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viernes, 7 de octubre de 2022

Un modelo de explotación basado en el cacao

 

Comercio y esclavitud moderna

El comercio llamado lícito se instauró en África y conoció una progresión rápida, ante todo, porque prometía ser más rentable. Ante estas nuevas perspectivas de beneficio, era normal que los europeos tendieran a abandonar el tráfico negrero. Los efectos de la abolición ya se dejaron sentir antes de 1840 aunque de 1800 a 1885 todavía más de un millón de esclavos fueron desembarcados en Brasil, dado que la trata portuguesa continuó siendo legal, al sur del ecuador, hasta 1830 y tolerada hasta mediados de siglo. Pero la trata atlántica desapareció más o menos definitivamente sólo a consecuencia de la guerra de Secesión (1865) y luego por la abolición del esclavismo en Brasil (1888) que continuó hasta muy tarde abasteciéndose de Mozambique.

En Gran Bretaña, la opinión general seguía siendo que la creación de las colonias era un mal negocio: era mejor asegurarse la cooperación de los estados existentes. A finales del siglo XIX, todo el mundo invocaba el mismo axioma fundamental: las colonias no debían costar nada a la metrópoli. Al contrario, su fundamento legal era el ser una fuente de beneficios. En Francia, en 1901, la ley sobre la autonomía financiera de las colonias, supuestamente autosuficientes, suprimió el principio de la subvención metropolitana.

El desarrollo del cacao en África Occidental ha estado vinculado a la esclavitud y el trabajo forzado desde sus inicios a principios del siglo XIX continuando con la primera producción comercial a finales de ese siglo y principios del XX. Los esclavos fueron transportados desde Angola a las islas de Sao Tomé y Príncipe para trabajar en las nuevas plantaciones de cacao. Casos similares de esclavitud y trabajo forzado, tanto por parte de los jefes locales como de las potencias coloniales, fueron ampliamente denunciados en las plantaciones de Fernando Poo (actual Bioko), Costa de Marfil, Liberia y Camerún, hasta la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). En Ghana las plantaciones se desarrollaron a pequeña escala local, por lo que se evitaron los problemas del uso de mano de obra forzada migrante. Además, durante este periodo se puso de manifiesto que el cacao se adaptaba mejor a los métodos agrícolas tradicionales de las pequeñas explotaciones africanas y, con el rápido desarrollo de la industria tras la Segunda Guerra Mundial, el resto de la región se alejó de las grandes plantaciones.

Las colonias se contentaron con asegurar la apertura progresiva de los países a través de vías férreas, pistas y puertos, con el fin de evacuar los recursos minerales o, a falta de éstos, los productos tropicales suministrados por poblaciones diseminadas, debilitadas por las endemias y desorientadas por el cambio de sus estructuras sociales.

En África occidental, el geógrafo Jean Dresch definió el término “economía de trata” a principios del siglo XX: La trata regulariza toda la actividad económica, hace circular a los hombres y el dinero, anima los mercados, las ciudades, las factorías y los comercios durante los meses que siguen al período de lluvias y a las cosechas. Y trata de los productos de recolección; trata de los productos cultivados: cacahuetes, sisal o algodón en la zona sudanesa; café y cacao en la zona forestal. El productor es siempre esencialmente el africano. Se instalan almacenes en los que estos productos son recogidos y donde el negro provisto de dinero compra los productos de importación. Economía singularmente primitiva y perezosa, la trata consiste en reunir y drenar hacia los puertos los productos del país que son exportados en bruto y repartir a cambio los productos prefabricados.

El trabajo forzado se restableció en toda el África inglesa durante la segunda guerra mundial en nombre del esfuerzo requerido por la guerra. El impuesto y el trabajo forzado, soportes del monocultivo para la exportación, contribuyeron de forma peligrosa al abandono del cultivo de productos alimentarios, que, dejados completamente en manos de los africanos, no habían sido objeto de ninguna mejora técnica. El problema se agravó cuando en 1914-1918, Francia exigió de sus colonias un “esfuerzo de guerra” desproporcionado respecto a sus capacidades, organizando al mismo tiempo el reclutamiento de 200 mil hombres y la intensificación de los productos estratégicos o de cultivos de productos de primera necesidad destinados a la exportación.

Salvo en contadas excepciones, hasta después de la segunda guerra mundial, en ninguna parte se admitió a los africanos en los niveles superiores del sistema colonial. El administrador detentaba de hecho o de derecho todos los poderes (administración, policía, justicia) sobre muchos millares de individuos. El primer tercio del siglo XX se había caracterizado por una serie de catástrofes demográficas que coincidieron con la instauración del sistema colonial. Éste, debido al transporte, a las grandes obras ferroviarias, mineras o forestales, con la consiguiente migración hacia las ciudades, favoreció la movilidad de las poblaciones y con ello la difusión de las epidemias a una escala desconocida hasta entonces. El empleo de la quinina en esa época era un privilegio sólo de los europeos.

La caída de los precios de la palma aceitera y el caucho silvestre fomentó el cultivo del cacao entre los habitantes de las regiones forestales de Costa de Marfil. Durante la década de 1920, la depreciación del franco francés aumentó la rentabilidad de los cultivos de exportación, incluido el cacao, y aumentó la producción en el sureste. Había abundantes tierras forestales, y la mano de obra adicional la proporcionaban los Baoulé del centro de Costa de Marfil y los Bété de los bosques del suroeste. Estos emigraron a las zonas pioneras del cacao en el sureste para evitar el trabajo forzado y un régimen colonial más duro en su país. Los beneficios de la producción solían repartirse entre el terrateniente y el jornalero mediante un contrato llamado de Abusa (aparcería), en el que el trabajador migrante se quedaba con una parte de la cosecha y cedía el resto al terrateniente. Las autoridades francesas fomentaron la emigración de los mossi de Burkina Faso para trabajar en sus plantaciones, y a partir de los años 30 engrosaron la mano de obra para el cultivo del cacao, por considerarlo preferible a trabajar para los europeos.

La experiencia en Ghana

En Ghana, la primera introducción con éxito del cacao se atribuye a un ghanés, Tetteh Quarshie, que trajo vainas desde Fernando Poo en 1876. La popularidad que alcanzó el cacao entre los agricultores puede atribuirse en parte a la caída de los precios de otros productos básicos en aquella época. Entre 1894 y 1908, un agricultor ghanés podía ganar unas diez veces más con el cacao que con el aceite de palma. A partir de 1886, las autoridades coloniales fomentaron el cultivo del cacao, proporcionando algunas ayudas, como semillas y formación. Las exportaciones comenzaron en 1891 y, al cabo de 20 años, Ghana era el mayor productor del mundo, exportando casi 40.000 toneladas. La cosecha aumentó hasta superar las 200.000 toneladas en 1923 y las 311.000 en 1936, un récord que no se superó hasta después de la independencia.

El cacao representaba en 1955 el 68% de las exportaciones de Ghana. Tras la independencia en 1957, el cacao representaba una importante fuente de divisas para industrializar el país. El 1965 los agricultores pagaban unos 60 € de impuestos por tonelada de cacao, un 50% más que en 1956. Estos impuestos sirvieron para realizar gastos suntuosos, enriqueciendo a la elite vinculada al poder mientras los agricultores perdían poder adquisitivo. La caída de los precios del cacao en los mercados internacionales, la menor cantidad de divisas y la escasez de productos básicos propició un golpe de estado en 1966 que acabó con los sueños del primer país africano independiente. 

La terrible historia de Sao Tomé y Príncipe

en la "isla-riqueza" de los blancos "caminaba la miseria" entre los africanos (Tomás Medeiros).

La primera producción a gran escala tuvo lugar en la década de 1880 en las plantaciones portuguesas de las islas de Sao Tomé y Príncipe. Estas plantaciones fueron conocidas por utilizar trabajadores que eran esclavos de hecho, a pesar de que la esclavitud había sido abolida oficialmente en 1875. Con una superficie de 1001 kilómetros cuadrados y una población que en 1975 (año de la independencia) sumaba 83 000 habitantes, Sao Tomé y Príncipe es el segundo Estado más pequeño de África.

La versión más reconocida es que las islas probablemente estaban deshabitadas antes de la llegada de los portugueses, por lo que su historia comenzó con el colonialismo. Por ello la primera estructura económica y política de las islas fue producto exclusivo del colonialismo y no tuvo que enfrentar la resistencia de una estructura local preexistente. Desde los orígenes de la colonización portuguesa, el archipiélago quedó encadenado a las exigencias de la economía internacional.

Desde esa época, la escasez de mano de obra fue un problema constante, resuelto por los portugueses mediante la importación de fuerza de trabajo esclava. También fue constante la dependencia de la economía agrícola local de la mano de obra africana "importada" y necesariamente cautiva.

En diversos periodos históricos, el archipiélago tuvo una floreciente economía que generó grandes fortunas privadas, llegó a ocupar un papel relevante en la producción de azúcar y de café y fue el primer productor mundial de cacao; además, en algunos momentos históricos fue la colonia más rentable de Portugal en África.

Comedor de una familia portuguesa del siglo pasado. Museo de Sao Tomé.

En el XVII las constantes incursiones de barcos piratas, las revueltas de esclavos prófugos y los ataques a las plantaciones de azúcar protagonizados por los angolares (esclavos originarios de Angola, fugados de las plantaciones), aceleraron el éxodo de los terratenientes portugueses, que unas décadas antes habían empezado a emigrar hacia Brasil, "lo que correspondía lógicamente a la política portuguesa de entonces, de dar prioridad al desarrollo de ese país, con base en la mano de obra africana esclava". Un hecho importante en esta fase de declive de la economía local fue el ascenso de una élite africana -formada por un reducido número de familias del grupo de los forros (hijos de esclavos nacidos en Sao Tome y Príncipe) y que por esa época empezaría a ser conocida como los filhos da térra (los hijos de la tierra).

Esta élite africana, que, ante el retiro de la gran mayoría de los colonos portugueses, quedaría en la cúspide de la estructura social -al adquirir enorme poder económico y político y gran prestigio-, a su vez reproduciría los esquemas coloniales de explotación y represión contra el resto de la población africana, desarrollando incluso el comercio y la posesión de esclavos.

Durante el siglo XIX, la introducción a las islas del cultivo, del café (hacia 1800) y más tarde del cacao (en 1822) para la exportación, reactivó la economía local y provocó el regreso de los colonos portugueses. Al igual que con la producción de azúcar, los nuevos cultivos requerían la mano de obra abundante que proporcionaban los esclavos, en una época en que el movimiento antiesclavista en Europa tomaba fuerza. En la década de 1840, la persistencia de la esclavitud en el archipiélago, impuesta en forma especialmente severa, provocó críticas de Occidente. Hacia 1890, el cacao se convirtió en el principal producto de exportación del archipiélago, mientras que el cultivo del café casi desapareció. La expansión de la producción de cacao logró generar una nueva fase de auge de la economía local. Con este auge el colonialismo portugués proyectó una imagen distinta de su posesión de ultramar, presentándola como una colonia próspera y con un sistema de tenencia de la tierra que podía ser considerado como un "modelo".

Esta fase de auge del cacao coincidió con la abolición de la esclavitud en las islas y marcó el inicio de la expropiación casi total de las tierras cultivables y el surgimiento de grandes propiedades agrícolas, asociadas con el capital financiero portugués, que eran conocidas como roças; la erosión de la posición privilegiada de la élite de los filhos da terra; el surgimiento de un nuevo sector social, fuertemente explotado, constituido por africanos libertos procedentes de otras colonias portuguesas, que eran llevados al archipiélago con un contrato formal.

La abolición de la esclavitud en 1875 convirtió en forros a todos aquellos que hasta ese momento eran esclavos, borrando la diferencia que distinguía a la primera generación de forros mestizos -la nobleza criolla- respecto al resto de la población de piel negra que gozaba de la misma condición; aunque esta última no contaba con el prestigio social ni el incipiente poder económico que tenían los primeros.

 

Cuarto de un trabajador de una roça con sus aperos. Museo de Sao Tomé

Hacia mediados del siglo XIX, Portugal dirigió sus esfuerzos a reestructurar su poder en las islas y a reactivar la economía. Hacia finales de la década de 1890, el 90% de las tierras cultivables en las dos islas era propiedad de portugueses. Ese hecho permite apreciar los rasgos específicos de Sao Tomé y Príncipe desde esa época: la casi total desaparición tanto de la producción agrícola africana para el autoconsumo como de los agricultores africanos, junto a la concentración de las tierras fértiles en manos de unos cuantos roçeiros portugueses (los grandes terratenientes).

De hecho, para los africanos, la abolición formal de la esclavitud tuvo un impacto mínimo en sus condiciones de vida y de trabajo. Junto con el decreto de abolición de la esclavitud durante el imperio colonial de 1875, y para satisfacer el descontento de los roçeiros ante la pérdida de la mano de obra esclava, la administración portuguesa emitió una ley que instituía una forma disfrazada de esclavitud: el trabajo forzado.

Los africanos que acababan de recibir su alforría tenían la obligación de trabajar para sus antiguos amos por lo menos durante nueve años más, bajo las condiciones preexistentes y con un salario miserable y, al mismo tiempo, esa ley "toleraba" el comercio de esclavos. Fue en ese contexto que entre 1875 y 1876 estalló una gran revuelta contra la aplicación de esa ley. Muchos obreros agrícolas huyeron, a la manera de los antiguos esclavos, abandonando las roças, lo que provocó la quiebra de algunas plantaciones de café. Este hecho reactualizó el problema de la carestía de mano de obra agrícola. La administración colonial respondió de dos formas: con el reforzamiento del sistema represivo y con la importación de mano de obra, procedente de las colonias portuguesas de Angola, Mozambique pero sobre todo, de Cabo Verde.

Oficialmente, esta importación se realizó bajo los términos del trabajo forzado, en el último tercio del siglo XVIII y, posteriormente, bajo los términos del trabajo contratado. A partir de la abolición formal de la esclavitud y hasta el logro de la independencia, en 1975, el trabajo forzado primero y más tarde el trabajo contratado, fueron las dos formas contemporáneas que asumió la esclavitud en las islas, llamando a este tipo de trabajo "esclavitud bajo contrato".

A principios del siglo XX, el cacao de la colonia de Sao Tomé y Príncipe fue objeto de un severo boicot internacional que tuvo su origen en la denuncia que hicieron diversos grupos humanitarios y antiesclavistas europeos en cuanto a la situación de los obreros agrícolas en las plantaciones isleñas, sometidos a un sistema de trabajo cualitativamente equivalente a la esclavitud. El Dr. Joseph Burtt investigó las condiciones en las islas y en Angola. Burtt informó de que los angoleños eran llevados a las islas "contra su voluntad, y a menudo en condiciones de gran crueldad", y que era casi desconocido que regresaran a su tierra natal. Las tasas de mortalidad eran extremadamente altas, una media del 11% anual para los adultos que trabajaban en las fincas de Príncipe.

A pesar de todo, las roças persistieron como base de la economía local. Hasta 1974, constituían unidades cerradas, núcleo de un sistema de explotación y producción único. Todavía en el siglo pasado, las roças tenían sus propias leyes y emitían su propia moneda. Hasta finales de la década de 1960 en esos dominios había toque de queda, que prohibía a los obreros agrícolas hacer ruido, recibir visitas de otros obreros o salir de sus viviendas, conocidas como sanzalas. Casi todas las roças estaban ubicadas frente al mar y tenían sus propios muelles, de donde enviaban el grano de cacao y recibían sus importaciones. Además, "por motivos de seguridad", contaban con cuerpos privados de policía, integrada por gente negra dirigida por blancos.

Sanzalas dispuestas como una verdadera fortaleza, alrededor de un patio central, con el punto de agua y los lavaderos

Aunque a principios de los años cuarenta la producción de cacao de Sao Tomé y Príncipe registró una pequeña alza momentánea, el declive gradual de la producción de cacao comenzó al concluir la primera guerra mundial. En 1945, la prosperidad del auge del cacao era cosa del pasado. El incremento de competidores en el mercado internacional, el desprestigio internacional del cacao procedente de las islas, el descenso de la producción local de cacao -debido al empobrecimiento de los suelos-; el sistema de trabajo impuesto a los africanos, la pauperización de la población africana, la descomposición del gobierno colonial, y los conflictos latentes dentro de una sociedad dividida y compleja, entre otros factores, se traducían en una situación potencialmente explosiva.

Las tensiones internas crecieron, creando el clima propicio para el estallido de la primera protesta anticolonial en Sao Tomé y Príncipe. En febrero de 1953, la circulación de los primeros panfletos anticoloniales, en los que se denunciaba la condición miserable en la que trabajaban los africanos en las roças, provocó manifestaciones de protesta dentro de éstas. Tales incidentes desataron una violenta ola represiva, que concluyó una semana después con la muerte de más de mil obreros agrícolas, lo que equivalía aproximadamente al 2.8% de la población de piel negra (2% de la población total).

En Ghana, respaldados por Kwame Nkrumah, unos cuantos jóvenes estudiantes de STP, miembros de la élite local, fundaron la primera organización política anticolonial llamada Comité de Liberación Nacional de Sao Tomé y Príncipe (CLSTP). Su líder era un joven médico y poeta, Tomás Medeiros.

En abril de 1974, el golpe de Estado en Portugal abrió la posibilidad de alcanzar la independencia. Debido a la situación de inestabilidad en Portugal, descendió el número de barcos que transportaban mercancías a las islas; los precios de los productos básicos subieron en forma desmedida, la administración colonial prohibió cualquier información sobre los acontecimientos en la metrópoli y el gobierno portugués no reconoció al CLSTP.

Finalmente, el gobierno portugués tuvo que reconocer al CLSTP y se llevaron a cabo las negociaciones para la descolonización, firmándose el Acuerdo de Argel, que hizo posible la independencia en julio de 1975, uno de los últimos países en conseguirla.

Roça reconvertida a hotel de lujo en Sao Joao dos Angolares. En este hotel un reconocido chef de Sao Tome ha montado un centro para enseñar cocina a jóvenes del país. 

Vuelve la esperanza. La historia de CECAB

Las cosas no fueron fáciles tras la independencia y hubo que partir en muchos casos de cero. Durante la década de los 90, el precio del cacao cayó y la industria se desplomó. De 1990 a 2000 hubo una reforma agraria en un contexto de desintegración del sector. A principios de los años 2000 había cuatro compradores locales que controlaban el mercado del cacao. Pero hoy, gracias a la demanda mundial por los alimentos ecológicos, la isla vuelve a ser conocida una vez más por su cacao de calidad.

A ello contribuyó el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (IFAD) que ha estado trabajando en Santo Tomé y Príncipe para reactivar la economía de la isla, y la creciente demanda de cacao ecológico suponía una gran oportunidad. Por ello, IFAD buscó en el año 2000 un comprador que pudiera asociarse con los agricultores para desarrollar la industria. Una empresa francesa llamada Kaoka (https://www.kaoka.fr/les-filieres/sao-tome/) especializada en el comercio justo del chocolate ecológico, visitó la isla viendo enseguida su potencial. https://www.un.org/content/es/_vidout/video1730.shtml

Ahora el IFAD está negociando con más colaboradores, esta vez para otros productos como la pimienta y el café. En el proceso se han hecho nuevos acuerdos comerciales con cinco compañías europeas, de forma que los agricultores no tengan que destruir el bosque para ganarse la vida. La demanda global de alimentos orgánicos puede que esté contribuyendo a salvar la economía esta isla.

A raíz de ello se fundó en 2004 la cooperativa CECAB, que empieza a operar en 2005 en que realiza su primera exportación de 67 toneladas. Contaba con 11 asociaciones que congregaba a 400 productores. 10 años más tarde contaba con 36 asociaciones que aglutinan a 2200 familias con un objetivo de llegar a las 1000 toneladas de cacao ecológico exportado, lo que se consiguió en 2015. Ahora está constituida por 2000 familias de agricultores, casi un quinto de la población rural de Sao Tomé. Juntos han reactivado la industria del cacao.

Cecab lleva 20 años de partenariado con la empresa francesa Kaoka, en un ejemplo de relación exitosa a largo plazo, con lo que sus socios ahora tienen un comprador fijo dispuesto a pagar un 40% más del precio convencional de este producto orgánico. De 2005 a 2015 se dio el crecimiento horizontal del programa, pasando de 11 a 36 asociaciones. De 2015 a 2025 está previsto el crecimiento vertical del programa con la renovación de las plantaciones. En 2019 la producción alcanza ya las 2500 tn de cacao orgánico producido por pequeños productores con una media de 2 ha de terreno en un total de 4500 ha certificadas.

Cecab se ha convertido en el primer exportador del país con el 40% del cacao total. Cuenta con un equipo de 16 técnicos para dar asistencia técnica a sus asociados. Cada centro dispone de infraestructuras de secado solar y se realizan controles de calidad por 2 técnicos voluntarios y 1 responsable de calidad en cada centro. Actualmente el cacao de Sao Tome es uno de los más valorados gracias a que empresas como las de Claudio Corallo y Diogo Vaz, establecidos en las islas, han puesto los chocolates elaborados con este producto en el mundo, apostando por la calidad y no la cantidad.

En 2019, en una visita que hice a Sao Tomé tuve la ocasión de hablar con António Días, director técnico de Cecab, que dice que ser sostenible significa que no sólo nos ocupamos de exportar cacao cultivado de forma ecológica, sino que también apoyamos a nuestros asociados en sistemas de salud, fondos de apoyo para los más necesitados. Organizamos actividades en que asesorados por especialistas tratamos los temas de violencia doméstica, aspectos de igualdad de género, problemas relacionados con el consumo excesivo de alcohol. También financiamos pequeñas obras sociales en las comunidades. “A CECAB é uma das realizações mais bem sucedidas na área agrícola” – Téla Nón (telanon.info)

 

Roça Monteforte. Se ha convertido en hotel y es la sede de una las cooperativas asociadas a CECAB.

La fábrica inaugurada en 2022 en el distrito de Lobata, en el norte de la isla de Santo Tomé, es el resultado de una inversión de 124.000 euros de la Cooperativa de Producción y Exportación de Cacao Ecológico (CECAB) y una cofinanciación de 340.000 euros del Banco Africano de Desarrollo (BAD). Se trata de la tercera fábrica de producción de chocolate instalada en Santo Tomé y Príncipe, pero el director ejecutivo de la CECAB, António Días, señaló que la nueva fábrica tiene un "carácter filantrópico" que consiste "en mitigar la pobreza, reservando sus beneficios para invertirlos en obras sociales en las comunidades asignadas a los miembros de la CECAB". https://www.macaubusiness.com/sao-tome-new-organic-chocolate-factory-to-put-profits-into-local-community/

https://www.youtube.com/watch?v=v4uPvHKHw-I

 

Sabías que …

hay cosas que se pueden hacer. No se trata sólo de decir lo que se hizo mal, lo que se sigue haciendo mal. Se trata de buscar vías de como revertir esta situación, de ver qué podemos hacer para que todo esto no vuelva a pasar y, sobre todo, de hacer.