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viernes, 17 de agosto de 2012

Islas de Vanuatu


En la isla de Nguna me trazo un plan para el resto de días que me quedan en Vanuatu, así que en cuanto llego a Port Vila compro el billete en Air Vanuatu a la isla de Epi y encima me hacen descuento por haber comprado un billete internacional con Qantas, socio de esta compañía. Las cosas van bien. Me voy al hotel donde había estado antes y en el dormitorio hay un alemán, Berthold que también lleva más de 1 año viajando. Nos hartamos a hablar alemán e intercambiar informaciones. Por la noche salimos a cenar al mercado, donde la señora que nos sirve la comida, como es tarde y sábado por la noche ya está bebiendo kava y es incapaz de darnos el cambio de lo borracha que está. Después nos vamos a un bar y nos tomamos incluso una cerveza que aquí vale el módico precio de 6 euros. ¡Toma ya!
Mercado Port Vila

Al día siguiente llego con tiempo al aeropuerto, como a mí me gusta y todo parece en orden menos el tiempo, que ha amanecido lluvioso. El aterrizaje en Lamen Bay, adonde me dirijo es conocido porque el avión llega en rasante por encima de unos corales lo que lo hace un aterrizaje espectacular pero quien sabe lo que veremos hoy con lo nublado que está. Cuando ya pasa largamente de la hora de embarque pregunto si hay retraso y me dicen que unos minutos. Hay una pareja extranjera que también se informa y que empieza a ponerse nerviosa. Vuelvo a preguntar y me dicen que han cancelado el vuelo. Las cosas se vuelven a poner mal. La pareja, que es de Nueva Zelanda, está indignada ya que sólo vienen por 1 semana y ven esfumarse su primer día de vacaciones. Hay un poco de caos en las informaciones que nos dan y finalmente nos dicen que el avión se ha estropeado y que el vuelo saldrá dentro de 3 días. Cuando ya estoy a punto de coger mis maletas e irme, oigo discutir a la pareja neozelandesa y me apunto a la juerga. Están reclamando que les den un hotel y la comida, exigiendo sus derechos. Pienso que realmente tienen razón y no me muevo de su lado a ver que cae. Finalmente después de varios tiras y aflojas nos ofrecen hotel gratis para ese día y que el vuelo saldrá al día siguiente. Se vuelven a arreglar las cosas. Me voy con Diana y Jeffrey, con los que mientras tanto ya me he hecho amigo, ambos profesores de universidad, al hotel Melanesian, un hotel de 100 o más euros la noche. ¡Viva Air Vanuatu!! Además nos dan la cena y el desayuno incluido y por la mañana nos hinchamos a croissants. Yo aprovecho para nadar varias veces en la piscina del hotel, de unos 20 m de largo y de contento que estoy vuelvo a nadar mariposa, lo que desde mi lesión en el hombro en Nicaragua no hacía. Tengo internet gratis así que me pongo al día de noticias, mando emails y escribo mi primera parte de Vanuatu. Todo sigue yendo bien. Mientras ceno junto con la pareja neozelandesa comentamos que casi nos dan ganas de que vuelvan a suspender el vuelo y quedarnos un día más. A mí la dosis de lujo me ha venido de perlas después de tantos días en precario y la habitación en este hotel ha sido la mejor  que he tenido en todo el viaje, comparable a la habitación en casa de Jorge y Carmen en Vietnam. Pero no, no cambio los juegos olímpicos en la tele del hotel por la posibilidad de nadar con los dugongs (una especie de manatí o también llamado vaca marina) en Epi.
En el aeropuerto doméstico de Port Vila recupero la sensación ya casi olvidada de embarcar a un avión sin pasar ningún control ni de equipaje ni de tener que pasar por un scanner, como en los viejos tiempos. El avioncito es de 8 plazas y no parece que a los pilotos les paguen muy bien ya que el nuestro lleva la camisa raída con el cuello a punto de desprenderse.
Ya en la isla, esta vez sin contratiempos, contratamos una barca para que nos lleve a ver si encontramos el dugong. Vamos a Lamen Island que está enfrente de la bahía donde nos encontramos, donde nadamos entre unos corales bastante bonitos y sigo descubriendo especies que nunca había visto antes, incluidos unos gusanos gigantes que se mueven lentamente. Aunque el dugong no aparece, la emoción de poder verlo en cualquier instante, de reconocerlo de pronto en una sombra, está ahí, incluso algunas veces creo oír como un mugido debajo del agua y esas sensaciones me son suficientes para seguir buscándolo hasta que me castañetean los dientes. De vuelta a la isla principal me despido de la pareja neozelandesa con la que he compartido las últimas horas, forro el libro de The Beach que se está deshaciendo y escucho mientras lo hago el taller de turismo rural que una chica del Ministerio de Turismo y una voluntaria de la cooperación neozelandesa están impartiendo a jóvenes de la isla. El sol asoma tímidamente y mi inglés avanza poco a poco, que más quiero.
Unos días antes de llegar, la semana pasada hubo en Epi una fiesta para conmemorar la llegada de los primeros pobladores a Vanuatu, lo que hacen embarcándose en unas piraguas a las que le ponen unas hojas de palmera en la proa que hacen como de vela, y porque no, quizás fuera esa la primera vela que existió.
El pidgin english que hablan en este país fue la forma que tuvieron los ingleses y americanos para comunicarse con sus colonias, en las que utilizaban palabras de ambos idiomas. Vanuatu es el único país que ha mantenido esta forma de comunicarse más allá de la ápoca colonial y además convirtiéndolo en su idioma oficial, el bislama.
Epi Airport
Aprovecho mi último día nadando por la mañana, con la marea alta, en una zona que descubro y llamo “Magic Blue World” donde veo un tiburón de unos 1,5m con una banda oscura lateral. Precioso. Veo tortugas pequeñas y grandes en la zona de los veleros, 2 mantas pequeñas y peces de todos los colores. Lo más espectacular el reflejo azul del coral que hace este fondo marino tan especial. Casi no me importa no haber visto al dugong, que debe estar por ahí y me voy contento con el tiempo pasado. No me importaría estar más tiempo si no fuera que el barco sólo para 1 día por semana aquí. Volar tampoco es seguro como pude comprobar ya y además hoy hemos oído que la pareja neozelandesa que viajó conmigo se ha quedado varada al sur de la isla, en el otro aeropuerto ya que está anegado con el agravante de que al ser un problema del aeropuerto y no de la compañía, ésta no se hace cargo de ningún gasto. En Epi me doy cuenta el 7 de agosto de que acabo de cumplir 2 años desde que dejé de trabajar esa misma fecha en 2010. Es justo el tiempo que me había propuesto viajar al principio y aunque todavía sigo en ello ya voy viendo el final. En realidad sólo he viajado 18 meses en este tiempo por 18 países pasando el resto entre la península y Canarias. Lo celebro tomándome una cerveza caliente por la noche.
Tasso, el dueño de los bungalows donde me quedo, se ha portado muy bien conmigo ya que la última noche me deja tener las cosas en la habitación hasta que llegue el barco. A las 9 cuando se apaga la luz me quedo solo afuera, sentado, escudriñando la oscuridad, viendo algunas sombras pasar. Cerca de la medianoche, por fin veo luces del Big Sista y oigo su motor. Malekula me espera.
Tasso y la voluntaria



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