de dinero porque lo que di al principio era poco, así que esta vez tiré la casa por la ventana. Más tarde busco en internet cual es el licor N’dindin y sólo encuentro que es una botella de color verde así que intuyo que se trata del licor Jägermeister, un nombre impronunciable para muchos, así que le queda mejor lo de N’dindin. En todo caso este licor es famoso por sus efectos narcóticos, y si no, que le pregunten a Silvia, pero esa ya es otra historia.

Después de la corta charla con el jefe, toca desandar el camino y tomar otro hacia las cascadas. Cuando llegamos hay un par de blancos con un guía negro que tienen toda la pinta de no haber pagado nada ni haber ido a visitar al jefe. Ya que estamos ahí, aprovecho para darme un baño en el río que me sienta a gloria y no pregunto qué es lo que hay aguas arriba.

Cascadas Chutes de la Nawa

Daloa

Sin más cosas que hacer, y ya que otra vez viene el fin de semana, me voy a Daloa, la tercera ciudad en población del país y donde la siguiente semana se desarrollará el Congreso al que quiero asistir.

El tramo de Meagui a Daloa, que ya hice en un sentido cuando venía de Duékué se me hace menos pesado porque el recorrido total es más corto y esta vez son sólo 5 horas de bus. En la ruta, pasamos innumerables campos de cacao a derecha e izquierda, aunque veo cada vez más campos de caucho y también múltiples plantaciones de palma africana con una fábrica enorme a medio camino entre ambas ciudades.

La Grand mosqué de Daloa. Como más al norte, más grandes es la mezquita

Una vez instalado en Daloa, me pongo en contacto con los profesores de la Universidad Jean Lorougnon Guédé, del departamento de Geografía, que son quienes organizan el Congreso. Después de charlar un rato, me piden que tome parte como ponente en el panel del último día, sobre los retos de la transformación del cacao.

Tengo un dilema porque el mismo día que empieza el Congreso se celebra un taller en Abidjan, donde también estoy invitado, organizado por el Ministerio alemán de cooperación y donde están algunos de los mayores actores del mundo de cacao. Así que hago lo que desde un principio no quería hacer y me pongo de nuevo en camino pegándome 7 horas en bus, saliendo a las 6 de la mañana, para ir a Abidjan, lo que vuelvo a repetir a los 2 días, después del taller. En el trayecto pasamos por una zona en la que se atraviesa el Parque Nacional de Marahoué y donde se puede atisbar como debió ser este país antes de la llegada de los madereros.

Llego a Abidjan y enseguida me acuerdo de porque no me gusta esta ciudad, cara y deshumanizada, sobre todo para los que van a pie.

En el taller, aunque tomo muchas notas y han salido aspectos interesantes, no estoy seguro de si realmente ha sido provechoso, sobre todo para los actores principales, los productores, con una mínima representación.  Éramos unas 100 personas de las que la mayoría nunca hemos cultivado ni cosechado una mazorca de cacao. El tema del taller era Por un ingreso decente para los productores de cacao y se celebraba en el hotel Pullman, en una de las zonas más exclusivas de Abidjan y donde la noche cuesta entre 250 y 330 euros €, según el día. Trajeron a un ponente de Bruselas que habló en inglés durante media hora (había traducción simultánea) contando algo que se puede leer en cualquier boletín de la UE. Yo estimo que el taller costo en total alrededor de 30 mil euros, con lo que se podría haber comprado a un precio realmente decente unas 15 toneladas de cacao. Bienvenidos a la realidad.

Vista desde el hotel en la exclusiva zona de Plateau, con vistas a Treichville

En Abidjan, me he quedado a dormir en una zona llamada Blockauss, un reducto de la vida tradicional de una de las etnias del país, que ha conservado su modo de vida entre enormes rascacielos, embajadas y hoteles de lujo. Me voy a comer al borde del lago, al aire libre, donde la brisa que corre hace la vez de aire acondicionado, secándote el sudor del cuerpo. Veo llegar el barco de pasajeros que une tres de estos grandes islotes que conforman la ciudad, para mí, parte del futuro del transporte en esta ciudad, mientras el viento sigue refrescándome y empujando suave y lentamente toda la basura plástica hacia el mar, con lo que de vez en cuando parece que no hubiera. Para no verla, simplemente hay que levantar la vista y mirar hacia la lejanía.

Cartel en la carretera anunciando el Congreso universitario de cacao del 10 al 12 de mayo

Al día siguiente, a pesar de que está lloviendo a mares, me levanto a las 4 de la mañana para alcanzar el primer bus que sale para Daloa, antes de que se desate el caos de coches en Abidjan. Me alegro de salir de esta ciudad. Consigo llegar a tiempo para las sesiones de la tarde en el Congreso y puedo acabar de preparar mi presentación por la noche en el hotel. Al día siguiente estoy puntualmente a las 7,45 ya que mi presentación debe empezar a las 8. Poco a poco llega uno por aquí y otro por allá. Incluso otro blanco despistado como yo. Después de varias idas y venidas, mientras se va llenando la sala con unas 200 personas de capacidad, finalmente a las 9,15 empezamos. Entre los ponentes hay un presidente de una cooperativa que ha empezado a elaborar chocolate y que ha ganado un premio en el Salón de Paris de 2022. En su intervención agradece la iniciativa de la universidad, pero dice que no ha visto a ningún universitario ni a ningún profesor apoyar al sector ni investigar para apoyar lo que hacen. Las críticas en este país no son bien vistas y se pasa de puntillas sobre el tema. De todas formas, me ha encantado el Congreso, con una enorme asistencia, con mucha gente de cooperativas, mujeres, niños, jóvenes y estudiantes universitarios. Ha sido como estar en dos mundos diferentes en un par de días.

Edificio colonial en desuso donde estaba la antigua estación de autobuses de Daloa


Exposición de chocolates (muy buenos) producidos por una cooperativa de Daloa


domingo, 14 de mayo de 2023

Camino de San Pedro

 

Una de las playas de San Pedro

De Meagui quiero irme a San Pedro, un viaje que no debería durar más de 3 horas en bus. Me pongo a llamar para reservar hotel y me encuentro con la sorpresa de que todos están llenos ya que es el fin de semana largo del 1 de mayo, lo que yo no había tenido en cuenta. De todas formas voy a ir porque aquí no hay nada que hacer. Finalmente encuentro un hotel que por medio de whatsapp me pide un adelanto para hacer la reserva y lo hago a través del Mobile Money. Me voy a la estación a ver a qué hora salen los buses y encuentro 2 opciones, 1 bus que viene del norte y que llegará supuestamente sobre las 10,30 o 11 de la mañana o un bus que sale de aquí a las 6,30 de la mañana y que va a Abidjan por la vía costera, recientemente abierta, pero que para en San Pedro. Me decido por este último porque en estos países, madrugar, siempre es bueno ya que no sabes lo que te deparará el día. Llego a la parada a las 6 de la mañana, tal como me dijeron. El bus está, lo que ya es buena señal. A las 6,30 todavía no se mueve nada lo que ya no es tan buena señal. Media hora más tarde llegan unos chicos que empiezan a cargar los equipos de un grupo de música y algún otro bulto. La cosa mejora. De pronto empieza a correr un bulo que dice que el bus no va a ir por San Pedro, sino que va a tomar la ruta del norte, la que es mucho más larga. De nuevo todo se calma cuando parece que esto no es cierto. Esto ya se parece a Vox. A las 7,30 ponen en marcha el motor del bus, lo que aquí y en la China es muy buena señal, y todos los pasajeros nos ponemos en pie viendo que hay que hacer.

Mientras espero el bus, pasa un camión cargado con enormes troncos de árboles, producto de la tala de las empresas madereras mientras los agricultores cargan con el sambenito de que son ellos los que deforestan

A las 7,45 de pronto tocan la bocina y un silbato y todo el mundo se pone en fila y va subiendo al autobús. A las 8 en punto arrancamos. Los enormes camiones que van al puerto de San Pedro forman largas filas a los que vamos adelantando poco a poco, para que nos vuelvan a adelantar cuando paramos a recoger algún pasajero. Llegando a San Pedro se pone a llover a cántaros, lo que parece ya ser una bienvenida para mi cuando viajo en bus. Cojo mi mochila y me salgo del caos de la estación de buses y bajo la lluvia busco un plantón, o sea un chico que te para un taxi a cambio de una moneda. Comparto el taxi con 3 pasajeros más, hasta que llego a mi destino, el hotel Afrik Casa, que tiene un gran letrero por fuera que dice que por causa mayor está cerrado. Tardaré unas horas en entender lo que ha pasado ya que ha habido una serie de malentendidos. La cuestión es que el encargado me deja quedarme esa noche, pero tengo que buscar un lugar para el día siguiente. Aunque el lugar es muy bonito, parte del techo de la zona del comedor está deteriorado y entra agua por todas partes si llueve. El mar llega hasta el mismo frente del hotel, lo que aquí llaman un lugar de pies dentro del agua. Al día siguiente me cambio sin mayores problemas a un hotel, que por la noche celebra la fiesta de 3 bodas, nada menos, a pesar de lo cual duermo estupendamente.

El lugar privilegiado del Palm Rock Beach Hotel

San Pedro

Tengo el contacto de una mujer de quien me habían dado el número en Abidjan y que está relacionada con el cacao. Después de varios intentos consigo hablar con ella y aunque es festivo, me dice que está en la playa y que en el hotel donde está pasando el día nos podemos ver. Cuando nos encontramos me dice que me había dado largas porque no se fiaba ya que en África hay muchos maleantes que estafan a través de llamadas o contactos por whatsapp. Pero como yo le mandé mis datos me buscó por internet y vio que, si era un estafador, en todo caso era un estafador blanco que había escrito un libro. Resultó no ser tan experta en cacao porque su especialidad es el análisis de las materias activas de plantas, pero me da el contacto de su marido que produce chocolate. El hotel donde ella estaba me encantó ya que era otro con los pies en el agua así que al día siguiente ni corto ni perezoso me cambio, aunque era algo más caro que el anterior. Y es que la frase de la semana es: no he venido a sufrir sino a pasármelo bien.

En este hotel, Palm Rock Beach, hablo con el dueño, Frank, un alemán que fue el director país de la GIZ (cooperación alemana) en la Côte d’Ivoire y que ha escrito un libro muy crítico sobre la cooperación, en el que hay un capítulo sobre el cacao (50 Jahre Entwicklungshilfe, 50 Jahre Strohfeuer – 50 años de cooperación al desarrollo, 50 años de fuego de paja). Me presta el libro pero se lo tengo que devolver ya que no tiene más, así que me lo leo de un tirón por la noche. Me promete que me mandará el texto en pdf. Al hotel vienen a comer al día siguiente 3 valencianos que trabajan en el sector de la madera y que llevan casi toda su vida en África, juntándose luego un francés que trabaja en una empresa francesa que es una de las mayores exportadoras de cacao del país. Nos pasamos la sobremesa hablando de madera y cacao.

San Pedro es el segundo puerto del país y del que sale más cacao hacia los diferentes destinos. Aunque se dice que es una ciudad que huele a chocolate, eso es a partir de octubre, cuando los grandes camiones empiezan a traer los primeros granos de la gran cosecha y los almacenes no dan abasto a ensacar para cargar los barcos que están listos para viajar a Europa y América.

Las nuevas calles y su próximo asfaltado al servicio de las grandes multinacionales, como Cargill que con sus inmensas naves están listas para recibir el cacao de esta campaña mientras hay muchas otras en construcción

Al día siguiente por la mañana paro un taxi y le digo que si me puede dar una vuelta por varios sitios de la ciudad durante 2 horas para así hacerme una idea ya que a pie, las distancias son muy largas. Negociamos por unos 8 € pero no queda claro que si es 1 hora o 2. El chófer, que se llama Trouaré, me cuenta que el alquiler del taxi lo debe pagar diariamente a su dueño, 15000 CFA al día, o sea que tiene que llevar 75 clientes diariamente para cubrir costes, dado que el pasaje en la ciudad tiene un precio fijo de 200 FCFA. Lo que consiga después ya empieza a ser ganancia una vez pagada la gasolina. Le pregunto que cuantos taxis hay en San Pedro, una ciudad que tiene alrededor de 300 mil habitantes, incluidos todos los inmigrantes de varios países vecinos. La respuesta es que hay más de 1000, lo que claramente se queda corto ya que sólo en el tramo por el que vamos cuento más de 50. Por las calles no se ve ningún bus urbano, aunque me comenta que cuando hayan mejorado las calles principales y los accesos al puerto, que están en pleno asfaltado, los van a poner.

A lo largo de la carretera de la costa, donde están los hoteles, se encuentran mansiones millonarias que desentonan completamente con el resto de la ciudad, sin hablar de los bidonvilles que se encuentran más alejadas. A la entrada de la ciudad se encuentran los grupos de mujeres que producen carbón vegetal a partir de madera, acabando con los últimos reductos de bosques alrededor de la ciudad.

Los barrios en las afueras 

Al parecer las mejores playas se encuentran algo alejadas de San Pedro y a algunas es necesario ir con un 4 x 4, por lo cual ni lo intento. Las playas de la ciudad de San Pedro forman diferentes bahías en las que en sitios estratégicos hay gente pidiendo dinero por un supuesto servicio de vigilancia, limpieza, y cuidado de la playa. Se contentan con una moneda.

La rotonda de lo que se podría llamar el centro de San Pedro, con los colmillos representando lo que dio nombre al país y los taxis azules en busca de clientes

Dinero

En estos días he flaqueado un poco y he dado mucha moné que tenía acumulada. Voy a tener que ponerme un poco más duro. La gente no sabe que hice mi Master en moné en Nicaragua y mi doctorado en Togo. Cada vez que regreso a Tenerife, me descubro a mí mismo pagando con billetes de 50 € para que me den moné, hasta que me vuelvo a acordar que se puede pagar con tarjeta.

Un español que trabaja en la organización internacional del cacao en Abidjan, con quien me entrevisté, me decía que él tiene algunos billetes y monedas de baja denominación, que no piensa soltar, con lo cual uno entra en un bucle que yo también conozco. Yo llegué a tener en Togo tres botes de cristal pequeños llenos de monedas de 100, 200 y 500 FCFA. Cuando me fui del país, en los últimos días, todo lo pagaba con monedas lo que alegró a las personas que tuvieron la suerte de venderme algo.

En ningún establecimiento, incluidos hoteles, se puede pagar con tarjetas de crédito, si acaso con tarjetas de bancos locales. Yo traje bastante dinero en efectivo que es relativamente fácil de cambiar en Abidjan y lo que sí se puede hacer es sacar dinero de los cajeros de los bancos con la tarjeta Visa o Master Card, aunque no en todos.

Fuera de la carretera costera y de las que llevan al puerto, la construcción de las casas y sus accesos no parecen responder a ningún concepto urbanístico ni de planificación

En ruta de nuevo

Me costó mucho irme de San Pedro, pero es que una cosa es pasárselo bien y otra es no dar ni golpe así que me obligo a mí mismo a pedir la cuenta y decir que me iré mañana. El libro de Frank critica el enorme gasto de dinero de la cooperación que según su criterio no deja ningún beneficio a la población y que va a parar a expertos que ganan grandes salarios mientras en realidad no entienden ni la cultura ni las costumbres del país. Dada su experiencia, ya que fue durante varios años consultor y luego 10 años director país de la GIZ, cargo que tiene rango diplomático, da en el clavo en muchas de las cosas que expone y dice que no ha conocido en toda su vida un solo proyecto exitoso y menos que sea sostenible. Los proyectos, dice en su libro, se acaban, cuando la cooperación se acaba. Me cuenta, con una sonrisa irónica, que el único proyecto que es sostenible es el de su hotel, que construyó con el dinero que ganó en la cooperación (un director país puede ganar de 10 a 14 mil euros al mes). Cuando le devuelvo el libro me pregunta que me ha parecido y le digo que al leerlo y reconocer varias verdades siento cierta vergüenza de haber formado parte de ese sistema y no haber podido cambiar nada de los defectos que el comenta. De alguna manera el comentario no le sienta bien, ya que yo en mi trabajo en la GIZ estaba varias escalas por debajo de un puesto como el suyo y él si podía haber cambiado cosas mientras fue director.

Cuando me fui del hotel y esperaba un taxi fuera, llegaban en vehículos de la GIZ los participantes de un taller y pensé que Frank, a pesar de ser tan crítico, sigue haciendo dinero con la cooperación, ahora desde su hotel.

Por un lado los vehículos de cualquier tipo no respetan en absoluto al peatón, por otro este paso cebra, del que hay varios a lo largo del canal en lo que podríamos llamar el centro de San Pedro, parece un mal chiste



domingo, 7 de mayo de 2023

Cacao en Duékué y Meagui

 

Puente colgante hecho con lianas. Foto de internet

Aunque Man tenía mucho que ofrecer a nivel turístico, me he ido sin visitar los famosos puentes colgantes y las cascadas y colinas por las que esta ciudad es conocida. No digamos ya los bailes con máscaras que hacen en algunos de los poblados y que se han convertido en un atractivo turístico.

La razón es que viajar sólo es muy caro, a todos los lugares hay que desplazarse en vehículo y los guías locales piden unos precios muy altos, fuera de toda lógica, a la cual me cuesta plegarme. Ya en Togo era así y aquí ocurre lo mismo.

De todas formas, ya había quedado con una cooperativa de una zona cercana, en Duékué, que vendrían a buscarme por la mañana, lo que hacen muy puntuales con una pickup, incluso antes de lo acordado. La carretera está en su mayor parte en buen estado ya que la están acabando de asfaltar por lo que llegamos rápido. Se trata de una cooperativa con la que he contactado a través una empresa española que les compra cacao y que ha construido una escuela en uno de los pueblos donde tienen una de sus sedes.

Después de dejar las cosas en el hotel donde me voy a quedar, vamos a la sede central de la cooperativa. En la oficina no saben muy bien que hacer conmigo ya que el presidente está en Abidjan. Las oficinas se encuentran atestadas de gente trabajando, en un ambiente oscuro y sofocante. Les cuento un poco lo que quiero ver y como ya estaban avisados, me vuelven a enrumbar hacia el pueblo Bahé-Sebon, a unos 8 km en camino de tierra desde la carretera, en una de las típicas pistas de tierra rojiza de esta parte del país y con los también típicos baches que las vuelven casi impracticables en época de lluvias.

Almacén de la cooperativa

En esta zona voy a ver una escuela que se ha construido con fondos de la empresa Sidcao, la filial ivoirense que pertenece al grupo Nederland, establecida en Costa de Marfil desde 2016. Esta empresa mueve entre 40 y 50 mil toneladas de cacao al año de las que hacen una primera transformación de 15 mil en Abidjan. Su director, Marc Medina, dice que hay que escuchar lo que la gente quiere y no venir desde Europa con ideas preconcebidas y la escuela es lo que pidieron. Las antiguas aulas estaban saturadas con más de 100 alumnos en cada una y ahora gracias a la nueva escuela esta cantidad ha descendido a un número más aceptable de 50. En este pueblo hay una sección de la cooperativa con la que trabaja Sidcao a la que pertenecen 200 de los habitantes del pueblo y con la construcción de la escuela han establecido un ejemplo de la colaboración que puede haber entre empresas que quieren establecer un nuevo tipo de relación con sus proveedores más allá de los precios internacionales y los precios fijados por el Conseil Café Cacao.


Cuando les pregunto qué significa el nombre de la cooperativa Waga Jaca, me dicen que en su lengua significa pensamos que nos divertimos –on pensé qu’on se amuse-. La cooperativa da empleo en total a unas 200 personas, lo que es una cantidad apreciable y tiene unos 1300 socios los que de promedio tienen unas 3 ha de cacao, con rendimientos promedio de 800 a 900 kg por ha (producción total de unas 3400 toneladas). La escuela emerge como una luz amarilla entre el ocre de las casas y la tierra rojiza, entre el verdor que se aprecia en los campos de cacao algo más alejados.


A la escuela asisten niños y niñas de 5 a 14 años (126 y 110 respectivamente) y fue inaugurada en diciembre de 2022 con 6 profesores, 4 hombres y dos mujeres, los que cuentan con viviendas que se construyeron junto con la escuela. Una idea inicial era la de hacer formación profesional y enseñanza para adultos en las aulas por las tardes, lo que hasta ahora no ha sido posible por problemas burocráticos con el Ministerio de Educación. Con algunos miembros de la cooperativa y dos de los profesores discuto lo interesante que sería poder enseñar a los alumnos mayores y a gente del pueblo a hacer su propio chocolate, para consumir en la casa y mejorar así su dieta, lo que parece ser un mundo desconocido para ellos.

Aprovecho la vista para ir a ver con sus propietarios dos campos de cacao. Uno es de Youlou Die, de 2 ha con muy buenos rendimientos, aunque su plantación tiene ya 17 años. Me cuenta que tiene árboles que pueden producir hasta 100 mazorcas en una campaña, lo que es una muy buena producción. Tiene dos variedades, la que llama Ghana amarilla y Ghana roja. Dice que le gusta la variedad Ghana porque da durante todo el año y eso le permite tener ingresos todos los meses. Hay otra variedad que es más productiva, la que llaman francesa, pera esa, aunque da más, sólo da en ciertas épocas. Otro productor que visitamos, Daniel, de origen burkinabés, trabaja 4 ha de cacao desde el año 2005 en que llegó a esta parte del país, de las que 2 son de su propiedad después de haberlas comprado y 2 las tiene en un sistema a medias. Me cuenta que nunca ha abonado el cacao, el cual le da un rendimiento del doble que el promedio en el país. Sólo usa insecticidas para evitar los daños que producen unos insectos que atacan y secan las ramas (míridos). De octubre a diciembre es cuando se da la gran cosecha de cacao y entonces, me señalan en el almacén de la cooperativa, este se llena y los sacos llegan hasta la puerta. Pregunto por el salario que se paga en el campo y me dicen que es de 2000 a 2500 FCFA por 7 horas de trabajo (entre 3 y 4 euros el día, según sea con comida o no).

El agricultor Youlou Die

Cuando les pregunto cuál es el precio mínimo con el que estarían satisfechos, me dicen que a partir de 1000 FCFA por kg ya se sienten bien. Cuando les pregunto cuál es el precio que consideran mínimo, bajo el cual no es rentable producir, me dicen que 700. Actualmente el precio fijado por el gobierno es de 900 FCFA (1,4 €). 

Como es mediodía, ya cerca de la hora de comer vemos como varios agricultores regresan al pueblo desde sus campos, la mayoría en bicicleta, con bombas de mochila a la espalda, después de aplicar seguramente insecticidas en sus fincas.

Deambulando por el pueblo no se necesita ser agrónomo ni economista para saber que la situación de desamparo en que viven muchos productores de cacao no puede seguir siendo posible. Siento vergüenza de pedirle a mis acompañantes que paren el coche para hacer fotos de las chozas en las que viven la mayoría de los pobladores y no lo hago.

De Duekué a Meagui

Toca seguir viaje en el que será mi primer viaje en bus, esta vez a Meagui, donde he quedado para visitar una cooperativa de cacao. Antes de empezar el viaje pensaba, esto va a estar bueno, pero todavía no sabía cuan bueno sería. En este país no hay taxis compartidos para ir de una ciudad a otra, como en Togo, lo que yo encontraba muy práctico. Aunque tenían su parte de peligrosidad, eran muy rápidos, mucho más que los grandes buses que debo tomar aquí.

Está previsto que el bus salga a las 10,30 y lo hace puntual. El billete lo compré el día anterior y me permitió elegir asiento en primera fila y me costó 6000 FCFA (9 €) para el total de 237 km que acabamos haciendo. Ir en primera fila tiene su aquello ya que lo ves todo de frente y ves como el conductor se frota los ojos, no sabes si por sueño o por polvo que ha entrado en el bus y como de vez en cuando va hablando por teléfono con grandes aspavientos y soltando el volante. Nada más salir paramos en un bosque cercano, a sólo 500 metros de la estación, y una buena parte de los hombres sale corriendo a mear. Al cabo de unos minutos el conductor dice a voz en grito que debido al mal estado de la ruta vamos a hacer un cambio de ruta que alarga el viaje en al menos 50 km más, pero nadie rechista y yo menos. En la televisión suena música de reggaetón en español que el conductor celebra haciendo como que toca el tambor en el volante. Cuando la música cambia a coupé-decalé hace signos con los dedos y las manos imitando a los artistas de este género. Y es que cada ritmo tiene su aquello.

La carretera en mal estado 

El viaje que según Google debería durar 5 horas, que al final se convierten en 8. El peor tramo es el de la ciudad de Daloa a Issia, en que para recorrer 50 km tardamos 3 horas, debido al mal estado de la carretera con muchos tramos con baches o directamente sin asfalto. Lo peor es que al regreso tendré que volver a pasar por este tramo.

Para pasar el rato, el bus tiene una tele, en la que pasan una película en la que hay un solo blanco al que todo el rato llaman le blanc y del que todos se ríen, que es lo que a veces oigo también que me dicen por la calle, además de que soy también el único blanco en el bus.

Mujeres vendiendo pescado en una parada, cerca del río Sassandra

Meagui

Llego a Meagui a las 7 de la tarde, cansado de tanto bache y para colmo vuelve a llover. Además he hecho algo que no está para nada recomendado y que es viajar ya de noche, aunque ha sido poco. Por suerte, la presidenta de la cooperativa, que también está en Abidjan, monitorea mi viaje por whatsapp y envía a un técnico de la cooperativa a buscarme para llevarme al hotel donde me ha reservado una habitación. El técnico viene en moto y entre la maleta que le estorba para conducir y la lluvia, casi nos caemos, pero conseguimos llegar al hotel, donde después de cenar y hacer unos rezos de agradecimiento me voy a dormir.

Calle de Meagui con una mezquita al fondo

Al día siguiente me viene a buscar el mismo técnico y vamos a la sede de la cooperativa, un edificio moderno, espacioso, que no tiene nada que ver con la que había visto en Duekué.

La cooperativa ECAM -Entreprise Cooperative de Agriculteurs de Meagui- creada en 2004, con 2898 socios, de las que 422 son mujeres, con una superficie total de 12555 hectáreas, vendieron el año pasado un total de 7100 toneladas -con un rendimiento promedio de 587 kg por ha- y una cifra de negocios de 5,5 billones de FCFA (unos 8,5 millones de €). En 2020 la cooperativa ganó el premio por ser la mejor cooperativa a nivel nacional.

Parte de las oficinas de la cooperativa con cacao secándose al sol

Todos sus asociados están certificados en programas de Fairtrade y Rainforest y tienen diversos programas de diversificación, con gallinas ponedoras, horticultura, así como programas sociales en las comunidades con la rehabilitación de sistemas de bombeo de agua potable y la construcción de 6 escuelas. Igualmente están implementando la producción de jabón, manteca de cacao y semillas tostadas. Ver su página web www.ecam-meagui.com en la que es interesante ver un vídeo con uno de sus agricultores, con subtítulos en inglés https://youtu.be/qkdfYSIt5oc, todo lo cual me parece un buen ejemplo del camino que pueden seguir otras cooperativas en el país.

Instalaciones con gallinas ponedoras

Una de las fincas de un socio de la cooperativa. Todas las fincas están medidas con GPS y geolocalizadas para cumplir con los estándares de trazabilidad