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jueves, 23 de noviembre de 2023

Colombia: Islas de Providencia y San Andrés (2)

 

Arte caribeño en Southwest Bay

Le alquilé la moto a Sandra, la que gestiona el hotel y recorrí toda la isla de Providencia que tiene un perímetro de 17 km por carretera asfaltada. Lo hice en un sentido y en el otro, para tener las dos visiones. Ni en este recorrido ni en los que he hecho a pie he podido ver ninguna finca de agricultura más allá de un pequeño huerto y una parcela con plátano, yuca y maíz.

Algo de agricultura en Southwest Bay

El dueño del hotel me dice que hay varias razones: la gente mayor era la que se dedicaba a cultivar y ahora los más jóvenes ya no quieren, en un esquema que se repite en todo el mundo. A ello se añade que estas islas han sido durante mucho tiempo foco del narcotráfico, con lo que en una noche se podía ganar lo que en varios años trabajando la tierra. Como todos los jóvenes saben navegar, los reclutan para ir a pilotar lanchas con productos ilícitos al golfo de México. Y yo añado a ello también lo que he visto en otros lugares, que es la fatalidad con la que encaran la vida quienes están expuestos a terremotos y huracanes, que en un momento pueden llevarse todo lo que se ha construido durante años. Para que hacer nada si todo acabará destruido¡!

Estas islas fueron asoladas por el huracán Iota en noviembre de 2020, cuando ya la temporada de huracanes había casi acabado y se había anunciado que sólo era de categoría 1. Pasó a categoría 5 en 3 horas y arrasó con más del 90% de las viviendas y edificios, así como con varias infraestructuras de la isla y con el 90% de los cocoteros. A pesar de que han pasado 3 años, todavía se ven muchas casas destruidas sobre todo al borde del mar.

Por eso están sembrando manglares en las partes donde rompió estas barreras naturales, para reforzar las defensas de la isla en lo que se ha demostrado que es lo único eficaz para amortiguar la fuerza de un huracán.

Resiembra del manglar en Santa Catalina

Tampoco he visto ninguna planta de cacao y a la gente que le he preguntado me han dicho que no hay. Estoy seguro de que aquí se daría y ya les he sembrado el gusanillo a un par con los que he hablado. Así empecé en Tenerife. Lo que si he visto son árboles nim, lo que para mí siempre es una buena señal.

Aunque el idioma oficial en las islas es el español, en el colegio que es gratuito, se enseña también inglés. En casa aprenden creole y aunque dicen que si sabes inglés entiendes algo del creole, yo pillo una palabra de cada veinte. Rectifico, ayer estuve poniendo la oreja y solo entendí una de cada treinta.

Una cosa que me parece curiosa es lo que también me llamaba la atención en Corn Island, que al hablar, la gente usa “em” como muletilla, como si fuera nuestro eee, entre frase y frase.

Cuando llegué a la isla, como mi amigo Ricardo de Bogotá conoce a la gente del hotel donde me iba a hospedar, les pidió que me pusieran en mi habitación una botella de ron de Providencia, Bush Rum Cream, en el que pone 100% orgánico con 27 al 33% de alcohol, que sólo se produce aquí y se vende sólo en una casa particular de la familia que lo produce. Mientras estuve en el hotel, todas las noches me echaba un trago lo que me servía de somnífero para dormir hasta el día siguiente. Me llevo una botella para Bogotá para compartirla con Ricardo, ya que me voy a quedar en su casa cuando regrese allí.


Los primeros días de mi llegada llovió bastante fuerte en algunos momentos. Además, la lluvia, llega de repente y aun cuando pensabas dar un corto paseo, es capaz de enchumbarte en segundos. Lo bueno es que los ratos de lluvia me han permitido dedicarle más tiempo a escribir y leer. Cuando llueve muy fuerte la gente se resguarda, esperando que pase lo peor. Cuando ya baja la intensidad, entonces sigue caminando, haciendo como que no llueve. Lo he practicado un par de veces, y funciona, tanto lo de hacer como que no, como le enchumbarme, ya que una vez lo fuerte me pilló en medio del puente a la isla Santa Catalina y ahí no había donde esconderse. El problema de la lluvia no es tanto mojarse como que se te puede mojar el celular o la cartera. Por eso me he conseguido unas bolsas de plástico para meter dentro mi celular, pero cuando llueve siempre me doy cuenta de que me he dejado la bolsa. Desde que la llevo, no ha vuelto a llover. Será eso.

Zona de manglar destruido en Santa Catalina

Aunque hay mosquitos, no hay muchos. Pero lo que si hay son jejenes, que también suelen recibir el nombre de mosca negra. Son insectos de tamaño diminuto (apenas 3 mm), y están en entornos naturales en los que haya agua cerca. Lo bueno es que no transmiten enfermedades, lo malo es que no te das cuenta cuando te pican y hasta horas después empiezan los picores, que pueden llegar a durar hasta 2 a 3 semanas. Lo curioso es que la picazón se da por la mañana y por la tarde. Y es que no todo puede ser bueno.

Paseo en la isla peatonal de Santa Catalina

En la isla de Providencia hay algunos coches, pocos, vehículos tipo carro de golf, que es mayoritariamente para el alquiler de los turistas y las motos, tipo escúter, que te alquilan por 20 euros al día, combustible aparte. Los lugareños tienen mayoritariamente motos y no parece existir reglas. Conducen todos sin casco, muchos son menores de edad, van conduciendo en paralelo para ir hablando, algunas no tienen luces de noche, no se respetan los límites de velocidad y en la moto pueden llevar cualquier tipo de carga y van hasta 3 personas. Y digo 3 y no cuatro ni cinco como en Asia, ya que con esos cuerpos que tienen tres es el límite. Si va una Big Mama, entonces apenas caben dos en la moto.

Están construyendo alrededor de la isla toda una serie de paradas de buses, así que supongo que dentro de poco lo pondrán en funcionamiento y quizás sirva para bajar la cantidad de motos que hay. Es una lástima que no esté todavía porque yo lo hubiera utilizado.

Me he cambiado los últimos 4 días a otro hotel en la playa de Southwest Bay, con una playa muy bonita y un par de restaurantes. Desde aquí hago mis paseos caminando para ir a cenar por la noche a la playa de Aguadulce, a unos 2 km.

Playa de Aguadulce

Al final me he reconciliado con el buceo con botellas. Cuando llevas tiempo sin bucear te hacen hacer un refresh, para ver que te acuerdas de todo. Cuando me han preguntado cuantos años habían pasado desde mi último buceo, dije que unos dos, quizás tres, podría ser que cuatro, lo que en caribeño, significa que hay que multiplicar la cifra más alta por lo menos por dos y eso te dará una idea. Así que hice el refresh. La verdad que todo fue muy poco complicado, ni les interesaba ver mi certificación de buceo, ni me hicieron firmar ningún papel de descargo de responsabilidad por si me pasaba algo, que es lo que hacen los clubs de buceo serios. El instructor Alejandro, la verdad que muy bueno, me hizo un refresh un poco de risa, 5 minutos en el agua y me dijo que también servía de teoría. Lo único que le interesó es que yo no colapsara si se me salía la boquilla o me entraba agua en las gafas. Una vez comprobado estos nos fuimos con otros 4 buzos y otra instructora hacia la zona de la barrera de coral. El primer buceo fue espectacular, bajando a 20 metros, con muy buena visibilidad y dos tiburones de arrecife de 1,5 a 2 m, dando pasadas muy cerca de nosotros. Teníamos instrucciones de no tocarlos, para hacerse una idea de lo cerca que pasaban.

Tiburón de  arrecife del Caribe

Luego venía un tramo de coral blando y multitud de peces, incluido un pez león con todas sus espinas levantadas.  El segundo buceo fue más relajado, a menos profundidad y viendo grandes bancos de peces, alguna morena y toda una serie de peces comestibles como pargos y chernes, entre otros. En fin, después de hoy me he prometido no dejar pasar tanto tiempo hasta el próximo buceo.

Pescadores limpiando el pescado. El pescado atrajo a los pájaros y los pájaros me atrajeron a mi.

Por la tarde los pescadores vuelven a la playa y limpian el pescado en el agua, tirando las entrañas, lo que alborota a las gaviotas y las fragatas que se tiran a por ellos. Cuando veo la barracuda me quedo anonadado y no me atrevo a preguntarles donde la pescaron, por si ….

Y si ......

Con mucha pena me voy de Providencia, hacia San Andrés donde sólo estaré una noche. Como venía convencido de que no me gustaría, pues efectivamente, no me ha gustado, pero menos de lo que esperaba. Tiene amplias zonas peatonales, lo que es un plus, playas atestadas lo que es un minus, y una parte de la isla, en la que los hoteles se han tomada la costa, otro minus. Cuando quise entrar en uno de ellos para ver la parte del mar el de seguridad no me dejó pasar de la recepción. San Andrés es dos veces más grande que Providencia pero tiene 10 veces más habitantes (55 mil). Recibe un millón de turistas al año, lo que da una idea de la carga que soporta la isla. Los diferentes puertos turísticos que hay son una aberración y un conglomerado de botes, lanchas y barcos, que se le pasan a uno las ganas de subirse. Los destinos son los diferentes cayos que hay alrededor e incluso en las fotos de promoción ya se ven masificados, llenos de gente, y es que al colombiano no le gusta sentirse sólo. Como más gente mejor. Así que a pesar de todo he disfrutado del rato que he pasado aquí, pero me quedo con Providencia, que todavía por suerte guarda gran parte del sabor caribeño, tal como lo recuerdo de la isla de Corn Island.

Playa Manzanillo

Carácter isleño

Siguiente destino: feria del Chocolate en Bogotá.  https://chocoshow.co/


Santa Catalina y la parte norte de Providencia




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