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domingo, 14 de mayo de 2023

Camino de San Pedro

 

Una de las playas de San Pedro

De Meagui quiero irme a San Pedro, un viaje que no debería durar más de 3 horas en bus. Me pongo a llamar para reservar hotel y me encuentro con la sorpresa de que todos están llenos ya que es el fin de semana largo del 1 de mayo, lo que yo no había tenido en cuenta. De todas formas voy a ir porque aquí no hay nada que hacer. Finalmente encuentro un hotel que por medio de whatsapp me pide un adelanto para hacer la reserva y lo hago a través del Mobile Money. Me voy a la estación a ver a qué hora salen los buses y encuentro 2 opciones, 1 bus que viene del norte y que llegará supuestamente sobre las 10,30 o 11 de la mañana o un bus que sale de aquí a las 6,30 de la mañana y que va a Abidjan por la vía costera, recientemente abierta, pero que para en San Pedro. Me decido por este último porque en estos países, madrugar, siempre es bueno ya que no sabes lo que te deparará el día. Llego a la parada a las 6 de la mañana, tal como me dijeron. El bus está, lo que ya es buena señal. A las 6,30 todavía no se mueve nada lo que ya no es tan buena señal. Media hora más tarde llegan unos chicos que empiezan a cargar los equipos de un grupo de música y algún otro bulto. La cosa mejora. De pronto empieza a correr un bulo que dice que el bus no va a ir por San Pedro, sino que va a tomar la ruta del norte, la que es mucho más larga. De nuevo todo se calma cuando parece que esto no es cierto. Esto ya se parece a Vox. A las 7,30 ponen en marcha el motor del bus, lo que aquí y en la China es muy buena señal, y todos los pasajeros nos ponemos en pie viendo que hay que hacer.

Mientras espero el bus, pasa un camión cargado con enormes troncos de árboles, producto de la tala de las empresas madereras mientras los agricultores cargan con el sambenito de que son ellos los que deforestan

A las 7,45 de pronto tocan la bocina y un silbato y todo el mundo se pone en fila y va subiendo al autobús. A las 8 en punto arrancamos. Los enormes camiones que van al puerto de San Pedro forman largas filas a los que vamos adelantando poco a poco, para que nos vuelvan a adelantar cuando paramos a recoger algún pasajero. Llegando a San Pedro se pone a llover a cántaros, lo que parece ya ser una bienvenida para mi cuando viajo en bus. Cojo mi mochila y me salgo del caos de la estación de buses y bajo la lluvia busco un plantón, o sea un chico que te para un taxi a cambio de una moneda. Comparto el taxi con 3 pasajeros más, hasta que llego a mi destino, el hotel Afrik Casa, que tiene un gran letrero por fuera que dice que por causa mayor está cerrado. Tardaré unas horas en entender lo que ha pasado ya que ha habido una serie de malentendidos. La cuestión es que el encargado me deja quedarme esa noche, pero tengo que buscar un lugar para el día siguiente. Aunque el lugar es muy bonito, parte del techo de la zona del comedor está deteriorado y entra agua por todas partes si llueve. El mar llega hasta el mismo frente del hotel, lo que aquí llaman un lugar de pies dentro del agua. Al día siguiente me cambio sin mayores problemas a un hotel, que por la noche celebra la fiesta de 3 bodas, nada menos, a pesar de lo cual duermo estupendamente.

El lugar privilegiado del Palm Rock Beach Hotel

San Pedro

Tengo el contacto de una mujer de quien me habían dado el número en Abidjan y que está relacionada con el cacao. Después de varios intentos consigo hablar con ella y aunque es festivo, me dice que está en la playa y que en el hotel donde está pasando el día nos podemos ver. Cuando nos encontramos me dice que me había dado largas porque no se fiaba ya que en África hay muchos maleantes que estafan a través de llamadas o contactos por whatsapp. Pero como yo le mandé mis datos me buscó por internet y vio que, si era un estafador, en todo caso era un estafador blanco que había escrito un libro. Resultó no ser tan experta en cacao porque su especialidad es el análisis de las materias activas de plantas, pero me da el contacto de su marido que produce chocolate. El hotel donde ella estaba me encantó ya que era otro con los pies en el agua así que al día siguiente ni corto ni perezoso me cambio, aunque era algo más caro que el anterior. Y es que la frase de la semana es: no he venido a sufrir sino a pasármelo bien.

En este hotel, Palm Rock Beach, hablo con el dueño, Frank, un alemán que fue el director país de la GIZ (cooperación alemana) en la Côte d’Ivoire y que ha escrito un libro muy crítico sobre la cooperación, en el que hay un capítulo sobre el cacao (50 Jahre Entwicklungshilfe, 50 Jahre Strohfeuer – 50 años de cooperación al desarrollo, 50 años de fuego de paja). Me presta el libro pero se lo tengo que devolver ya que no tiene más, así que me lo leo de un tirón por la noche. Me promete que me mandará el texto en pdf. Al hotel vienen a comer al día siguiente 3 valencianos que trabajan en el sector de la madera y que llevan casi toda su vida en África, juntándose luego un francés que trabaja en una empresa francesa que es una de las mayores exportadoras de cacao del país. Nos pasamos la sobremesa hablando de madera y cacao.

San Pedro es el segundo puerto del país y del que sale más cacao hacia los diferentes destinos. Aunque se dice que es una ciudad que huele a chocolate, eso es a partir de octubre, cuando los grandes camiones empiezan a traer los primeros granos de la gran cosecha y los almacenes no dan abasto a ensacar para cargar los barcos que están listos para viajar a Europa y América.

Las nuevas calles y su próximo asfaltado al servicio de las grandes multinacionales, como Cargill que con sus inmensas naves están listas para recibir el cacao de esta campaña mientras hay muchas otras en construcción

Al día siguiente por la mañana paro un taxi y le digo que si me puede dar una vuelta por varios sitios de la ciudad durante 2 horas para así hacerme una idea ya que a pie, las distancias son muy largas. Negociamos por unos 8 € pero no queda claro que si es 1 hora o 2. El chófer, que se llama Trouaré, me cuenta que el alquiler del taxi lo debe pagar diariamente a su dueño, 15000 CFA al día, o sea que tiene que llevar 75 clientes diariamente para cubrir costes, dado que el pasaje en la ciudad tiene un precio fijo de 200 FCFA. Lo que consiga después ya empieza a ser ganancia una vez pagada la gasolina. Le pregunto que cuantos taxis hay en San Pedro, una ciudad que tiene alrededor de 300 mil habitantes, incluidos todos los inmigrantes de varios países vecinos. La respuesta es que hay más de 1000, lo que claramente se queda corto ya que sólo en el tramo por el que vamos cuento más de 50. Por las calles no se ve ningún bus urbano, aunque me comenta que cuando hayan mejorado las calles principales y los accesos al puerto, que están en pleno asfaltado, los van a poner.

A lo largo de la carretera de la costa, donde están los hoteles, se encuentran mansiones millonarias que desentonan completamente con el resto de la ciudad, sin hablar de los bidonvilles que se encuentran más alejadas. A la entrada de la ciudad se encuentran los grupos de mujeres que producen carbón vegetal a partir de madera, acabando con los últimos reductos de bosques alrededor de la ciudad.

Los barrios en las afueras 

Al parecer las mejores playas se encuentran algo alejadas de San Pedro y a algunas es necesario ir con un 4 x 4, por lo cual ni lo intento. Las playas de la ciudad de San Pedro forman diferentes bahías en las que en sitios estratégicos hay gente pidiendo dinero por un supuesto servicio de vigilancia, limpieza, y cuidado de la playa. Se contentan con una moneda.

La rotonda de lo que se podría llamar el centro de San Pedro, con los colmillos representando lo que dio nombre al país y los taxis azules en busca de clientes

Dinero

En estos días he flaqueado un poco y he dado mucha moné que tenía acumulada. Voy a tener que ponerme un poco más duro. La gente no sabe que hice mi Master en moné en Nicaragua y mi doctorado en Togo. Cada vez que regreso a Tenerife, me descubro a mí mismo pagando con billetes de 50 € para que me den moné, hasta que me vuelvo a acordar que se puede pagar con tarjeta.

Un español que trabaja en la organización internacional del cacao en Abidjan, con quien me entrevisté, me decía que él tiene algunos billetes y monedas de baja denominación, que no piensa soltar, con lo cual uno entra en un bucle que yo también conozco. Yo llegué a tener en Togo tres botes de cristal pequeños llenos de monedas de 100, 200 y 500 FCFA. Cuando me fui del país, en los últimos días, todo lo pagaba con monedas lo que alegró a las personas que tuvieron la suerte de venderme algo.

En ningún establecimiento, incluidos hoteles, se puede pagar con tarjetas de crédito, si acaso con tarjetas de bancos locales. Yo traje bastante dinero en efectivo que es relativamente fácil de cambiar en Abidjan y lo que sí se puede hacer es sacar dinero de los cajeros de los bancos con la tarjeta Visa o Master Card, aunque no en todos.

Fuera de la carretera costera y de las que llevan al puerto, la construcción de las casas y sus accesos no parecen responder a ningún concepto urbanístico ni de planificación

En ruta de nuevo

Me costó mucho irme de San Pedro, pero es que una cosa es pasárselo bien y otra es no dar ni golpe así que me obligo a mí mismo a pedir la cuenta y decir que me iré mañana. El libro de Frank critica el enorme gasto de dinero de la cooperación que según su criterio no deja ningún beneficio a la población y que va a parar a expertos que ganan grandes salarios mientras en realidad no entienden ni la cultura ni las costumbres del país. Dada su experiencia, ya que fue durante varios años consultor y luego 10 años director país de la GIZ, cargo que tiene rango diplomático, da en el clavo en muchas de las cosas que expone y dice que no ha conocido en toda su vida un solo proyecto exitoso y menos que sea sostenible. Los proyectos, dice en su libro, se acaban, cuando la cooperación se acaba. Me cuenta, con una sonrisa irónica, que el único proyecto que es sostenible es el de su hotel, que construyó con el dinero que ganó en la cooperación (un director país puede ganar de 10 a 14 mil euros al mes). Cuando le devuelvo el libro me pregunta que me ha parecido y le digo que al leerlo y reconocer varias verdades siento cierta vergüenza de haber formado parte de ese sistema y no haber podido cambiar nada de los defectos que el comenta. De alguna manera el comentario no le sienta bien, ya que yo en mi trabajo en la GIZ estaba varias escalas por debajo de un puesto como el suyo y él si podía haber cambiado cosas mientras fue director.

Cuando me fui del hotel y esperaba un taxi fuera, llegaban en vehículos de la GIZ los participantes de un taller y pensé que Frank, a pesar de ser tan crítico, sigue haciendo dinero con la cooperación, ahora desde su hotel.

Por un lado los vehículos de cualquier tipo no respetan en absoluto al peatón, por otro este paso cebra, del que hay varios a lo largo del canal en lo que podríamos llamar el centro de San Pedro, parece un mal chiste



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