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viernes, 28 de enero de 2022

Capítulo 6: El comandante

Por la mañana, amodorrado de la noche anterior, ya no se acordaba de porque bailaba, de si fue sueño o fue realidad, pero sí de que pensó que no estaría mucho más tiempo en el barco y de ahí a saltar y a dar brincos, todo fue uno, aunque todavía no sabía cuándo ni adonde se iría.

La cubierta del barco es de madera noble, oscura y brillante, reluciente de tanto caminar por ella. Cuando por las noches te tiendes sobre ella puedes oír el murmullo del agua al restregarse desde la quilla por toda la línea de flotación, como si fueran dos cuerpos acariciándose en susurros. Cuando ponen la vela y se hincha con el viento, se nota el impulso que toma el barco y los remeros pueden descansar. La vela no debe flamear[1] y si lo hace es porque el piloto y el oficial al mando no están atentos y porque el capitán ni cuenta se da. El flameo de la vela es el peor sonido que se puede oír en un barco a vela y si dura más de los pocos segundos que se tarda en “arrizarla[2], es señal de que algo anda mal.

El mascarón de proa es muy bonito, labrado en madera y simbolizando en cada barco la unión de dos banderas, la de su propio país y la de la nación que se está descubriendo.

Mientras el barco seguía avanzando, la gente en las orillas les pedía ayuda. Los del barco los veían a lo lejos, en las costas y pensaban que les saludaban y vitoreaban, contentos de que les visitaran desde tan lejos. Desde el barco les saludaban de vuelta y entonces más les gritaban los de tierra, y lo que los del barco creían que eran vítores eran insultos, incluso les tiraban objetos que rebotaban contra el casco del barco y eso, que creían regalos artesanales, en realidad eran piedras y palos. Mientras, otros isleños se lanzaban en sus cayucos miserables y usaban sus chancletas de plástico para remar, aunque nunca lograban alcanzar el barco, mientras veían los remos relucientes del barco, apoyados en sus chumaceras[3].

En esos días, para reflexionar, el gruñón se fue unos días de vacaciones a un país donde los hombres llevan unos sombreros redondos y grandes para que no les de el sol y así no ponerse más morenos. Justo cuando llegó empezó una lluvia tremenda anunciando que se había acabado la sequía, lo que ya a nadie le servía, a el porque le fastidiaba sus vacaciones y a los agricultores porque llegaba demasiado tarde y la cosecha de maíz ya se había perdido.

El gruñón tiene un amigo que sabe de muchos barcos que van a diversas partes y de los que conoce a los capitanes que los dirigen. Cuando uno de ellos le pregunta si no sabe de alguien que quiera ir al país de agricultura, este le escribe al gruñón y le dice el nombre del barco para que este les mande una paloma mensajera. Hubo un barco que se dirigía a la República de Riego Agrícola y que necesitaba un oficial pero finalmente o la paloma no llegó o le dieron el puesto a otro.

Cuando piensa en todos los lugares adonde se dirigen los barcos mira en su mapamundi cual es la ruta para llegar hasta ellos, piensa en las islas y montañas que hay cerca, en los hombres y mujeres que los habitan, y recuerda los ojos de las mujeres de los países donde ha estado, esos ojos que tanto le gustan y que no se cansa de mirar, esos ojos embozados en los países árabes que te miran ansiosos, los azules y los verdes de islas rodeadas de mares turquesa, de los que se les refleja el arco iris cuando llueve, los almendrados y también los de chocolate, esos que le gustan tanto porque se pueden comer, y pensando en los ojos, se le van los pensamientos hacia sus “amuras[4]”………… y se vuelven a oír suspiros en el camarote de los marineros.


Hay sólo un remero indígena en todo el barco y es el que trabaja junto con el gruñón. Es listo, rápido y pilla las cosas al vuelo. Juntos hacen un buen equipo y se complementan. Si uno falta, el otro rema el doble para que no se note, y cuando reman juntos lo hacen al unísono, para que con el mismo esfuerzo se avance más. Tener un compañero así es una de las pocas cosas en las que ha tenido suerte en este barco.

El capitán convoca todos los lunes a las 10 de la mañana a todo el equipo a una reunión, de una hora de duración, con lo que ese día no se rema, ya que para que se va a empezar a remar a las 8 de la mañana si a las 10 hay que parar y luego ya no vale la pena volverse a poner otra vez porque ya toca la hora de comer. Por la tarde no se hace nada porque como ya se perdió la mañana, no importa que la tarde también se vaya para el carajo. Mientras se pierde el tiempo y todo el mundo está en reunión, el barco va dando bandazos[5]. Cuando se le dice al capitán que esa hora de la reunión no es la mejor, entonces en un ataque de rabia la cambia al viernes a las 2 de la tarde, aunque muchas veces a última hora también la cancela por cualquier razón que se le ocurre. Ya las apuestas son a qué hora cancelará la reunión y no si se realizará.

El capitán y la bruja Lola toman todas las decisiones de en qué se gasta el dinero en el barco y muchas veces a los remeros les parece que estos gastan son superfluos y no ayudan a dirigir el barco a su objetivo. Les sabe mal ver como ese dinero podría servir a otros barcos más pequeños de otros armadores con menos dinero que podrían avanzar un buen trecho si contaran con estas cantidades que se gastan alegremente. Cuando ven pasar a estos barcos pequeños, ven que no son tan lujosos ni bonitos como el suyo, pero todos los remeros están remando y los capitanes están en su puesto, con la vista al frente y parecen tener el rumbo claro.

Finalmente el gruñón harto y frustrado toma una decisión y le pide una cita al comandante. Siempre le ha gustado jugar al ajedrez y piensa que es la pieza que toca mover ahora. Todavía no es jaque pero si un avance peligroso de un peón. Se trata de prever también las jugadas del rival y cree intuir que la próxima jugada será crucial. Y además cree que se va a comer la Dama, pero eso ya es otra historia………..

Imagen: Después de la introducción con el esquema del anterior capítulo, más sencillo, en este ya se pasa a una mayor complejidad, tal como corresponde a lectores de un nivel más avanzado.

 

[1] Flamear: Ondear las banderas o la vela del buque por estar al filo del viento.

[2] Arrizar: Disminuir la superficie de una vela tomándole rizos

[3] Chumacera u horquilla es una pieza donde se apoya el remo que le permite girar longitudinalmente y en el eje vertical. Ésta no permite que el remo se deslice hacia fuera por un tope que tiene el remo.

[4] Amuras: Partes más curvas del costado en las inmediaciones de la proa.

[5] Bandazo: Tumbo o balance brusco que da un barco a uno u otro lado.

 


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