Sulawesi
Un muelle para morirse |
Primero quería ir al sur, pero
los 3 días de viaje en bus me hicieron desistir y cambiarlo por “sólo 2 días de
viaje” hacia el norte. Aquí ni volando se consigue llegar rápido a los destinos
ya que uno acaba pasando mucho tiempo esperando el barco o el bus y todo parece
lejos y remoto, garantía de que en muchas partes están todavía apartados de las
hordas de turistas.
Pueblo pesquero en las islas Togean |
Me he quedado con ganas de más Indonesia
y de venir realmente con tiempo, chapurreando un poco de este idioma que hablan
casi 300 millones de personas y pasar al menos de 3 a 4 meses isleando. Estoy programando
mi siguiente viaje, quizás dentro de un par de años, donde quiero ir a algunos sitios
que quiero volver a ver y otros a los que no he conseguido llegar pero sobre
los que he leído y he oído contar de otros viajeros. Mi idea es preparar bien
el viaje y mandar el itinerario a mis amigos para que el que quiera se pueda
unir en el lugar y durante el tiempo que quiera. A los que les guste el mar,
hacer submarinismo, ver peces de colores, las islas, la comida picante, no
saldrán defraudados.
Jugando al ajedrez con el capitan del barco |
Si en Filipinas y el resto del
sureste asiático me sentía seguro aquí todavía más. En Filipinas a pesar d ello
siempre me extrañó la cantidad de guardias de seguridad en los hoteles, en los
supermercados, en las tiendas, los continuos controles a los cobradores de los
buses – que todo y así engañaban, que en las horas que me pasé viajando me
acabé dando cuenta de sus métodos- mientras que en Indonesia casi no hay
guardias, hay una confianza en que nadie engaña, no sé si me volveré a
acostumbrar a la vida de España o de Centroamérica.
Si no estoy, buscadme aquí |
Vuelta a casa
Cada vez que tengo que tomar un
vuelo me pongo nervioso, como si tuviera de nuevo 15 años y tomara mi primer vuelo
a Berlín. Llego siempre con mucho tiempo de antelación al aeropuerto, por lo
que me da tiempo a recorrerlo de arriba abajo, de pronto me parece que la línea
aérea que he escogido ha quebrado, voy a ver los mostradores para ver si noto
algún síntoma de nerviosismo, cuando llegan los empleados y empiezan a sentarse
en sus puestos los miro con mala cara ya que llevo rato esperándolos. Solo
cuando me dan mi tarjeta de embarque me siento un poco más seguro aunque eso no
quita que vaya directamente a la puerta de embarque, aunque falten 2 horas,
para ver que efectivamente la D6 sigue estando entre la D5 y la D7.
Y no lo entiendo porque en los
más de 200 a 300 aviones que habré tomado en mi vida casi nunca me ha pasado
nada, sólo un par de retrasos, 2 cancelaciones de vuelos compensados con
estancias en hoteles de lujo, un par de retrasos en la entrega de equipaje y
poco más.
¿Género ? |
En este viaje de vuelta he pasado
horas interminables en el enorme aeropuerto de Kuala Lumpur - ¡cuánto me he
acordado de mi hotel low cost! - luego por suerte sólo tenía un par de horas de
tránsito en Abu Dhabi, un aeropuerto que debió ser impresionante cuando lo
inauguraron aunque ahora ya se le notan los años y donde se ven pasajeros de todos
los colores. En el baño te encuentras a árabes lavándose los pies en los lavamanos
y a parejas paseando de la mano, ellos vestidos a la europea y ellas vestidas
de negro de arriba a abajo, con un velo que sólo les deja la mínima apertura de
los ojos. Que las lleven de la mano me parece que es más por hacer de guía que
por amor. Cuando las veo presentar su pasaporte en el control sin quitarse el
velo me pregunto que si en la foto también llevan el velo, sería lo lógico.
Ya en Roma, última escala antes
de Madrid, los precios después de 18 meses vuelven a ser en euros. A la alegría
de volver al mundo conocido se contrapone la desazón de ver que un café y un
croissant valen lo mismo que una comida y una cena copiosas en Malasia. En el
avión venía un monje budista, con sandalias, una túnica blanca y una “manta”
naranja, además de llevar una bolsa de la misma tela basta que la túnica. A
llegar a Roma nos cruzamos con un grupo de unos 50 curas, todos vestidos de
negro, destacando los alzacuellos blancos y sus maletas, también negra, de
ejecutivo. Luego recorriendo el aeropuerto me voy encontrando más curas sueltos
por aquí y allá y hasta entonces me doy cuenta de que estoy en la mera ciudad
donde los fabrican.
Cuando ya desde Madrid estoy
listo para embarcarme hacia Tenerife mis peores pesadillas se cumplen y me
niegan el embarque ya que no me había enterado de que ahora piden un
certificado de residente a los que vivimos en Canarias y el DNI sólo ya no
sirve. Todos mis intentos por arreglarlo no sirven para nada y me toca quedarme
a dormir en Madrid y tomar el siguiente vuelo de la mañana siguiente, perdiendo
el billete ya comprado y gastándome lo que nunca hubiera pensado que pagaría
por un billete de Madrid a Tenerife. Pero es que me sentía como Snowden, en
tierra de nadie, sin billete y con cara de tonto, así que tocaba moverse.
Después esta experiencia haré como Ana, me iré el día antes al aeropuerto y si
hace falta dormiré en cabecera de pista, para no perder el avión.
Islas Togean |
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