Al barco llegan unos evaluadores enviados por el armador para saber si se sigue el rumbo marcado. El capitán decide que el Pulpo los lleve por una de las zonas más bonitas del barco y les enseñe unas plantas que cuida para llevar a cambio climático que al estar siempre verdes, les gusta a los que vienen de fuera y así los entretiene. Al pulpo los demás marineros también lo llaman el Potro, porque cuando ve a una mujer, relincha. Los evaluadores, entre plantas y relinchos, se lo pasan muy bien.
El oficial recomendó a un
científico, para que hiciera algo que llaman la línea base que es algo así como
marcar la ruta que era conocida antes de empezar la travesía. Cuando entregó el
trabajo, nadie entendía lo que ponía. Como en el barco todos son muy educados,
le pagaron y luego tiraron el documento a la papelera mientras el remero gruñón
se ponía rojo de la impotencia.
Ese oficial es tan vago que
defiende la teoría de que es mejor no remar mucho sino dejarse llevar por la
corriente, lo cual podría ser cierto si supiera donde está cambio climático y
en qué dirección va la corriente, lo que en ambos casos desconoce.
A veces no hay viento ni corrientes en la mar y entonces se echa el ancla. Se aprovecha la calma chicha para hablar sobre cómo se está remando, si se lleva el rumbo correcto, como y donde se tiene que colocar cada remero. Normalmente el capitán viene a ratos a estas reuniones, escucha, casi no interviene y dice a todo sí, sí. También se aprovechan esos días para traer a un científico nuevo para impartir una serie de conferencias y se invita a gente de islas cercanas al barco. Como se les da alojamiento y viáticos para que compren comida en los restaurantes que hay dentro del propio barco, muchos muestran bastante interés en venir pero luego sólo llegan a la hora de comer y dormir y no asisten a las charlas. El gruñón dice que eso es porque la conferencia en realidad no les interesa y que él no les daría de comer, y así los que vinieran sería porque realmente tienen interés. El Zorro siempre arguye que la costumbre local es dar comida y que eso no se puede cambiar. En esas discusiones el gruñón siempre está a punto de darle con el remo en la cabeza, pero logra contenerse.
El armador le da mucha
importancia a la transparencia en su empresa y por eso ha invertido en un
sistema llamado intranet donde se pueden ver y consultar todos los documentos
de los más de cien países a los que manda barcos, aunque algunos no tengan
acceso al mar. Buceando por esa red el gruñón ha descubierto que el capitán ha
contratado a varios científicos-consultores, que ni son tan científicos y lo
que es peor, no han realizado todo el trabajo para lo que se les pagó unas
cantidades bastante elevadas que, en algunos casos, por un mes de trabajo,
representan más del salario anual de cualquiera de los remeros locales. Al
parecer también se hicieron contratos ficticios para que el oficial siguiera
cobrando mientras le llegaba el siguiente contrato oficial. El gruñón va
acumulando los datos que recoge porque algún día tendrá que sacar todo esto a
la luz y quizás hablar sobre ello con el comandante.
La empresa tiene varios barcos en
cada mar, los que se dirigen a diferentes destinos formando varias flotas, cada
una de las cuales está bajo el mando de un comandante, quienes a su vez están a
las órdenes del armador. Hablar con el comandante tiene su aquello, porque si
no le parece lo que le dices, entonces es posible que tu tiempo en la flota, en
el barco y en el mar, esté contado.
El gruñón aprovecha cada vez que
pasa un barco para mandarles mensajes, lo que hace por medio de palomas
mensajeras, y en los mensajes pregunta adonde se dirigen. Si el destino le
parece interesante les pregunta si puede trabajar con ellos, de remero, de
oficial o de lo que sea. En realidad, busca ir al país al que llaman
Agricultura. No le importa que el barco sea más pequeño, de otro armador, donde
los viáticos y el salario sean menores pero que tenga un rumbo claro, donde
cada golpe de remo ayude a avanzar en la dirección correcta y que por la mañana
te levantes con ganas de seguir remando. Cuando no hay ningún barco a la vista,
entonces busca entre las nubes alguna ventana que le permita soñar y por la que
conseguir escaparse, aunque sea por un rato, aunque sólo sea cerrando los ojos
y echando a volar.
La oficial tiene una belleza serena, asentada por los cruces genéticos de diversas razas a lo largo de varias generaciones. Sus ojos negros, que se iluminan cuando está alegre, se apagan con la tristeza, como si un telón cayera en medio de una mañana soleada. Al gruñón le gustaría hacerla reír siempre para que todo el barco se iluminara con su sonrisa, pero ni lo consigue cada vez que lo intenta ni ella está muchas veces de humor para reírse.
Por las tardes cuando el sol se
pone y después de trabajar todo el día, le gusta sentarse cerca del mascarón de
proa, donde muchas veces ella se le une y donde, con la cara al viento y los
ojos cerrados, dejan que la brisa acaricie sus mejillas.
Y entonces ella le dice ¡Platíqueme!.
De qué, le responde él. De lo que quiera. Y entonces él le cuenta historias
pasadas, vividas y sin vivir, que horas después, ya de noche, acaban convirtiéndose
en un murmullo hasta que ambos se quedan dormidos en cubierta.
Y al despertar ya supo lo que
quería y empezó a saltar y a bailar, a bailar canciones que sólo sonaban en su
cabeza, a agarrarse de la jarcia y balancearse de un lado a otro del barco, a
veces pasando por la borda, de babor a estribor, balanceándose sobre el mar,
riendo y llorando, mientras todos le miraban y pensaban que eso era lo que le
faltaba al pobre, volverse loco.
Se adjunta croquis con 4 conceptos básicos para mejor comprensión de los principios marineros.
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