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sábado, 19 de agosto de 2023

Malenge y Kadidiri

 

Viajando hacia Malenge en el ferry 

De nuevo cogemos el barco lento que nos recoge en nuestra isla y se dirige hacia Dolong, la última isla en su largo recorrido desde Ampana, viaje que hace un día de ida y otro de vuelta, menos los viernes, que es su festivo. La penúltima parada es Malenge, nuestro destino. En el barco ya vas conociendo gente, un par de españoles, algunos franceses, holandeses, que se van quedando desperdigados por las islas donde vamos parando, los indonesios con los que cuesta relacionarse y nos observan sonriendo.

Llegamos a Malenge y la primera noche me quedo en una cabaña que no me gusta mucho, pero al día siguiente me cambio a la cabaña presidencial que sólo cuesta 6 euros más y estoy encantado.

Cabaña presidencial

A las Togean se debe venir si lo que quieres es nadar en un acuario, con peces y pececitos y unos corales increíbles. Los verdes de los corales me recuerdan a los de Timor del Este y las gorgonias que hay en un puente cercano son las más grandes, coloridas y bonitas que he visto en mi vida. Me recuerda algo que leí, que es como si a una niña le hubieran dado una paleta de colores y se hubiera dedicado a pintar el fondo.

Para rematar, esta vez consigo ver el pez mandarín, que no es más grande que mi pulgar, que vive escondido en unos corales amarillos donde desaparece cuando te acercas y sólo sale a partir de las 4 y media de la tarde, cuando ya el sol no le da de lleno. A pesar de lo pequeño que es, cuando lo consigues ver entiendes porque le llaman mandarín, ya que tiene los colores de los desfiles festivos chinos. Otra novedad que consigo ver es una pareja de caballitos de mar, que me sorprenden por lo grande que son, ya que me los imaginaba más pequeños. Los dueños del lugar están super excitados porque han visto los dos caballitos de mar entrelazados por la cola y esperan poder tener pronto descendencia (un holandés los filmó y todos pudimos ver el acto). Como no teníamos internet no pudimos confirmar si esa era la manera de reproducirse o si es que estaban bailando, pero ahora que si tengo, he visto que es exactamente así como lo hacen.

Foto de un pez mandarín tomada de internet

Me dejo convencer para ir en un bote con otros extranjeros a otros sitios de buceo con tubo, que al final no me parecen más bonitos que los que hay al lado de Malenge. Para comer vamos a una playa, esta si, preciosa, desde donde se puede ir caminando hasta un lago interior donde hay medusas que no pican. Esto se debe a que cuando se formó el lago, quien sabe hace cuantos miles de años, las medusas no habían todavía desarrollado su sistema de defensa. Al no estar en contacto con el exterior ya que recibe el agua salada por intrusión marina, hay miles de medusas que nadan todo el día de arriba para abajo y que cuando te tocan son inofensivas. Otro ejemplo de la teoría de la evolución de las especies.

El regreso en el barco se me hace interminable y me alegro de volverme a tumbar en mi hamaca, mientras saludo a la pareja de Gran Canaria, Santi y Claudia, que ya me encontré en el anterior viaje en el barco y que ahora también han recalado aquí.


En la parte de atrás de las cabañas, donde se come, hay una especie de lago, que fue elegido como la portada del libro sobre Indonesia de Lonely Planet. He intentado imitarla con mi foto.

No hay internet, no hay teléfono, no hay tele y sólo hay corriente de 6 de la tarde hasta las 12 de la noche, aunque por mí, después de cargar el portátil, a las 9 ya la podrían cortar, porque a esa hora me duermo para levantarme a las seis para ir a saludar al mandarín. Es como volver atrás en el tiempo, aunque sea por unos días pero es interesante ver como cambia tus hábitos.

Esta isla también es conocida por su puente de madera de 1 km de largo que comunica 2 pueblos bajau. Fue un proyecto del gobierno que lo construyó junto con unas cabañas de turismo, pero el proyecto ha quedado abandonado y el puente se va deteriorando, con muchos tramos donde para pasar hay que balancearse sobre finos bambús que la gente va poniendo para reponer las maderas rotas y que utilizan sobre todo los niños para ir a la escuela. Mientras, los bajau van de un lado a otro en sus destartalados barquitos.


Por la noche, sobre las 7, sirven la cena y es el momento de socializar y hablar todos los idiomas que uno sepa, aunque al final el inglés es el que predomina, como lengua común. En la mesa hay holandeses, francesas, canarios, un catalán y Mattías, que sacó la foto.

Me he hecho una pequeña herida en el muslo con un coral, que enseguida se infecta. Además me he torcido el tobillo jugando al ping pong, con lo que voy medio cojeando todo el día, menos en el agua. Menos mal que llevo un par de medicinas caducadas en mi equipaje, que tengo de mis anteriores trabajos, así que me voy curando lo uno y lo otro y parece que todavía funcionan.


Entre cuatro decidimos contratar a un pescador bajau, para acompañarlo en su pesca. La idea es que vamos con el en la barca hasta su lugar de pesca y luego mientras baja a pulmón con su arpón, nosotros desde arriba lo vemos. La técnica que tienen para bajar hasta el fondo, a unos 10 m en su caso, es admirable y normalmente llegan a aguantar hasta 6 minutos bajo el agua. Llevan guantes y se aferran a un coral, quietos, esperando que pase un pez para dispararle. Por desgracia, nuestro pescador se alegró tanto del encargo y del dinero que le íbamos a pagar que la noche anterior se emborrachó con el famoso arak y estaba pagando las consecuencias ya que no aguantaba en la inmersión. Al cabo de un par de horas dimos por terminada la experiencia con sólo un ejemplar arponeado y con la impresión de que tienen esta zona bastante esquilmada ya que no se veían casi peces de un tamaño medio.

Kadidiri

La gente, o sea los turistas, hacen aquí lo que se llama Island hopping, o sea, van de una isla a otra, quedándose un par de días en cada una. Por eso, cuando la gente con la que había coincidido en Malenge deciden marcharse, yo también lo hago y decido irme a la isla Kadidiri, al mismo lugar donde me quedé hace 10 años. Dicen que segundas partes nunca fueron buenas y así fue.


Así como los bungalows de las anteriores islas destacaban por su sencillez, Kadidiri Paradise destaca porque construido muchas cabañas nuevas, algunas de lujo, ofrecen internet y tienen unas instalaciones que superan el nivel de la mayoría. Intento quedarme en otro hotel que está al lado, Lestari, mucho más sencillo pero está lleno y no me queda más remedio que quedarme en este. Recuerdo más o menos donde estaba la cabaña en la que me quedaba, lo pequeño que era todo y me quedo sorprendido de lo que ha crecido. Para mi ha perdido su esencia, pero por el tipo de turistas que veo aquí creo que a la mayoría les gusta. A pesar de todo, alguna de la gente con la que hablo se queja de que hay ratas en las habitaciones. Alguna gente está horrorizada y aunque yo no las he tenido en ningún lugar en esta ocasión, sé lo molesto que es cuando las oyes royendo algo por la noche.


A pesar de ello, el fondo marino en cuanto a los corales -más de quinientas especies diferentes-  y peces que puedes ver, es maravilloso. Desde el pantalán puedes ver a los pequeños tiburones de punta negra que vienen a comer a los corales, desde pude ver también un pulpo que se camuflaba perfectamente con el entorno y nadando me encontré con una manta águila de tamaño considerable.


Veo a un francés que está jugando al ajedrez y cuando me pongo a mirar me dice que podemos jugar más tarde. Quedamos para después de comer y en el total de 8 partidas que jugamos entre ese día y al siguiente quedamos empatados. Como es mejor jugador que yo me quedo contento.

Conozco a un grupo de 4 catalanes, una pareja y sus respectivas hermanas, que han contratado un bote para el sábado para ir a Bunta, que queda a mitad de camino hacia Luwuk el cual también es mi destino. Aunque se que estas aventuras pueden salir mal en caso de que haya mal tiempo o falle el motor del barquito, al final me decido y así compartimos gastos. La experiencia sale bien ya que el motor no se estropea y el mar acompaña siendo un espejo. Al llegar a Bunta ya hay un coche que nos está esperando para llevarnos a Luwuk. El chofer con una mano va mandando mensaje por el whatsapp y con la otra fuma y conduce, mientras también se encarga de deleitarnos poniendo canciones románticas en su radio. Finalmente le decimos que no puede conducir y mandar textos a la vez y nos hace caso, aunque de castigo nos quita la música.

Rumbo a Bunta

Con este viaje gano un día para ir a las islas Banggai, por las que siento curiosidad ya que no salen en las guías turísticas.

Atrás se queda el pantalán


 

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