Puerto de Leme Leme con las tripas de algunos barcos al descubierto |
Sin tener ninguna información de adonde voy y como voy a ir, dejo mi pequeña maleta en el hotel de Luwuk y me voy caminando con una mochilita hasta el puerto. Allí tengo un diálogo de besugos para averiguar de donde, hacia donde y a que hora salen los barcos. La gente no habla inglés y lo que es peor, yo no hablo indonesio. Con el traductor DeepL del teléfono conseguimos medio entendernos y les doy las gracias por su paciencia y por aguantar todas mis preguntas. Al final me entero que hay dos puertos y que estoy en el equivocado. Me monto en una moto con motorista y me voy para allá.
Paisajes que me encuentro por el camino
Mi meta es ir a la isla Peleng, a Danau Paisu Pok, un sitio
que todos nombran y que parece ser el destino turístico de esta isla. El viaje
en barco tarda 3 horas y nada más llegar, una enfermera que iba echada cerca de
mi (aquí no hay asientos sino literas con colchonetas) y que habla algo de
inglés, me dice que la siga y me lleva a la única pensión (llamadas homestay)
que hay en Leme Leme, que es como se llama este pueblo. En esta isla sólo hay
luz de 6 de la tarde a 6 de la mañana. Pregunto para alquilar una moto y algo
más tarde llega un señor que me trae su moto particular y me la alquila por 6
euros. Me doy una vuelta por el pueblo caminando y soy la atracción. Todo el
mundo me llama míster, algo que sufriré también en Luwuk. No se de donde les
viene esto, todos, sin excepción, te saludan, te dicen míster, y luego nada
más, ya que no saben inglés. Alguno que sabe algo más, te pregunta de dónde
eres y resulta más efectivo decir de Barcelona que de España, ya que es más
conocido por el fútbol.
Todas las distancias se dan con el signo más o menos
Lo de la moto siempre es de las mejores experiencias en
Indonesia. Me reconocen como extranjero ya que pedí un casco, algo que los
hombres en esta isla no llevan, sólo las mujeres. La carretera es bastante
estrecha, con paisajes exuberantes, palmerales sin fin, algunas plantas de
cacao, yuca, plátanos y mucho bosque. Casi no hay tráfico así que me tengo que
concentrar para conducir por la izquierda, lo que de vez en cuando se me
olvida.
Llego a Danau Paisu Pok y la foto muestra porque es tan famoso. Para hacerle los honores me baño y como es agua dulce que viene de la montaña, me choca lo fría que está. Mi intención es seguir recorriendo con la moto hacia otras zonas, pero el día amenaza lluvia, así que voy regresando hacia Leme Leme, adonde llego justo antes que el cielo se descargue torrencialmente.
Como la predicción del tiempo amenaza lluvia también para el
día siguiente decido regresar a Luwuk además de que la pensión es tan básica
que duermo mal, algo raro en mí. He pasado aquí dos noches y me pregunto si ha
valido la pena. El no hablar indonesio te limita muchísimo y te vuelve a la
realidad de la ficción vivida en las islas Togean. Al día siguiente, por la
mañana me monto en el barco y mientras espero que zarpe, veo no muy lejos una
manda de delfines haciendo cabriolas en el aire y nadando en círculos.
Mi barco en Leme Leme esperando para zarpar
Una práctica habitual en Indonesia es utilizar dinamita para
pescar por lo que hay lugares en que los corales están completamente
destruidos. A todo ello hay que añadir que todo lo que sea residuo, orgánico o
no, se tira al mar, lo cual se puede apreciar especialmente en los puertos. La
ventaja de los lugares donde hay turismo es que ahí no se permite y además
están utilizando estructuras que sumergen en el mar para fomentar que los
corales se reproduzcan. Algo bueno tiene que tener el turismo.
Luwuk
Cuando regreso a Luwuk decido que ya es hora de volver a
caminar ya que aquí, al ser una ciudad relativamente grande no pienso bañarme
en el mar dado que está claro adónde va a parar toda la porquería. De mi hotel
al centro hay 5 kilómetros, así que decido hacerlos andando.
n esta ciudad, como en todas las ciudades de Indonesia que
conozco, caminar y mirar es imposible, ya que puedes caerte por un agujero,
tropezar con algo en el suelo, pisar un charco de agua putrefacta, tienes que subir
y bajar continuamente de la acera en caso de que haya, sortear vehículos
aparcados o puestos de vendedores ambulantes que te obligan a caminar por la
carretera, todo ello como si fuera una carrera de obstáculos en el que eres el
único competidor y el premio es llegar. La llamada de míster sigue estando a la
orden del día, las motos te pitan para ofrecer llevarte y también los taxis. Y
es que aquí nadie camina como pude comprobar en todo el recorrido en que sólo
vi a un indonesio caminar y era para cruzar la calle de su tienda a lo que
parecía su casa. Si no se ve, no se cree. Para cualquier cosa cogen la moto,
aunque sea para hacer 50 metros. Además, la gasolina está muy barata, a unos 70
céntimos de euro.
En la ciudad no hay mucho que hacer y después de dar varias
vueltas y hartarme de pitidos y místeres, me paro en el mercado donde me
encuentro a dos motoristas jugando al ajedrez. Me quedo un rato viéndolos jugar
y cuando me ofrecen echar una partida rehúso ya que juegan muy bien y me
ganarían seguro. A pesar del calor ambos siguen llevando toda la parafernalia
de guantes y pañuelo que normalmente llevan para que no les dé el sol y por eso
tienen ese aspecto tan curioso.
Una cosa que me gusta de los indonesios en general es que son gente buena, tranquila y me parecen en su mayoría muy honestos. Otra cosa es en sitios como en la hedonista y explotada Bali, donde el turismo masificado ha echado a perder a muchos de los lugareños. Esta sería la otra moneda del turismo, tal como lo tenemos en Canarias.
Indonesia es el cuarto país del mundo por población y el 14º
por superficie, en las 6 mil islas habitadas. La esperanza de vida es de 67
años, por eso la jubilación, por lo que me contó una amiga a la que reencontré
después de haberla conocido hace 11 años en Yakarta, es a los 58 años.
Puesto callejero de comida que surgen por doquier por la noche
Me voy con la sensación de que deberé volver, por un lado,
con contactos para averiguar más sobre el cacao a lo que le he dedicado poco
tiempo. Y por otro lado para seguir explorando tantas islas que me quedan por
ver. ¡Pero tendré que aprender aunque sea un indonesio básico antes!
Selamat Datang: bienvenidos a Leme Leme |
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