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viernes, 28 de enero de 2022

Capítulo 6: El comandante

Por la mañana, amodorrado de la noche anterior, ya no se acordaba de porque bailaba, de si fue sueño o fue realidad, pero sí de que pensó que no estaría mucho más tiempo en el barco y de ahí a saltar y a dar brincos, todo fue uno, aunque todavía no sabía cuándo ni adonde se iría.

La cubierta del barco es de madera noble, oscura y brillante, reluciente de tanto caminar por ella. Cuando por las noches te tiendes sobre ella puedes oír el murmullo del agua al restregarse desde la quilla por toda la línea de flotación, como si fueran dos cuerpos acariciándose en susurros. Cuando ponen la vela y se hincha con el viento, se nota el impulso que toma el barco y los remeros pueden descansar. La vela no debe flamear[1] y si lo hace es porque el piloto y el oficial al mando no están atentos y porque el capitán ni cuenta se da. El flameo de la vela es el peor sonido que se puede oír en un barco a vela y si dura más de los pocos segundos que se tarda en “arrizarla[2], es señal de que algo anda mal.

El mascarón de proa es muy bonito, labrado en madera y simbolizando en cada barco la unión de dos banderas, la de su propio país y la de la nación que se está descubriendo.

Mientras el barco seguía avanzando, la gente en las orillas les pedía ayuda. Los del barco los veían a lo lejos, en las costas y pensaban que les saludaban y vitoreaban, contentos de que les visitaran desde tan lejos. Desde el barco les saludaban de vuelta y entonces más les gritaban los de tierra, y lo que los del barco creían que eran vítores eran insultos, incluso les tiraban objetos que rebotaban contra el casco del barco y eso, que creían regalos artesanales, en realidad eran piedras y palos. Mientras, otros isleños se lanzaban en sus cayucos miserables y usaban sus chancletas de plástico para remar, aunque nunca lograban alcanzar el barco, mientras veían los remos relucientes del barco, apoyados en sus chumaceras[3].

En esos días, para reflexionar, el gruñón se fue unos días de vacaciones a un país donde los hombres llevan unos sombreros redondos y grandes para que no les de el sol y así no ponerse más morenos. Justo cuando llegó empezó una lluvia tremenda anunciando que se había acabado la sequía, lo que ya a nadie le servía, a el porque le fastidiaba sus vacaciones y a los agricultores porque llegaba demasiado tarde y la cosecha de maíz ya se había perdido.

El gruñón tiene un amigo que sabe de muchos barcos que van a diversas partes y de los que conoce a los capitanes que los dirigen. Cuando uno de ellos le pregunta si no sabe de alguien que quiera ir al país de agricultura, este le escribe al gruñón y le dice el nombre del barco para que este les mande una paloma mensajera. Hubo un barco que se dirigía a la República de Riego Agrícola y que necesitaba un oficial pero finalmente o la paloma no llegó o le dieron el puesto a otro.

Cuando piensa en todos los lugares adonde se dirigen los barcos mira en su mapamundi cual es la ruta para llegar hasta ellos, piensa en las islas y montañas que hay cerca, en los hombres y mujeres que los habitan, y recuerda los ojos de las mujeres de los países donde ha estado, esos ojos que tanto le gustan y que no se cansa de mirar, esos ojos embozados en los países árabes que te miran ansiosos, los azules y los verdes de islas rodeadas de mares turquesa, de los que se les refleja el arco iris cuando llueve, los almendrados y también los de chocolate, esos que le gustan tanto porque se pueden comer, y pensando en los ojos, se le van los pensamientos hacia sus “amuras[4]”………… y se vuelven a oír suspiros en el camarote de los marineros.


Hay sólo un remero indígena en todo el barco y es el que trabaja junto con el gruñón. Es listo, rápido y pilla las cosas al vuelo. Juntos hacen un buen equipo y se complementan. Si uno falta, el otro rema el doble para que no se note, y cuando reman juntos lo hacen al unísono, para que con el mismo esfuerzo se avance más. Tener un compañero así es una de las pocas cosas en las que ha tenido suerte en este barco.

El capitán convoca todos los lunes a las 10 de la mañana a todo el equipo a una reunión, de una hora de duración, con lo que ese día no se rema, ya que para que se va a empezar a remar a las 8 de la mañana si a las 10 hay que parar y luego ya no vale la pena volverse a poner otra vez porque ya toca la hora de comer. Por la tarde no se hace nada porque como ya se perdió la mañana, no importa que la tarde también se vaya para el carajo. Mientras se pierde el tiempo y todo el mundo está en reunión, el barco va dando bandazos[5]. Cuando se le dice al capitán que esa hora de la reunión no es la mejor, entonces en un ataque de rabia la cambia al viernes a las 2 de la tarde, aunque muchas veces a última hora también la cancela por cualquier razón que se le ocurre. Ya las apuestas son a qué hora cancelará la reunión y no si se realizará.

El capitán y la bruja Lola toman todas las decisiones de en qué se gasta el dinero en el barco y muchas veces a los remeros les parece que estos gastan son superfluos y no ayudan a dirigir el barco a su objetivo. Les sabe mal ver como ese dinero podría servir a otros barcos más pequeños de otros armadores con menos dinero que podrían avanzar un buen trecho si contaran con estas cantidades que se gastan alegremente. Cuando ven pasar a estos barcos pequeños, ven que no son tan lujosos ni bonitos como el suyo, pero todos los remeros están remando y los capitanes están en su puesto, con la vista al frente y parecen tener el rumbo claro.

Finalmente el gruñón harto y frustrado toma una decisión y le pide una cita al comandante. Siempre le ha gustado jugar al ajedrez y piensa que es la pieza que toca mover ahora. Todavía no es jaque pero si un avance peligroso de un peón. Se trata de prever también las jugadas del rival y cree intuir que la próxima jugada será crucial. Y además cree que se va a comer la Dama, pero eso ya es otra historia………..

Imagen: Después de la introducción con el esquema del anterior capítulo, más sencillo, en este ya se pasa a una mayor complejidad, tal como corresponde a lectores de un nivel más avanzado.

 

[1] Flamear: Ondear las banderas o la vela del buque por estar al filo del viento.

[2] Arrizar: Disminuir la superficie de una vela tomándole rizos

[3] Chumacera u horquilla es una pieza donde se apoya el remo que le permite girar longitudinalmente y en el eje vertical. Ésta no permite que el remo se deslice hacia fuera por un tope que tiene el remo.

[4] Amuras: Partes más curvas del costado en las inmediaciones de la proa.

[5] Bandazo: Tumbo o balance brusco que da un barco a uno u otro lado.

 


sábado, 22 de enero de 2022

Capítulo 5: La bella y el bestia

 Al barco llegan unos evaluadores enviados por el armador para saber si se sigue el rumbo marcado. El capitán decide que el Pulpo los lleve por una de las zonas más bonitas del barco y les enseñe unas plantas que cuida para llevar a cambio climático que al estar siempre verdes, les gusta a los que vienen de fuera y así los entretiene. Al pulpo los demás marineros también lo llaman el Potro, porque cuando ve a una mujer, relincha. Los evaluadores, entre plantas y relinchos, se lo pasan muy bien.

El oficial recomendó a un científico, para que hiciera algo que llaman la línea base que es algo así como marcar la ruta que era conocida antes de empezar la travesía. Cuando entregó el trabajo, nadie entendía lo que ponía. Como en el barco todos son muy educados, le pagaron y luego tiraron el documento a la papelera mientras el remero gruñón se ponía rojo de la impotencia.

Ese oficial es tan vago que defiende la teoría de que es mejor no remar mucho sino dejarse llevar por la corriente, lo cual podría ser cierto si supiera donde está cambio climático y en qué dirección va la corriente, lo que en ambos casos desconoce.

A veces no hay viento ni corrientes en la mar y entonces se echa el ancla. Se aprovecha la calma chicha para hablar sobre cómo se está remando, si se lleva el rumbo correcto, como y donde se tiene que colocar cada remero. Normalmente el capitán viene a ratos a estas reuniones, escucha, casi no interviene y dice a todo sí, sí. También se aprovechan esos días para traer a un científico nuevo para impartir una serie de conferencias y se invita a gente de islas cercanas al barco. Como se les da alojamiento y viáticos para que compren comida en los restaurantes que hay dentro del propio barco, muchos muestran bastante interés en venir pero luego sólo llegan a la hora de comer y dormir y no asisten a las charlas. El gruñón dice que eso es porque la conferencia en realidad no les interesa y que él no les daría de comer, y así los que vinieran sería porque realmente tienen interés. El Zorro siempre arguye que la costumbre local es dar comida y que eso no se puede cambiar. En esas discusiones el gruñón siempre está a punto de darle con el remo en la cabeza, pero logra contenerse.

El armador le da mucha importancia a la transparencia en su empresa y por eso ha invertido en un sistema llamado intranet donde se pueden ver y consultar todos los documentos de los más de cien países a los que manda barcos, aunque algunos no tengan acceso al mar. Buceando por esa red el gruñón ha descubierto que el capitán ha contratado a varios científicos-consultores, que ni son tan científicos y lo que es peor, no han realizado todo el trabajo para lo que se les pagó unas cantidades bastante elevadas que, en algunos casos, por un mes de trabajo, representan más del salario anual de cualquiera de los remeros locales. Al parecer también se hicieron contratos ficticios para que el oficial siguiera cobrando mientras le llegaba el siguiente contrato oficial. El gruñón va acumulando los datos que recoge porque algún día tendrá que sacar todo esto a la luz y quizás hablar sobre ello con el comandante.

La empresa tiene varios barcos en cada mar, los que se dirigen a diferentes destinos formando varias flotas, cada una de las cuales está bajo el mando de un comandante, quienes a su vez están a las órdenes del armador. Hablar con el comandante tiene su aquello, porque si no le parece lo que le dices, entonces es posible que tu tiempo en la flota, en el barco y en el mar, esté contado.

El gruñón aprovecha cada vez que pasa un barco para mandarles mensajes, lo que hace por medio de palomas mensajeras, y en los mensajes pregunta adonde se dirigen. Si el destino le parece interesante les pregunta si puede trabajar con ellos, de remero, de oficial o de lo que sea. En realidad, busca ir al país al que llaman Agricultura. No le importa que el barco sea más pequeño, de otro armador, donde los viáticos y el salario sean menores pero que tenga un rumbo claro, donde cada golpe de remo ayude a avanzar en la dirección correcta y que por la mañana te levantes con ganas de seguir remando. Cuando no hay ningún barco a la vista, entonces busca entre las nubes alguna ventana que le permita soñar y por la que conseguir escaparse, aunque sea por un rato, aunque sólo sea cerrando los ojos y echando a volar.

La oficial tiene una belleza serena, asentada por los cruces genéticos de diversas razas a lo largo de varias generaciones. Sus ojos negros, que se iluminan cuando está alegre, se apagan con la tristeza, como si un telón cayera en medio de una mañana soleada. Al gruñón le gustaría hacerla reír siempre para que todo el barco se iluminara con su sonrisa, pero ni lo consigue cada vez que lo intenta ni ella está muchas veces de humor para reírse.

Por las tardes cuando el sol se pone y después de trabajar todo el día, le gusta sentarse cerca del mascarón de proa, donde muchas veces ella se le une y donde, con la cara al viento y los ojos cerrados, dejan que la brisa acaricie sus mejillas.

Y entonces ella le dice ¡Platíqueme!. De qué, le responde él. De lo que quiera. Y entonces él le cuenta historias pasadas, vividas y sin vivir, que horas después, ya de noche, acaban convirtiéndose en un murmullo hasta que ambos se quedan dormidos en cubierta.

Y al despertar ya supo lo que quería y empezó a saltar y a bailar, a bailar canciones que sólo sonaban en su cabeza, a agarrarse de la jarcia y balancearse de un lado a otro del barco, a veces pasando por la borda, de babor a estribor, balanceándose sobre el mar, riendo y llorando, mientras todos le miraban y pensaban que eso era lo que le faltaba al pobre, volverse loco.

Se adjunta croquis con 4 conceptos básicos para mejor comprensión de los principios marineros.

 




sábado, 15 de enero de 2022

Capítulo 4: La anti-tormenta perfecta

 


Y así es, la anti-tormenta ha llegado, es una canícula, o período seco que se da entre épocas de lluvia, que ha empezado antes de lo previsto y se está alargando más de lo esperado. Es perfecta porque no hay tormentas, no llueve ni nada se inunda. El mar está azul y transparente y hasta los cormoranes se acomodan en uno de los fuera borda esperando que llegue algo de viento para levantar el vuelo.

El calor se hace insoportable y la tierra, con todos sus plantíos, se va secando, arrugándose y cuarteándose como una pasa. Las cosechas de maíz en las islas por las que pasa el barco se han perdido, mientras sus habitantes los miran pasar y esperan que les den algo. Algunos pobladores se acercan con sus pequeñas barcas a pedir algún tipo de ayuda. Desde la borda los marineros los miran y si no están en la lista que tienen, les dicen que no y si no se apartan les dan con el remo, flojo, pero les dan. Y nada ocurre y la calma que impera en el ambiente se traslada al barco.

Uno de los remeros, uno gordito, también llamado el Zorro, muy amable, servicial y atento, que da los buenos días varias veces y siempre que se cruza con alguien le desea éxitos en su trabajo como si la navegación se tratara de una lotería y dependiera de la suerte, y mantiene largas conversaciones telefónicas a través de sus tres móviles, uno del trabajo, otro que es el suyo propio y uno que le regaló su novia, sólo para sus conversaciones más privadas, por lo que al final, entre llamadas, buenos días y whats app’s, no le queda mucho tiempo para remar. En un correo que mandó por el intranet del barco propuso que se ayudara a la gente que sufría los efectos de la anti-tormenta. Recibió un par de respuestas de apoyo, mientras que el capitán, normalmente tan rápido siempre a contestar cualquier chorrada, seguía encerrado en su camarote, mirando alelado pasar el agua, ajeno a lo que en realidad pasaba. A pesar de que a lo largo de la travesía llegan noticias de que esta anti-tormenta es la más larga de la que se tiene conocimiento, el capitán hace como que no va con él y dice que este barco viene con una visión de futuro y no de presente, que sólo pretende dar un empujón a lo que los demás hacen, como si ellos también fueran un barco. ¡¡Y que sigan remando ¡!. Mientras, hace tanto calor, que hasta el mar se curva para no derretirse.


Hay otro marinero, al que llaman Gruñón, porque casi nunca está de acuerdo con nada y siempre tiene algo que oponer, sobre todo a lo que dice el capitán, y que se ha propuesto llevar la bitácora de este viaje. Paralelamente a sus horas de remo, sin que nadie se lo haya pedido, está documentándose y escribiendo un compendio de los problemas que conlleva un viaje a Cambio Climático y las posibles soluciones que se pueden aplicar para que los problemas no se repitan en barcos parecidos a este. Es el de más edad de los marineros y piensa a veces que le gustaría ser capitán y poner orden en el barco, además de que cree saber cómo se llega más rápido y de forma más efectiva al destino. Una de las primeras medidas que tomaría es tirar por la borda al oficial y ponerle límites a la bruja Lola. Con el resto del equipo tocaría trabajar, pero casi todos tienen arreglo, incluso el pulpo al que hay que ponerle a alguien al lado dirigiéndole de cerca y además darle un curso acelerado de género.

La oficial intenta hacer de intermediaria entre el capitán y los remeros. El capitán dice que delega en ella, pero en realidad lo que hace es pasarle casi todo el trabajo y no asumir sus propias responsabilidades. Lo que más le gusta delegar son los problemas, pero en cambio no se pierde ningún acto en el que haya foto. La oficial, entre el delegador capitán y el oficial gandul tiene el doble de trabajo y además tiene que deshacer todos los entuertos que éstos provocan.

Al capitán le han puesto el mote de capitán Jaja ya que es muy alegre y se ríe mucho. Otros también lo llaman la emperatriz Sisi porque cuando no entiende algo en el idioma de cambio climático siempre responde “si, si”. En esta bitácora le seguiremos llamando el capitán, sobre todo por respeto a los principios marineros.

Al capitán no le gustan las críticas. No le importa que se trabaje mucho o poco, que el barco avance o gire en redondo, pero quiere que no se cuestionen sus decisiones y que la gente se lleve bien y forme un equipo. Esto se ha convertido en una obsesión y a veces, al pasar por delante de su camarote, si uno pega el oído a la puerta se le oye murmurar, somos un equipo, somos un equipo, somos un equipo…..

A veces, para los desplazamientos a las islas pequeñas que hay en el camino, se cuenta con botes fuera borda. Al remero gruñón le dieron uno muy potente, marca VW, que viene del país del armador. Un día tuvo que ir a una actividad a una isla cercana, una de esas de representación que tanto odia, para ir sólo a representar a la organización para la que trabaja y decir y oír palabras vacías. En el camino, de improviso y sin que le diera tiempo a nada, un adolescente se le cruzó nadando en su camino y con su fueraborda le reventó el pie. Fue con diferencia el peor día que podía recordar en mucho tiempo. Por suerte, el seguro y la gente del armador se ocuparon de todo y un par de días después, el muchacho estaba en su casa como si casi nada hubiera pasado. Maravillas de los médicos y de la capacidad de recuperación de los niños. Las cosas no iban bien en el barco y lo único que le faltaba era algo así para sentirse más hundido (refiriéndonos a él, no al barco, aunque las posibilidades de que el barco también se hunda, o por lo menos coja una vía de agua, van creciendo).

El capitán ha oído campanas de una rebelión y no sabe muy bien a qué atenerse. Ha tenido que ir a una reunión con el armador y desde allá manda un correo todo enfadado a los oficiales diciendo que no va a permitir ninguna indisciplina y que, si las cosas siguen así, no dudará en despedir a todos los remeros. ¡Qué tiempos aquellos de la Bounty, donde cualquier insubordinación se castigaba con 50 latigazos, lo que servía de intimidación al que quisiera seguir su ejemplo! Sabe que es el gruñón el que anima al resto a no quedarse callados y a cuestionar cada vez más su liderazgo inexistente. La bruja Lola también se da cuenta de que sus amenazas ya no surten el mismo efecto en los marineros y cada vez que tiene ocasión le susurra a la oreja del capitán de que la gente se está insubordinando y que el gruñón es el que los lidera.

Hablan entre ellos, mirando con recelo hacia los marineros, decidiendo que hacer, mientras el mar, quieto, refleja las nubes, el cielo se cubre de nubarrones y la atmósfera se carga de electricidad. 



domingo, 9 de enero de 2022

Capítulo 3: Reunión a bordo

 

Mientras, el barco seguía dando vueltas sobre sí mismo hasta que el capitán llamó a todos, a oficiales, científicos y marineros a una conferencia a su camarote para tomar una drástica decisión …….. 


A la hora de la reunión, las 10 de la mañana, una hora prudente para que incluso los dormilones pudieran estar, todos estaban con cierto temor a que el capitán les llamara la atención porque el barco hubiera estado navegando en círculos, los oficiales temían por haber estado dando órdenes contradictorias y los científicos por no saber lo que estaba pasando.

Cuando todos estuvieron reunidos en cubierta, el capitán dijo que había recibido una comunicación del armador del barco preguntando que por qué no se avanzaba a la velocidad prevista. Como nadie contestaba dijo que a partir de ahora iba a cambiar a los remeros de lado, ya que había visto que el barco se pasaba mucho rato dando vueltas sobre sí mismo. La gente sabía que al estar los asientos al revés eso seguiría pasando, pero nadie decía nada para no ofender al capitán. Los dos oficiales, un hombre y una mujer, escogidos así por lo de género y no por sus cualidades, no se llevaban bien y no decían tampoco nada al respecto, pensando cada uno que sus remeros estaban sentados en el sentido correcto.

El capitán además comunicó a todos los integrantes de la tripulación que estaba prevista la llegada de una comisión de evaluación. El Consejo directivo de la empresa estaba preocupado por el poco avance del barco así que querían saber los motivos. Enseguida los científicos se ofrecieron para modificar algunas de las hojas de ruta y los datos meteorológicos de las semanas anteriores, añadiendo calmas y tormentas, y además alguien sugirió que, si se cambiaban los asientos de posición, bien a babor o a estribor (no en los dos), eso causaría una impresión favorable en los evaluadores y no pensarían que esa podía ser la causa del retraso. También se propuso enseñarles unas islas muy bonitas que estaban cerca de su ruta, lo que a los visitantes siempre les gusta, aunque no tenga nada que ver con su trabajo. Al fin y al cabo, todos andamos en el mismo barco (valga la rebuznancia) y nos tenemos que ayudar unos a otros, que todos comemos de esto, se decían unos a otros.

Finalmente se levantó la reunión y todos respiraron tranquilos porque no había habido en realidad ninguna bronca y todo seguía más o menos como antes, para tranquilidad de todos, parece que incluso del capitán.

El Pulpo era un marinero con aspecto bastante rudo, con los pulgares siempre metidos en los bolsillos de sus jeans y con sempiternas camisas de cuadro, al que se le conocía por ese sobrenombre porque siempre que pasaba una chica, uno de sus brazos estaba en movimiento para rozarla. A este marinero, en realidad, lo habían contratado porque era amigo del oficial, pero no sabía remar. Además, siempre confundía babor con estribor y cuando lo mandaban a la sentina a buscar algo, era muy probable que fuera al baño y no encontrara lo encomendado. Se había hecho amigo del capitán, al que daba un trato muy campechano, de tú a tú, lo que a este le gustaba, porque le hacía imaginar que tenía familiaridad con sus subordinados. Cuando alguien criticaba al capitán él siempre decía que no estaba de acuerdo y salía en su defensa. Por suerte, cuando le contaba al capitán lo que los demás decían de él, como este no le entendía en su hablar atropellado y se pasaban el rato haciendo bromas y dándose palmadas, la cosa no pasaba a mayores y no había represalias para los marineros. 

Entre el personal que el banquero había mandado a la expedición estaba una mujer que nadie sabía muy bien que hacía. Era una mujer enigmática, que hablaba con un acento raro y que por su belleza traía de cabeza a más de uno de los marineros y a la que llamaban la Miss. Todos querían remar al lado de ella, sobre todo los que venían del archipiélago de Cambio Climático y a veces, en las noches de luna llena, en el camarote de los hombres se oían profundos suspiros.

Cuando por fin el barco se puso de nuevo en movimiento y todos los marineros volvían a remar, unos se echaban la culpa a los otros sobre quien estaba remando más, quien lo hace con el ritmo adecuado y se acaban formando dos bandos entre los que las desavenencias verbales van arreciando.

El oficial, al que los marineros también conocen como el super gandul, nunca está en cubierta, pasa el día en su camarote enganchado a Facebook, se levanta tarde y luego se pone a hacer deporte, corriendo alrededor del barco. Antes de ser oficial fue marinero y parece que le tocó remar durante algunos años, trabajando en barcos que navegaban por lugares muy apartados, por lo que ahora quiere resarcirse y su lema es “que remen ellos”. Es del mismo país del armador y del capitán por lo que al hablar su mismo idioma se pasa el día intrigando y cuando al mediodía va a comer al camarote de oficiales, consigue siempre convencer al capitán de lo contrario de lo que se ha decidido en las reuniones, siempre a favor de sus propios intereses.

Después de haber recorrido un buen trecho, sobre todo porque la corriente arrastra el barco y eso ayuda, los marineros se dan cuenta de que entre todos los contratados no hay nadie que realmente sepa dónde está cambio climático, una persona a la que en otros barcos similares llaman un “experto”. El capitán dice que él sabe más o menos, pero ya nadie le cree, el oficial, aunque no dice nada se le nota que le importa un pimiento, la oficial, aunque también quiere ocuparse de esto no puede por todas las otras tareas que tiene delegada, los remeros sólo ven la punta de su remo y no tienen posibilidad de influir en el rumbo, y por ello la gente empieza a sentirse un poco perdida, notándose en los últimos días algo en el ambiente que nadie sabe interpretar. Los marineros más viejos dicen que algo está pasando, que no hay nubes en el cielo y que las lluvias se han retirado. Finalmente llega una comunicación del armador que dice que se está formando la anti-tormenta perfecta.

 

sábado, 1 de enero de 2022

Capítulo 2: Barco en marcha y bogando

 



Y por fin, una medianoche sin luna, sonó un relámpago y llegaron las lluvias tan esperadas, para sorpresa de los científicos que habían pronosticado que todavía quedaba un mes de sequía aunque enseguida dijeron que de todas formas también habían dicho que en cualquier momento podría llover.

Aunque los salarios de todos los participantes en la expedición eran bastante altos y disponían de materiales de alta tecnología, algunos trabajos se hacían con medios muy rudimentarios ya que en realidad no había prisa por llegar dado que en el camino también se pensaba ir recogiendo algunos datos. Por ello se había decidido que el barco sólo sería propulsado por los remeros que se había contratado, con lo que se aseguraba una travesía lenta pero segura, además de no consumir combustible, lo cual parecía ser beneficioso para el archipiélago de cambio climático.

Como la espera había sido muy tediosa, todo el personal tenía unas ganas enormes de empezar la travesía así que se pusieron los remeros a remar, pero en direcciones contrarias dado que los asientos estaban colocados al revés entre babor y estribor. Los oficiales daban órdenes contradictorias, lo que todavía contribuía más al caos mientras el capitán estaba en su camarote descifrando un libro de códigos de navegación en un idioma que todavía no entendía muy bien e intentando fijar el rumbo con un método muy sofisticado, lo que parecía que le iba a llevar varios días.

Y es que ccomo más tiempo se tardase en llegar, más tiempo cobrarían todos su salario así que, por ejemplo, algunos marineros, cuando nadie los veía, no remaban. Los científicos por su parte también se entretenían discutiendo y valorando algunos aspectos que no parecían tener ninguna importancia para los fines que se perseguían, pero eso se aceptaba como algo normal.

El capitán soñaba con otro archipiélago que había descubierto tiempo atrás y como quedaba casi de camino proponía desviarse hacia allá, a lo que casi nadie decía nada, ya que a todo el mundo le parecía bien emplear algunos días más de los previstos.

No todos los marineros habían trabajado antes en un barco de estas características, es más, algunos ni habían remado antes en toda su vida. Pero si había buena voluntad y además el salario y las buenas condiciones laborales (poco control, horario fijo y un flexidía al mes) hacían que todos mostraran su mejor predisposición.

Había una mujer que era la encargada de llevar las cuentas de todo lo que había a bordo. Ella era la que repartía los remos, las banquetas donde sentarse, la comida y llevaba el control de las vacaciones y los flexidías. Al principio todo fueron buenas caras pero según avanzaban los días se veía como ella le daba el remo roto a quien le caía mal, le pedía a los subordinados que estaban a su cargo que le contaran si algunos de los remeros llegaba tarde a su puesto o si remaban demasiado despacio y cuando creía que nadie la veía iba a la despensa a atiborrarse de comida. Los marineros le temían, pero cuando no los oía, le hacían burla y la llamaban la bruja Lola.

A pesar de los errores de los científicos, como todos se consideraban buenos compañeros de trabajo y eran muy educados, no se les criticaba ni decía nada y se asumían los errores como algo normal en el quehacer diario y se valoraba más la buena voluntad que el conocimiento.

El capitán marcó un rumbo aproximado, ni muy al este ni muy al oeste, para dar margen de maniobra ya que en realidad no sabía muy bien donde quedaba Cambio Climático. A veces se le veía dando vueltas a la Rosa de los Vientos[1] y según donde caía la aguja, marcaba un nuevo rumbo. Para ocultar este hecho les daba libertad a los oficiales y a los marineros para que ellos decidieran el rumbo, dándoles a entender que ellos también eran partícipes del destino al que se dirigían. Esto contradice una máxima de la navegación que dice que el rumbo siempre debe estar claro aunque esté equivocado. El resultado de este método tan participativo era que, cuando se navegaba en círculo, lo que ocurría la mayor parte del tiempo, el resto se navegaba en zigzag, según la fuerza de los remeros de estribor o de babor.

Al barco se había invitado a varios marineros y oficiales que eran del país al que se dirigían. Se pretendía a lo largo de la travesía enseñarles a navegar y a remar, para que otro día ellos pudieran ya hacer la travesía solos, tanto de ida como de vuelta, o incluso ir a otros países. Pero los oficiales de ese país se negaban a remar ya que decían que ellos eran oficiales y ese no era su trabajo. Cuando se les preguntaba qué era lo que querían hacer decían que no podían hacer nada porque en su país no tenían todos los medios que había en este barco. Cuando no se les preguntaba nada entonces ellos aprovechaban para preguntar que cuando les iban a pagar sus viáticos. Mientras, el barco seguía dando vueltas sobre sí mismo hasta que el capitán llamó a todos, a oficiales, científicos y marineros a una conferencia a su camarote para tomar una drástica decisión …….. 

 

 



[1] ROSA DE LOS VIENTOS: Círculo que tiene marcados los treinta y dos rumbos en que se divide la vuelta del horizonte.