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viernes, 18 de marzo de 2022

Último Capítulo 12: ¡Abandonen el barco!

El gruñón decide tomarse 3 semanas de vacaciones yéndose a una isla donde siempre se refugia, desde hace ya varios años, cada vez que se cansa de piratear. Allí pasea por la isla, desempolvando todos los caminos que siempre llevan al mar y atisbando a la princesa del swampo, a la que solo en contadas ocasiones se puede ver, con el sol reflejándose en las gotas de agua que le resbalan sobre su cuerpo moreno, un cuerpo de esos que danzan al caminar.

En ese viaje conoció a un hombre que le contó de cuando desembarcó en un pequeño pueblo rodeado de ríos y ciénagas, no lejos del gran océano. Solo se podía llegar por barco, por una maraña de ríos tan cerca del mar que algunos se secaban con la marea baja. El hombre más rico de ese pueblo tenía 9 hijos varones, varios negocios y vastas extensiones de tierras, que como islotes se repartían entre los riachuelos. Cuando al décimo intento nació su hija nada más conocer la noticia, fue derecho a su bodega ordenando que se sirviera tanta bebida como cada habitante del pueblo quisiera durante 3 días. Dijo que si cuando se moría alguien importante se declaraban 3 días de luto, su hija se merecía 3 días de fiesta. Además, se lanzaron cohetes y fuegos artificiales toda la noche, lo que provocaba una gran algarabía porque los pájaros chillaron toda la noche y las luces que no se apagaban. Los peces nadaban medio borrachos del alcohol que se desprendía de los orines que los hombres vaciaban en cualquier esquina y que por efecto de la gravedad y la infiltración iban a parar al río. La borrachera general fue tal que todo el pueblo tardó otros 3 días en recuperarse hasta que hombres y mujeres pudieran volver al trabajo.

Mientras en el barco la vida sigue y el “Zorro” se sube a la borda con el barco en movimiento caminando de un lado a otro, y no se cae gracias a su centro de gravedad tan bajo.

Para apoyar a los pobladores de las islas por las que pasa el barco, el oficial mandó a construir unos tanques de 1000 litros supuestamente para regar el pedacito de tierra que tienen pero que en realidad no sirven para nada, más que para gastar dinero y hacer ver que se está ayudando. La gente lo recibe agradecida porque un regalo es un regalo y ya muchos están pensando en cómo adaptarlo a otras necesidades reales que tienen y de las que los del barco no saben nada. El gruñón hace unos cálculos para demostrar la inviabilidad de la medida y todos se le echan encima acusándole de ser negativo. Al final no le queda más remedio que refugiarse en la sentina del barco, donde el sudor le corre por todo el cuerpo, cosquilleándole mientras graba surcos en la mugre de su piel.

La tan anunciada misión de evaluación por fin ha llegado al barco y tras unos días en que pasan escudriñándolo todo, hablando con cada uno de los tripulantes, finalmente presentan su informe ante el comandante, el capitán, todos los oficiales y todos los representantes del archipiélago de Cambio climático. Primero presentaron los logros del barco, dijeron que parecía que iba en el rumbo correcto, aunque había costado algo encontrarlo, que ahora todos los marineros están sentados correctamente, que ya los habitantes de las islas cercanas parece que no les tiran piedras al barco cuando pasa, y que recomendaban que el barco siguiera su marcha por otros tres años más. Ya casi al final de su informe también presentaron algunas debilidades del barco, como que no habían definido una línea base, que el oficial había cambiado algunas de las propuestas que existían desde un principio y que faltaba una estrategia en el rumbo. El comandante, que estaba oyendo el informe, levantó una ceja, y preguntó que si habían dicho lo que él había oído. Y aunque el oficial intentó arreglarlo dando explicaciones inconexas sólo consiguió estropearlo todavía más. El gruñón, de pura alegría por sentir que después de casi un año de agravios, por fin alguien le daba la razón, mirando al oficial a los ojos, levantó lentamente una pierna, la derecha, y lanzó un pedo, sonoro, que es una de las expresiones de la alegría, y le dijo, ¡va por ti!. Ya después, cuando le preguntaban si esa historia fue real o inventada, ya no se acordaba, pero dice que de todas formas el gusto fue el mismo.

Mapa donde se dibuja la línea base y que muestran claramente el rumbo seguido por el barco
Mapa donde se dibuja la línea base y que muestran claramente el rumbo seguido por el barco

El día de la despedida de la misión de evaluación, en una cena que se les ofreció, el capitán, como en un olvido, no invitó al gruñón, aunque este, haciéndose el loco, llegó de todas formas, ya medio bebido, después de hablar estado tomando y hablando sobre libros, aventuras y amores con un pirata costarricense. Se sentó a la mesa, al lado de la gente que le cae mejor, se bebió unas cuantas cervezas más, hasta que, con la mirada perdida, vomitó en el plato y lo más dignamente que pudo, se levantó y se fue no sin antes mandarle una “butifarra” al capitán, más conocido como corte de mangas en los barcos de habla hispana.

En uno de los puertos en los que habitualmente recalaba, una prostituta, a la que conocía de hacía tiempo y a la que invitaba a unos tragos de vez en cuando, le contó que se había hecho puta porque en San Luis, el pueblo de dónde venía, había visto a su padre trabajar de sol a sol, en una tierra que no era suya, que arrendaba a uno de los terratenientes del pueblo. Por cada tarea de tierra que arrendaban, tenían que entregar una arroba de maíz o dos de frijol, según lo que sembraran y además dos días de trabajo para el patrón, en la faena que este decidiera. Si eran dos tareas, entonces eran cuatro días y así sucesivamente, hasta el día en que el hombre se murió de viejo, de cansancio y desesperación.

Esperó a que el hijo del patrón se hiciera hombre y que la conociera. Cada vez que la venía a ver le daba polvo seco de su menstruación disuelto en el fresco de tamarindo que tanto le gustaba y del que bebía casi un litro después de hacer el amor. Una noche en que estaba completamente borracho, lo ató a la cama. Cuando despertó, le puso una mordaza en la boca y le puso delante de su cara una foto de su padre. Poco a poco, según se aclaraba su mente empezó a recordar y a ver en esa chica a la niña que acompañaba a ese hombre viejo que trabajaba las tierras de su padre. Según le iba pasando el cuchillo filoso por la cara y el cuello le dijo que por cada año que llevaba muerto su padre le iba a hacer un corte en el cuerpo y lo iba a dejar desangrar. Mientras el intentaba recordar cuando fue que se murió el señor, ya la madera del piso se embebía de su sangre.

Mientras, el gruñón desgrana los pocos días que le quedan y escribe su carta de renuncia. Sabe de otros barcos que se acercan y ha decidido que va a abordar uno de ellos antes de que pasen dos lunas llenas. El saber que, aunque se ganen pequeñas batallas, la guerra está perdida, y viendo que finalmente nada cambia, decide que es el momento de marchar, para luchar en otros mares. A lo lejos ya ve los barcos acercarse con la banderas de al menos 3 países que puede reconocer …..

De pronto todos los acontecimientos se precipitan. Un enviado del armador pregunta al comandante sobre lo que el gruñón cuestionó, el comandante a su vez le pide cuentas al capitán y este, haciendo gala de su forma de ser despreocupada, reparte las culpas entre todos.  El que tiene las peores cartas en esta repartición de hostias es el oficial, que, además, intentando tapar uno de sus desaguisados, manipuló un documento, lo que ha sido descubierto. Esto ya se considera un hecho grave y le comunican que se le hará un consejo de guerra.

Cuando llega el comandante al barco hay una gran tensión ya que ha mandado poner una tabla sobre la borda del barco. El consejo de guerra es sólo un paripé ya que ya está decidido que lo van a lanzar por la borda, por ser el eslabón débil de la cadena al que le toca pagar los platos rotos.

El comandante pide una espada y pasea su mirada por todo el barco, viendo a los ojos de todos los que están a bordo. Finalmente llama al oficial y le dice que se presente ante él. Uno de los cocineros tira unos trozos de carne al mar para que los tiburones se vayan acercando. Así cuando el cuerpo caiga al agua, su fin será rápido y menos doloroso que estar horas esperando a que por fin un tiburón lo ataque. Le atan según la costumbre marinera una cinta alrededor de los ojos y con la espada el comandante le hace un corte en cada brazo, para que la sangre empiece a brotar y atraiga a los tiburones. Antes de que lo empujen con la punta de la espada, el oficial escupe sobre el barco y salta por sí mismo al agua.



El comandante lanza una mirada de odio, buscando al capitán y al gruñón, cada uno de los que le han causado tantos problemas, aunque de forma distinta y se va, pensando que de nuevo ha sabido salir airoso de una situación que podía haber acabado con su cuerpo como comida de los tiburones en vez del de ese desgraciado.

Un barco se debe abandonar cuando se hunde, porque está podrido o porque se está desmantelando, lo que igualmente le lleva a hundirse. El gruñón decide que se va por lo último y que es hora de abandonar el barco.

A lo lejos se ven las banderas y las velas al viento de varios barcos que se juntan en este mar para seguir a sus destinos. Siente que el viento que le da en la cara viene por la amura.

Cuando uno de los barcos pasa cerca, se sube a lo más alto del palo mayor y agarrándose de una de las vergas se da impulso y esperando el balanceo parejo de los barcos se avienta para abordar el nuevo barco. Todavía en el aire ve de refilón como la bruja Lola y el capitán consiguen clavar un alfiler en un muñeco y antes de caer desmayado en la cubierta del nuevo barco siente una fuerte punzada en la espalda.


Cuando se despierta, está aferrado a su vara de madera, la que le protege desde que un jefe indio se lo dio en las marismas de la costa colombiana, donde estuvo refugiado un tiempo recuperándose de unas heridas y que esta vez le ha vuelto a salvar la vida, aunque esté golpeado y magullado.

Mientras el barco acelera, la distancia que le separa de su anterior destino es más cada vez más grande dado que van en direcciones opuestas y siente que esta vez va lejos porque va despacio.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado

viernes, 11 de marzo de 2022

Capítulo 11: El capitán está loco

 
Hay una reunión mensual, donde entre los asistentes hay una mujer, de nombre Aladina, que mes a mes consigue venir cada vez más guapa que a la reunión anterior. Una vez es su ropa ajustada, otra sus ojos grandes a los que aplica un fondo blanco, o su melena que deja suelta. Cuando sus ojos negros como el azabache le miran, el siente como si le atravesaran dos dagas como las que lleva al cinto. Sólo la ve un día al mes, siempre el tercer miércoles y a menudo se descubre contando los días que quedan hasta volver a verla.

Como ya no resiste más, un día la aborda antes de la reunión y le dice que no se siga poniendo tan guapa, que lo va a derretir. Ella se lleva la mano a la cintura porque no sabe si es una broma, pero cuando ve sus ojos, se ruboriza y no dice nada. Él le dice que si no fuera por ese ojo que lleva tapado, el muñón de la mano izquierda y de los 20 años de más que le lleva, que, si no fuera por eso, ahora mismo la raptaría para que cabalgaran juntos las olas de los mares que le quedan por descubrir. Ella le aguanta la mirada y lo recorre de arriba abajo deteniéndose en su bragueta, sopesando los pros de lo que intuye y los contras de los años, el muñón y el cuenco del ojo vacío. Finalmente, con una sonrisa se da la vuelta y él sabe que la ha perdido, pero también que ha hecho lo que todo pirata que se precie hace, decir lo que piensa claro y de frente.

El gruñón ya sabe que algún cambio grande se va a producir y que le queda poco tiempo, bien porque el mismo tome la decisión o porque la tomen por él como consecuencia de todo lo que se ha puesto en marcha. La cuerda se ha estirado tanto que acabará por romperse, la única pregunta es de qué lado.

Ha empezado a empacar sus cosas, porque sabe que sus días en el barco están contados. Se ha vuelto a poner a estudiar inglés todos los días por si le toca salir de estampida a un lugar donde solo hablen eso o algo peor.

En los últimos días pasa inquieto por todo ello y por las noches, enfebrecido, mientras todos duermen, alcanza a garabatear las notas de este diario a la tenue luz de una vela y con una letra que al día siguiente, incluso a él le cuesta entender. Duerme con la libreta y la pluma entre las sábanas, para no perder ni una de las ideas que se le ocurren en el duerme vela. Cuando piensa en lo que hará cuando abandone el barco se imagina el dedicarse a escribir, para luego darse cuenta de que necesita a personajes como el capitán ya que sin él no es nada, literariamente hablando.

En la reunión clandestina que se ha tenido en el camarote de los marineros sin la presencia del capitán, aprovechando que éste ha tenido que ir a otro barco llamado Costa Rica, se empieza a elaborar la estrategia que se usará cuando se hable con él. Hay quien propone medidas drásticas como matarlo y luego contestar sus correos como si siguiera de viaje. Se descarta inmediatamente. Otro propone pagarle un curso intensivo para que aprenda a decir que no.  Hay quien dice que para ahorrar dinero, se le haga escribir 100 folios reciclados a mano con letra de tamaño 10 la palabra “no”. Se descarta para no gastar tanto papel y tinta.

También en el guirigay que se produce algunos se preguntan cómo se ha llegado a esta situación y alguien comenta que el oficial lo ha hipnotizado. Algunos entienden que se dijo que lo ha idiotizado y se produce una pequeña confusión hasta que se aclara el término, agravada porque unos dicen que esta palabra se escribe con h y otros que sin, lo que alarga interminablemente la discusión.

Todos los marineros han estado en otros barcos, han conocido otros capitanes y han participado en numerosas batallas, pero todos coinciden que nunca habían visto un capitán tan desastre. Proponen llamarle Capitán Desastre, pero la idea tampoco prospera.

Tanto empeño que puso el capitán en que la tripulación formara equipo, finalmente lo ha conseguido ya que incluso los que se llevaban mal y no se hablaban se han unido contra él, viendo que es la única forma de parar sus desmanes. El capitán ha intentado ganarse a la gente con regalos e invitaciones a comer, a cargo de la cuenta del armador claro, pero ni así ha conseguido comprar las voluntades de todos los de su equipo, excluido al “Potro” que le sigue siendo fiel como un caballo domado.

Una de las máximas del capitán es que quiere que el trato entre todos los miembros del equipo sea respetuoso aunque ya se sabe que los marineros son gente ruda, acostumbrada a peleas pendencieras pero también capaces de los actos más nobles cuando se trata de defender a sus compañeros de batallas. En las discusiones no se andan con chiquitas lo que molesta al capitán, quien les llama la atención por irrespetuosos mientras uno de ellos le dice que más irrespeto es gastarse el dinero del pueblo en conferencias inútiles invitando a todos sus amigos zánganos de la élite y en consultorías que no cumplen con los términos descritos en el contrato. Finalmente, un marinero de los más callados, le dice, mire señor capitán, hasta ahora nunca había hablado pero ya que me he decidido, y eso sí, con la venia y con todo el respeto que usted pide y que me merece su cargo, le quisiera decir que usted se ha cagado en el barco y ahora dígame usted; ¿quién va a limpiar esta marranada?. 

Una vez apaciguados los murmullos que se producen tras la intervención del marinero, mientras todos los ojos se posan en el capitán esperando su respuesta, éste empieza a temblar y abriendo mucho los ojos se lleva la mano al corazón. Mientras unos corren buscando a un médico otros dicen <quizás sea mejor así para todos> pero poco a poco parece que se va recuperando y al parecer no ha sido nada grave, nada más que pura flojera de no saber cómo enfrentar la situación. Los marineros lo miran con cara de pocos amigos, resoplando alguno fuerte por la nariz, mientras le traen un vaso de agua. Otros dicen que no ha sido un ataque al corazón sino un ataque a la conciencia, mientras los que estaban más apartados dicen que eso es imposible por 2 razones; una porque todavía no está determinado que la conciencia sea un órgano tangible del cuerpo humano y otra porque independientemente de lo que sea, está demostrado que el capitán no tiene conciencia, en todo caso tendrá inconsciencia, todo ello entre fuertes risotadas, empujones y en voz tan alta que el capitán no tiene ningún problema en oír todo lo dicho.

Al fondo se oyen las palabras de rebelión a bordo, motín, si se puede, si podemos…….