Mientras, el barco seguía dando vueltas sobre sí mismo hasta que el capitán llamó a todos, a oficiales, científicos y marineros a una conferencia a su camarote para tomar una drástica decisión ……..
A la hora de la reunión, las 10 de la mañana, una hora prudente para que incluso los dormilones pudieran estar, todos estaban con cierto temor a que el capitán les llamara la atención porque el barco hubiera estado navegando en círculos, los oficiales temían por haber estado dando órdenes contradictorias y los científicos por no saber lo que estaba pasando.
Cuando todos estuvieron reunidos
en cubierta, el capitán dijo que había recibido una comunicación del armador
del barco preguntando que por qué no se avanzaba a la velocidad prevista. Como
nadie contestaba dijo que a partir de ahora iba a cambiar a los remeros de
lado, ya que había visto que el barco se pasaba mucho rato dando vueltas sobre
sí mismo. La gente sabía que al estar los asientos al revés eso seguiría pasando,
pero nadie decía nada para no ofender al capitán. Los dos oficiales, un hombre
y una mujer, escogidos así por lo de género y no por sus cualidades, no se
llevaban bien y no decían tampoco nada al respecto, pensando cada uno que sus
remeros estaban sentados en el sentido correcto.
El capitán además comunicó a
todos los integrantes de la tripulación que estaba prevista la llegada de una
comisión de evaluación. El Consejo directivo de la empresa estaba preocupado
por el poco avance del barco así que querían saber los motivos. Enseguida los
científicos se ofrecieron para modificar algunas de las hojas de ruta y los
datos meteorológicos de las semanas anteriores, añadiendo calmas y tormentas, y
además alguien sugirió que, si se cambiaban los asientos de posición, bien a
babor o a estribor (no en los dos), eso causaría una impresión favorable en los
evaluadores y no pensarían que esa podía ser la causa del retraso. También se propuso
enseñarles unas islas muy bonitas que estaban cerca de su ruta, lo que a los
visitantes siempre les gusta, aunque no tenga nada que ver con su trabajo. Al
fin y al cabo, todos andamos en el mismo barco (valga la rebuznancia) y nos
tenemos que ayudar unos a otros, que todos comemos de esto, se decían unos a
otros.
Finalmente se levantó la reunión
y todos respiraron tranquilos porque no había habido en realidad ninguna bronca
y todo seguía más o menos como antes, para tranquilidad de todos, parece que
incluso del capitán.
El Pulpo era un marinero
con aspecto bastante rudo, con los pulgares siempre metidos en los bolsillos de
sus jeans y con sempiternas camisas de cuadro, al que se le conocía por ese
sobrenombre porque siempre que pasaba una chica, uno de sus brazos estaba en movimiento
para rozarla. A este marinero, en realidad, lo habían contratado porque era
amigo del oficial, pero no sabía remar. Además, siempre confundía babor con
estribor y cuando lo mandaban a la sentina a buscar algo, era muy probable que
fuera al baño y no encontrara lo encomendado. Se había hecho amigo del capitán,
al que daba un trato muy campechano, de tú a tú, lo que a este le gustaba,
porque le hacía imaginar que tenía familiaridad con sus subordinados. Cuando
alguien criticaba al capitán él siempre decía que no estaba de acuerdo y salía
en su defensa. Por suerte, cuando le contaba al capitán lo que los demás decían
de él, como este no le entendía en su hablar atropellado y se pasaban el rato
haciendo bromas y dándose palmadas, la cosa no pasaba a mayores y no había
represalias para los marineros.
Entre el personal que el banquero
había mandado a la expedición estaba una mujer que nadie sabía muy bien que
hacía. Era una mujer enigmática, que hablaba con un acento raro y que por su
belleza traía de cabeza a más de uno de los marineros y a la que llamaban la Miss.
Todos querían remar al lado de ella, sobre todo los que venían del archipiélago
de Cambio Climático y a veces, en las noches de luna llena, en el camarote de
los hombres se oían profundos suspiros.
Cuando por fin el barco se puso
de nuevo en movimiento y todos los marineros volvían a remar, unos se echaban
la culpa a los otros sobre quien estaba remando más, quien lo hace con el ritmo
adecuado y se acaban formando dos bandos entre los que las desavenencias
verbales van arreciando.
El oficial, al que los marineros también
conocen como el super gandul, nunca está en cubierta, pasa el día en su
camarote enganchado a Facebook, se levanta tarde y luego se pone a hacer
deporte, corriendo alrededor del barco. Antes de ser oficial fue marinero y
parece que le tocó remar durante algunos años, trabajando en barcos que
navegaban por lugares muy apartados, por lo que ahora quiere resarcirse y su
lema es “que remen ellos”. Es del mismo país del armador y del capitán por lo
que al hablar su mismo idioma se pasa el día intrigando y cuando al mediodía va
a comer al camarote de oficiales, consigue siempre convencer al capitán de lo
contrario de lo que se ha decidido en las reuniones, siempre a favor de sus propios
intereses.
Después de haber recorrido un
buen trecho, sobre todo porque la corriente arrastra el barco y eso ayuda, los
marineros se dan cuenta de que entre todos los contratados no hay nadie que
realmente sepa dónde está cambio climático, una persona a la que en otros
barcos similares llaman un “experto”. El capitán dice que él sabe más o menos,
pero ya nadie le cree, el oficial, aunque no dice nada se le nota que le importa
un pimiento, la oficial, aunque también quiere ocuparse de esto no puede por
todas las otras tareas que tiene delegada, los remeros sólo ven la punta de su
remo y no tienen posibilidad de influir en el rumbo, y por ello la gente
empieza a sentirse un poco perdida, notándose en los últimos días algo en el
ambiente que nadie sabe interpretar. Los marineros más viejos dicen que algo
está pasando, que no hay nubes en el cielo y que las lluvias se han retirado.
Finalmente llega una comunicación del armador que dice que se está formando la anti-tormenta
perfecta.
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