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lunes, 4 de noviembre de 2013

Guatemaleando



Estoy buscando casa e intento no desesperarme. 
Sé que con paciencia debo encontrar algo que se parezca a lo que busco. Una casa ni muy grande ni muy pequeña, ni muy cerca ni muy lejos del centro, con garaje donde pueda guardar la camioneta (picop en guatemalteco), que tenga unas 3 habitaciones y en la que no haya que hacer obras, que tenga un jardín, ni grande ni pequeño, con lugar para colgar una hamaca, que no haya una escuela cerca ni una iglesia evangélica de las gritonas, ni tampoco una estación de esos buses ruidosos. Digo yo que no es mucho. Una de las casas que vi estaba entre 2 iglesias y a una cuadra de la estación principal de buses, otra estaba muy lejos, la otra tenía un enorme jardín pero la casa no tenía falso techo, otra no cabía la camioneta, por sólo nombrar las mejores. Me he propuesto darme un mes más para buscar y justo estoy empezando, aunque ya llevo un mes con las maletas sin deshacer. Mientras tanto me quedo en el hotel Guastatoya que es sencillo y me cobra sólo 10 euros la noche y tiene una pequeña piscina. Está en el mero Parque Central donde por las tardes, a través de unos grandes altavoces, ameniza los paseos de la gente y las parejas con música rumbera y salsa.

En el proyecto en que trabajo somos un equipo pequeño de unas 14 personas con los que tanto a nivel personal como técnico me entiendo bien (todavía no ha llegado la otra técnico extranjera) y ha sido un gusto pasar de los horrores que te cuentan de ciudad de Guatemala a las zonas rurales donde los niños juegan en el parque, la gente anda despreocupada por la calle y las casas mantienen sus puertas abiertas. La gente con la que trato en general tiene un sentido del humor que me gusta y nos reímos bastante. He hecho una encuesta entre los técnicos y mis amigos los chóferes, y todos coinciden en que puedo pasar por guatemalteco y como me dijo Edgar, sobre todo si estoy con la boquita cerrada.

Uno de estos fines de semana me fui con un colega alemán y su mujer a la playa de Monterico, en el Pacífico y en el camino a la playa pasamos cerca del volcán Fuego, que soltaba espumarajos de ceniza volcánica gris, con unos estruendos sordos.

























Nos quedamos en un hotelito pequeño de unos italianos y por la tarde fuimos a la suelta de tortuguitas por los miembros de un centro ambiental. Las tortugas vienen a desovar cada año a estas playas y los recolectores de huevos entregan el 20% de su recolecta a este centro que mantienen los huevos hasta que eclosionan. Después aún pasan 5 díasen el centro hasta que desarrollan todos sus órganos, con lo que estarán menos expuestas a ser depredadas. Las sueltan al anochecer por lo que también se evita la presencia de los pájaros que se las comen en su camino al mar. Además los fines de semana, aprovechando la afluencia de turistas (sobre todo nacionales) te ofrecen apadrinar a 1 de ellas por 1 euro (apadrinar, no llevártelas a casa!!) y hacen unapequeña carrera en la que la que gana le regala una camiseta a su padrin@, todo lo cual me parece una manera fácil de concienciar a la gente y de mantener económicamente elcentro. El día que yo estaba se apadrinaron al menos unas 50. La mía se llama Willy (efectivamente, por lode la ballena).No sé por qué no se implementa este método en Nicaragua.


A la  vuelta nos embarcamos con métodos algo rústicos con el vehículo y todo en una de las barcazas que te llevan por un manglar ahorrándote parte de la carretera.







Paseando por la ciudad de Antigua me encontré por casualidad a Kalle, un viejo amigo de Berlín, que está en Guatemala apoyando la computarización de centros de ayuda a niños discapacitados. Sólo tuvimos 1 hora de charla para contarnos rápidamente lo que estamos haciendo y de nuestras vidas. Quizás nos veamos de nuevo en navidades en Nicaragua.

Por todas partes hay maíz, cultivándose  en el campo, en las comidas en forma de tortilla y en mil formas más.En el desayuno es casi imposible huir de los huevos en cualquiera de sus formas, aderezados con cebolla y tomate además de sus correspondientes frijoles y tortillas de maíz. En las comidas depende.

Desfrijolizarse
La palabra frijol en Guatemala equivale a la de mago en Canarias, o sea pueblerino. Por eso algunas compañías telefónicas han lanzado la campaña “desfrijolízate”, que significa que dejes de tener un “frijol de los baratos” (teléfono móvil) y te pases a uno de los nuevos modelos que hacen de todo y que se pueden pagar en cómodas cuotas totalmente abusivas y que te crean una dependencia de estos energúmenos de por vida. Ahora incluso yo ando con un frijol de los baratos y con el bueno que me han dado en la GIZ. El barato es para darlo a los ladrones cuando te atracan pero como ellos obviamente también saben de la campaña, parece que una vez que les das el barato luego te piden el caro y si no se lo das se enfadan. Así que yo estoy decidido a darles el caro ya de una vez y así parece que ya no te piden el barato. ¿Es lógico no? pero es un rollo tener que llevar siempre toda la parafernalia, cargadores incluidos.

En algunos de los pueblos donde me toca trabajar empiezo a ver a más indígenas de la etnia Q’eqch’i  y Kaqchikel. El técnico que trabaja conmigo es de la etnia K’iche’ y el otro día en una lista donde teníamos que poner nuestros nombres había que poner también si uno era mestizo, maya, garífuna o xinka. Yo ante las alternativas opté por mestizo, ya que garífuna me parecía muy exagerado.



Me sigue alucinando la gente que lleva unos pistolones enormes y se los ponen en la cintura, dentro del pantalón, pero por la parte de delante, con lo que cuando los veo me quedo siempre alelado esperando que en cualquier movimiento se les dispare y se vuelen los huevos.
En un restaurante de carretera donde paramos para comer con los 2 técnicos con los que andaba viendo fincas, entró un tipo con botas y sombrero vaquero y llevaba en unas cartucheras 2 pistolones que quitaban el hipo. No eran colt`s del oeste sino que eran modernas, con la empuñadura de plata y la particularidad de que la de la izquierda la llevaba con la empuñadura al revés, para poderla sacar con la derecha. Cuando tomé mi móvil con la idea de sacarle una foto, Kelvin, el técnico hondureño me dijo bajito entre dientes - no le tomes fotos que nos comprometes – así que volví a dejarlo despacito en la mesa y pensé que no valía la pena arriesgarse por una foto que a mí se me ha quedado como imagen danzando varios días en la mente, así que siento no poder acompañar el texto con la foto pero creo que al tipo no le hubiera hecho gracia. Los técnicos me dicen que es una cosa cultural, como si el salvaje oeste hubiera sido aquí y no en los EEUU. En el camino también hemos pasado por unas mansiones majestuosas que de forma ostentosa, a pie de carretera, muestran su lujo, con pista de tenis y piscina incluida y de las que tu acompañante en el coche, aunque nadie nos puede oír, te dice en voz baja, que es de un narco.

Midiendo caudales en Las Balanzas (Esquipulas)
















Agricultores en San Juan de Buenavista (Honduras)