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sábado, 12 de agosto de 2023

Indonesia

 

Cenando con mis amigos en Bali

Bali

En este viaje de cinco semanas he intentado dar un paso más y llevar sólo equipaje de mano. La ventaja de ir a una zona tropical es que no te hace falta ropa de abrigo y con cuatro cosas pasas el día. Cholas, pantalón corto y poco más. Son cinco semanas en que voy a recorrer sobre todo Sulawesi, donde Wallace descubrió la teoría de la evolución de las especies, lo que hizo que Darwin se diera prisa en publicar lo que ya había desarrollado algún tiempo antes.

Pero primero hice una pequeña escala en Bangkok, una ciudad que siempre vuelve a asombrarme por sus obras majestuosas. Ha sido difícil estar aquí y no ir a la tan cercana Camboya, donde pasé algo más de dos años de mi vida, para ir a ver a los antiguos compañeros de trabajo, pasar por donde viví…. Pero tenía una cita en Bali con mis amigos de El Hierro, con quienes quedé para celebrar mi cumpleaños. Lo que importa en estas ocasiones no es el lugar sino la gente con la que uno está.


Celebrando

Después de todo un día de excursiones, por la noche salimos a dar el resto y acabamos en un bar donde sólo había locales siendo nosotros los únicos extranjeros, una cosa difícil en Bali. El DJ puso todo lo que tenía de música en español y brasileño. Eso y una bebida con Arrack o Arak (se elabora dependiendo del país con cereales como el arroz, con la savia fermentada de las flores de cocotero, con caña de azúcar, o con frutas) y endulzada con mango, lo que da una bebida que está sólo un pelín por debajo del diabólico Jägermeister, lo cual aseguró que la noche fuera todo lo estupenda que cabía esperar.

Finalmente, después de hacer al día siguiente una preciosa excursión en bicicleta bajando desde las faldas del volcán Gunung Batur hacia Ubud, mis amigos se fueron a casa y yo seguí mi camino.


En bici con Manolo y Mariela

Temprano me despido de la desenfrenada Bali y cojo el avión hacia Makassar, la capital de Sulawesi, donde me espera mi guía con el que llevaba 2 semanas negociando lo que íbamos a hacer y el precio. Su nombre es Dalle y fue funcionario del gobierno indonesio en sus años mozos, trabajando en desarrollo rural. En esa época participó en varias formaciones de la GIZ lo que ya nos da un punto en común. Nos ponemos en marcha y cogemos un bus que nos lleva a Belopa, una zona donde hay cacao. El viaje es largo y dura 9 horas, y además es peligroso ya que acabamos viajando de noche, aunque es un bus cómodo donde puedes estirar las piernas.


El colorido Bus de Makassar a Palopo

En el trayecto conocemos a un hombre que también tiene cacao, así que quedamos en visitarlo. Soy el único extranjero en el bus lo cual ya no se si es bueno o malo, pero al ir con Dalle, voy mucho más relajado que cuando viajo solo. Dalle tiene 68 años, lleva unas gafas de sol tipo aventura porque dice que le operaron de cataratas hace poco y además así que está más guapo.

Dalle

Si en Bali te apabullaban los templos budistas que estaban en cada esquina, ya en Sulawesi, que es mayoritariamente musulmana, son las mezquitas las que están por doquier. En este caso, aunque no las veas, las oyes, sobre todo por la mañana, que es cuando más te fastidia, y al atardecer.

Me instalo en un hotel, supuestamente el de más calidad de la zona, que cuesta 21 euros la noche. No estoy nada contento porque no tiene ventana, el baño es minúsculo, tipo 3 en 1, pero ya sé que esto es lo que me espera cuando viajas por el interior. Al día siguiente visitamos a un comerciante de cacao, en Pattedong Village (Luwu Regency), quien mueve 200 tn de cacao al año. En realidad, es el gerente de una empresa con sede en Makassar. Lo que me llama la atención es que me cuenta que los agricultores no fermentan el cacao (antes lo hacían pero dejaron de hacerlo desde el año 2004) porque este proceso sale demasiado caro, sólo lo escurren y lo venden al comerciante, quien se encarga de acabarlo de secar hasta el 7% de humedad. El precio que se paga normalmente está entre 1,4 y 1,6 euros/kg con un solo día de secado que llega hasta los 3 € actuales (lo normal es 2,2 €, pero llegó a estar a 0,4 €) cuando se ha secado hasta el 7% preceptivo. La cosecha mayor se produce de junio a agosto y hay una pequeña cosecha de enero a febrero. Tienen en cuenta la época de producción en África, ya que en ese momento bajan los precios por la enorme oferta de estos países. Nos cuenta que los agricultores prefieren sembrar arroz, ya que se cosecha dos veces al año, con lo que tienen dos ingresos anuales y además se puede trabajar con maquinaria, lo que facilita las labores. Para rematar, el cacao cada día tiene más enfermedades y necesita mucho mantenimiento y realizar gastos en plaguicidas y fertilizantes, lo que finalmente lo hace poco rentable.

Entrevista en el almacén

Todo el cacao que compra a los agricultores lo venden en Makassar a la empresa Mondelez que tiene un programa de sostenibilidad llamado Cocoa Life. Estos pagan un complemento de 500 IDR (0,03 €, una ridiculez) por kg de cacao, para justificar su programa de sostenibilidad y responsabilidad social corporativa. Nos cuenta que los agentes de Mondelez engañan a los productores y la prima muchas veces no les llega o si acaso les llega diezmada.


Almacén con cacao secándose

Ahora los precios del cacao están altos porque al descender la producción debido a las enfermedades, las empresas necesitan materia prima para abastecer sus instalaciones y poder trabajar en un régimen eficiente. En 2004 hubo planes del gobierno para producir cacao orgánico y fomentaron el embolsar las mazorcas para evitar los daños de insectos y el uso de insecticidas, pero esta iniciativa se abandonó poco después.

Visitamos también una plantación que está al lado de un arrozal. A pesar de que es una plantación joven con árboles de entre 3 y 7 años, no tiene buen aspecto ya que, en mi opinión, el exceso de agua proveniente de regar el arroz inhibe su buen desarrollo. No me extraña que tengan todo tipo de enfermedades, sobre todo de hongos, además de que son variedades que están a pleno sol. En el camino de regreso nos detenemos en lo que fue un proyecto de transformación de cacao en chocolate, apoyado por el gobierno, y en el que se pueden ver los edificios deteriorados. Al parecer se construyeron sin las especificaciones sanitarias adecuadas, y aunque cuenta con toda la maquinaria necesaria, esta se va echando a perder poco a poco ya que el proyecto está parado. El presidente de la asociación, que nos enseña las instalaciones, dice que el gobierno no les dio el apoyo necesario y que cuando empezaron a producir, no contaban con capital suficiente para comprar el cacao a sus asociados y eso hizo que el proyecto fracasara. Nada que yo no haya ya visto antes en todos estos años de trabajar en el mundo de la cooperación.

Por la noche estamos pendientes de recibir la respuesta de la empresa Mars, que tiene una sede en esta zona, para que se me permita visitarles. Mi guía manda a última hora una carta pidiendo la visita y por la noche le contestan que (traducido del indonesio):

Buenas tardes Pak Dalle, lamentamos que por el momento no podamos aceptar invitados de fuera de Indonesia debido al protocolo de derechos de propiedad intelectual. Por favor, comprenda



Mi guía me propone alegremente que a cambio vayamos a ver la plantación del hombre que conocimos en el bus y luego podemos ir a ver otras plantaciones, pero que el no conoce. Como me había dicho que podríamos visitar la fábrica de Mars donde yo tenía esperanzas de averiguar un par de cosas que me tenían intrigado, como veo que mi  guía no tiene ni idea de cacao y aprovecha para aprender el mismo, preparando así futuras visitas, porque a veces traduce en 10 segundos lo que el otro ha contado en 10 minutos, además porque se que otra vez me tocará ir en moto y no me darán un casco, porque hay que pagarle al que me lleva en la moto un precio que está por encima de lo que se paga habitualmente (por un ratito le he pagado la mitad de su salario semanal), porque también tengo que pagarle a Dalle por algo que no me satisface, porque tengo que pagarle a la gente a la que entrevistamos y porque no quiero que de nuevo al día siguiente me planten el desayuno de arroz frito en la cara a las 7 de la mañana, es por lo que decido no continuar y finalizar nuestro acuerdo de 3 días de visitas al segundo día. Dalle no pone pegas, nos ponemos de acuerdo en el precio que le debo pagar y me lleva al lugar donde salen los taxis compartidos hacia la siguiente ciudad, Palopo. Desde allí tomo otro vehículo hacia Rantepao, la capital de Tana Toraja, famosa por sus enterramientos, donde siempre me había negado a ir y ahora pienso que mejor es esto que seguir bailando alrededor del cacao.

Aunque está relativamente cerca, sólo a 116 km, tardamos unas 6 horas en llegar entre pitos y flautas, las esperas de más pasajeros y la parada de rigor para comer a cualquier hora. Lo de la comida es un clásico de los transportes públicos en Indonesia, donde la gente se mete entre pecho y espalda, sin pestañear, unas enormes cantidades de arroz cocido o fideos con algún trozo de pollo o pescado frito, y bastante salsa picante, tanto puede ser a las 7 como a las 10 de la mañana. Pero luego los ves y están delgados como fideos, así que no sé dónde meten todo eso.

En el transporte normalmente nadie habla inglés así que esta vez entre las palabras que recuerdo de otros viajes y las que voy aprendiendo, me hago con un vocabulario básico, ayudado por las similitudes con otros idiomas. Por ejemplo, toalla se llama handuk, como handtuch en alemán. El traductor de Google también sirve para hacer alguna frase más elaborada y ellos también lo utilizan para comunicarse con uno. La otra palabra importante y que se alegran cuando la usas es la Terima kashi, que significa gracias. Jalan Jalan también sirve para decirles a la gente que estás paseando cuando te preguntan adonde vas, algo habitual.

De postre del cumple, como no, helado de chocolate




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