Guastatoya, la ciudad donde vivo,
es pequeña, con dos calles principales, un paseo, un parque central y algunos
barrios. Por la tarde la gente va al parque central, a sentarse a la sombra de
los árboles, sobre todo de una gran ceiba, ya que a esa hora corre el aire.
Además hay música salsera pachanguera que a la gente parece gustarle. También
hay otros lugares como otra ceiba enorme que parece quedó salvada de la tala
que se hizo en esta zona y donde también en su base han hecho unos bancos de cemento
donde la gente se sienta a platicar y a ver pasar la vida. La gente camina
despacio, y te saluda por la calle, no como en ciudad de Guatemala, donde todos
van rápidos, con la cabeza baja, como con miedo.
En toda la ciudad hay 4 semáforos
de los que sólo hay que parar en uno, los otros no los respeta nadie cuando
están en rojo ya que no tiene mucho sentido y hay buena visibilidad para ver si
viene alguien. Los tuc-tuc están por
todas partes, recogiendo y dejando pasajeros y poniendo en peligro a los pocos que
se atreven a ir de peatones. No hay muchos sitios donde ir a comer, unos pocos
restaurantes donde la comida de menú suele ser la misma todos los días, pollo
con algo de ensalada, arroz y tortillas, eso sí, muy barata, ya que cuesta sólo
2 euros.
Sigo viviendo en hoteles, esta
vez en uno con piscina con lo que por lo menos puedo nadar cada día. Con 15
metros de largo acabo mareado de tanto dar vueltas pero por lo menos puedo
volver a nadar después de mi larga
tendinitis en el hombro.
He añadido a mi lista el buscar
una casa que no esté al lado de una farmacia. Ponen música chunga-chunga a todo
volumen para atraer a los clientes, desde la mañana hasta la noche y además abren
todos los días de la semana.
En una de las carreteras del país
vi a un grupo de jóvenes que bajaban la leña con una plataforma con ruedas que
se habían construido artesanalmente. Como se ve, ingenio hay, lo único es que
habría que usarlo para temas más productivos.
A la gente de este país les
gustan las rancheras, tanto que en algunos lugares incluso están prohibidas ya
que cuando estos vaqueros se ponen muy alegres cantando sus canciones favoritas,
se ponen a tirar tiros y es fácil que le den a alguien en su frenesí.
Desde hace dos semanas en todas
partes ya empiezan a sacar toda la parafernalia de Navidad, compitiendo las
grandes superficies con quien tiene el árbol más grande y con más bolas
colgando. También en nuestra oficina central les ha entrado la fiebre y en mi
oficina me han puesto unas guirnaldas encima del marco de la puerta de mi
despacho. Por suerte hemos conseguido impedir que nos llenen la oficina en
Guastatoya ya que allí somos de momento sólo tres, una mujer que por su
religión no celebra la Navidad, mi compañero indígena al que ni le va ni le
viene y un servidor que apela a su apostasía en estos casos para verse libre de
la larga mano de la religión y sus secuaces.
En la organización hemos celebrado
la comida de navidad con todo el equipo, un total de 17 personas. Por primera
vez participé en el amigo invisible y no sabía muy bien que comprar. La
cantidad mínima era de 10 euros y a mí me tocó mi jefa, todo un papelón.
Finalmente me decidí por comprarle un pintalabios color “rojo pasión” y os
puedo asegurar que le sienta muy bien, tanto el color como seguramente el ponerle
más pasión a su vida.
Tecnologia
Hay 21 millones de teléfonos
móviles registrados en este país, cuando la población total es de unos 15
millones, por lo que si descontamos a los bebés, toca a 2 móviles por persona,
así que voy bien, porque yo también tengo dos. La gente aquí, igual que en
Nicaragua y como seguramente en tantos otros lugares, gasta más en celular y en
los sistemas abusivos de las compañías con las tarjetas prepago, que en ropa u
otros artículos que hasta hace poco se consideraban de primera necesidad. Un
ejemplo lo vi en uno de los proyectos de la GIZ en que han levantado datos de
comunidades rurales donde la gente no está dispuesta a pagar más de 10
Quetzales (1 euro) al mes por el servicio de agua potable y son capaces de hacer
manifestaciones o incluso destituir al alcalde si este siquiera se atreve a
proponer un aumento en la tarifa de 5 Quetzales mensuales mientras que en la
televisión por cable han subido la cuota de 100 a 120 Quetzales por mes y nadie
dice ni mu. Lo mismo pasa con los celulares donde la gente no es consciente del
gasto total ni por llamada así como de las condiciones de pago de las
mismas. Esta nueva forma de esclavitud
económica, mucho más sofisticada y perversa que el uso de la fuerza, se aprovecha
de la falta de cultura y son capaces de sacarle hasta el último centavo a la
gente, sobre todo a los más pobres, mientras les hace creer que son libres y
que se han desfrijolizado.
Ver también reflexiones sobre
cooperación y el tifón de Filipinas en el blog:
Grupo de trabajo en taller sobre cambio climático |