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martes, 22 de agosto de 2023

Luwuk e islas Banggai (isla Peleng

 

Puerto de Leme Leme con las tripas de algunos barcos al descubierto

Sin tener ninguna información de adonde voy y como voy a ir, dejo mi pequeña maleta en el hotel de Luwuk y me voy caminando con una mochilita hasta el puerto. Allí tengo un diálogo de besugos para averiguar de donde, hacia donde y a que hora salen los barcos. La gente no habla inglés y lo que es peor, yo no hablo indonesio. Con el traductor DeepL del teléfono conseguimos medio entendernos y les doy las gracias por su paciencia y por aguantar todas mis preguntas. Al final me entero que hay dos puertos y que estoy en el equivocado. Me monto en una moto con motorista y me voy para allá.

Paisajes que me encuentro por el camino

Mi meta es ir a la isla Peleng, a Danau Paisu Pok, un sitio que todos nombran y que parece ser el destino turístico de esta isla. El viaje en barco tarda 3 horas y nada más llegar, una enfermera que iba echada cerca de mi (aquí no hay asientos sino literas con colchonetas) y que habla algo de inglés, me dice que la siga y me lleva a la única pensión (llamadas homestay) que hay en Leme Leme, que es como se llama este pueblo. En esta isla sólo hay luz de 6 de la tarde a 6 de la mañana. Pregunto para alquilar una moto y algo más tarde llega un señor que me trae su moto particular y me la alquila por 6 euros. Me doy una vuelta por el pueblo caminando y soy la atracción. Todo el mundo me llama míster, algo que sufriré también en Luwuk. No se de donde les viene esto, todos, sin excepción, te saludan, te dicen míster, y luego nada más, ya que no saben inglés. Alguno que sabe algo más, te pregunta de dónde eres y resulta más efectivo decir de Barcelona que de España, ya que es más conocido por el fútbol.

Todas las distancias se dan con el signo más o menos

Lo de la moto siempre es de las mejores experiencias en Indonesia. Me reconocen como extranjero ya que pedí un casco, algo que los hombres en esta isla no llevan, sólo las mujeres. La carretera es bastante estrecha, con paisajes exuberantes, palmerales sin fin, algunas plantas de cacao, yuca, plátanos y mucho bosque. Casi no hay tráfico así que me tengo que concentrar para conducir por la izquierda, lo que de vez en cuando se me olvida.


Llego a Danau Paisu Pok y la foto muestra porque es tan famoso. Para hacerle los honores me baño y como es agua dulce que viene de la montaña, me choca lo fría que está. Mi intención es seguir recorriendo con la moto hacia otras zonas, pero el día amenaza lluvia, así que voy regresando hacia Leme Leme, adonde llego justo antes que el cielo se descargue torrencialmente.

Como la predicción del tiempo amenaza lluvia también para el día siguiente decido regresar a Luwuk además de que la pensión es tan básica que duermo mal, algo raro en mí. He pasado aquí dos noches y me pregunto si ha valido la pena. El no hablar indonesio te limita muchísimo y te vuelve a la realidad de la ficción vivida en las islas Togean. Al día siguiente, por la mañana me monto en el barco y mientras espero que zarpe, veo no muy lejos una manda de delfines haciendo cabriolas en el aire y nadando en círculos.

Mi barco en Leme Leme esperando para zarpar

Una práctica habitual en Indonesia es utilizar dinamita para pescar por lo que hay lugares en que los corales están completamente destruidos. A todo ello hay que añadir que todo lo que sea residuo, orgánico o no, se tira al mar, lo cual se puede apreciar especialmente en los puertos. La ventaja de los lugares donde hay turismo es que ahí no se permite y además están utilizando estructuras que sumergen en el mar para fomentar que los corales se reproduzcan. Algo bueno tiene que tener el turismo.

Luwuk

Cuando regreso a Luwuk decido que ya es hora de volver a caminar ya que aquí, al ser una ciudad relativamente grande no pienso bañarme en el mar dado que está claro adónde va a parar toda la porquería. De mi hotel al centro hay 5 kilómetros, así que decido hacerlos andando.

Vista de Luwuk desde mi hotel

n esta ciudad, como en todas las ciudades de Indonesia que conozco, caminar y mirar es imposible, ya que puedes caerte por un agujero, tropezar con algo en el suelo, pisar un charco de agua putrefacta, tienes que subir y bajar continuamente de la acera en caso de que haya, sortear vehículos aparcados o puestos de vendedores ambulantes que te obligan a caminar por la carretera, todo ello como si fuera una carrera de obstáculos en el que eres el único competidor y el premio es llegar. La llamada de míster sigue estando a la orden del día, las motos te pitan para ofrecer llevarte y también los taxis. Y es que aquí nadie camina como pude comprobar en todo el recorrido en que sólo vi a un indonesio caminar y era para cruzar la calle de su tienda a lo que parecía su casa. Si no se ve, no se cree. Para cualquier cosa cogen la moto, aunque sea para hacer 50 metros. Además, la gasolina está muy barata, a unos 70 céntimos de euro.

En la ciudad no hay mucho que hacer y después de dar varias vueltas y hartarme de pitidos y místeres, me paro en el mercado donde me encuentro a dos motoristas jugando al ajedrez. Me quedo un rato viéndolos jugar y cuando me ofrecen echar una partida rehúso ya que juegan muy bien y me ganarían seguro. A pesar del calor ambos siguen llevando toda la parafernalia de guantes y pañuelo que normalmente llevan para que no les dé el sol y por eso tienen ese aspecto tan curioso.


Fumar es un deporte nacional y está permitido en todos los lugares, también en sitios cerrados como coches, barcos y restaurantes. No hay que olvidar que no hace tantos años en España también era así. La pregunta es cuánto tardarán en cambiar este tipo de hábitos, sobre todo los peores como la gran cantidad de plásticos que desechan y tiran a cualquier lugar, acabando en el mar. También el uso de insecticidas y herbicidas, que se escriben prácticamente igual que en español, parece que se hace sin excesivo control.


Una cosa que me gusta de los indonesios en general es que son gente buena, tranquila y me parecen en su mayoría muy honestos. Otra cosa es en sitios como en la hedonista y explotada Bali, donde el turismo masificado ha echado a perder a muchos de los lugareños. Esta sería la otra moneda del turismo, tal como lo tenemos en Canarias.

Indonesia es el cuarto país del mundo por población y el 14º por superficie, en las 6 mil islas habitadas. La esperanza de vida es de 67 años, por eso la jubilación, por lo que me contó una amiga a la que reencontré después de haberla conocido hace 11 años en Yakarta, es a los 58 años.

Puesto callejero de comida que surgen por doquier por la noche

Me voy con la sensación de que deberé volver, por un lado, con contactos para averiguar más sobre el cacao a lo que le he dedicado poco tiempo. Y por otro lado para seguir explorando tantas islas que me quedan por ver. ¡Pero tendré que aprender aunque sea un indonesio básico antes!


Selamat Datang: bienvenidos a Leme Leme

sábado, 19 de agosto de 2023

Malenge y Kadidiri

 

Viajando hacia Malenge en el ferry 

De nuevo cogemos el barco lento que nos recoge en nuestra isla y se dirige hacia Dolong, la última isla en su largo recorrido desde Ampana, viaje que hace un día de ida y otro de vuelta, menos los viernes, que es su festivo. La penúltima parada es Malenge, nuestro destino. En el barco ya vas conociendo gente, un par de españoles, algunos franceses, holandeses, que se van quedando desperdigados por las islas donde vamos parando, los indonesios con los que cuesta relacionarse y nos observan sonriendo.

Llegamos a Malenge y la primera noche me quedo en una cabaña que no me gusta mucho, pero al día siguiente me cambio a la cabaña presidencial que sólo cuesta 6 euros más y estoy encantado.

Cabaña presidencial

A las Togean se debe venir si lo que quieres es nadar en un acuario, con peces y pececitos y unos corales increíbles. Los verdes de los corales me recuerdan a los de Timor del Este y las gorgonias que hay en un puente cercano son las más grandes, coloridas y bonitas que he visto en mi vida. Me recuerda algo que leí, que es como si a una niña le hubieran dado una paleta de colores y se hubiera dedicado a pintar el fondo.

Para rematar, esta vez consigo ver el pez mandarín, que no es más grande que mi pulgar, que vive escondido en unos corales amarillos donde desaparece cuando te acercas y sólo sale a partir de las 4 y media de la tarde, cuando ya el sol no le da de lleno. A pesar de lo pequeño que es, cuando lo consigues ver entiendes porque le llaman mandarín, ya que tiene los colores de los desfiles festivos chinos. Otra novedad que consigo ver es una pareja de caballitos de mar, que me sorprenden por lo grande que son, ya que me los imaginaba más pequeños. Los dueños del lugar están super excitados porque han visto los dos caballitos de mar entrelazados por la cola y esperan poder tener pronto descendencia (un holandés los filmó y todos pudimos ver el acto). Como no teníamos internet no pudimos confirmar si esa era la manera de reproducirse o si es que estaban bailando, pero ahora que si tengo, he visto que es exactamente así como lo hacen.

Foto de un pez mandarín tomada de internet

Me dejo convencer para ir en un bote con otros extranjeros a otros sitios de buceo con tubo, que al final no me parecen más bonitos que los que hay al lado de Malenge. Para comer vamos a una playa, esta si, preciosa, desde donde se puede ir caminando hasta un lago interior donde hay medusas que no pican. Esto se debe a que cuando se formó el lago, quien sabe hace cuantos miles de años, las medusas no habían todavía desarrollado su sistema de defensa. Al no estar en contacto con el exterior ya que recibe el agua salada por intrusión marina, hay miles de medusas que nadan todo el día de arriba para abajo y que cuando te tocan son inofensivas. Otro ejemplo de la teoría de la evolución de las especies.

El regreso en el barco se me hace interminable y me alegro de volverme a tumbar en mi hamaca, mientras saludo a la pareja de Gran Canaria, Santi y Claudia, que ya me encontré en el anterior viaje en el barco y que ahora también han recalado aquí.


En la parte de atrás de las cabañas, donde se come, hay una especie de lago, que fue elegido como la portada del libro sobre Indonesia de Lonely Planet. He intentado imitarla con mi foto.

No hay internet, no hay teléfono, no hay tele y sólo hay corriente de 6 de la tarde hasta las 12 de la noche, aunque por mí, después de cargar el portátil, a las 9 ya la podrían cortar, porque a esa hora me duermo para levantarme a las seis para ir a saludar al mandarín. Es como volver atrás en el tiempo, aunque sea por unos días pero es interesante ver como cambia tus hábitos.

Esta isla también es conocida por su puente de madera de 1 km de largo que comunica 2 pueblos bajau. Fue un proyecto del gobierno que lo construyó junto con unas cabañas de turismo, pero el proyecto ha quedado abandonado y el puente se va deteriorando, con muchos tramos donde para pasar hay que balancearse sobre finos bambús que la gente va poniendo para reponer las maderas rotas y que utilizan sobre todo los niños para ir a la escuela. Mientras, los bajau van de un lado a otro en sus destartalados barquitos.


Por la noche, sobre las 7, sirven la cena y es el momento de socializar y hablar todos los idiomas que uno sepa, aunque al final el inglés es el que predomina, como lengua común. En la mesa hay holandeses, francesas, canarios, un catalán y Mattías, que sacó la foto.

Me he hecho una pequeña herida en el muslo con un coral, que enseguida se infecta. Además me he torcido el tobillo jugando al ping pong, con lo que voy medio cojeando todo el día, menos en el agua. Menos mal que llevo un par de medicinas caducadas en mi equipaje, que tengo de mis anteriores trabajos, así que me voy curando lo uno y lo otro y parece que todavía funcionan.


Entre cuatro decidimos contratar a un pescador bajau, para acompañarlo en su pesca. La idea es que vamos con el en la barca hasta su lugar de pesca y luego mientras baja a pulmón con su arpón, nosotros desde arriba lo vemos. La técnica que tienen para bajar hasta el fondo, a unos 10 m en su caso, es admirable y normalmente llegan a aguantar hasta 6 minutos bajo el agua. Llevan guantes y se aferran a un coral, quietos, esperando que pase un pez para dispararle. Por desgracia, nuestro pescador se alegró tanto del encargo y del dinero que le íbamos a pagar que la noche anterior se emborrachó con el famoso arak y estaba pagando las consecuencias ya que no aguantaba en la inmersión. Al cabo de un par de horas dimos por terminada la experiencia con sólo un ejemplar arponeado y con la impresión de que tienen esta zona bastante esquilmada ya que no se veían casi peces de un tamaño medio.

Kadidiri

La gente, o sea los turistas, hacen aquí lo que se llama Island hopping, o sea, van de una isla a otra, quedándose un par de días en cada una. Por eso, cuando la gente con la que había coincidido en Malenge deciden marcharse, yo también lo hago y decido irme a la isla Kadidiri, al mismo lugar donde me quedé hace 10 años. Dicen que segundas partes nunca fueron buenas y así fue.


Así como los bungalows de las anteriores islas destacaban por su sencillez, Kadidiri Paradise destaca porque construido muchas cabañas nuevas, algunas de lujo, ofrecen internet y tienen unas instalaciones que superan el nivel de la mayoría. Intento quedarme en otro hotel que está al lado, Lestari, mucho más sencillo pero está lleno y no me queda más remedio que quedarme en este. Recuerdo más o menos donde estaba la cabaña en la que me quedaba, lo pequeño que era todo y me quedo sorprendido de lo que ha crecido. Para mi ha perdido su esencia, pero por el tipo de turistas que veo aquí creo que a la mayoría les gusta. A pesar de todo, alguna de la gente con la que hablo se queja de que hay ratas en las habitaciones. Alguna gente está horrorizada y aunque yo no las he tenido en ningún lugar en esta ocasión, sé lo molesto que es cuando las oyes royendo algo por la noche.


A pesar de ello, el fondo marino en cuanto a los corales -más de quinientas especies diferentes-  y peces que puedes ver, es maravilloso. Desde el pantalán puedes ver a los pequeños tiburones de punta negra que vienen a comer a los corales, desde pude ver también un pulpo que se camuflaba perfectamente con el entorno y nadando me encontré con una manta águila de tamaño considerable.


Veo a un francés que está jugando al ajedrez y cuando me pongo a mirar me dice que podemos jugar más tarde. Quedamos para después de comer y en el total de 8 partidas que jugamos entre ese día y al siguiente quedamos empatados. Como es mejor jugador que yo me quedo contento.

Conozco a un grupo de 4 catalanes, una pareja y sus respectivas hermanas, que han contratado un bote para el sábado para ir a Bunta, que queda a mitad de camino hacia Luwuk el cual también es mi destino. Aunque se que estas aventuras pueden salir mal en caso de que haya mal tiempo o falle el motor del barquito, al final me decido y así compartimos gastos. La experiencia sale bien ya que el motor no se estropea y el mar acompaña siendo un espejo. Al llegar a Bunta ya hay un coche que nos está esperando para llevarnos a Luwuk. El chofer con una mano va mandando mensaje por el whatsapp y con la otra fuma y conduce, mientras también se encarga de deleitarnos poniendo canciones románticas en su radio. Finalmente le decimos que no puede conducir y mandar textos a la vez y nos hace caso, aunque de castigo nos quita la música.

Rumbo a Bunta

Con este viaje gano un día para ir a las islas Banggai, por las que siento curiosidad ya que no salen en las guías turísticas.

Atrás se queda el pantalán


 

jueves, 17 de agosto de 2023

De Ampana a Poya Lisa

 

Embarcadero de Ampana con barcos de madera

En el embarcadero de Ampana, con Mattias nos alegramos de haber optado por la opción más lenta pero mucho más colorida de los barcos de madera. Además, somos los únicos extranjeros, lo que hace que toda la atención de la gente local se centre en nosotros. Parece que el resto de turistas escogen la opción del speed boot, que sale de otro puerto. En el barco podemos ir sentados en el techo, aunque Mattias lo pagará con una pequeña insolación en la cara y unas rodillas rojas como tomates. Mientras esperamos la salida, van cargando el barco con cajas, sacos de verduras y motocicletas, sin la cual un indonesio no es tal.

Poblado de pescadores Bajau cerca de Ampana

No me puedo resistir a poner las imágenes del puerto, donde el color del agua, de las casas sobre pivotes, donde viven los pescadores de la etnia Bajau, las palmeras de fondo, todo me parece como postales que se mecen al vaivén de la brisa del mar.

Caseta de pescadores

Por fin salimos, la mar está como un plato y el día sin viento. Cerca de la costa hay una caseta en el mar, para pescar donde hay más fondo.

El barco va a su ritmo, parando en algunos pueblos donde la descarga de las mercancías hace que el viaje se ralentice. En el trayecto vemos a alguna mujer completamente cubierta con velo, tanto viajando en el barco como en los pueblos, también niñas a las que acostumbran desde pequeñas, y aunque uno intenta ser respetuoso con las costumbres ajenas, cuesta imaginar que ellas se conformen con esta situación, más viendo a tanto turista desinhibido. Si además tenemos en cuenta el calor todavía se hace más difícil de imaginar que no se sientan dentro de su ropaje como en una cárcel en semilibertad vigilada.

Embarcadero de Poya Lisa

Al mediodía llego a mi destino, una isla que se llama Poya Lisa (se puede constatar en internet), mi isla número 123. Y en honor a la verdad debo decir que la isla es la poya y además es lisa, ya que su máxima altura no debe tener más de 5 msnm. 

En el embarcadero hay un banco de sardinas pequeñas residentes y por debajo se mueven algunos peces más grandes que la gente del lugar intentan capturar, en lo que se pueden pasar horas. Cuando buceas dentro de un banco de estos, pierdes la noción del espacio ya que de forma sincronizada se apartan cuando te sumerges y te envuelven según vas avanzando y dejas de saber donde está arriba y abajo, hasta que vuelves a salir a la superficie.

Mi cabaña con puesta de sol, hamaca en el balcón y suelo de madera. ¡Que más se puede pedir!

Vista del embarcadero desde mi cabaña. Al fondo el pueblo de Bomba

Hay unas cuantas cabañas desperdigadas en una superficie que no creo que llegue a media hectárea. Es algo alargada y yo me he cogido una que está en el punto más alto y que tiene vistas al amanecer y a la puesta de sol. Un lujo que sólo cuesta 3 euros más que otras que sólo tienen una vista.

Mattías, el austríaco, es bastante simpático y parlanchín y con el que, aunque le doblo la edad, nos entendemos muy bien. En la isla nos recibe Abo, una mujer indonesia que trabajaba en el mismo lugar donde me quedé la otra vez que vine a las Togean en 2012. Tiene una risa tan bonita que intento hacer algo el payaso para verla y oírla reírse. Quedamos que nos haga de guía en un trayecto por el bosque y que nos enseñe algunas plantas de cacao, lo cual, junto con su risa es suficiente para hacerme feliz. La excursión por lo que ellos llaman la jungla, pero que no deja de ser un bosque con algunos frutales comestibles, está muy bien. En el trayecto nos enseña cómo se produce azúcar de una palma que se encuentra en la zona y plantas de cacao que están semi abandonadas. Como hay algunos frutales que no dan frutos, cojo un palo y les doy unos golpes, lo que a Abo le hace mucha gracia. Le explico la parte científica pero no se si queda muy convencida. El año que viene debería dar frutos pero yo ya no lo sabré, esperemos que si.

Abo enseñándonos una sustancia que se recoge de un árbol que antes utilizaban para alumbrarse

La isla (la llamaré así para no repetir el nombre), con marea alta se convierte en dos. Sólo estamos nosotros dos y un alemán por lo que no hay problema para entendernos perfectamente. Georg, el alemán, lleva algunos años viajando en bicicleta por el mundo, aunque para venir aquí la ha dejado en Yakarta. Tenemos luz de 6 de la tarde a 6 de la mañana, gracias a la conexión con la isla Bomba, que está cerca, todo un lujo por estos lugares. Como nos parece que el pueblo principal de Bomba está cerca nos vamos Mattias y yo nadando. Llegamos agotados y la gente nos dice que en los manglares que hemos pasado hay cocodrilos, aunque al parecer atacan más bien de noche. El mes pasado parece ser que mataron a 2 locales en un pueblo cercano. Así que, por si acaso, buscamos por el pueblo a alguien que nos regrese en bote a nuestra isla y le pagamos generosamente.

Embarcadero cercano a Wakai, donde avisan de la presencia de cocodrilos

Cerca de donde estamos vemos este enorme pájaro, pendiente de cazar algo en el agua. Yo pensé que era una garza grande pero mi amigo Fran, que es el que entiende de esto y a quien le mando la foto, me dice que es un Ibis.

Ibis

Todo esto es muy bonito, pero en realidad es una ilusión. Todo lo que haces al cabo del día es tirarte en la hamaca, lavar las gafas de buceo, ir a comer 3 veces al día, nadar entre corales y dormir como un lirón por la noche. Las comidas están incluidas en el precio del bungalow ya que las islas donde están estos pequeños complejos, están deshabitadas y no hay donde ir a comer ni comprar nada. Creo que lo hacen así porque quieren separar a los turistas de las poblaciones, mayoritariamente musulmanas, y así mantenerlas alejadas de la influencia y costumbres libertinas occidentales. El precio de todo incluido por día y persona es de 25 a 30 euros. Lo dicho, una ilusión.

Como tanto Mattías como Georg quieren irse a otra isla y no quiero quedarme solo, decido también irme, aunque pienso que quizás me arrepienta ya que estoy muy a gusto aquí. Por suerte no es así. Decidimos en el último momento con Matías irnos a la isla Malenge, mientras que Georg va a Kadidiri, donde ya estuve en mi anterior viaje.


Parte del poblado de la isla Bomba, con los islotes de Poya Lisa al fondo


Rumbo a Malenge


 


martes, 15 de agosto de 2023

RANTEPAO

 

Mercado de búfalos

Me quedo en el centro de la ciudad de Rantepao y el primer día me dedico a recorrer algo los alrededores y a ver el mercado de búfalos, del que se dice que es el mayor del mundo. Estos animales se venden para carne para las ceremonias funerarias y se matan en el mismo lugar donde se celebra. A quien le interese el tema puede consultarlo en internet. A mi me interesa más el mundo de los vivos así que no quise asistir a ninguna ceremonia funeraria y contraté para el día siguiente con un guía local ir en 2 motos, a ver los lugares más emblemáticos de la zona.

Acicalando al búfalo


En moto por los arrozales

El recorrido fue espectacular, con vistas sobre los arrozales en terrazas y por carreteras tan estrechas que te tienes que parar para dejar pasar el coche que te viene de frente. Aunque no fuimos a ninguna ceremonia no me pude escapar de ver las curiosas tumbas que excavan en las rocas.

Centro ceremonial con curiosos menhires de los que se desconoce su procedencia

El guía me explicaba muy orgullosamente que aquí cada uno se excava o encarga hacer una tumba familiar en la roca, la que se puede pagar en dinero o en búfalos y que es de por vida ya que la roca no se deteriora como nuestras tumbas de cemento. No los entierran con la caja, sino que amortajados por lo que en uno de esos agujeros pueden caber 10 o más cuerpos. Con el tiempo se van descomponiendo y pulverizando por lo que dejan espacio para nuevos miembros y siempre pertenecerá a la familia que mandó excavar la tumba. Lo dicho, en internet se encuentra mucha información al respecto.

Tumbas excavadas en la roca

Es impresionante ver las casas con forma de barco, colocadas en hilera enfrente de otras construcciones similares, pero en tamaño más pequeño para granero. La casa tiene unas escaleras por las que subir al primer piso que siempre consta de 3 habitaciones. Las laterales son los dormitorios y la central es donde se hace la vida. La parte baja es donde se cocina.

Impresionantes casas tradicionales réplicas de los barcos con los que dicen que llegaron sus ancestros

Los graneros, igualmente con muchas filigranas en sus paredes, no tienen acceso más que por un bambú con muescas que hace las veces de escalera y que colocan para subir y poder abrir una pequeña puerta lateral por donde extraen el grano. Los techos en la actualidad se hacen con zinc, pero los antiguos se cubrían con hoja de palma enhebrada, de los que quedan todavía algunos ejemplares.

Graneros

Era tiempo de cosecha y como los campos son muy pequeños todo se hace a mano. Me cuesta creer que esto sea menos trabajoso que cultivar cacao, pero si lo hacen seguro que es por una buena razón, como lo es seguramente la económica además de que el arroz se come y el cacao es para los blancos.


Arroz puesto a secar en manojos al borde de la carretera

Primero remontamos con las motos hacia las zonas altas para ver las terrazas de arrozales y luego fuimos bajando por unas carreteras de enormes pendientes, en las que tuvimos que parar a dejar enfriar los frenos de disco de la moto que dejaron de funcionar.

Arroz en terrazas


Al día siguiente a las 7 en punto espero el bus que me llevará a Tentena, el cual sale como suele ser habitual a las 8,30. En el bus hay otro extranjero, un tipo joven, alto y rubio que tiene toda la pinta de ser inglés o alemán. Resultará ser austriaco. Enseguida nos ponemos a hablar y acabamos quedando para seguir el viaje juntos ya que tenemos el mismo destino, las islas Togean.

A las 11 de la noche llegamos a Tentena donde nos quedamos a dormir en un hospedaje de mala muerte, cerca de la estación de buses. Al día siguiente vuelta a empezar, esta vez saliendo con un coche privado, ya que no hay buses, que nos lleva a Poso, donde nos venden a otro coche que nos lleva a Ampana. Al atardecer, en la playa de esta ciudad donde vamos a tomar el barco para las islas Togean, nos regala esta puesta de sol que es un avance de las vistas que nos espera en las islas.


Puesta de sol en Ampana

sábado, 12 de agosto de 2023

Indonesia

 

Cenando con mis amigos en Bali

Bali

En este viaje de cinco semanas he intentado dar un paso más y llevar sólo equipaje de mano. La ventaja de ir a una zona tropical es que no te hace falta ropa de abrigo y con cuatro cosas pasas el día. Cholas, pantalón corto y poco más. Son cinco semanas en que voy a recorrer sobre todo Sulawesi, donde Wallace descubrió la teoría de la evolución de las especies, lo que hizo que Darwin se diera prisa en publicar lo que ya había desarrollado algún tiempo antes.

Pero primero hice una pequeña escala en Bangkok, una ciudad que siempre vuelve a asombrarme por sus obras majestuosas. Ha sido difícil estar aquí y no ir a la tan cercana Camboya, donde pasé algo más de dos años de mi vida, para ir a ver a los antiguos compañeros de trabajo, pasar por donde viví…. Pero tenía una cita en Bali con mis amigos de El Hierro, con quienes quedé para celebrar mi cumpleaños. Lo que importa en estas ocasiones no es el lugar sino la gente con la que uno está.


Celebrando

Después de todo un día de excursiones, por la noche salimos a dar el resto y acabamos en un bar donde sólo había locales siendo nosotros los únicos extranjeros, una cosa difícil en Bali. El DJ puso todo lo que tenía de música en español y brasileño. Eso y una bebida con Arrack o Arak (se elabora dependiendo del país con cereales como el arroz, con la savia fermentada de las flores de cocotero, con caña de azúcar, o con frutas) y endulzada con mango, lo que da una bebida que está sólo un pelín por debajo del diabólico Jägermeister, lo cual aseguró que la noche fuera todo lo estupenda que cabía esperar.

Finalmente, después de hacer al día siguiente una preciosa excursión en bicicleta bajando desde las faldas del volcán Gunung Batur hacia Ubud, mis amigos se fueron a casa y yo seguí mi camino.


En bici con Manolo y Mariela

Temprano me despido de la desenfrenada Bali y cojo el avión hacia Makassar, la capital de Sulawesi, donde me espera mi guía con el que llevaba 2 semanas negociando lo que íbamos a hacer y el precio. Su nombre es Dalle y fue funcionario del gobierno indonesio en sus años mozos, trabajando en desarrollo rural. En esa época participó en varias formaciones de la GIZ lo que ya nos da un punto en común. Nos ponemos en marcha y cogemos un bus que nos lleva a Belopa, una zona donde hay cacao. El viaje es largo y dura 9 horas, y además es peligroso ya que acabamos viajando de noche, aunque es un bus cómodo donde puedes estirar las piernas.


El colorido Bus de Makassar a Palopo

En el trayecto conocemos a un hombre que también tiene cacao, así que quedamos en visitarlo. Soy el único extranjero en el bus lo cual ya no se si es bueno o malo, pero al ir con Dalle, voy mucho más relajado que cuando viajo solo. Dalle tiene 68 años, lleva unas gafas de sol tipo aventura porque dice que le operaron de cataratas hace poco y además así que está más guapo.

Dalle

Si en Bali te apabullaban los templos budistas que estaban en cada esquina, ya en Sulawesi, que es mayoritariamente musulmana, son las mezquitas las que están por doquier. En este caso, aunque no las veas, las oyes, sobre todo por la mañana, que es cuando más te fastidia, y al atardecer.

Me instalo en un hotel, supuestamente el de más calidad de la zona, que cuesta 21 euros la noche. No estoy nada contento porque no tiene ventana, el baño es minúsculo, tipo 3 en 1, pero ya sé que esto es lo que me espera cuando viajas por el interior. Al día siguiente visitamos a un comerciante de cacao, en Pattedong Village (Luwu Regency), quien mueve 200 tn de cacao al año. En realidad, es el gerente de una empresa con sede en Makassar. Lo que me llama la atención es que me cuenta que los agricultores no fermentan el cacao (antes lo hacían pero dejaron de hacerlo desde el año 2004) porque este proceso sale demasiado caro, sólo lo escurren y lo venden al comerciante, quien se encarga de acabarlo de secar hasta el 7% de humedad. El precio que se paga normalmente está entre 1,4 y 1,6 euros/kg con un solo día de secado que llega hasta los 3 € actuales (lo normal es 2,2 €, pero llegó a estar a 0,4 €) cuando se ha secado hasta el 7% preceptivo. La cosecha mayor se produce de junio a agosto y hay una pequeña cosecha de enero a febrero. Tienen en cuenta la época de producción en África, ya que en ese momento bajan los precios por la enorme oferta de estos países. Nos cuenta que los agricultores prefieren sembrar arroz, ya que se cosecha dos veces al año, con lo que tienen dos ingresos anuales y además se puede trabajar con maquinaria, lo que facilita las labores. Para rematar, el cacao cada día tiene más enfermedades y necesita mucho mantenimiento y realizar gastos en plaguicidas y fertilizantes, lo que finalmente lo hace poco rentable.

Entrevista en el almacén

Todo el cacao que compra a los agricultores lo venden en Makassar a la empresa Mondelez que tiene un programa de sostenibilidad llamado Cocoa Life. Estos pagan un complemento de 500 IDR (0,03 €, una ridiculez) por kg de cacao, para justificar su programa de sostenibilidad y responsabilidad social corporativa. Nos cuenta que los agentes de Mondelez engañan a los productores y la prima muchas veces no les llega o si acaso les llega diezmada.


Almacén con cacao secándose

Ahora los precios del cacao están altos porque al descender la producción debido a las enfermedades, las empresas necesitan materia prima para abastecer sus instalaciones y poder trabajar en un régimen eficiente. En 2004 hubo planes del gobierno para producir cacao orgánico y fomentaron el embolsar las mazorcas para evitar los daños de insectos y el uso de insecticidas, pero esta iniciativa se abandonó poco después.

Visitamos también una plantación que está al lado de un arrozal. A pesar de que es una plantación joven con árboles de entre 3 y 7 años, no tiene buen aspecto ya que, en mi opinión, el exceso de agua proveniente de regar el arroz inhibe su buen desarrollo. No me extraña que tengan todo tipo de enfermedades, sobre todo de hongos, además de que son variedades que están a pleno sol. En el camino de regreso nos detenemos en lo que fue un proyecto de transformación de cacao en chocolate, apoyado por el gobierno, y en el que se pueden ver los edificios deteriorados. Al parecer se construyeron sin las especificaciones sanitarias adecuadas, y aunque cuenta con toda la maquinaria necesaria, esta se va echando a perder poco a poco ya que el proyecto está parado. El presidente de la asociación, que nos enseña las instalaciones, dice que el gobierno no les dio el apoyo necesario y que cuando empezaron a producir, no contaban con capital suficiente para comprar el cacao a sus asociados y eso hizo que el proyecto fracasara. Nada que yo no haya ya visto antes en todos estos años de trabajar en el mundo de la cooperación.

Por la noche estamos pendientes de recibir la respuesta de la empresa Mars, que tiene una sede en esta zona, para que se me permita visitarles. Mi guía manda a última hora una carta pidiendo la visita y por la noche le contestan que (traducido del indonesio):

Buenas tardes Pak Dalle, lamentamos que por el momento no podamos aceptar invitados de fuera de Indonesia debido al protocolo de derechos de propiedad intelectual. Por favor, comprenda



Mi guía me propone alegremente que a cambio vayamos a ver la plantación del hombre que conocimos en el bus y luego podemos ir a ver otras plantaciones, pero que el no conoce. Como me había dicho que podríamos visitar la fábrica de Mars donde yo tenía esperanzas de averiguar un par de cosas que me tenían intrigado, como veo que mi  guía no tiene ni idea de cacao y aprovecha para aprender el mismo, preparando así futuras visitas, porque a veces traduce en 10 segundos lo que el otro ha contado en 10 minutos, además porque se que otra vez me tocará ir en moto y no me darán un casco, porque hay que pagarle al que me lleva en la moto un precio que está por encima de lo que se paga habitualmente (por un ratito le he pagado la mitad de su salario semanal), porque también tengo que pagarle a Dalle por algo que no me satisface, porque tengo que pagarle a la gente a la que entrevistamos y porque no quiero que de nuevo al día siguiente me planten el desayuno de arroz frito en la cara a las 7 de la mañana, es por lo que decido no continuar y finalizar nuestro acuerdo de 3 días de visitas al segundo día. Dalle no pone pegas, nos ponemos de acuerdo en el precio que le debo pagar y me lleva al lugar donde salen los taxis compartidos hacia la siguiente ciudad, Palopo. Desde allí tomo otro vehículo hacia Rantepao, la capital de Tana Toraja, famosa por sus enterramientos, donde siempre me había negado a ir y ahora pienso que mejor es esto que seguir bailando alrededor del cacao.

Aunque está relativamente cerca, sólo a 116 km, tardamos unas 6 horas en llegar entre pitos y flautas, las esperas de más pasajeros y la parada de rigor para comer a cualquier hora. Lo de la comida es un clásico de los transportes públicos en Indonesia, donde la gente se mete entre pecho y espalda, sin pestañear, unas enormes cantidades de arroz cocido o fideos con algún trozo de pollo o pescado frito, y bastante salsa picante, tanto puede ser a las 7 como a las 10 de la mañana. Pero luego los ves y están delgados como fideos, así que no sé dónde meten todo eso.

En el transporte normalmente nadie habla inglés así que esta vez entre las palabras que recuerdo de otros viajes y las que voy aprendiendo, me hago con un vocabulario básico, ayudado por las similitudes con otros idiomas. Por ejemplo, toalla se llama handuk, como handtuch en alemán. El traductor de Google también sirve para hacer alguna frase más elaborada y ellos también lo utilizan para comunicarse con uno. La otra palabra importante y que se alegran cuando la usas es la Terima kashi, que significa gracias. Jalan Jalan también sirve para decirles a la gente que estás paseando cuando te preguntan adonde vas, algo habitual.

De postre del cumple, como no, helado de chocolate