Echarse Togo a la
cabeza
Las mujeres de Togo se ponen al
país por sombrero ya que en la cabeza son capaces de llevar cualquier cosa que
uno se pueda imaginar y así todavía les quedan las manos libres para seguir
haciendo otras cosas.
Un de las tareas más habituales,
aparte de traer leña a la casa, es la de acarrear agua, lo que no tiene ninguna
gracia. Este es trabajo de mujeres y no importa que tan lejos haya que ir ni
cuanta agua haya que acarrear y me duele ver a las niñas cargando con
recipientes, llenos hasta arriba, con un peso que yo no me atrevería a llevar, salpicándolas al caminar al vaivén de sus caderas, y que como menos vaivén,
mejor.
En el mercado no importa la
mercancía que haya que vender, sea ropa, toallas, calcetines o almohadas, casi
todo va sobre la cabeza.
Incluso cuando estas
tranquilamente sentado en un restaurante pensando en comer algo, el mercado
viene a ti, viajando en innumerables cabezas que te ofrecen cinturones o
linternas, remedios para el catarro o la impotencia, como si estuvieras ahí justo
pensando en comprar algo de ello. El otro día una vendedora se sentó a mi mesa,
me pregunto mi nombre y me dijo que le diera mi número de teléfono. Le dije que
para que lo quería y me dijo que para llamarme. Yo le conteste que no nos
conocíamos como para estarnos llamando y me dijo que si, que ya nos conocíamos,
que me había dicho su nombre y yo le había dicho el mío. Eso ya era conocerse.
Aunque uno piense que no, los
coches también tienen cabeza, así que hay que aprovechar para llevar todo lo
que haga falta y no se pueda llevar sobre la propia cabeza o porque vamos muy lejos.
En el campo, el otro día nos
encontramos con unos niños cargando con tablones de madera recién cortada y les
ayudamos a ponerlos sobre su cabeza como si eso fuera lo más normal del mundo
Pero la cabeza también es un
objeto de belleza, a la que se le pueden añadir extensiones, pelucas o
cualquier cosa susceptible de embellecer la cabeza de una chica, aunque sea como
esta malla que sirvió para contener patatas y que Prisca encontró tan bonita
que se paso toda la noche con ella puesta.
A veces me quedo parado sentado en
un sitio admirando los cuerpos de estos hombres y mujeres, verdaderos portentos
de la naturaleza. Me gustará ver quien será capaz de pararlos cuando dentro de
unos años vengan a exigir su lugar en el mundo.
En el trabajo y en mi vida
personal tengo un conflicto que también tiene que ver con mi cabeza y que no sé
cómo solucionar. De España me traje un portátil con teclado español, con su eñe
y todo. En el trabajo me han dado un portátil, pero tiene teclado en francés (¡los
franceses le llaman “clavier” al teclado, como si esto fuera un piano!). Hay
varias teclas que están cambiadas, como en el caso del “qwert” español que pasa
a ser “awert” con lo que la palabra “lavadora” la
escribo como “lqvqdorq” y luego me toca corregirlo y otras letras y símbolos
que a veces me paso un buen rato buscando. Cada vez que cambio de ordenador del
trabajo al mio tengo que cambiar de ordenes en mi cabeza o en no sé qué lóbulo de
mi cerebro, en un ejercicio que algunos dirán que es muy bueno para el
Alzheimer, pero que estoy seguro que me dejará otras secuelas, posiblemente
mucho más graves.
En el bar de Adzo y José Ramon en Kuma Kounda se puede comer
tortilla de patatas y además hablar de viajes en bicicleta, de rutas a pie, de
aventuras en veleros, de los africanos en general y las africanas en particular,
de cascadas de agua sin fin, de costumbres y de agricultura y de todo lo que se
te ocurra.
Una frase que leí en un libro sobre frases de África y que
me gustó: “Los blancos tienen reloj, pero no tienen tiempo”
El libro
Y en el libro de xxx xxx sigo descubriendo interesantes aspectos
de historia, agricultura y desarrollo:
Mohamed Bello alcanzará fama de sabio. Escribe obras de historia, de
geografía y de geología. Su obra de historiador tiene un aspecto original y
negativo: para asegurar el porvenir de su interpretación de la historia, hace
destruir los archivos de sus predecesores, los soberanos hausas, donde se
encontraban las crónicas de la región. Eran casi los únicos documentos de la
Historia de África escritos por africanos.
El suelo de África es generalmente pobre en humus, en todo caso mucho
menos rico que el de las Antillas, paraíso de los plantadores. Las plantaciones
solo prosperan excepcionalmente, en cambio son innumerables los triunfos
parciales y los fracasos estrepitosos.
Aparte de la existencia de algunas grandes aglomeraciones en Nigeria,
no encontramos en ninguna parte de África al sur del Sahara, en el momento que
los estados africanos acceden a la independencia, la densidad de población que,
hasta el momento presente parece ser la condición previa para el paso de las
civilizaciones al estadio industrial de su desarrollo.
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