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domingo, 14 de enero de 2024

De Manaos a Belém en barco

 


Mientras he viajado en barco en Brasil, he ido cambiando de horario, ya que hay hasta 3 horas de diferencia entre Leticia y Belém, viajando de oeste a este. Me doy cuenta porque cuando pasamos cerca de un pueblo grande me puedo conectar a internet con el teléfono y se me cambia la hora automáticamente.

En el primer barco, el orden era total, con un marinero mirando que las hamacas estuvieran bien colocadas, que no molestaran a nadie ni impidieran el paso, todo estaba limpio, la comida organizada. En este, quizás por su mayor tamaño, o por el menor tiempo de navegación, cada uno pone la hamaca donde quiere, el suelo está lleno de restos que la gente tira, el bar es un desorden y he visto gente emborracharse después de tomarse unas cuantas, bastantes, cervezas.

La vida alegre en la cubierta del barco

Sigo leyendo, escribiendo y viendo donde ir cuando llegue a Santarém. Finalmente me decido por Alter do Chao, un lugar al que llaman el Caribe amazónico. Tiene lo que les gusta a los brasileños, playas de arena blanca, restaurantes que te sirven la comida en mesas que están dentro del agua, excursiones de una playa a la otra. Yo voy porque estoy interesado en ir a FLONA (Floresta Nacional do Tapajós). Los barcos para Belém sólo salen el lunes y el viernes, así que como llego el lunes me tocará esperar hasta el viernes para poder embarcarme.

Las famosas playas de Alter do Chao, en la desembocadura del río Tapajós al Amazonas

Hago tiempo paseando por el pueblo, por la isla que llaman del amor, a escribir y planificar los siguientes pasos sin llegar a ninguna decisión. Ya en Belém veré que hacer.

Aprovecho la estancia en Alter do Chao para irme de excursión a la selva de Tapajós

Regreso a Santarém para embarcarme y esta vez, cuando veo un par de turistas, me pongo a su lado. No es el mejor lugar porque está a popa, o sea con el ruido del motor, pero al menos puedo hablar en francés con ellas. Al otro lado se ha instalado una pareja de EEUU y cerca hay un colombiano.

Me ha gustado ver como se resuelven los pequeños conflictos por el espacio sin peleas, sin broncas. Cada barco es diferente y nunca sabes cuánta gente va a subir, donde, ni cuando, obviamente todo el mundo quiere estar cómodo y tener espacio, pero todos se acaban acomodando a lo que hay.

Puestas de sol como fuego, aunque también vimos alguno de los famosos incendios del Amazonas en el viaje

Me ha llamado la atención el mundo de las tiendas en las zonas populares de estas ciudades. En Manaos tenían unos voceadores que con micrófono en mano van contando una serie de cosas que, seguro que no son verdad, con descuentos increíbles, promociones, pero que al parecer atraen a la gente. Luego hay unos vigilantes dentro de las tiendas grandes que están sentados en unas sillas altas, como las de los jueces de los partidos de tenis, y desde ahí controlan que nadie se lleve nada sin pagar. Tienen una enorme cantidad de gente trabajando en las tiendas, señal de que les paga poco. El aire acondicionado está a varios grados bajo cero, o eso me parece a mí. También eso atrae a la gente por el calor que hace fuera y hasta yo he entrado alguna vez para refrescarme un poco. Todo esto, claro está con las puertas

abiertas de par en par, o sea con un gasto energético enorme que seguro que lo paga el cliente. En Santarém los voceadores ponían la música a todo volumen, sobreponiéndose la música de una tienda a la del lado. También parece que les gusta esto a la gente. Ocupan una parte de la acera con sus mercancías, ya de si estrecha, así que no pueden pasar dos personas a la vez.

Uno de los famosos árboles de caucho

De la ciudad de Santarém me gustaba el paseo marítimo fluvial, al lado del Amazonas. Durante el día no había un alma, por el calor que hace, y por la tarde cuando entra la brisa, todo el mundo se pone a pasear arriba y abajo y a tomar o comer algo. Enfrente de donde desembarcan las lanchas y los barcos de la gente que viene de los pueblos cercanos están todas las tiendas que venden motosierras y productos químicos para acabar con la selva.


Todo y así pude ver varios perezosos en un área cerca de la ciudad


Trayecto Santarém -  Belém

En Santarém había varios puertos con barcos de pasajeros que me preguntaba siempre adonde irían

La ruta entre Santarém y Belém, en el barco Amazonas Star, con 2 noches y dos días en el barco ha sido con diferencia el viaje más bonito. De que vivirán la gente que vive en las riberas es lo que se pregunta uno. Cuando se acercan al barco, se ve que llevan pescado que han estado pescando. También pescan camarón y cosechan palmito que vienen a vender al barco. En las casas tienen paneles solares con lo que al menos tienen luz y parece que también televisión. Al parecer hay una subvención del gobierno para los indígenas, que reciben las mujeres para que así no abandonen sus poblados para ir a engrosas los cinturones de miseria de la ciudad. Muchos vienen con sus barquitos y sus niños a pedir comida y ropa que la gente les tira en bolsas de plástico al agua.

Los niños salen en sus botes a pedir comida

En el trayecto hacemos varias escalas y en Gurupa vamos hacia Itamarati, a partir de donde el barco va pasando por canales estrechos donde se puede apreciar la vida en los bordes. Pasamos por Bom Jardin hacia el Furu Tajapuru y nos dirigimos al poblado de Antonio Lemos. En este trayecto no quería hacer muchas fotos por el trabajo que lleva pasarlas al ordenador, clasificarlas y escoger las mejores. Pensé en hacer sólo 5 o 6 y acabé haciendo 200, ya que en las zonas donde navegábamos cerca de la orilla o en estrechos canales cada paisaje que veía me parecía más bonito que el anterior.

Casas con paneles solares (las cajitas azules)


En Gurupa sube a las 6 de la mañana una familia grande que mira los puestos libres entre las francesas y yo. Finalmente se instalan en el medio, más caluroso, pero donde hay espacio. El que paga el pato es el colombiano al que literalmente desplazan. Al final como siempre, con pequeños cambios aquí y allá, todos encuentran acomodo y las francesas y yo seguimos disfrutando de nuestro espacio vital.

A veces pasamos por canales que ni salen marcados en el mapa


Aunque había leído en un blog que este era el peor barco no me lo ha parecido tanto. Tenía sus cosas buenas, como el bar y terraza con mesas de la parte de arriba y menos buenas como los pocos baños y alguna que otra cucaracha. Los niños disfrutaban con las duchas que había en la parte alta del barco con agua del río.


Cuando sube alguien se sienten los nuevos olores, de la naftalina de las hamacas que se va difuminando al rato, el olor de la bolsa de zapatos que te ponen debajo de tu hamaca y que no se disipa tan rápido, la comida que algunos prepararan en un pequeño hornillo o que se traen del comedor e impregna los alrededores, el sudor, y el desodorante que se aplican generosamente después de cada ducha.



Llegamos a Belem a las 6 de la mañana. En total he pasado 140 horas en los tres barcos, han sido 6 noches y sus días en los que sólo me he duchado 2 veces, a pesar de que la humedad se te pega a la piel, porque el agua marrón me tira un poco para atrás.

Me quedo con las ganas de ir a tantos sitios en Brasil, sobre todo Sao Luis, Salvador de Bahía, Illheus y otras zonas cacaoteras. Quería ir a Altamira, una zona cacaotera importante, pero leí que era una de las ciudades con índices de criminalidad más alta de Brasil. Así que lo dejo para otra ocasión.

Hemos podido ver en el trayecto algunas zonas deforestadas y barcazas cargadas con madera

Tanto en el barco, como en la calle, la gente me toma por brasileño y me comenta o me pregunta algo. Creo que esto es una suerte ya que no me identifican como extranjero, pero sé que nunca podré ser brasileño porque no se cantar canciones, mientras ellos se saben las letras de todas, y porque además les encanta hacerse fotos a todas horas y en cualquier lugar.

Mural en Alter do Chao


 

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