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viernes, 11 de marzo de 2022

Capítulo 11: El capitán está loco

 
Hay una reunión mensual, donde entre los asistentes hay una mujer, de nombre Aladina, que mes a mes consigue venir cada vez más guapa que a la reunión anterior. Una vez es su ropa ajustada, otra sus ojos grandes a los que aplica un fondo blanco, o su melena que deja suelta. Cuando sus ojos negros como el azabache le miran, el siente como si le atravesaran dos dagas como las que lleva al cinto. Sólo la ve un día al mes, siempre el tercer miércoles y a menudo se descubre contando los días que quedan hasta volver a verla.

Como ya no resiste más, un día la aborda antes de la reunión y le dice que no se siga poniendo tan guapa, que lo va a derretir. Ella se lleva la mano a la cintura porque no sabe si es una broma, pero cuando ve sus ojos, se ruboriza y no dice nada. Él le dice que si no fuera por ese ojo que lleva tapado, el muñón de la mano izquierda y de los 20 años de más que le lleva, que, si no fuera por eso, ahora mismo la raptaría para que cabalgaran juntos las olas de los mares que le quedan por descubrir. Ella le aguanta la mirada y lo recorre de arriba abajo deteniéndose en su bragueta, sopesando los pros de lo que intuye y los contras de los años, el muñón y el cuenco del ojo vacío. Finalmente, con una sonrisa se da la vuelta y él sabe que la ha perdido, pero también que ha hecho lo que todo pirata que se precie hace, decir lo que piensa claro y de frente.

El gruñón ya sabe que algún cambio grande se va a producir y que le queda poco tiempo, bien porque el mismo tome la decisión o porque la tomen por él como consecuencia de todo lo que se ha puesto en marcha. La cuerda se ha estirado tanto que acabará por romperse, la única pregunta es de qué lado.

Ha empezado a empacar sus cosas, porque sabe que sus días en el barco están contados. Se ha vuelto a poner a estudiar inglés todos los días por si le toca salir de estampida a un lugar donde solo hablen eso o algo peor.

En los últimos días pasa inquieto por todo ello y por las noches, enfebrecido, mientras todos duermen, alcanza a garabatear las notas de este diario a la tenue luz de una vela y con una letra que al día siguiente, incluso a él le cuesta entender. Duerme con la libreta y la pluma entre las sábanas, para no perder ni una de las ideas que se le ocurren en el duerme vela. Cuando piensa en lo que hará cuando abandone el barco se imagina el dedicarse a escribir, para luego darse cuenta de que necesita a personajes como el capitán ya que sin él no es nada, literariamente hablando.

En la reunión clandestina que se ha tenido en el camarote de los marineros sin la presencia del capitán, aprovechando que éste ha tenido que ir a otro barco llamado Costa Rica, se empieza a elaborar la estrategia que se usará cuando se hable con él. Hay quien propone medidas drásticas como matarlo y luego contestar sus correos como si siguiera de viaje. Se descarta inmediatamente. Otro propone pagarle un curso intensivo para que aprenda a decir que no.  Hay quien dice que para ahorrar dinero, se le haga escribir 100 folios reciclados a mano con letra de tamaño 10 la palabra “no”. Se descarta para no gastar tanto papel y tinta.

También en el guirigay que se produce algunos se preguntan cómo se ha llegado a esta situación y alguien comenta que el oficial lo ha hipnotizado. Algunos entienden que se dijo que lo ha idiotizado y se produce una pequeña confusión hasta que se aclara el término, agravada porque unos dicen que esta palabra se escribe con h y otros que sin, lo que alarga interminablemente la discusión.

Todos los marineros han estado en otros barcos, han conocido otros capitanes y han participado en numerosas batallas, pero todos coinciden que nunca habían visto un capitán tan desastre. Proponen llamarle Capitán Desastre, pero la idea tampoco prospera.

Tanto empeño que puso el capitán en que la tripulación formara equipo, finalmente lo ha conseguido ya que incluso los que se llevaban mal y no se hablaban se han unido contra él, viendo que es la única forma de parar sus desmanes. El capitán ha intentado ganarse a la gente con regalos e invitaciones a comer, a cargo de la cuenta del armador claro, pero ni así ha conseguido comprar las voluntades de todos los de su equipo, excluido al “Potro” que le sigue siendo fiel como un caballo domado.

Una de las máximas del capitán es que quiere que el trato entre todos los miembros del equipo sea respetuoso aunque ya se sabe que los marineros son gente ruda, acostumbrada a peleas pendencieras pero también capaces de los actos más nobles cuando se trata de defender a sus compañeros de batallas. En las discusiones no se andan con chiquitas lo que molesta al capitán, quien les llama la atención por irrespetuosos mientras uno de ellos le dice que más irrespeto es gastarse el dinero del pueblo en conferencias inútiles invitando a todos sus amigos zánganos de la élite y en consultorías que no cumplen con los términos descritos en el contrato. Finalmente, un marinero de los más callados, le dice, mire señor capitán, hasta ahora nunca había hablado pero ya que me he decidido, y eso sí, con la venia y con todo el respeto que usted pide y que me merece su cargo, le quisiera decir que usted se ha cagado en el barco y ahora dígame usted; ¿quién va a limpiar esta marranada?. 

Una vez apaciguados los murmullos que se producen tras la intervención del marinero, mientras todos los ojos se posan en el capitán esperando su respuesta, éste empieza a temblar y abriendo mucho los ojos se lleva la mano al corazón. Mientras unos corren buscando a un médico otros dicen <quizás sea mejor así para todos> pero poco a poco parece que se va recuperando y al parecer no ha sido nada grave, nada más que pura flojera de no saber cómo enfrentar la situación. Los marineros lo miran con cara de pocos amigos, resoplando alguno fuerte por la nariz, mientras le traen un vaso de agua. Otros dicen que no ha sido un ataque al corazón sino un ataque a la conciencia, mientras los que estaban más apartados dicen que eso es imposible por 2 razones; una porque todavía no está determinado que la conciencia sea un órgano tangible del cuerpo humano y otra porque independientemente de lo que sea, está demostrado que el capitán no tiene conciencia, en todo caso tendrá inconsciencia, todo ello entre fuertes risotadas, empujones y en voz tan alta que el capitán no tiene ningún problema en oír todo lo dicho.

Al fondo se oyen las palabras de rebelión a bordo, motín, si se puede, si podemos…….




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