La naturaleza, aunque no lo parezca, va un paso por delante del ser humano y siempre acabará encontrando la forma de
devolver el equilibrio que nos encargamos de destruir. En la ciudadela de Angkor Wat, a mediados del
siglo XIX, vivían 1 millón y medio de personas mientras que en Londres sólo lo
hacían quince mil. La erosión producida por la tala de los bosques circundantes
hizo que los sistemas de irrigación y de suministro de agua potable quedaran
colapsados, obligando a la población a abandonar esta zona. Ahora los árboles
se encargan de recuperar lo perdido, con todo el tiempo del mundo por delante,
sin que parezca que seamos capaces de aprender de estas experiencias pasadas.
Para ver y leer más:
https://drive.google.com/file/d/0B-fAizR2Kbe4V1Bvc2R2R0V4SHM/view?usp=sharing
Vaya foto, increible. El poder de la naturaleza es imparable
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