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viernes, 12 de julio de 2013

Sulawesi

Sulawesi

Un muelle para morirse
Pasé por el norte de esta isla el año pasado, en septiembre, en mi camino desde Australia hacia Filipinas. Esa vez me quedé con ganas de ver las islas Togean, así que decidí pasar otra vez por aquí antes de volver a España. Dicen que cuesta mucho llegar a estas islas, pero que más cuesta irse. Yo viví las dos experiencias. Después de 1 semana descalzo, sólo cambiando de bañador y disfrutando del agua y sus peces de colores me dirigí de nuevo hacia el norte.


Primero quería ir al sur, pero los 3 días de viaje en bus me hicieron desistir y cambiarlo por “sólo 2 días de viaje” hacia el norte. Aquí ni volando se consigue llegar rápido a los destinos ya que uno acaba pasando mucho tiempo esperando el barco o el bus y todo parece lejos y remoto, garantía de que en muchas partes están todavía apartados de las hordas de turistas.
Pueblo pesquero en las islas Togean


Me he quedado con ganas de más Indonesia y de venir realmente con tiempo, chapurreando un poco de este idioma que hablan casi 300 millones de personas y pasar al menos de 3 a 4 meses isleando. Estoy programando mi siguiente viaje, quizás dentro de un par de años, donde quiero ir a algunos sitios que quiero volver a ver y otros a los que no he conseguido llegar pero sobre los que he leído y he oído contar de otros viajeros. Mi idea es preparar bien el viaje y mandar el itinerario a mis amigos para que el que quiera se pueda unir en el lugar y durante el tiempo que quiera. A los que les guste el mar, hacer submarinismo, ver peces de colores, las islas, la comida picante, no saldrán defraudados.

Jugando al ajedrez con el capitan del barco

Si en Filipinas y el resto del sureste asiático me sentía seguro aquí todavía más. En Filipinas a pesar d ello siempre me extrañó la cantidad de guardias de seguridad en los hoteles, en los supermercados, en las tiendas, los continuos controles a los cobradores de los buses – que todo y así engañaban, que en las horas que me pasé viajando me acabé dando cuenta de sus métodos- mientras que en Indonesia casi no hay guardias, hay una confianza en que nadie engaña, no sé si me volveré a acostumbrar a la vida de España o de Centroamérica.

Si no estoy, buscadme aquí







Vuelta a casa
Cada vez que tengo que tomar un vuelo me pongo nervioso, como si tuviera de nuevo 15 años y tomara mi primer vuelo a Berlín. Llego siempre con mucho tiempo de antelación al aeropuerto, por lo que me da tiempo a recorrerlo de arriba abajo, de pronto me parece que la línea aérea que he escogido ha quebrado, voy a ver los mostradores para ver si noto algún síntoma de nerviosismo, cuando llegan los empleados y empiezan a sentarse en sus puestos los miro con mala cara ya que llevo rato esperándolos. Solo cuando me dan mi tarjeta de embarque me siento un poco más seguro aunque eso no quita que vaya directamente a la puerta de embarque, aunque falten 2 horas, para ver que efectivamente la D6 sigue estando entre la D5 y la D7.
Y no lo entiendo porque en los más de 200 a 300 aviones que habré tomado en mi vida casi nunca me ha pasado nada, sólo un par de retrasos, 2 cancelaciones de vuelos compensados con estancias en hoteles de lujo, un par de retrasos en la entrega de equipaje y poco más.
¿Género ?
En este viaje de vuelta he pasado horas interminables en el enorme aeropuerto de Kuala Lumpur - ¡cuánto me he acordado de mi hotel low cost! - luego por suerte sólo tenía un par de horas de tránsito en Abu Dhabi, un aeropuerto que debió ser impresionante cuando lo inauguraron aunque ahora ya se le notan los años y donde se ven pasajeros de todos los colores. En el baño te encuentras a árabes lavándose los pies en los lavamanos y a parejas paseando de la mano, ellos vestidos a la europea y ellas vestidas de negro de arriba a abajo, con un velo que sólo les deja la mínima apertura de los ojos. Que las lleven de la mano me parece que es más por hacer de guía que por amor. Cuando las veo presentar su pasaporte en el control sin quitarse el velo me pregunto que si en la foto también llevan el velo, sería lo lógico.

Ya en Roma, última escala antes de Madrid, los precios después de 18 meses vuelven a ser en euros. A la alegría de volver al mundo conocido se contrapone la desazón de ver que un café y un croissant valen lo mismo que una comida y una cena copiosas en Malasia. En el avión venía un monje budista, con sandalias, una túnica blanca y una “manta” naranja, además de llevar una bolsa de la misma tela basta que la túnica. A llegar a Roma nos cruzamos con un grupo de unos 50 curas, todos vestidos de negro, destacando los alzacuellos blancos y sus maletas, también negra, de ejecutivo. Luego recorriendo el aeropuerto me voy encontrando más curas sueltos por aquí y allá y hasta entonces me doy cuenta de que estoy en la mera ciudad donde los fabrican.  
Cuando ya desde Madrid estoy listo para embarcarme hacia Tenerife mis peores pesadillas se cumplen y me niegan el embarque ya que no me había enterado de que ahora piden un certificado de residente a los que vivimos en Canarias y el DNI sólo ya no sirve. Todos mis intentos por arreglarlo no sirven para nada y me toca quedarme a dormir en Madrid y tomar el siguiente vuelo de la mañana siguiente, perdiendo el billete ya comprado y gastándome lo que nunca hubiera pensado que pagaría por un billete de Madrid a Tenerife. Pero es que me sentía como Snowden, en tierra de nadie, sin billete y con cara de tonto, así que tocaba moverse. Después esta experiencia haré como Ana, me iré el día antes al aeropuerto y si hace falta dormiré en cabecera de pista, para no perder el avión.


Islas Togean