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domingo, 9 de enero de 2022

Capítulo 3: Reunión a bordo

 

Mientras, el barco seguía dando vueltas sobre sí mismo hasta que el capitán llamó a todos, a oficiales, científicos y marineros a una conferencia a su camarote para tomar una drástica decisión …….. 


A la hora de la reunión, las 10 de la mañana, una hora prudente para que incluso los dormilones pudieran estar, todos estaban con cierto temor a que el capitán les llamara la atención porque el barco hubiera estado navegando en círculos, los oficiales temían por haber estado dando órdenes contradictorias y los científicos por no saber lo que estaba pasando.

Cuando todos estuvieron reunidos en cubierta, el capitán dijo que había recibido una comunicación del armador del barco preguntando que por qué no se avanzaba a la velocidad prevista. Como nadie contestaba dijo que a partir de ahora iba a cambiar a los remeros de lado, ya que había visto que el barco se pasaba mucho rato dando vueltas sobre sí mismo. La gente sabía que al estar los asientos al revés eso seguiría pasando, pero nadie decía nada para no ofender al capitán. Los dos oficiales, un hombre y una mujer, escogidos así por lo de género y no por sus cualidades, no se llevaban bien y no decían tampoco nada al respecto, pensando cada uno que sus remeros estaban sentados en el sentido correcto.

El capitán además comunicó a todos los integrantes de la tripulación que estaba prevista la llegada de una comisión de evaluación. El Consejo directivo de la empresa estaba preocupado por el poco avance del barco así que querían saber los motivos. Enseguida los científicos se ofrecieron para modificar algunas de las hojas de ruta y los datos meteorológicos de las semanas anteriores, añadiendo calmas y tormentas, y además alguien sugirió que, si se cambiaban los asientos de posición, bien a babor o a estribor (no en los dos), eso causaría una impresión favorable en los evaluadores y no pensarían que esa podía ser la causa del retraso. También se propuso enseñarles unas islas muy bonitas que estaban cerca de su ruta, lo que a los visitantes siempre les gusta, aunque no tenga nada que ver con su trabajo. Al fin y al cabo, todos andamos en el mismo barco (valga la rebuznancia) y nos tenemos que ayudar unos a otros, que todos comemos de esto, se decían unos a otros.

Finalmente se levantó la reunión y todos respiraron tranquilos porque no había habido en realidad ninguna bronca y todo seguía más o menos como antes, para tranquilidad de todos, parece que incluso del capitán.

El Pulpo era un marinero con aspecto bastante rudo, con los pulgares siempre metidos en los bolsillos de sus jeans y con sempiternas camisas de cuadro, al que se le conocía por ese sobrenombre porque siempre que pasaba una chica, uno de sus brazos estaba en movimiento para rozarla. A este marinero, en realidad, lo habían contratado porque era amigo del oficial, pero no sabía remar. Además, siempre confundía babor con estribor y cuando lo mandaban a la sentina a buscar algo, era muy probable que fuera al baño y no encontrara lo encomendado. Se había hecho amigo del capitán, al que daba un trato muy campechano, de tú a tú, lo que a este le gustaba, porque le hacía imaginar que tenía familiaridad con sus subordinados. Cuando alguien criticaba al capitán él siempre decía que no estaba de acuerdo y salía en su defensa. Por suerte, cuando le contaba al capitán lo que los demás decían de él, como este no le entendía en su hablar atropellado y se pasaban el rato haciendo bromas y dándose palmadas, la cosa no pasaba a mayores y no había represalias para los marineros. 

Entre el personal que el banquero había mandado a la expedición estaba una mujer que nadie sabía muy bien que hacía. Era una mujer enigmática, que hablaba con un acento raro y que por su belleza traía de cabeza a más de uno de los marineros y a la que llamaban la Miss. Todos querían remar al lado de ella, sobre todo los que venían del archipiélago de Cambio Climático y a veces, en las noches de luna llena, en el camarote de los hombres se oían profundos suspiros.

Cuando por fin el barco se puso de nuevo en movimiento y todos los marineros volvían a remar, unos se echaban la culpa a los otros sobre quien estaba remando más, quien lo hace con el ritmo adecuado y se acaban formando dos bandos entre los que las desavenencias verbales van arreciando.

El oficial, al que los marineros también conocen como el super gandul, nunca está en cubierta, pasa el día en su camarote enganchado a Facebook, se levanta tarde y luego se pone a hacer deporte, corriendo alrededor del barco. Antes de ser oficial fue marinero y parece que le tocó remar durante algunos años, trabajando en barcos que navegaban por lugares muy apartados, por lo que ahora quiere resarcirse y su lema es “que remen ellos”. Es del mismo país del armador y del capitán por lo que al hablar su mismo idioma se pasa el día intrigando y cuando al mediodía va a comer al camarote de oficiales, consigue siempre convencer al capitán de lo contrario de lo que se ha decidido en las reuniones, siempre a favor de sus propios intereses.

Después de haber recorrido un buen trecho, sobre todo porque la corriente arrastra el barco y eso ayuda, los marineros se dan cuenta de que entre todos los contratados no hay nadie que realmente sepa dónde está cambio climático, una persona a la que en otros barcos similares llaman un “experto”. El capitán dice que él sabe más o menos, pero ya nadie le cree, el oficial, aunque no dice nada se le nota que le importa un pimiento, la oficial, aunque también quiere ocuparse de esto no puede por todas las otras tareas que tiene delegada, los remeros sólo ven la punta de su remo y no tienen posibilidad de influir en el rumbo, y por ello la gente empieza a sentirse un poco perdida, notándose en los últimos días algo en el ambiente que nadie sabe interpretar. Los marineros más viejos dicen que algo está pasando, que no hay nubes en el cielo y que las lluvias se han retirado. Finalmente llega una comunicación del armador que dice que se está formando la anti-tormenta perfecta.

 

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