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domingo, 7 de mayo de 2023

Cacao en Duékué y Meagui

 

Puente colgante hecho con lianas. Foto de internet

Aunque Man tenía mucho que ofrecer a nivel turístico, me he ido sin visitar los famosos puentes colgantes y las cascadas y colinas por las que esta ciudad es conocida. No digamos ya los bailes con máscaras que hacen en algunos de los poblados y que se han convertido en un atractivo turístico.

La razón es que viajar sólo es muy caro, a todos los lugares hay que desplazarse en vehículo y los guías locales piden unos precios muy altos, fuera de toda lógica, a la cual me cuesta plegarme. Ya en Togo era así y aquí ocurre lo mismo.

De todas formas, ya había quedado con una cooperativa de una zona cercana, en Duékué, que vendrían a buscarme por la mañana, lo que hacen muy puntuales con una pickup, incluso antes de lo acordado. La carretera está en su mayor parte en buen estado ya que la están acabando de asfaltar por lo que llegamos rápido. Se trata de una cooperativa con la que he contactado a través una empresa española que les compra cacao y que ha construido una escuela en uno de los pueblos donde tienen una de sus sedes.

Después de dejar las cosas en el hotel donde me voy a quedar, vamos a la sede central de la cooperativa. En la oficina no saben muy bien que hacer conmigo ya que el presidente está en Abidjan. Las oficinas se encuentran atestadas de gente trabajando, en un ambiente oscuro y sofocante. Les cuento un poco lo que quiero ver y como ya estaban avisados, me vuelven a enrumbar hacia el pueblo Bahé-Sebon, a unos 8 km en camino de tierra desde la carretera, en una de las típicas pistas de tierra rojiza de esta parte del país y con los también típicos baches que las vuelven casi impracticables en época de lluvias.

Almacén de la cooperativa

En esta zona voy a ver una escuela que se ha construido con fondos de la empresa Sidcao, la filial ivoirense que pertenece al grupo Nederland, establecida en Costa de Marfil desde 2016. Esta empresa mueve entre 40 y 50 mil toneladas de cacao al año de las que hacen una primera transformación de 15 mil en Abidjan. Su director, Marc Medina, dice que hay que escuchar lo que la gente quiere y no venir desde Europa con ideas preconcebidas y la escuela es lo que pidieron. Las antiguas aulas estaban saturadas con más de 100 alumnos en cada una y ahora gracias a la nueva escuela esta cantidad ha descendido a un número más aceptable de 50. En este pueblo hay una sección de la cooperativa con la que trabaja Sidcao a la que pertenecen 200 de los habitantes del pueblo y con la construcción de la escuela han establecido un ejemplo de la colaboración que puede haber entre empresas que quieren establecer un nuevo tipo de relación con sus proveedores más allá de los precios internacionales y los precios fijados por el Conseil Café Cacao.


Cuando les pregunto qué significa el nombre de la cooperativa Waga Jaca, me dicen que en su lengua significa pensamos que nos divertimos –on pensé qu’on se amuse-. La cooperativa da empleo en total a unas 200 personas, lo que es una cantidad apreciable y tiene unos 1300 socios los que de promedio tienen unas 3 ha de cacao, con rendimientos promedio de 800 a 900 kg por ha (producción total de unas 3400 toneladas). La escuela emerge como una luz amarilla entre el ocre de las casas y la tierra rojiza, entre el verdor que se aprecia en los campos de cacao algo más alejados.


A la escuela asisten niños y niñas de 5 a 14 años (126 y 110 respectivamente) y fue inaugurada en diciembre de 2022 con 6 profesores, 4 hombres y dos mujeres, los que cuentan con viviendas que se construyeron junto con la escuela. Una idea inicial era la de hacer formación profesional y enseñanza para adultos en las aulas por las tardes, lo que hasta ahora no ha sido posible por problemas burocráticos con el Ministerio de Educación. Con algunos miembros de la cooperativa y dos de los profesores discuto lo interesante que sería poder enseñar a los alumnos mayores y a gente del pueblo a hacer su propio chocolate, para consumir en la casa y mejorar así su dieta, lo que parece ser un mundo desconocido para ellos.

Aprovecho la vista para ir a ver con sus propietarios dos campos de cacao. Uno es de Youlou Die, de 2 ha con muy buenos rendimientos, aunque su plantación tiene ya 17 años. Me cuenta que tiene árboles que pueden producir hasta 100 mazorcas en una campaña, lo que es una muy buena producción. Tiene dos variedades, la que llama Ghana amarilla y Ghana roja. Dice que le gusta la variedad Ghana porque da durante todo el año y eso le permite tener ingresos todos los meses. Hay otra variedad que es más productiva, la que llaman francesa, pera esa, aunque da más, sólo da en ciertas épocas. Otro productor que visitamos, Daniel, de origen burkinabés, trabaja 4 ha de cacao desde el año 2005 en que llegó a esta parte del país, de las que 2 son de su propiedad después de haberlas comprado y 2 las tiene en un sistema a medias. Me cuenta que nunca ha abonado el cacao, el cual le da un rendimiento del doble que el promedio en el país. Sólo usa insecticidas para evitar los daños que producen unos insectos que atacan y secan las ramas (míridos). De octubre a diciembre es cuando se da la gran cosecha de cacao y entonces, me señalan en el almacén de la cooperativa, este se llena y los sacos llegan hasta la puerta. Pregunto por el salario que se paga en el campo y me dicen que es de 2000 a 2500 FCFA por 7 horas de trabajo (entre 3 y 4 euros el día, según sea con comida o no).

El agricultor Youlou Die

Cuando les pregunto cuál es el precio mínimo con el que estarían satisfechos, me dicen que a partir de 1000 FCFA por kg ya se sienten bien. Cuando les pregunto cuál es el precio que consideran mínimo, bajo el cual no es rentable producir, me dicen que 700. Actualmente el precio fijado por el gobierno es de 900 FCFA (1,4 €). 

Como es mediodía, ya cerca de la hora de comer vemos como varios agricultores regresan al pueblo desde sus campos, la mayoría en bicicleta, con bombas de mochila a la espalda, después de aplicar seguramente insecticidas en sus fincas.

Deambulando por el pueblo no se necesita ser agrónomo ni economista para saber que la situación de desamparo en que viven muchos productores de cacao no puede seguir siendo posible. Siento vergüenza de pedirle a mis acompañantes que paren el coche para hacer fotos de las chozas en las que viven la mayoría de los pobladores y no lo hago.

De Duekué a Meagui

Toca seguir viaje en el que será mi primer viaje en bus, esta vez a Meagui, donde he quedado para visitar una cooperativa de cacao. Antes de empezar el viaje pensaba, esto va a estar bueno, pero todavía no sabía cuan bueno sería. En este país no hay taxis compartidos para ir de una ciudad a otra, como en Togo, lo que yo encontraba muy práctico. Aunque tenían su parte de peligrosidad, eran muy rápidos, mucho más que los grandes buses que debo tomar aquí.

Está previsto que el bus salga a las 10,30 y lo hace puntual. El billete lo compré el día anterior y me permitió elegir asiento en primera fila y me costó 6000 FCFA (9 €) para el total de 237 km que acabamos haciendo. Ir en primera fila tiene su aquello ya que lo ves todo de frente y ves como el conductor se frota los ojos, no sabes si por sueño o por polvo que ha entrado en el bus y como de vez en cuando va hablando por teléfono con grandes aspavientos y soltando el volante. Nada más salir paramos en un bosque cercano, a sólo 500 metros de la estación, y una buena parte de los hombres sale corriendo a mear. Al cabo de unos minutos el conductor dice a voz en grito que debido al mal estado de la ruta vamos a hacer un cambio de ruta que alarga el viaje en al menos 50 km más, pero nadie rechista y yo menos. En la televisión suena música de reggaetón en español que el conductor celebra haciendo como que toca el tambor en el volante. Cuando la música cambia a coupé-decalé hace signos con los dedos y las manos imitando a los artistas de este género. Y es que cada ritmo tiene su aquello.

La carretera en mal estado 

El viaje que según Google debería durar 5 horas, que al final se convierten en 8. El peor tramo es el de la ciudad de Daloa a Issia, en que para recorrer 50 km tardamos 3 horas, debido al mal estado de la carretera con muchos tramos con baches o directamente sin asfalto. Lo peor es que al regreso tendré que volver a pasar por este tramo.

Para pasar el rato, el bus tiene una tele, en la que pasan una película en la que hay un solo blanco al que todo el rato llaman le blanc y del que todos se ríen, que es lo que a veces oigo también que me dicen por la calle, además de que soy también el único blanco en el bus.

Mujeres vendiendo pescado en una parada, cerca del río Sassandra

Meagui

Llego a Meagui a las 7 de la tarde, cansado de tanto bache y para colmo vuelve a llover. Además he hecho algo que no está para nada recomendado y que es viajar ya de noche, aunque ha sido poco. Por suerte, la presidenta de la cooperativa, que también está en Abidjan, monitorea mi viaje por whatsapp y envía a un técnico de la cooperativa a buscarme para llevarme al hotel donde me ha reservado una habitación. El técnico viene en moto y entre la maleta que le estorba para conducir y la lluvia, casi nos caemos, pero conseguimos llegar al hotel, donde después de cenar y hacer unos rezos de agradecimiento me voy a dormir.

Calle de Meagui con una mezquita al fondo

Al día siguiente me viene a buscar el mismo técnico y vamos a la sede de la cooperativa, un edificio moderno, espacioso, que no tiene nada que ver con la que había visto en Duekué.

La cooperativa ECAM -Entreprise Cooperative de Agriculteurs de Meagui- creada en 2004, con 2898 socios, de las que 422 son mujeres, con una superficie total de 12555 hectáreas, vendieron el año pasado un total de 7100 toneladas -con un rendimiento promedio de 587 kg por ha- y una cifra de negocios de 5,5 billones de FCFA (unos 8,5 millones de €). En 2020 la cooperativa ganó el premio por ser la mejor cooperativa a nivel nacional.

Parte de las oficinas de la cooperativa con cacao secándose al sol

Todos sus asociados están certificados en programas de Fairtrade y Rainforest y tienen diversos programas de diversificación, con gallinas ponedoras, horticultura, así como programas sociales en las comunidades con la rehabilitación de sistemas de bombeo de agua potable y la construcción de 6 escuelas. Igualmente están implementando la producción de jabón, manteca de cacao y semillas tostadas. Ver su página web www.ecam-meagui.com en la que es interesante ver un vídeo con uno de sus agricultores, con subtítulos en inglés https://youtu.be/qkdfYSIt5oc, todo lo cual me parece un buen ejemplo del camino que pueden seguir otras cooperativas en el país.

Instalaciones con gallinas ponedoras

Una de las fincas de un socio de la cooperativa. Todas las fincas están medidas con GPS y geolocalizadas para cumplir con los estándares de trazabilidad


 

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