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jueves, 17 de agosto de 2023

De Ampana a Poya Lisa

 

Embarcadero de Ampana con barcos de madera

En el embarcadero de Ampana, con Mattias nos alegramos de haber optado por la opción más lenta pero mucho más colorida de los barcos de madera. Además, somos los únicos extranjeros, lo que hace que toda la atención de la gente local se centre en nosotros. Parece que el resto de turistas escogen la opción del speed boot, que sale de otro puerto. En el barco podemos ir sentados en el techo, aunque Mattias lo pagará con una pequeña insolación en la cara y unas rodillas rojas como tomates. Mientras esperamos la salida, van cargando el barco con cajas, sacos de verduras y motocicletas, sin la cual un indonesio no es tal.

Poblado de pescadores Bajau cerca de Ampana

No me puedo resistir a poner las imágenes del puerto, donde el color del agua, de las casas sobre pivotes, donde viven los pescadores de la etnia Bajau, las palmeras de fondo, todo me parece como postales que se mecen al vaivén de la brisa del mar.

Caseta de pescadores

Por fin salimos, la mar está como un plato y el día sin viento. Cerca de la costa hay una caseta en el mar, para pescar donde hay más fondo.

El barco va a su ritmo, parando en algunos pueblos donde la descarga de las mercancías hace que el viaje se ralentice. En el trayecto vemos a alguna mujer completamente cubierta con velo, tanto viajando en el barco como en los pueblos, también niñas a las que acostumbran desde pequeñas, y aunque uno intenta ser respetuoso con las costumbres ajenas, cuesta imaginar que ellas se conformen con esta situación, más viendo a tanto turista desinhibido. Si además tenemos en cuenta el calor todavía se hace más difícil de imaginar que no se sientan dentro de su ropaje como en una cárcel en semilibertad vigilada.

Embarcadero de Poya Lisa

Al mediodía llego a mi destino, una isla que se llama Poya Lisa (se puede constatar en internet), mi isla número 123. Y en honor a la verdad debo decir que la isla es la poya y además es lisa, ya que su máxima altura no debe tener más de 5 msnm. 

En el embarcadero hay un banco de sardinas pequeñas residentes y por debajo se mueven algunos peces más grandes que la gente del lugar intentan capturar, en lo que se pueden pasar horas. Cuando buceas dentro de un banco de estos, pierdes la noción del espacio ya que de forma sincronizada se apartan cuando te sumerges y te envuelven según vas avanzando y dejas de saber donde está arriba y abajo, hasta que vuelves a salir a la superficie.

Mi cabaña con puesta de sol, hamaca en el balcón y suelo de madera. ¡Que más se puede pedir!

Vista del embarcadero desde mi cabaña. Al fondo el pueblo de Bomba

Hay unas cuantas cabañas desperdigadas en una superficie que no creo que llegue a media hectárea. Es algo alargada y yo me he cogido una que está en el punto más alto y que tiene vistas al amanecer y a la puesta de sol. Un lujo que sólo cuesta 3 euros más que otras que sólo tienen una vista.

Mattías, el austríaco, es bastante simpático y parlanchín y con el que, aunque le doblo la edad, nos entendemos muy bien. En la isla nos recibe Abo, una mujer indonesia que trabajaba en el mismo lugar donde me quedé la otra vez que vine a las Togean en 2012. Tiene una risa tan bonita que intento hacer algo el payaso para verla y oírla reírse. Quedamos que nos haga de guía en un trayecto por el bosque y que nos enseñe algunas plantas de cacao, lo cual, junto con su risa es suficiente para hacerme feliz. La excursión por lo que ellos llaman la jungla, pero que no deja de ser un bosque con algunos frutales comestibles, está muy bien. En el trayecto nos enseña cómo se produce azúcar de una palma que se encuentra en la zona y plantas de cacao que están semi abandonadas. Como hay algunos frutales que no dan frutos, cojo un palo y les doy unos golpes, lo que a Abo le hace mucha gracia. Le explico la parte científica pero no se si queda muy convencida. El año que viene debería dar frutos pero yo ya no lo sabré, esperemos que si.

Abo enseñándonos una sustancia que se recoge de un árbol que antes utilizaban para alumbrarse

La isla (la llamaré así para no repetir el nombre), con marea alta se convierte en dos. Sólo estamos nosotros dos y un alemán por lo que no hay problema para entendernos perfectamente. Georg, el alemán, lleva algunos años viajando en bicicleta por el mundo, aunque para venir aquí la ha dejado en Yakarta. Tenemos luz de 6 de la tarde a 6 de la mañana, gracias a la conexión con la isla Bomba, que está cerca, todo un lujo por estos lugares. Como nos parece que el pueblo principal de Bomba está cerca nos vamos Mattias y yo nadando. Llegamos agotados y la gente nos dice que en los manglares que hemos pasado hay cocodrilos, aunque al parecer atacan más bien de noche. El mes pasado parece ser que mataron a 2 locales en un pueblo cercano. Así que, por si acaso, buscamos por el pueblo a alguien que nos regrese en bote a nuestra isla y le pagamos generosamente.

Embarcadero cercano a Wakai, donde avisan de la presencia de cocodrilos

Cerca de donde estamos vemos este enorme pájaro, pendiente de cazar algo en el agua. Yo pensé que era una garza grande pero mi amigo Fran, que es el que entiende de esto y a quien le mando la foto, me dice que es un Ibis.

Ibis

Todo esto es muy bonito, pero en realidad es una ilusión. Todo lo que haces al cabo del día es tirarte en la hamaca, lavar las gafas de buceo, ir a comer 3 veces al día, nadar entre corales y dormir como un lirón por la noche. Las comidas están incluidas en el precio del bungalow ya que las islas donde están estos pequeños complejos, están deshabitadas y no hay donde ir a comer ni comprar nada. Creo que lo hacen así porque quieren separar a los turistas de las poblaciones, mayoritariamente musulmanas, y así mantenerlas alejadas de la influencia y costumbres libertinas occidentales. El precio de todo incluido por día y persona es de 25 a 30 euros. Lo dicho, una ilusión.

Como tanto Mattías como Georg quieren irse a otra isla y no quiero quedarme solo, decido también irme, aunque pienso que quizás me arrepienta ya que estoy muy a gusto aquí. Por suerte no es así. Decidimos en el último momento con Matías irnos a la isla Malenge, mientras que Georg va a Kadidiri, donde ya estuve en mi anterior viaje.


Parte del poblado de la isla Bomba, con los islotes de Poya Lisa al fondo


Rumbo a Malenge


 


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