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martes, 28 de agosto de 2012

El turista depredador


Al finalizar el festival de “Arte y Cultura de Lamap” había que seguir subiendo hacia el norte. Allí había la posibilidad de ver las danzas de los Big nambas y algunos de los lugares que se conservan de los caníbales que, todavía en el siglo XIX, se comieron a alguno de los misioneros que vinieron a imponer la religión católica. Entre los tres italianos, los tres franceses y yo alquilamos la Toyota Land Cruiser del hospedaje para que nos llevara hacia el norte, a algo más de 100 km. Los franceses se iban hacia la isla de Vao mientras los italianos iban a seguir con su plan de actividades que coincidía con lo que yo quería ver. Aunque Laurent, Natascha y Miguel me eran mucho más entrañables, me decidí a unirme a los italianos para que así no me saliera tan caro ir a todos esos lugares previstos. El viaje al norte transcurre por una pista de arena, que en algunos tramos se desvía por la playa y en otras pasa por lugares que debido a la erosión pronto no serán transitables. En el camino vemos alguna que otra escuela y nos preguntamos donde vivirá la gente ya que casi no vemos casas.
Nos quedamos en Walairana, desde donde se puede ir caminando a ver uno de los sitios históricos de caníbales (Sanwir). Después de intentar regatear el precio con el propietario de ese sitio, que pide unos 30 euros por cabeza, sólo Carlo se avino a pagarlo mientras Luca y yo sólo iríamos a la excursión por el placer de las 3 horas y pico de caminata por el bosque hasta llegar al lugar. Giancarlo se quedó en la comunidad donde dormíamos y cuando le anunciaron que podría asistir a los funerales por la abuela que había muerto unos días atrás, aplaudió de contento gritando “funeral, funeral”. Yo no sabía ya donde ponerme de la vergüenza ajena pero por suerte nos pusimos en marcha con Arvelino, nuestro guía local. Al pasar por su casa, Arvelino dejó las chancletas para seguir descalzo y cogió un machete. Por el camino abría un cacao y chupaba sus nueces, abría un coco y comía la pulpa, cortaba un pomelo que daba suficiente para los cuatro, para saciar nuestra sed y llenarnos de dulzura. Cuando empezó a llover cortó unas hojas de una especie de palmera de porte bajo, las que nos servían de paraguas. Carlo ya empezó a mostrar su mal talante al darle al guía su mochila, llena hasta arriba con todo tipo de cosas, para que la cargara durante todo el día.
Nuestro guía Arvelino

Después de caminar las 3 horas anunciadas, mientras Carlo y Luca nos esperaban en una zona intermedia, Arvelino y yo llegamos a Botco Village, una comunidad fundada por una sola familia, formada por 7 hermanos años atrás y donde viven 83 personas, mientras a 2 hermanas de la familia les tocó casarse e irse a vivir a otros pueblos. A esta comunidad sólo se puede llegar caminando 1 ½ horas desde Atchin o 3 horas desde Walairana, cruzando por medio de bosques y cacaotales y sin encontrar casi casas por el camino. Nos encontramos con el propietario del lugar de los caníbales y regresamos recogiendo a los italianos, para encaminarnos hacia el lugar, abriendo en algunos casos la pista a golpe de machete. Mientras yo esperaba fuera los demás entraron (el concepto de dentro y fuera dentro del bosque no existe pero ellos así lo denominaban para entrar al lugar donde vivieron y celebraban sus ritos los caníbales). Al cabo de media hora regresaron de “dentro” mientras yo me había entretenido haciéndome unas fotos al lado de un gigantesco árbol “banyan”. Al parecer no se podía ver gran cosa ya que todavía no está suficientemente mercantilizado y lo mantienen en su estado natural. La cara de Carlo era un poema y se le veía que venía descontento. Como encima no habla francés, empecé a traducir hasta que decidí que no iba a ayudarle a seguir con su mal genio. Me disculpé ante el propietario en nombre de todos y mi sensación de vergüenza iba en aumento. Carlo seguía haciendo aspavientos y dándole a entender al propietario que aquellas calaveras que había visto eran una mierda por lo que sólo le dio 10 € de los 30 acordados, lo que este primero rechazó aunque en una segunda tentativa acabó cogiendo el billete. El pago en Vanuatu por “ver sitios”, aunque no sean suficientemente atractivos a nuestros ojos cuando estamos allí, es una práctica común y lo consideran como una forma de respeto a la propiedad. Por ejemplo, prácticamente todas las playas están privatizadas y no es extraño que uno se bañe y de pronto llegue alguien exigiendo el pago de la entrada.
Cuando ya empezamos a caminar de regreso Carlo tropezó con una raíz de una planta y pensé que eran los espíritus del lugar que lo estaban persiguiendo. En ese momento deseé que en los días que le quedaban en Malekula le dieran alcance y que lo castiguen al menos con una fuerte diarrea.
Banyan tree

En el camino de regreso, aceleramos el paso para que nos pillara la lluvia que se veía venir al frente, con tan mala suerte que Carlo se quedó atrás y en un cruce se perdió. Aunque nos dimos cuenta y lo esperamos se puso histérico descargando a grandes voces en italiano toda su mala leche con el guía y después con nosotros. Por la noche, ya calmados en el hospedaje, cuando quiso hablarme como si no pasara nada, le dije que me parecía que debía disculparse como mínimo con el guía. Como le volvió a venir un pequeño ataque de histeria pasé de él. Yo ya había decidido que al día siguiente mi camino sería en dirección contraria a la que ellos tomaran. Para rematar, por la mañana además descubrí que habían robado en Lamap uno de los juegos de semillas que los danzantes se ponen en los pies para aumentar el sonido de sus golpes con los pies y que se había quitado uno de ellos. Ahora lo dejaban abandonado ya que ocupaba mucho espacio y les oí comentar que no pasaría la cuarentena al hacer tránsito en Australia.
Creo que este tipo de gente son los que hacen daño a lugares poco acostumbrados a recibir turistas como los que hemos visitado y con su actitud van haciendo cambiar la forma de ser amable de la gente. Pero todavía más peligroso me pareció el otro grupo de turistas italianos, quienes con mayor poder adquisitivo, se dedicaron a comprar las máscaras y utensilios tradicionales que identificaban como valiosos, por precios irrisorios para nuestro nivel de vida europeo.
Como diría más adelante Laurent, este tipo de actitudes es un espejo en el que uno debe mirarse para reflexionar y no caer en ellas, ni por aproximación. Y con esto me olvido de estos energúmenos depredadores.

Santo
De Walairana sigo al día siguiente hacia el norte, con tan buena suerte que cuando llega una de las Toyotas que hacen de transporte público en esta zona me encuentro de nuevo con Laurent y Natascha que vienen de confirmar su vuelo en Norsup, la capital. Me alegra reencontrarlos y acordamos ir juntos a la isla de Vao, donde ellos se están quedando. Al día siguiente, por la tarde llega de nuevo mi conocido Big Sista, en el que me embarco para ir hasta la isla de Santo, a Luganville donde pasaré los últimos días en Vanuatu.
Luganville tiene unas calles tan anchas que no parecen corresponderse con el escaso número de habitantes ni los vehículos, sobre todo taxis, que circulan por ellas. Pero es que en esta isla estuvieron estacionados 500 mil soldados norteamericanos que participaron en la segunda guerra mundial. En esta isla llegaron a haber 3 pistas de aterrizaje para los aviones que traían la carga de alimentos y equipos necesarios para la guerra y 10.000 ni-Van trabajaban exclusivamente para estas tropas. Cuando la guerra se acabó, el gobierno de Estados Unidos ofreció a los gobiernos francés e inglés la venta de los equipos usados como jeeps, camiones y diferente maquinaria. Como estos no estuvieron interesados llevaron toneladas de estos equipos hasta un punto de la costa y lo hundieron todo en el lugar que desde entonces se llama “Million Dollar Point”.
Desde Luganville hice un par de excursiones por la costa oeste, bañándome en piscinas naturales que llaman “Fresh water” y que tienen unos colores increíbles, en la Champagne Beach, llamada así porque al terminar la segunda guerra mundial celebraron con un contenedor de champagne el fin de la contienda. También fui a la cueva descubierta en 1999, Millenium Cave y que alberga un rio subterráneo que la atraviesa durante 400 m, teniendo la cueva 60 m de alto. Me impresionó una afluente natural que cae desde unos 10 m de altura dentro de la cueva.
Los gastos desglosados en 23 días de viaje por Vanuatu son los que se ven en la tabla, muy parecidos a lo que me gasté en Fiji. Si a ello le sumo el coste de billete de avión desde Fiji, la media sube a 50 euros por día. Poco a poco voy teniendo ganas de llegar ya al sudeste asiático, mucho más barato.

Comida
Dormir
Transporte
Actividades
Total
Media Vanuatu
9,8
12,1
8,8
8,3
39,0
Medias Fiji
10,7
13,3
9,3
7,9
41,2





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