He vuelto 15 años después a Cuba y otra vez constato que la
diferencia entre ir a un lugar a trabajar o de vacaciones es abismal. Lo que
antes no me gustó ahora si, y al revés.
Desde nuestro apartamento en pleno Malecón de La Habana, la
salida del sol era espectacular y se podía ver a la gente a todas horas, sin nada que hacer más que hablar, charlar, pasear y aspirar la brisa del mar en estos mese de calor.
Los vehículos de los años 40 y 50 siguen funcionando como si
el tiempo se hubiera detenido. Este llamado “almendrón” es de un colega que nos
vino a buscar. Mejor dicho, del hermano del marido de su hija, eso, de un colega y que lo trabajo como taxi.
Y poco a poco Cuba se va abriendo al mundo, permitiendo lo
que antes no se podía. El Che sigue estando presente, vigilando desde su billete
que no se pierda lo que tantas vidas costó.
De tanto gente sentándose en el banquito, el árbol ha ido dejando lugar para
las cabezas
De vuelta de Camagüey tocó comprar en el campo lo que en la
ciudad no se consigue: queso, cebolla, crema de leche…El día que el campo se de cuenta de que lo que realmente vale es lo que se come, la gente volverá a salir de las ciudades.
Gente blanca, negra, mulata, colorada, de todo hay en la viña de Cuba
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