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sábado, 25 de diciembre de 2021

El barco de la cooperación

 El barco de la cooperación

Como no puedo viajar, recupero historias escritas en alguno de los viajes o trabajos pasados, este en concreto en Guatemala, entre 2013 y 2015, en que intento mostrar la otra cara de la cooperación, la del despropósito que va unido a muchos proyectos donde, a veces, lo que menos importa es lo que realmente se venía a hacer.

Capítulo 1: Érase una vez la gran aventura

Había una vez un hombre rico, filántropo y que también se dedica a los negocios, que decidió fletar un barco que se dirigiera a un país del que todos hablan y casi nadie conoce. Al parecer este país en realidad es un archipiélago y no está claro cuál de sus islas es la más importante. Para este proyecto lo primero que hizo fue ponerle un nombre a la aventura, que sonara bien, para luego formar una comisión que decidiera lo que se quería conseguir, establecer una hoja de ruta, barruntar cómo ir hasta allí y pensar cuantas personas deberían conformar la expedición.

Después de varias discusiones con su junta de accionistas se decidió que al archipiélago le llamarían Cambio Climático y más adelante ya se vería si le cambiaban el nombre. Lo que se quería obtener era bien sencillo: primero llegar a este país, dar a conocer a todo el mundo de que se había llegado y finalmente mostrar todos los materiales y conocimientos que se habían recogido por el camino, fruto de los intercambios que se habían tenido con otros pueblos. Al ir viajando de un lado a otro, adquiriendo conocimientos de gente de pueble diversos, los que no se conocen entre sí, permite adueñarse de su conocimiento, y con algunos cambios en el idioma y en la forma de presentarlos se puede utilizar como si fuera propio.

Para el viaje se decidió que, dado que eran islas, lo más indicado parecía ser el fletar un barco. Además, se pensó en una embarcación bastante grande, que fuera muy visible desde todas partes y así todo el mundo sabría que estaba en camino el barco que iba a descubrir un nuevo país.


Finalmente se decidió elegir un capitán, que sería el encargado de llevar a buen término el viaje además de seleccionar a algunos oficiales de su agrado, así como a los marineros, además de cocineros, pilotos y científicos.

Los científicos a los que se había consultado antes de iniciar la expedición pronosticaron que habría fuertes lluvias en los próximos meses así que se decidió construir el barco en tierra firme esperando que con las fuertes inundaciones simplemente se debería esperar a que las aguas subieran para echarlo a navegar.

El filántropo tenía un hermano todavía más rico que él, propietario de varias flotas de barcos además de un gran banco. Habían acordado que a medida que fueran descubriendo islas en el camino le iría mandando más materiales y quizás algún marinero más, según hiciera falta. También habían hablado de que, si había que pagar alguna obra para mejorar las condiciones en Cambio Climático, él lo haría. El hermano banquero puso para ello algunas condiciones, como que también contrataran en el barco a un par de marineros y científicos de los que trabajaban para él, con lo que se aseguraba tener diferentes fuentes de información sobre la marcha del barco y así en base a ello decidiría si hacía caso a las propuestas o no.

Cuando el barco ya estuvo construido fueron llegando poco a poco todos sus tripulantes y acomodándose a bordo. Primero hubo que distribuir las literas y camarotes y hubo algunas desavenencias entre el personal del filántropo y los contratados de su hermano. Finalmente, el capitán intervino y todo volvió a su cauce aunque se notaba que no había buena armonía, sobre todo entre los remeros y los científicos y eso que todavía el viaje no había comenzado.

Llegó el momento en que ya todos estaban a bordo esperando las primeras lluvias, que, al igual que al arca de Noé, los empujara mar adentro, rumbo[1] a Cambio Climático. En esto empezó una sequía de 6 meses como nunca se había visto antes. No llovía ni una gota y los científicos a bordo decían que era el efecto de desajustes en el tiempo pero que siempre después de una sequía suele venir la lluvia, lo cual además de cierto es una obviedad, y el capitán les preguntaba si no podrían predecir, aunque fuera de forma aproximada, cuando iba a llover. Mientras esperaba las lluvias, el capitán se desentendió del barco y le dijo a uno de sus oficiales que se encargara de tenerlo todo listo para cuando empezara a llover.

Entretanto continuaba la sequía, los científicos planificaban el viaje, los kilómetros a recorrer, quienes, y en que turno remarían, como sería el horario de las comidas y lo más importante, el pago de los viáticos, que cuando tocaba el turno de noche, automáticamente se cobraba el doble. Y por fin, una medianoche sin luna, sonó un relámpago.


[1] RUMBO: Dirección en el plano del horizonte, y principalmente cualquiera de las comprendidas en la rosa náutica. También es el camino que uno se propone seguir.

 

viernes, 5 de noviembre de 2021

Que duro es esto de viajar, o será que …. (2)

 


El viaje de Creta a Rodas en barco tarda unas 13 horas, algo más de lo previsto, ya que depende de la carga, de los camiones y coches que entran y salen de sus entrañas. En algún momento se hace de noche y me pongo a escribir. Vamos parando por las islas de Kosos, la de Karpatos, por la de Halki y finalmente Rodas, adonde llegamos a las 2 de la madrugada.

Esta isla, con su gran puerto y sus enormes murallas, impresiona. Todavía era una isla demasiado grande para mi gusto, tomada por los turistas y donde me pasé de nuevo horas caminando por sus puertos y admirando todo tipo de barcos. Yo quería seguir hacia islas más pequeñas y para ello había sido inevitable pasar por Rodas y además quería intentar ir un par de días a la costa de Turquía, donde un amigo alemán, con el que trabajé en Camboya, también estaba de vacaciones. Pero no había ningún barco que hiciera el trayecto, en otros años muy popular, por un lado, por el Covid y por otro, por los problemas políticos que atraviesan las relaciones de estos dos países, a causa de los problemas con los refugiados.

El coloso de Rodas, en pequeño

Mi siguiente destino es la isla de Kos, adonde llego en un barco rápido que hace una corta escala en la isla de Symi, en el Puerto de Gialos, que es descrito como el más bonito del Mediterráneo y que pude ver desde el barco.

En Kos aprovecho que la isla en su parte norte es muy llana, con un carril bici profusamente utilizado por muchos turistas a lo que yo también me apunto y así recorro algunos pueblos y parte de la costa de esta forma. Esta isla, como todas las demás, tiene innumerables sitios visitables en los que los años de antigüedad se cuentan por siglos.

La última isla que visito antes de volver a Atenas es Kalymnos, un paraíso para los escaladores por sus formaciones rocosas y que me gusta por su tamaño y tranquilidad, por lo que me quedo toda una semana ya cansado de saltar de isla en isla. Me quedo en un hotelito con vistas al puerto, en la capital, que no es muy turística y está alejada de los centros vacacionales más al norte. Eso me permitió conocer cada uno de los pueblos de la isla, a los que fui andando o en el scooter que de nuevo alquilé, recorriendo una buena parte de las increíbles calas de aguas cristalinas

También es conocida por su tradición desde hace siglos de recoger en el mar, a veces buceando a grandes profundidades, esponjas, de las que, como no, compro algunas a un viejo pescador.


Hay un camino de 8 km que va de Pothia a Vathis, llamado el camino italiano porque lo usaban los italianos en la segunda guerra mundial, cuando no había carreteras entre estos dos pueblos.


Esta isla es la que hace el número de 119 islas en las que he estado al menos una noche.

 


Mi última parada es en Atenas, donde ahora sí que toca patearse la Acrópolis y algunos museos, que cuando sales ya no sabes si el año actual es antes o después de cristo.




 








jueves, 14 de octubre de 2021

Que duro es esto de viajar, o será que …

 

Es sábado por la noche cuando llego a Atenas, donde es una hora más, o sea dos menos en Canarias. Las calles bullen de gente y los bares y chiringuitos han desplegado sus sillas y mesas por doquier. Pero yo me voy a dormir. Mañana será otro día. En todo caso estoy en Grecia, donde hace tiempo quería venir y es el país número 54 de los que he visitado.

El domingo todo el mundo sale a la calle. Me pateo una parte de Atenas, y solo me miro la Acrópolis desde lejos, ya que queda reservada para el final del viaje. Y hablando de patear, me voy a ver el cambio de guardia en la plaza Syntagma. No me atrae lo militar pero como dicen que es algo muy curioso, voy. Y en efecto, hay un montón de gente que se agolpa ya en los alrededores, incluso más de media hora antes, y eso que se repite cada hora, aunque la más espectacular es el domingo a las 11 de la mañana. De pronto se oye una banda de música y ahí vienen, la banda delante de un grupo de soldados en formación que con un paso que yo llamaría de algo parecido al avestruz, dan unos zapatazos en el suelo que todo retumba. Llegan donde sus colegas delante del Parlamento, que son 2 y ahí se da el cambio que es un ceremonial que parece bastante complejo, con zapatazos, unas acrobacias con las piernas muy curiosas, pero a cámara lenta y finalmente una vez cambiados los guardias, se vuelven a ir por donde han venido. Como es domingo hay muchos griegos, los que aplauden emocionados así que si uno se quiere reír lo debe hacer bajito. Me imagino a Vox instaurando algo parecido en España si les dan ocasión.

El día lo paso entre callejuelas, mercadillos, bares y acabo con un Soulovakis, una comida típica, que se puede elegir de pollo o cerdo. 

El lunes me levanto temprano y ya me alegro del viaje en barco que me llevará tocando 4 islas, hasta Paros, donde me voy a quedar. He elegido esta isla, entre otras cosas por su nombre, que recuerda mi situación laboral actual. Cuando llego al puerto de El Pireo, 1 hora antes de la salida, con un tiempo y sol espléndido, me llega un mensaje de la compañía diciendo que se cancela el viaje debido a la mala mar. Suena a chiste, pero miro la página web del tiempo y dice que habrá rachas de hasta 65 km/h. Todo el mundo se pone en fila delante de la oficina de la compañía porque, aunque hayas reservado y pagado por internet, la devolución del dinero se hace al parecer solamente en efectivo en ese momento y si no, lo pierdes. Primero me niego a hacer cola, pero cuando veo que no hay más remedio, me pongo y tengo como 200 personas delante de mí. Y sólo hay 2 empleados atendiendo. Viva la tecnología.

Mientras estoy en la cola miro en internet si hay otros barcos, pero no parece que se pueda comprar ningún billete y es que, si Eolo está suelto, pues digo yo que será igual para todos. No me apetece quedarme 1 días más en Atenas no sabiendo además si podré viajar mañana, aparte de que ya tengo el hotel pagado en Paros. Así que no me lo pienso mucho y busco un vuelo que me cuesta 3 veces más que el barco, pero por lo menos estoy en movimiento. Escribo esto en el aeropuerto, y pienso, no me he movido casi del lugar y ya estoy agotado. Y es que esto de viajar es muy duro.

En la isla de Paros me dedico a caminar por el interior, yendo de Lefkes hasta Marpissa, por un camino al que llaman Bizantino. Y si, aquí también se ha quemado parte de la isla, justo por donde pasa este camino así que poco antes de llegar a mi destino me doy la vuelta y vuelvo donde empecé, para tomarme un helado de chocolate y perderme por sus estrechas calles y regresar más tarde en bus.


En el viaje no he tenido ocasión de contactar mucho con ningún griego, más que choferes de autobús, camareros/as y recepcionistas de hotel. En general, me parecen bastante antipáticos, será que es final del verano y ya están hartos de guiris. Eso sí, el nivel de inglés es más que aceptable y todo el mundo en el sector turístico lo habla.

Los pulpos puestos a secar al sol

Mi siguiente isla se llama Ios, al sur de Paros, de la que busco su pequeñez. Me quedo 3 noches en una pensión muy agradable, y al segundo día me alquilo un scooter de 50 cc y me recorro toda la isla de cabo a rabo. Ios quedará en mui recuerdo como una de mis islas favoritas. La recorro a pie, en bus y me paso horas en el puerto de Parikia viendo el atraque de pequeños barcos y de veleros. La habitación que tengo en pensión Avra, también será la mejor de todo el viaje.

Lo de perderme, habitual en mí, se ve acentuado por el laberinto de callejuelas que forman los pueblos. Esto era así para dificultar el ataque de piratas, que tenían que atacar de uno en uno y además se perdían, y en el fragor de la batalla ya no sabían dónde era el frente y la retaguardia. Ahora este estilo laberíntico también lo utilizan para que la gente de vueltas y vueltas y así acabas pasando por todas las tiendas del pueblo. Un día veo una camiseta que pienso que quiero comprar. Al otro día, ya decidido, soy incapaz de encontrar la tienda y veo de todo menos las camisetas. Al final, cunado ya abandono, de pronto, sin querer la encuentro y entonces la compro, sin preguntar el precio ni nada.

Todo camino que veo, me meto y llego hasta playas de ensueño donde no hay absolutamente nadie. Alquilo la moto sólo por 1 día, porque por la tarde ya me doy cuenta de que le he cogido el gusto y voy aumentando la velocidad y la inclinación en las curvas. Caerme es sólo una cuestión de tiempo así que mejor parar ahora.

Mi siguiente destino es Creta que me desilusiona y sólo me quedo 2 días, justo para llegar e irme. No es que en 2 días vea toda la isla pero después de ir a Rthymno, que en mi guía ponía que era una ciudad con historia, con universidad y con gente local, me he encontrado una ciudad tomada por los turistas, como si fuera Las Américas en Tenerife o como Benidorm. Todo está organizado en función de las hordas de turistas y las excursiones a la garganta de Imbros, que es donde yo quería ir, sólo es los viernes o los sábados y yo he llegado un lunes. He salido huyendo y me voy hacia islas más pequeñas. Seguro que en Creta hay pueblos pequeños donde se puede estar más o menos tranquilo, pero después de lo visto ya no me fio.

Es la primera vez que me siento decepcionado con la guía de Lonely Planet. Siempre había pensado que los sitios que describía reflejaban muy bien el espíritu de los lugares y siempre sabía lo que me iba a encontrar. En Creta no ha sido así y lo que transcriben como un bonito puerto con casas evocadoras en una ladera, son un conjunto de casas pegadas a una montaña, todas construidas o remodeladas en los últimos 20-30 años y el puerto no tiene nada especial, mas que un par de espigones interminables y un par de barcos de pesca. Por decir algo, en Creta sólo he hecho 2 fotos.

Para salir de la isla me voy en bus a Sitia (donde ha habido un par de terremotos fuertes recientemente), al extremo más al este de la isla, para ver algo del paisaje y ahí coger el barco hacia Rodas.

El barco llega con 1 hora de retraso, pero en cuanto me subo y se pone en marcha, por primera vez desde que he llegado a Grecia me siento que estoy viajando.

Playas solitarias para dar y regalar


Barco a Rodas

viernes, 29 de enero de 2021

Serie sin mascarilla: Africa no es un país

 


África no es un país, esa frase que tanto me gusta y que he utilizado muchas veces. África es un conglomerado de 55 países con tanta diversidad en su fauna y flora, en sus gentes, en sus lenguas y en sus costumbres que nos es imposible entenderla y quizás por eso nos da miedo. Es un continente al que se ha sometido a toda clase de atropellos y expolios, en el que el hombre blanco se hizo hasta el fin de la época colonial con las mejores tierras, ha esquilmado sus animales, ha esclavizado a su población y ha extraído sus minerales y al que ahora se le quisiera poner muros para que no vengan a buscar aquí lo que se les ha negado allá.

Desde pequeño soñaba con África, aunque veía en la televisión los vientres abultados de los niños de Biafra a punto de morir. Me quedaba ensimismado leyendo y hojeando una y otra vez un libro de un famoso zoólogo alemán, Bernhard Grzimek, con fotografías de los majestuosos animales salvajes en el cráter del Ngorongoro, en Tanzania. Hubiera querido ser uno de esos aventureros que se adentraban a finales del siglo XIX todavía en territorios desconocidos donde no se sabia lo que le esperaba.

Al fondo el Kilimanjaro con algo de nieve, camino de Arusha y del mítico Ngorongoro y Serengeti

Desde pequeño recuerdo mirar los mapas, aprendiéndome las ciudades de nombres exóticos e imaginando como serían. Y aunque sin esas grandes aventuras, si he ido visitando a lo largo de los años algunos de estos países, Marruecos, Argelia, Mauritania, Senegal, Costa de Marfil, Cabo Verde, Tanzania, Malawi, Mozambique, Togo, Sao Tome y Príncipe, Benín. Y si, es verdad, África no es un país y como dice un antiguo proverbio romano Semper aliquid novi ex Africa (“Siempre aprendemos algo nuevo sobre África”).

Viaje en dhow cerca de illha de Mozambique

Si las barbaridades que se cometieron en América Latina en la época de la conquista me parecen atroces, aunque quizás quedan algo amortiguadas por los años pasados, lo que ocurrió en África, en muchos casos hace menos de 100 años, lo hace todavía ms horrible. La esclavitud se abolió en las colonias inglesas en 1838, en las francesas en 1848, en Estados Unidos en 1865, en Puerto Rico en 1873 y en Cuba en 1886. Pero de forma encubierta siguió existiendo bajo la dominación colonial.

Atravesé Tanzania en tren para ir hacia Malawi, donde me embarque durante 3 días en el barco Illala para cruzar el lago, una experiencia que posiblemente vuelva a repetir, no importa el lugar, no importa el tren, no importa el barco.

La primera vez que fui a África fue al norte, a Marruecos y Argelia. No fue hasta 1996 que fui a Costa de Marfil, a trabajar haciendo una consultoría por 2 meses que me permitió recorrer prácticamente todo el país. En ese momento muchos países de África estaban asolados por otra pandemia, el Sida, y en el proyecto donde trabaje contrataban para determinados puestos claves hasta a 3 personas, porque contaban con que al menos uno de ellos iba a morir de esa enfermedad. En 1905, la administración colonial francesa declaró el fin de la esclavitud en Mauritania, pero la inmensidad de este país evito que la ley se aplicara. ​ En 1981, Mauritania se convirtió en el último país del mundo en abolir la esclavitud, ​ cuando un decreto presidencial abolió la práctica. Sin embargo, no se aprobaron leyes penales para hacer cumplir la prohibición.  En 2007, "bajo presión internacional", el gobierno aprobó una ley que permitía enjuiciar a los propietarios de esclavos.

Niño esclavo, en Mauritania, en 1995

No se sabe la cantidad de gente que murió, primero en la trata de esclavos y luego en la colonización de estos países. Los alemanes, los ingleses, los franceses junto a belgas y portugueses diezmaron a sus poblaciones para pacificarlos ya que se oponían “a que les quitaran las tierras”.

En Zanzíbar ya desde finales del siglo XVIII los franceses y los portugueses acudían a esta isla para proveerse de esclavos para sus territorios americanos. Se calcula que entre los siglos XV y XVI, unos quince millones de esclavos salieron embarcados hacia otros continentes. Aunque no se sabe los que murieron en el camino y los que murieron en los asaltos de los negreros a las aldeas.


Mujeres pescando en Zanzibar 

Los negreros, una vez establecían en tierra firme la zona que iban a atacar entraban a saco y fuego, matando a todos los viejos y guerreros, así como a los niños menores de 5 años. Los restantes, encadenados formaban parte de la caravana que iba a Zanzíbar para ser vendidos. Los enfermos o heridos eran ejecutados inmediatamente si no podían caminar. El poblado era incendiado. Además, se aprovechaba el viaje para cargar a los esclavos con cuernos de rinoceronte o colmillos de elefante. Todas las mujeres y los jóvenes eran sistemáticamente violados durante los meses que duraba el trayecto de regreso a la costa. Una vez en Zanzíbar eran embarcados hacia Asia, Oriente y América.

Muchas de las carreteras de hoy en día y los tendidos de las vías del tren suelen ser las mismas rutas que se utilizaban para cazar a los esclavos.

Viajé en 2010 por un par de países de África intentando hacerlo como un mileurista, con el menor presupuesto posible, para viajes, comida, hoteles y excursiones. No me alcanzó con lo que me había propuesto, pero no me pasé en mucho. Para ello tuve a veces que dormir en lugares donde seguramente nunca más lo haré. Y es que en la mayoría de países de África los hoteles no tienen término medio, o son caros o baratos mientras la comida y los transportes, si no eres remilgado, son baratos.

En los países que he visitado siempre me ha maravillado la explosión de colores, desde la propia tierra que muchas veces es roja como los coloridos ropajes que se ponen.

Muchos de los exploradores de esa época, sobre todo ingleses y alemanes murieron a inicios del siglo 20, o sea hace 100 años o incluso algunos menos, lo que significa que eran los abuelos de gente de mi edad. Livingstone murió en 1873 y Henry Morton Stanley murió en Londres el 10 de mayo de 1904. 

He puesto fotos porque no tengo la capacidad de escribir como Javier Reverte, quien, con varios de sus libros, pero sobre todo con “Sueños de África” me ha animado a escribir este capítulo.

Rutas seguidas por Stanley en sus viajes africanos. Viaje de 1871-1872 en rojo, viaje de 1874-1877 en verde y viaje de 1888-1889 en azul.